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El silencio sobre las personas sordas: aisladas y sin oído en tiempos de consultas telefónicas

El uso de la mascarilla añade otra barrera a los no oyentes, al impedirles leer los labios del interlocutor

Ana Fernández, persona con sordera de Fuerteventura. Fotos: Carlos de Saá
María Valerón 0 COMENTARIOS 18/12/2020 - 08:15

En Fuerteventura más de cuatrocientas personas con sordera se enfrentan día a día a los nuevos desafíos de la Covid: entender sin poder leer los labios o solicitar atención médica sin poder escuchar el otro lado del teléfono son algunas de las barreras.

El día que declararon el estado de alarma, Ximo Gadea Lluch, persona sorda signante, se encontraba en Valencia: lo cuenta, con nerviosismo, a través de la intérprete de lengua de signos que convierte en voz su relato. Aquel 14 de marzo, mientras el Gobierno de España anunciaba el confinamiento total del país y daba una semana para el retorno a las comunidades autónomas de origen, Ximo trataba de encontrar la manera de informarse sobre vuelos, necesidad o no de mascarilla en el avión, protocolos sanitarios del aeropuerto y otros detalles por una vía que no fuera la telefónica. Ese fue el inicio de un tortuoso laberinto de barreras comunicativas que, relata, lo persigue hasta hoy.

Ximo Gadea Lluch (Valencia, 1965) llegó a Fuerteventura hace seis años, buscando el cambio y guiado por una oferta laboral. La Isla se convirtió pronto en su casa, y desde entonces ha trabajado en un hotel en Costa Calma, en el servicio de mantenimiento y limpieza. Con la cuarentena llegó el ERTE y aún continúa en la misma situación, a la espera de turistas que permitan reabrir las puertas del hotel. Este ha sido el peor año, con diferencia, de todos los vividos en Fuerteventura.


Ximo Gadea Lluch.

El confinamiento llegó, además, mientras atravesaba dos situaciones personales dolorosas: una operación reciente, realizada en febrero de este mismo año, que añadiría inseguridad e incertidumbre al tiempo de cuarentena, y el empeoramiento de la salud de su madre, que finalmente falleció hace apenas un mes en Valencia. Ximo no ha podido volver para estar con su familia: “A la tristeza se le suman problemas: las gestiones, resolver papeleo, incluso cuestiones de la herencia; ahora muchas gestiones se hacen por teléfono, pero para mí es más que complicado. Debo tratar de hacerlas de forma presencial, con una persona intérprete que me acompañe”.

Vivir el posoperatorio de su cirugía en confinamiento también supuso para él descubrir que las barreras comunicativas se acrecentaban con la pandemia: su condición de persona sorda signante le excluye de realizar consultas médicas por teléfono. “Tuve miedo, pero también tuve mucho apoyo del equipo de trabajo de mi empresa. Un contacto de la empresa me hacía las llamadas y estaba atento a mí para saber cómo evolucionaba, hacer por mí consultas médicas... Pero si no hubiera estado esta persona, habría sido bastante más complicado”.

Gadea Lluch explica que antes de la llegada de la Covid-19 solventaba las barreras comunicativas en centros médicos o al realizar trámites, acudiendo de forma presencial junto a un intérprete de lengua de signos. “Pero en cuarentena no veía posible pedir a un intérprete venir a mi casa o ir a un hospital conmigo. Ojalá todas las entidades, aeropuertos, bancos y oficinas presenciales tuvieran intérprete. Ojalá todas las personas supieran lengua de signos, pero más allá de eso, ahora además estamos en la época de las citas y consultas telefónicas: estando solo, o en confinamiento, ¿cómo lo hago?”, se pregunta.

La situación de Ximo no es un caso aislado. En Fuerteventura, 411 residentes son personas con sordera, según registra la Consejería de Derechos Sociales, Igualdad, Diversidad y Juventud del Gobierno de Canarias. 

Así lo explica Verónica Rodríguez Cabrera, directora técnica de Funcasor, la Fundación Canaria de Personas con Sordera y sus Familias, organización que ha colaborado estrechamente con el ejecutivo autonómico para aportar soluciones comunicativas y de accesibilidad a este colectivo desde el inicio de la pandemia.

