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“Lo único que yo quitaría de mi profesión es ser famoso”

Kike Pérez, comediante y autor del libro ‘Desde mi puerta del patio’

Myriam Ybot 2 COMENTARIOS 15/06/2025 - 08:01

El cómico Kike Pérez está exultante. Se encuentra inmerso en la gira de promoción de su primer libro, Desde mi puerta del patio, y aunque una gripe “de esas con las que el cuerpo te pide que pares” le ha tumbado un par de días, empuja la mañana con zumo de naranja y atiende a Diario de Lanzarote por videollamada con una gran sonrisa y actitud abierta y confiada. Está tratando de adaptarse a los ritmos literarios, que no son los de la escena, los de la gratificación inmediata del sold out y el aplauso cerrado, pero que ofrecen otras satisfacciones que el lanzaroteño aprende a paladear.

“La valoración de estas primeras semanas es positiva porque no teníamos ninguna expectativa y eso es importante; últimamente manejo la filosofía de que es mejor tener expectativas bajitas e ir subiéndolas, poco a poco. Justo ahí estamos, aparte de la vorágine de las redes sociales, pero en la promoción propia de un libro, mucho más lenta pero una experiencia preciosa”, asegura. Aunque también confiesa con naturalidad que para las presentaciones tiene que invitar a la gente personalmente, “convencerla” de que tienen que acompañarle en este nuevo paso.

La apuesta era de riesgo, pasar de la escena al papel, sustituir la voz, la gestualidad, el físico y el disfrute colectivo por la soledad de la lectura. “Y el contexto -añade con rotundidad-, que el éxito del humor depende muchas veces de la predisposición; porque cuando vas a ver comedia, pues te duchas, te vistes, y estás todo el rato pensando: voy a ver comedia. Pero de repente, estás en tu casa en un día random, normal y corriente, y coges un libro de comedia y te pones a leerlo, y no es lo mismo”. De ahí, comenta, su insistencia con la editorial (Nectarina) en explicar muy bien el contenido y las razones en cada presentación pública.

El arrecifeño es experto en saltos al vacío. Cada paso de su trayectoria ha implicado un desafío: hacer comedia desde la periferia, transformar un físico voluminoso sobre el que apoyaba parte de sus gags en otro más convencional, exponerse en el prime time televisivo, ocupar el espacio de Manolo Vieira en Nochevieja tras su fallecimiento, ahora el libro... Un vértigo constante que reconoce como una huida voluntaria de la sucesión de “días de la marmota”, que le incomoda más que el temor a salir de su zona de confort. “Yo particularmente soy un inconsciente, así que al final suplo el miedo con inconsciencia y dejo las cosas caminar”, explica. Y al hilo, añade que “cositas como el libro nos está dando la experiencia de arrancar algo nuevo, con toda la dificultad pero también con todo lo bonito que supone”.

Desde mi puerta del patio es, según sus palabras, “el libro más gandul y más perezoso del mundo” porque se trata de la transcripción de tres monólogos que ha puesto en escena en el pasado. Aunque también afirma que en el feedback con sus lectores ya ha escuchado varias veces comentarios elogiosos: “Me dicen que a pesar de haber visto el show, a pesar de haberme escuchado y haberse reído con ellos, están descubriendo en el libro nuevos detalles”.

Un niño gracioso

Kike Pérez reconoce que la capacidad para hacer reír le acompaña desde niño. “Siempre fui el graciosito, el payaso de la fiesta, pero no el que tenía más talento. Tengo unos cuantos amigos por ahí que, si se lo hubieran tomado en serio, yo no estaría trabajando en esto. Gente graciosa en Canarias, con dos rones, hay un montón. Pero es verdad que yo era el que tenía más inquietud, el que soñaba con llegar ahí, cuando veía a Manolo y a otros grandes humoristas y pensaba: qué bien se deben sentir. Y, afortunadamente, he tenido la suerte de poder vivirlo durante muchos años”.

Aquella fue la primer acrobacia de las muchas que jalonan su trayectoria profesional, el paso del ambiente de confianza de un asadero o un bar con colegas a llevar su humor de novato ante el juicio de gente desconocida, afrontar la exposición pública y el miedo a contar un chiste y que nadie se ría. Afortunadamente, recibió un sabio consejo que le ha acompañado toda la vida en los escenarios: “Ignatius Farray, una de las personas más maravillosas con las que me he topado en este mundillo, un ser extraordinario, me dijo que cuando no se ríen también forma parte de nuestro trabajo, como una mala crítica, una tuerca que se sale de un váter...En todos los trabajos se cometen errores y hay que aceptarlo con naturalidad”.

