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Juantxu, la historia de un ‘sin papeles’ en su propio país

Se vio sin hogar y con el pasaporte caducado, lo que le impidió empadronarse y acceder a ayudas

Eloy Vera 2 COMENTARIOS 30/03/2024 - 08:57

Cuando sobrevolaba Fuerteventura, Juan Antonio Arroyo, Juantxu, pensaba que estaba llegando a la tierra de las oportunidades. Tres meses después de bajar las escaleras del avión, se vio durmiendo en la calle, pidiendo para comer y con el pasaporte caducado. Después de más de veinte años viviendo en el extranjero, no tenía Documento Nacional de Identidad y ni siquiera recordaba su número. Se convirtió en un ‘sin papeles’ en su propio país. “Era la escoria de la sociedad. Al no tener documentación, me sentía como una bolsa de basura”, confiesa.

El primer capítulo de la historia de Juantxu arranca en Bilbao hace 53 años. Allí nació. En 1994 se vino a Canarias detrás del boom de la construcción. En Tenerife conoció a una joven alemana, de vacaciones en la Isla, de la que terminó enamorándose. Consciente de que las relaciones a distancia están condenadas al fracaso, decidió irse con ella a Frankfurt. En aquel momento, requerían el pasaporte para poder entrar al país y Juantxu viajó con el documento en el bolsillo.

Cada diez años, lo renovaba en el Consulado. Al principio, fue duro. No conocía el idioma, ni estaba acostumbrado a vivir en una gran ciudad. Poco a poco, fue adaptándose. “Hice cursos de alemán y empecé a trabajar. Comencé de cero”, recuerda. Se ganaba la vida montando puertas y ventanas hasta que se terminó el amor y acabó divorciándose de su pareja. Habían pasado 26 años desde que llegó a Alemania.

España le tiraba y decidió regresar a su país. El destino en el que pensó era Canarias. Se fue al aeropuerto y preguntó por el billete más económico a las Islas. “El más barato era de 190 euros y a Fuerteventura”, recuerda. Así que no se lo pensó y se subió al avión. Tras cuatro horas y media de vuelo, aterrizó en tierras majoreras. Era el 3 de junio de 2022.

Al principio, se alojaba en pensiones y pequeños hoteles. Iba tirando con lo que traía ahorrado hasta que el colchón de los ahorros se desinfló. “Vine a la aventura hasta que se acabó el dinero. ¿Y ahora qué hago?”, se preguntó. De un día para otro, se vio durmiendo en la calle y pidiendo para comer.

A veces duerme en la playa de Los Pozos y otras en un banco a las puertas de Cáritas. “Hay que ser fuerte, tanto mental como físicamente”, asegura. “Hay gente que se derrumba. Incluso, hay quien muere en la calle por el frío o el consumo de drogas. La calle te deprime y lleva a las personas a consumir drogas y alcohol. Yo estoy limpito”, insiste.

A la pregunta de qué ha aprendido de la calle, el vasco, como le conocen algunos, responde que “a ser una persona correcta y mirar hacia adelante, aunque esté tirado en la calle. A levantarme y pensar: venga, adelante, que hay gente en situaciones peores a las mías. A convivir y respetar”.

Tras un año y medio viviendo en la calle, confiesa que lo más duro es “el día a día”. “Ver qué como hoy, cómo puedo conseguir algún euro sin estar robando ni trapicheando. Todo es muy difícil”, añade. También la discriminación. En una ocasión, unos veinteañeros se acercaron y le lanzaron escupitajos. Varias veces ha tenido que escuchar cómo se refieren a él como “ese vagabundo”. “Esas cosas son puñaladas en el corazón. Siento rabia, pero me contengo”, dice.

Juantxu se pasa el día caminando por las calles o a las puertas del centro comercial. En ocasiones, consigue limpiar alguna escalera y a cambio se lleva unos euros. Se asea en las duchas de la playa. Por la noche, cuando llega al banco de Cáritas o a la playa, se mete en el saco de dormir y se tumba. El último pensamiento que tiene es si al día siguiente será capaz de levantarse. “Pienso si tendré fuerza y voluntad porque hay días que me siento fatigado, agotado”, confiesa.

Sin pasaporte

Un día se dio cuenta de que su pasaporte se había caducado. Su DNI no lo había renovado desde que se fue a Alemania. “Me sentía inseguro. Después de tantos años en Alemania con documentación me veía en mi propio país sin papeles”, lamenta.

Juantxu cuenta cómo la falta de documentación le impedía engancharse a cualquier trabajo. “No tenía papeles y así nadie me quería contratar. Pensaba que con los idiomas que hablaba no tendría muchos problemas para hallar trabajo, pero no pudo ser porque el pasaporte estaba caducado. Ahí empezó el declive”, explica. También se le cerraban las puertas para poder acceder a las ayudas, incluso para adquirir un bono para el transporte.

