El jardín de plantas endémicas más valorado de la Macaronesia
Marmolán canario, siempreviva de Bourgeau o peralillo canario crecen en la Reserva de Plantas Autóctonas del Jardín Botánico de Fuerteventura Oasis Wildlife
El Jardín Botánico de Oasis Wildlife se ha convertido en un entorno natural privilegiado para la conservación de la flora. Este jardín, cuyos inicios datan de la década de 1990, está dividido en tres partes: la zona de plantas tropicales y subtropicales, el jardín de cactus y suculentas y una tercera de plantas nativas. Esta última, denominada reserva de plantas autóctonas, ocupa unos 120.000 metros cuadrados de laderas y barranquitos y sigue ampliándose un poco más cada año. El biólogo Stephan Scholz realiza junto a sus colaboradores un estudio y trabajo minuciosos para reconstruir en esta reserva los principales ecosistemas naturales de Fuerteventura y ubicar en ellos las especies vegetales que les corresponden.
“Quiero dejar claro que la reserva no es una colección de plantas canarias que se colocan en un espacio artificial, sino un trabajo riguroso de conservación y protección de las especies majoreras en su entorno natural. Hay unas 750 plantas silvestres en la isla, de las que aproximadamente 450 son autóctonas, es decir, que han llegado aquí por sus propios medios y no fueron introducidas voluntaria o involuntariamente por el ser humano. Unas quince de ellas son endémicas exclusivas de Fuerteventura, no encontrándose en ninguna otra parte del mundo”, explica Scholz, que, aunque nacido en Alemania, se encuentra desde su infancia en Canarias, estudió en La Laguna y conoce bien el mundo vegetal de las islas y especialmente de Fuerteventura.
De las plantas autóctonas de esta isla, se han introducido en la reserva unas setenta especies que destacan por su singularidad, su belleza y, en la mayoría de los casos, por su extrema escasez, estando amenazadas de extinción. Otras también autóctonas, como la aulaga y el espino de mar, no necesitaron ser introducidas porque son frecuentes en toda la isla y ya se encontraban en la zona.
Scholz hace un breve repaso de la situación: “La vegetación silvestre de Fuerteventura ha sido muy dañada desde que llegaron hace 2.000 años los primeros pobladores del norte de África, acentuándose la destrucción después de la conquista de la isla por los europeos. La tala para obtener leña, especialmente para los hornos de cal, la creación de zonas agrícolas y el numeroso ganado hicieron retroceder las zonas vegetadas, hasta el punto de que algunas especies que las conformaban están representadas ahora por menos de diez individuos”, explica, “y a la acción del ganado suelto, que aún persiste, se han añadido nuevas amenazas como la urbanización, el uso descontrolado de coches y motos todo-terreno y el cambio climático”.
En la reserva, muchas especies encuentran un lugar seguro, presentando todo su esplendor. “El área tiene senderos didácticos con carteles que nos dan información sobre períodos de floración y fructificación, polinizadores, hábitat, grado de amenaza y singularidades de las principales especies para facilitar su conocimiento” remarca Stephan.
Ecosistemas diversos
Se están reproduciendo principalmente dos ecosistemas, que ocupan laderas más expuestas a la fuerte insolación y al viento: el cardonal-tabaibal, con cardones canarios y de Jandía, tabaibas, duraznillos canarios, cornicales, malvas de risco y esparragueras majoreras, entre otras, y el bosque termófilo seco, donde los protagonistas principales son el acebuche y el almácigo, como los que se encuentran de forma silvestre en el macizo de Betancuria.
De las 750 plantas silvestres de Fuerteventura, quince son endémicas
En menor medida se ha establecido también bosque termófilo húmedo, que se sitúa en pequeños barrancos y vaguadas de la reserva, o sea, zonas más protegidas del viento, algo sombrías y con mayor humedad. En la naturaleza, este tipo de vegetación solo se encuentra en paredes rocosas inaccesibles de la parte más elevada de la cordillera de Jandía, donde la bruma formada por los vientos alisios aporta humedad durante gran parte del año. Es el ecosistema de mayor biodiversidad de la isla, siendo el refugio de nueve de las quince plantas endémicas de Fuerteventura y de árboles propios de la laurisilva canaria, como el mocán, el palo blanco y el peralillo canario. “Para poder incorporarlos, después de obtener el permiso de la Administración, hemos contado con escaladores profesionales que han recogido semillas y esquejes”, señala Scholz.
