CULTURA

La década dorada del rock en Fuerteventura

Los años noventa del siglo XX vivieron el nacimiento y apogeo de un sinfín de bandas, así como la creación de un circuito insular de festivales, con dos grupos, Quijotes Urbanos y Barreno, con gran repercusión en toda Canarias

Miguel Ramos, Víctor Cubas y Agustín Hierro, antiguos componentes de Quijotes Urbanos, actualmente miembros de Kruger. Foto: Carlos de Saá
Juan Darias 6 COMENTARIOS 18/10/2020 - 10:14

Una tarde de sábado, un chaval alto y delgado camina por una calle no asfaltada de Puerto del Rosario. Lleva una camiseta negra, un pantalón ceñido y en la mano izquierda una pulsera de pinchos. Con la mano derecha sujeta el asa de una funda de guitarra que lleva colgada del hombro. La escena es inventada, pero el personaje es real y se llama Víctor Jiménez, aunque le apodan El Torero. Ahora vive en Latinoamérica, pero era uno de los músicos más carismáticos de los años noventa del siglo XX. “No se puede hablar del rock de esos años sin mencionar a El Torero. Puede que fuera de los primeros rockeros y punk que iban por ahí con la guitarra y las pulseras de pinchos”. Así recuerda Héctor Santana, fundador, letrista y vocalista de Barreno, mítico grupo de la escena majorera de esos años, al que fuera uno de los guitarristas de su banda.

El rock canario vivió una época dorada en los años noventa del siglo pasado y Fuerteventura formó parte de ese movimiento. Las dos bandas majoreras con mayor repercusión, Quijotes Urbanos y la mencionada Barreno, compartieron los escenarios con un sinfín de grupos dentro de todas las variantes del rock: Tabique, Káiser, Demonios, Sociedad Limitada, Tormento, Metralla, Taller de bicicletas, Ligera Sospecha, Vértigo, Idéfix… “Cada uno con su manera de contar las cosas”, señala uno de los componentes de esta última banda (formación que adquirirá más adelante cierta relevancia bajo el nombre Cuerno Cabra), David Mahoh Rica.

Comprender el panorama musical majorero de esos años y valorarlo en su justa medida exige ponerlo en relación con el nivel de desarrollo de la Isla. Fuerteventura aún no había vivido la expansión económica que se produjo en los primeros años del siglo XXI, por lo que la población de la Isla era menos de la mitad de la actual y las calles de muchas localidades aún no estaban urbanizadas. Las posibilidades de comprar instrumentos musicales eran bastante reducidas dada la escasez de comercios especializados y los consiguientes precios desorbitados.

Sin embargo, a pesar de que el contexto no era el más favorable, la mecha del rock prendió de tal manera en la Isla que, poco a poco, fueron surgiendo festivales por toda la geografía insular. Todo un circuito de escenarios en el que las bandas podían ofrecer sus creaciones en directo. Una época en la que, además, se apostaba por los grupos con temas propios. Quizá esa es una de las claves que explican el surgimiento de tantas propuestas musicales, tal como apunta Agustín Hierro, Tintín, letrista y guitarrista de Quijotes Urbanos: “En los noventa se tiraba más por los grupos locales, lo que fue muy importante porque los músicos necesitan los directos, ya que un grupo no puede vivir solo se ensayos”.

Barreno

El rock de esos años no se entiende sin Barreno, la banda que formaron un grupo de amigos en un garaje del barrio de Fabelo en 1989. Durante los siguientes 10 años recorrieron los escenarios de Fuerteventura y de prácticamente todas las islas. “Llegamos a dar 37 conciertos en un año. No sé si habrá muchas bandas que puedan decir lo mismo”, sostiene, orgulloso, Héctor Santana.

El hándicap de las bandas actuales es la falta de oportunidades que tienen de tocar en directo, por la poca valentía de los programadores y por la escasez de público

Durante la existencia de la banda, la formación tuvo dos periodos de actividad y, en medio, un momento de crisis en el que algunos músicos salieron y otros entraron. Santana siempre se mantuvo como alma máter del grupo. Poco a poco, Barreno se fue consolidando a base de muchos ensayos y potentes directos, hasta que empieza a llamar la atención fuera de la Isla y es invitada a algunos de los más importantes festivales canarios de la época: Fiestas del Cristo de La Laguna, San Ginés o La Gomera. Finalmente, el Cabildo de Fuerteventura se ofrece a financiar la grabación de un disco, pero la banda no acepta la propuesta. “Lo rechazamos porque no queríamos que apareciera el logo del Cabildo. Con las letras que cantábamos, habría sido traicionarnos”, confiesa Santana.