“Las personas sordas saldrán más aisladas y con problemas de autoestima”

Rodríguez señala que desde el inicio del confinamiento las solicitudes de apoyo por parte de personas sordas han aumentado: “Las necesidades se han incrementado para toda la sociedad durante la pandemia, pero especialmente las necesidades de las personas con sordera y sus familias, ya que la información que se facilita desde las administraciones públicas en pocas ocasiones es accesible en la isla de Fuerteventura”.

Entre las demandas atendidas, destacan las solicitudes de mediación con entidades de empleo (SEPE), seguridad social, o centros médicos, tanto públicos como privados, señalan desde Funcasor.  La organización se convierte, así, en el hilo comunicante entre la ciudadanía con sordera y los espacios públicos en este periodo, tanto en cuestiones de gestión administrativa como en situaciones de necesidades médicas.

Centros con barreras

“La isla de Fuerteventura no es accesible ni antes ni después de la pandemia; no se cumple con la normativa de accesibilidad, que no es poca”, explica Rodríguez. La directora técnica hace referencia a la Ley 27/2007 que regula los medios de apoyo a la comunicación oral de las personas sordas, con discapacidad auditiva y sordociegas, y que exige a las administraciones públicas medidas que permitan a las personas sordas el acceso autónomo a todos los servicios públicos sin barreras comunicativas; esto se traduciría en la necesidad de que exista la figura del intérprete de lengua de signos en las oficinas de atención a la ciudadanía de administraciones locales e insulares, en los centros de salud y hospitales, y en cualquier organismo público, además de la instalación del llamado bucle magnético, mecanismo que evitaría la reverberación de sonido que impide el correcto funcionamiento de audífonos e implantes cocleares en espacios cerrados, entre otros aspectos.


Verónica Rodríguez Cabrera, directora técnica de Funcasor.

Según indica Rodríguez, desde 2017, las instituciones majoreras han iniciado el trabajo para mejorar sus condiciones de accesibilidad, colaborando con organizaciones como esta Fundación o la Asociación de Discapacitados Visuales y Auditivos (Adivia), pero la Covid-19 llegó sin que se hubieran tomado todas las medidas necesarias: las oficinas de atención ciudadana, los centros de salud y el hospital aún no cuentan con accesibilidad en la comunicación, con recursos como bucles magnéticos, intérpretes de lengua de signos u otras medidas. Además, y si bien la Fundación, en estrecha coordinación con la Consejería de Derechos Sociales del Gobierno de Canarias, ofrecía sus servicios de apoyo gratuitos a toda la ciudadanía como salvoconducto contra estas barreras, muchas personas encontraron serias dificultades para conocer la red de servicios para la accesibilidad.

A la barrera comunicativa en muchos casos se suman dificultades de diferente índole, explica Rodríguez, como no haber estado anteriormente en contacto con organizaciones como Funcasor, no conocer la red de organizaciones de apoyo, o incluso (y este es el caso de Gadea) dificultades en la lectoescritura, debido a las carencias en materia de necesidades especiales de apoyo educativo que tuvo la enseñanza en las primeras décadas de la democracia, carencias que han supuesto para las personas escolarizadas en ese periodo, y sordas desde el nacimiento o desde la infancia, graves problemas de comprensión lectora y de desarrollo en el lenguaje escrito. Esto supone que personas como Ximo encuentran, además, la barrera de no poder informarse con asiduidad en la mayoría de medios digitales o en las páginas oficiales donde se enumeran los recursos disponibles.

“No hay interés real por crear mascarillas transparentes homologadas”

“Cuando hablamos de accesibilidad en la discapacidad auditiva, tenemos que tener en cuenta que esta población es muy heterogénea, y los apoyos y recursos de accesibilidad deben ir enfocados a las características de esta población”, explica Rodríguez, que destaca el alto porcentaje de personas sordas oralistas residentes en la Isla, una población “que se beneficiaría también de la accesibilidad en la comunicación si Fuerteventura contara con ella”.

Ximo está seguro de que de la pandemia nadie saldrá más fuerte, ni la sociedad se mostrará más solidaria. “El colectivo de las personas con sordera saldrá más aislado, probablemente con graves problemas de autoestima, de confianza, de autonomía y con serias dificultades psicológicas”, opina.