El bosque termófilo seco, por su parte, además de los ya mencionados acebuche y almácigo, pretende contribuir a la conservación de plantas como el escasísimo peralillo de las Canarias orientales y el marmolán canario. Del primero quedan cinco ejemplares silvestres en Fuerteventura y catorce distribuidos de forma aislada por Lanzarote. Este arbusto o pequeño árbol, diferente del peralillo canario que también está presente en Fuerteventura, se reconoció por los botánicos canarios Arnoldo Santos y Alfredo Reyes-Betancort como especie propia hace solo once años. 28 ejemplares obtenidos de semillas y esquejes viven ya en la reserva, y hay espacio para incorporar muchos más y crear con el tiempo una población amplia y estable que ayude a garantizar la supervivencia de la especie. Más raro aún es el marmolán canario, del que en la isla majorera ha sobrevivido un solo ejemplar.
Stephan, junto a un acebuche, mirando el cuajado de los frutos.
El ‘árbol de hierro’
Precisamente, uno de sus mayores logros de los últimos años ha sido incorporar a la reserva a este escaso árbol. El marmolán tiene una distribución insular amplia: está presente en todas las islas excepto Lanzarote. Suele crecer en zonas con poco suelo, como pies de risco y escarpes rocosos de elevada pendiente. Su distribución coincide más o menos con la fachada norte y noroeste de las islas, donde se desarrolla entre los 200 y 800 metros de altitud. Sin embargo, es muy escaso. Un censo establece que existen 156 individuos para todas las islas.
Su nombre científico de Sideroxylon canariense procede del griego sideros, que significa hierro, y xylon, madera; el epíteto canariensis hace referencia a su lugar de origen. La madera es muy dura y pesada, con fondos de color crema y vetas algo marcadas. Otra particularidad es que sus pequeñas flores blancas brotan de forma individual o en reducidos grupos directamente de la corteza de las ramas. El fruto parece una aceituna, es comestible y para algunas aves resulta una delicia. Ello favorece la dispersión de las semillas, si bien éstas ya no parecen encontrar lugares adecuados para su germinación y la especie se va extinguiendo lentamente.
“Después de años de intentos infructuosos, pues nunca hemos encontrado en el único ejemplar silvestre de Fuerteventura semillas viables y no conseguíamos multiplicarlo por estacas, logramos por fin reproducirlo por el método del acodo aéreo y luego también por esquejes, con ayuda de hormonas de enraizamiento y bajo plástico en un ambiente constantemente húmedo”, señala Scholz. El primer ejemplar se plantó en la reserva en octubre de 2017 y tiene ahora un metro y medio de altura. En 2020 se incorporaron tres más.
Más especies rescatadas
Otro éxito de la reserva ha sido el establecimiento de una nutrida población de malva de risco rosada, de la que se contabilizan actualmente unos 80 ejemplares, todos obtenidos a partir de los cuatro que se conocen en Fuerteventura. También la col de risco majorera o colino, abundante en muchas zonas de la reserva, y el guaydil, un arbusto endémico de Canarias de bellísima floración blanca del que hay unos 150 individuos, todos obtenidos de los apenas 20 que sobreviven en Fuerteventura, constituyen hitos en la reserva, al igual que la decorativa siempreviva de Bourgeau, propia de las montañas de Famara, en Lanzarote, y de Jandía, donde es muy escasa. Más de 100 ejemplares pueblan ahora la reserva. Justo es, sin embargo, señalar que ésta tiene también sus limitaciones. “Hay algunas especies de la zona elevada de Jandía, como el tajinaste azul, que parecen necesitar las condiciones frescas y húmedas de la montaña y no se nos dan bien en la reserva”, reconoce Scholz.
Una de las charcas de Oasis.