En paralelo a los escenarios, Barreno funcionó también como colectivo cultural en la década de los 90, organizando festivales o distribuyendo material alternativo: discos, fanzines, cassetes y CD de bandas españolas y latinoamericanas o camisetas. A pesar del éxito, en torno al año 2000 Barreno se disolvió por una serie de discrepancias sobre la implicación de algunos miembros, aunque siguió funcionando como colectivo.


Actuación de Barreno.

Quijotes Urbanos

Gran Tarajal merecería un capítulo aparte en cualquier reseña sobre el panorama cultural de los años noventa del siglo XX. Al calor del colectivo Tiempo Sur y de la Semana de la Juventud, la localidad sureña vivió una experiencia única en la Isla y en Canarias. Hasta unos quince grupos de jazz, salsa, folk y, por supuesto, rock llegaron a convivir en el pueblo y a compartir local de ensayo y experiencias en la Casa de la Cultura. Quizá en la variedad de propuestas musicales está una de las claves de la potencia de la escena musical del Gran Tarajal de esos años. “Siempre es bueno cuando los músicos comparten espacio, aunque se trate de diferentes estilos”, sostiene Domingo Ruano, conocido profesor de música del pueblo y a su vez componente de diferentes formaciones. “Compartir ayuda a la armonía y la composición”, añade.

Bruno de Vera, guitarrista de la segunda época de Barreno, describe así el panorama musical de la localidad sureña: “Lo de Gran Tarajal era impresionante, había muchas más facilidades para los grupos. Recuerdo que una vez fuimos a tocar, vi los horarios de ensayos y no me lo podía creer. En el norte estábamos dejados de la mano de Dios”.

En ese contexto, surge en Gran Tarajal otra banda mítica del rock majorero, Quijotes Urbanos, cuyos caminos transcurren casi paralelos a los de Barreno, puesto que estuvieron activos entre 1991 y 2000. El conjunto lo forman un grupo de amigos, entre los que se encuentra uno de los antiguos componentes de Faros Rotos, grupo pionero de la localidad en la década anterior.  “No sabíamos demasiado de música; fuimos aprendiendo a base de ensayos”, relata el batería del grupo, Víctor Cubas.

La banda progresa tan rápido que el reconocimiento no tarda en llegar. Además de estar presentes en los escenarios de Fuerteventura, a veces acompañando a relevantes músicos nacionales como Rosendo, son invitados al Campus Rock de Las Palmas de Gran Canaria, donde actúan ante unas 15.000 personas, o al Festimad de Madrid. A lo largo de su trayectoria el grupo grabó un sencillo y diversas maquetas. Pero el mayor de los reconocimientos llegó del propio público. Así lo cuenta David Mahoh: “Empecé en la música por Quijotes, se lo debo a ellos”. Pocos reconocimientos con más valor que reconocerles a otros músicos el mérito de ser el germen de la vocación.

No obstante el éxito, la banda cesó su actividad con el fin del siglo XX. ¿Por qué? “Llegó un momento en que tenía dos hijos, estábamos todo el día de viaje y tenía también que trabajar”, señala Tintín. Algunos de los componentes de la banda, junto con otros de Tormento, han vuelto a reunirse bajo el nombre de Kruger, donde tocan algunos temas antiguos y hacen versiones de rock vasco. Como señala Cubas, “tener un grupo con temas propios requiere mucho trabajo y nosotros ahora tenemos muchas obligaciones, con lo que es muy complicado. Por eso tenemos este grupo de versiones”.


Quijotes Urbanos en Festimad, Madrid.

Potaje salvaje

Las bandas, lógicamente, fueron las verdaderas protagonistas de la época dorada del rock en Fuerteventura, pero el panorama de los noventa no se entendería sin los festivales. De norte a sur de la Isla los grupos disponían de espacio en los que mostrar sus directos. El circuito estaba conformado, por un lado, por grandes eventos, como el Potaje Salvaje, la Carpa, los conciertos de las fiestas de Puerto del Rosario, la Semana de la Juventud de Gran Tarajal o el Sol y Luna; y, por otro, por un segundo nivel de pequeños festivales integrados en las fiestas patronales de pueblos como, por ejemplo, Tetir o La Asomada, cuyas comisiones de fiestas siempre reservaban un día para las bandas majoreras de rock. Algunos de estos eventos trascendían el ámbito insular. “El Potaje Salvaje era uno de los festivales más potentes de toda Canarias”, apunta desde Lanzarote Jonás Martín, editor de uno de los fanzines más difundidos en los noventa, Sancocho Metálico, convertido en ahora en espacio digital bajo la denominación Sancocho.com.