Poco a poco fue entrando en un bucle. “Me sentaba a pedir, preguntaba a la gente para que me dieran un consejo o una opinión. Me mandaban de un lado para otro”, recuerda. “Me veía un vagabundo. Después de tantos años en Alemania con documentación, me sentía un sin papeles en mi propio país. Me he sentido muy defraudado con mi propio país”, reconoce.

Un día se tropezó con su ángel de la guarda sin saberlo. Se le acercó Conchi, una voluntaria de Cáritas que se interesó por su historia. La mujer le animó a acudir a la ONG y le prometió que allí le ayudarían. Al martes siguiente, Juantxu se presentó en la sede de la organización.

La técnica del área de Animación Comunitaria y Familia en Fuerteventura, Aurora Jiménez, le empezó a asesorar. Cuenta cómo Juantxu estaba en medio de un entramado burocrático del que no sabía cómo salir. “Sin DNI no podía renovar el pasaporte y con el pasaporte caducado no podía pedir un nuevo DNI. Tampoco podía empadronarse al no tener dirección ni ningún tipo de documentación”, explica.

“Necesitaba una dirección fija y para la dirección fija necesitaba una casa. Era empezar otra vez de cero”, aclara Juantxu. Al final, se armó de valor se fue a los Juzgados y sacó la partida de nacimiento, tal y como le indicó Yolanda, una trabajadora social de Puerto del Rosario que se ha implicado mucho en su historia. Como caso excepcional pudo, finalmente, empadronarse con la partida de nacimiento.

Tras casi un año de gestiones, el 30 de enero se presentó en la Comisaría de Puerto del Rosario para retirar su DNI. Se le ilumina la cara cuando lo cuenta. “Me sentía un chiquillo con los zapatos nuevos. Hice una fiesta de aquello. Ya tengo DNI. Ahora sí soy legal”. Ese día hicieron un desayuno especial en Cáritas para celebrarlo.

“La llegada a Cáritas ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. En Alemania hay muchos recursos, pero no es lo mismo que aquí. Allí la gente es más fría, es otro protocolo. No se puede comparar uno con lo otro”, cuenta.

Con el DNI en la mano espera poder sacarse la tarjeta sanitaria. Los servicios municipales de Puerto del Rosario le están ayudando. En unos días confía en poder tramitar una ayuda, aunque su objetivo es encontrar un trabajo lo antes posible. Espera que le echen una mano para hacer un currículo y poder empezar a moverlo.

Ahora ansía ir subiendo escalones y conseguir un trabajo, “una casa de cuatro paredes con un colchón”, dice. “Espero recuperar mi posición otra vez porque la calle te come vivo. No quiero cometer los errores que han cometido otros: meterme en drogas o convertirme en un alcohólico”, confiesa.

Si cogiera un reloj del tiempo y le diera hacia adelante, le gustaría verse con “un techo, un trabajo y con lo mínimo para existir”. “Me gustaría poder llegar a casa por las tardes; tumbarme en el sofá y decir estoy cansado de estar todo el día trabajando y poder, luego, comer algo caliente”, señala.

Empatía con los cayucos

Mientras Juantxu explica su historia, varios cayucos están llegando esa mañana a la isla de El Hierro. Hace unos días también llegó una neumática con unas 50 personas a Gran Tarajal. “Sé lo que están pasando porque yo lo he pasado”, comenta mientras recuerda que él ha sido también un ‘sin papeles’. Cuando los ve deambulando por la playa de Los Pozos, les da consejos y les dice dónde tienen que ir si se encuentran con hambre. “Les ayudo de corazón porque sé cuál es su situación”, asegura.

Juantxu cuenta que habla alemán, italiano y euskera. “Soy culto, aunque no lo crean”, dice. Inmediatamente, empieza a nombrar libros. Su amigo Lano le ha animado a darse de alta como socio de la biblioteca. Le gusta leer biografías y novelas policiacas. Ahora lee El Púa, de Lorenzo Silva. Siente predilección por los títulos de su paisano Fernando Aramburu. Dice que ha leído dos veces Patria y también Viaje con Clara por Alemania. Durante este tiempo en la calle, ha encontrado refugio en la lectura. “Es el único entretenimiento que me salva en la calle”, dice.

Las pertenencias de Juantxu caben en una mochila. En ella guarda el DNI. Lo saca y lo muestra orgulloso. Espera que el documento sea la llave que le abra la puerta a nuevas oportunidades, a un futuro con techo.

Comentarios

Desastre de país, tratando a su gente como escoria.
Si no existiera Cáritas, habría que inventársela, La iglesia con sus incontables proyectos y con su voluntariado, lleva a cabo innumerables acciones que amparan a estas personas que por las circunstancias que fueran se han visto abocados a vivir en una situación muy precaria, mientras vemos las injusticias de los distintos gobiernos que no escuchan ni tienen la más remota idea de la situación de millones personas que como este señor viven en la más atroz pobreza y que gracias al voluntariado de Cáritas Diocesana, La Cruz Roja, El banco de alimentos y los comedores sociales, pueden al menos llevar dentro de la indignidad, lo más digno posible.

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