Otro éxito es la nutrida población de malva de risco rosada, con 80 ejemplares
Ello resalta la importancia de las microreservas en la naturaleza, como el vallado establecido hace años en el flanco sur del Pico de la Zarza, en Jandía, para proteger la flora del ganado suelto que recorre estos parajes. “Jardines botánicos y áreas protegidas en la naturaleza son complementarios y deben funcionar de forma interactiva”, reflexiona, “porque, en muchos casos, los jardines botánicos obtienen ejemplares que luego pueden reintroducirse en el medio natural, previo estudios y en el marco de planes de recuperación bien diseñados, como se hace también con especies de fauna amenazadas”.
Aparte de los ecosistemas de cardonal-tabaibal, bosque termófilo seco y bosque termófilo húmedo, también pueden encontrarse en la parte baja de la reserva plantas propias de la vegetación de los arenales costeros de Fuerteventura, si bien las zonas destinadas a ellas son aún pequeñas.
Por ello, está previsto extenderlas e incorporar nuevas especies como la lechuga de mar, el balancón, el chaparro canario y la rara pulicaria majorera, una planta del litoral sahariano que tiene en Fuerteventura sus únicas poblaciones en Canarias. Bastante relacionada con esta vegetación de las arenas está la de los saladares, pero este ecosistema, a caballo entre el mar y la tierra firme, es mucho más difícil de reconstruir y no está representado en la reserva.
Reserva de aves
También los animales se benefician de la existencia de la reserva, dentro de la cual se han habilitado cinco charcas permanentes de agua dulce de considerable extensión, rodeadas de vegetación ribereña. Fuerteventura es muy pobre en zonas húmedas naturales, siendo las existentes muchas veces de carácter estacional, secándose en verano y pudiendo pasar varios años sin agua.
Así, las charcas de la reserva de plantas autóctonas, que en verano constituyen las únicas extensiones permanentes de agua dulce en el sur de Fuerteventura, albergan una variada fauna, sobre todo de aves. El tarro canelo, nidificante en la isla desde hace 25 años, cría en ellas, como lo hace también la gallinuela. Atraídas por estas manchas de agua y la densa vegetación que ofrece protección y alimento, pueden descansar aquí también muchas especies de aves migratorias durante el largo viaje entre sus lugares de cría en Europa y los de hibernación en África.
Con paciencia y algo de experiencia, en las épocas de paso de estas aves, en primavera y en otoño, es posible avistar auténticas rarezas. Para ello, las charcas están dotadas de espaciosos puestos de observación que contribuyen a la educación ambiental, con la que Oasis Wildlife está plenamente comprometido.
Planta autóctona malva de risco rosada.
Plantas de Madagascar
En el área del jardín de cactus y suculentas, que ocupa cerca de 20.000 metros cuadrados, se pueden ver diversas especies de aloe, piteras, yucas, euforbias y por supuesto cactus, en total unas 220 especies de las principales zonas áridas del mundo, como los semidesiertos mexicanos y del sur de los Estados Unidos, de Brasil, de Sudáfrica y Namibia así como del norte de África y la Península Arábiga.
El jardín acoge la mayor colección al aire libre de plantas de Madagascar
Sin embargo, lo que más destacan Scholz y los miembros de su equipo de esta zona es la amplia representación de plantas de Madagascar. Aquí se pueden contemplar cinco especies diferentes de flamboyán, aparte del flamboyán de flores rojas, también procedente de Madagascar y tan apreciado en los jardines de Canarias. Cuatro especies de baobab y muchas plantas suculentas de las zonas áridas del sur de Madagascar completan lo que es seguramente la mayor colección al aire libre en Europa de especies vegetales de la fascinante isla de los lémures.
500 especies tropicales
No se puede dejar de mencionar también la gran variedad de plantas tropicales y subtropicales del jardín botánico. Estas, más de 500 especies de árboles, arbustos, palmeras, enredaderas, plantas rastreras, bulbosas y plantas epífitas (que crecen sobre ramas y troncos de árboles) de todo el mundo, coinciden en gran parte espacialmente con el jardín zoológico de Oasis Wildlife, es decir, están plantadas alrededor de los caminos que recorren el parque así como dentro de los amplios recintos de los animales.
En su conjunto, el jardín botánico de Oasis Wildlife ofrece una experiencia única y sorprendente, la de un auténtico oasis en la árida Maxorata.
La reserva, en imágenes
Comentarios
1 Majorero Dom, 16/05/2021 - 09:33
Añadir nuevo comentario