Gran Tarajal merecería un capítulo aparte. Al calor del colectivo Tiempo Sur y de la Semana de la Juventud, la localidad vivió una experiencia única en las Islas

Y, de repente, termina la década de los noventa, el siglo XX y todo se diluye. Las dos bandas de referencia, Barreno y Quijotes Urbanos, no sobreviven al cambio de siglo, y otras tantas se quedan por el camino. Los festivales, por su parte, comienzan también a desaparecer. El rock no muere, claro, pero la pérdida de escenarios trae aparejada la desaparición de bandas, aunque surjan otras muchas durante las dos primeras décadas de este siglo. “Los noventa fueron muy fructíferos en todas las islas con festivales, bandas, asociaciones, fanzines, programas de radio, pero casi no hay relevo generacional, o, por lo menos, no en la misma proporción”, señala Martín. “Otro gran problema”, añade, “es la escasez de público”.

Los músicos coinciden en que el gran hándicap con el que cuentan las bandas actuales son las pocas oportunidades que tienen de tocar en directo. Al respecto, el editor de Sancocho.com afirma: “Todas las bandas, salvo excepciones, se quejan de que los pocos escenarios que hay están ocupados por grupos de tributos y versiones. Los grupos de versiones, sobre todo, se han profesionalizado, mientras que los que crean temas propios lo hacen casi como un hobby ante la falta de oportunidades. Esto es un problema, porque si los grupos clásicos de rock hubiesen tenido que competir con grupos de versiones, quizá nunca habrían existido”.

Otros músicos, por su parte, apuntan a la gestión política de la cultura como una parte importante del problema. “Si te gastas todo el dinero en grandes grupos de fuera, y no das la oportunidad a bandas locales, al final los chicos se cansan y dejan de tocar”, afirma Tíntín, guitarrista de Quijotes. Bruno de Vera pone el acento en las nuevas generaciones: “Hay un cambio de mentalidad a la hora de subir al escenario. A nosotros solo nos faltaba pagar para tocar”.

El panorama de festivales de rock en la Isla casi ha quedado reducido a la mínima expresión del Lebrancho, el longevo evento de bandas de la capital, y a otras iniciativas particulares que de vez en cuando intentan dar espacio a los grupos, como el Invicto Rock en Corralejo. Mención especial merece el activismo musical de Héctor Santana, que organiza el Fabelo Rock y se encontraba en negociaciones con el Ayuntamiento, hasta que la pandemia lo paralizó todo, para rescatar los conciertos de rock de las fiestas patronales de la capital.

Santana, como los viejos rockeros, siempre al pie del cañón y dispuesto a todo por su música, mantiene intacta la motivación: “La sociedad es una batalla campal por ganar dinero y pisar a los otros”. Afirma tener escritas más de cien canciones, la mayoría con el mismo tono de crítica marca de la casa en Barreno. A pesar de su pasión por el rock, sostiene que “lo más difícil es escribir una canción de amor”.

Veinte años después de la separación de su banda y del fin de la década dorada del rock, el músico sigue fiel a su antiguo proyecto. “Algunos músicos me han propuesto volver y aún lo estamos madurando, pero tiene que ser con Barreno, aunque, si volvemos, será para tomárnoslo muy en serio”. Quizá porque las dos décadas transcurridas no han conseguido borrarle la sensación de que el proyecto se quedó a medias. “Cuando nos separamos estábamos en nuestro mejor momento. Ya teníamos cerrada una gira para la Península”, recuerda con nostalgia mientras aplasta un cigarro en el cenicero.

Comentarios

iNteresante artículo, que merece continuidad y profundización. gracias
Desde Argentina Victor Manuel Jimenez,en estos momentos tan duros de pandemia ha sido una grata sorpresa q mi mujer encontrara este articulo casi en el dia de mi cumpleaños viendo q esos amigos q han sido como hermanos se acuerdan de ti.Queriendoles mandar un fuerte abrazo con mucho cariño y mucha energia positiva a esos majoreros y a toda españa animandoles a subir la moral y q estan gran crisis la humanidad la va a superar.Un abrazo enorme a Hector Santana con quien ademas fui al mismo colegio.Arriba la moral y muchisimas gracias porque estando tan lejos es ta grato q se acuerden de ti.un abrazo enorme.El torero.
Torero boludo no te olvidamos y perteneces a la historia del rock en fuerteventura.
Torero boludo no nos olvidamos de ti. Eres parte tambien de la historia del rock en Fuerteventura.
Torero boludo no nos olvidamos de ti. Eres parte tambien de la historia del rock en Fuerteventura.
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