“La mayor prueba de que hemos sido olvidados a nivel global es que no ha habido interés real por crear mascarillas transparentes que sean homologadas; las únicas opciones o no son homologadas o son iniciativas privadas con precios que superan los 80 euros por mascarilla, es decir, imposible de asumir por la media”, indica Ximo, que considera “muy importante” la búsqueda de soluciones en este sentido.

Sin leer los labios

Para Ana Fernández, persona con sordera, pero no signante (esto es, se comunica de forma oral), las mascarillas transparentes son una necesidad que tarda demasiado en cubrirse. El choque con la barrera comunicativa se presentó, en el caso de Ana, el día que sus audífonos, sin los que solo alcanza a escuchar un veinte por ciento del sonido real, se rompieron y necesitó enviarlos para reparar.

“En la oficina de mensajería, donde acudí para enviar los audífonos a la empresa que los repararía, me separaba de la dependienta una mampara. Ella llevaba mascarilla, yo no tenía audífonos, solo uno y viejo que estaba usando como apoyo; era para mí físicamente imposible entenderla: le pedí que se alejara y se quitara la mascarilla para leerle los labios y entender qué me decía y le expliqué que no tenía audífonos para oírla. Aunque había una mampara y yo también llevaba mascarilla, ella se negó a bajarse la mascarilla; tuve que irme sin haber podido enviar mis audífonos a arreglar”, relata.

Ana ha continuado en su puesto de trabajo durante la cuarentena, en una empresa de asesoría laboral, y aunque en su caso los audífonos le permiten comunicarse en el día a día, explica que en casos de pérdida de audición severa, como el suyo, los audífonos solo son un instrumento de apoyo, que no cubren todas las necesidades: “Se acoplan en determinados espacios cerrados, o bien el viento es un problema para escuchar correctamente y muy a menudo necesitan reparaciones y ajustes: leer los labios sigue siendo para mí fundamental”.

Durante el estado de alarma, los tres pares de audífonos de Ana se fueron deteriorando, par a par. Mientras ella esperaba el momento oportuno de fin de confinamiento para enviarlos a reparar usando un único audífono antiguo que aún funcionaba, se encontró en una realidad donde no es posible leer los labios, ni acercarse para escuchar. El caso de Ana Fernández representa a alrededor del noventa por ciento de las personas con pérdida de audición severa en Fuerteventura; son las personas que presentan una sordera invisible, usuarias de prótesis auditivas que también encuentran dificultades en el acceso a la comunicación.

“El uso de la mascarilla está aumentando las barreras de comunicación a toda la población. Se acentúa más con las personas con sordera, sean oralistas o signantes, porque el apoyo a la lectura labial es un recurso que siempre se ha utilizado para una comunicación más eficaz”, explica Verónica Rodríguez, y añade que también desde los centros educativos hay gran demanda de mascarillas transparentes homologadas “sobre todo para alumnado de infantil y primaria, ya que son etapas donde la comunicación en la expresión facial juega un papel importante”, señala.

La solución de la mascarilla transparente homologada, indica Ana Fernández, debería además ser asequible a toda la ciudadanía: “No somos nosotros quienes la necesitamos usar, necesitamos que todos los demás la usen para poder leer los labios y comunicarnos”, explica y señala que todo el colectivo de personas con sordera ha vivido la pandemia “con una sensación cada vez más intensa de desamparo”. “Nadie está pensando en las mascarillas transparentes y en que son una necesidad: las hay de colores, con dibujos, de estampados, pero transparentes no. La estética por encima de una solución de comunicación para todos”. También Ana, como Ximo, siente que el final de la crisis sanitaria no reportará buenas noticias para las personas sordas: “Muchas personas sordas saldrán de ésta con tristeza, deprimidas y aisladas, eso es lo que supone no oír, no tener posibilidad de contacto, vivir el día a día quedándote sin información. Esto traerá problemas psicológicos para muchos”.

Con la mirada social puesta ya en las posibilidades de vacunación y en el fin de la crisis de la Covid-19, quedan aún, a este lado del horizonte, las situaciones personales de casi doce mil personas sordas en Canarias, que aún miran al futuro en la incertidumbre de si será, por fin, un espacio sin barreras.

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