Tampoco fue llegar y besar el santo. Ni una decisión fácil, que vino, precisamente, cuando todo parecía que iba mejor según el criterio establecido, la vida encaminada, un trabajo fijo, unos años de comedia amateur muy gratificantes y con el aplauso del público... “Pues ahí decidí dar un giro, porque pudo más el corazón que la cabeza. Y el corazón me dijo: ‘tío, es el momento de romper con todo; como metas el pie aquí, será echar tierra para siempre sobre tu sueño’. Y pocas personas, o ninguna, conocerás que hayan renunciado a un puesto en el Ayuntamiento de Arrecife”, dice con tono de orgullo. De nuevo el precipicio, el vértigo agarrado al estómago, el salto sin red.

El éxito llegó de forma arrolladora, casi sin esperarlo, casi sin darle tiempo a gestionar esa nueva realidad. Una fama que despierta en el lanzaroteño sensaciones de amor y de odio a partes iguales. “De verdad te digo que es lo único que yo quitaría de mi profesión, ser famoso. Si me dices que voy a seguir trabajando, que voy a seguir teniendo las mismas sensaciones, que voy a seguir llevando gente a los teatros, y el precio que tengo que pagar es la popularidad, te diría: lo firmo en grande”.

“Yo ya venía con la fiesta de fábrica pero huyo del faranduleo”, señala el cómico

Dice que quien se considera “preparado para ser famoso” es “imbécil”. “La fama es mentirosa, he visto a gente pasar del amor a la decepción conmigo en un segundo porque no les di la cara que querían, o porque me tenían en un altar que no era”, cuenta. También arguye que muchas personas entienden mal lo que es ser alguien popular. “La gente espera cosas de ti, y eso es lo peor que le puede pasar a una persona, y más cuando eres alguien como yo, un tipo regulero, que no soy ejemplo de un montón de cosas; te plantean exigencias emocionales para las que no estás preparado”. Y pone un ejemplo: “Algo tan sencillo como ir con tu hija por la calle y que tengas que echarle una reprimenda por algo. Y que te plantees si te están mirando, si se va a interpretar mal, si va a tener alguna consecuencia...”.

Junto a la digestión pesada de la celebridad, la otra gran amenaza asociada al éxito en el mundo de la farándula es el descontrol de la vida nocturna, aparejada a los consumos irresponsables y al desfase vital. Algo que no supone un problema para Kike Pérez, porque, como él mismo defiende, “en mi caso, yo ya venía con la fiesta de fábrica, siempre he sido un parrandero, siempre me ha gustado tomarme una cervecita y dos rones... Pero controlado, donde yo quiero, en un karaoke, para estar con cuatro amigos, nada que ver con el faranduleo. Eso son cosas de las que huyo”, desvela.

Rutina saludable

Los cuidados se le notan al caballero, que abre el foco de la cámara ante la que concede la entrevista y exhibe un completo gimnasio casero, con todos sus avíos. Su aspecto, su vitalidad y energía son tan magníficos que una se pregunta por el secreto de sus rutinas ¿Hace ejercicio? ¿Come verdura? ¿Se acuesta temprano?

“Hombre, mi vida es ahora mucho más saludable, porque era imposible que fuera peor hace dos años. La vida me ha llevado a un cambio por castigo, sobre todo en la salud, los médicos te meten miedito, así que quieras o no, vas cambiando cosas. Pero no soy el ejemplo del fitness, sigo siendo un disfrutón, no me privo de salirme un poco del plato cuando estoy con los amigos”, se encoge de hombros con complacida resignación.

“Pocas personas conocerás que hayan renunciado a un puesto en el Ayuntamiento”

Atrás quedó la incomprensión que le produjo el rechazo de parte de su público a una pérdida de peso que afrontó por recomendación médica y que defendió en campañas institucionales sobre los efectos de la obesidad. La potencia cómica, la naturalidad y la honestidad escénica del comediante se impusieron al mundo hater con rapidez y contundencia.

Y si la retirada de la camiseta es un gag que ha quedado para la historia, el protagonismo de la familia y las amistades de Pérez en sus monólogos y la colección de anécdotas que suceden en entornos y circunstancias reconocibles para el público canario, siguen constituyendo clave de la risa y del mérito de sus espectáculos. Algo que ya no es motivo de sorpresa entre sus allegados, sino de satisfacción y orgullo.

Se explica: “Después de las primeras veces, mis padres ya ni preguntan, porque saben, primero, que no les voy a pedir permiso, y además, porque confían en mí. Y eso es lo bonito. Después de tantos años poniéndolos en la palestra, ya les gusta, y el día que me toca estreno en Lanzarote, van a gozárselo y a ver qué parte les toca”, relata. Y añade que han terminado por claudicar y disfrutar cada vez que los paran por la calle. “Piensa en un sitio tan pequeño como Lanzarote, que mi padre se recorre Arrecife caminando todos los días, pues es ir a la cafetería, ir al Hiperdino, donde sea, y que le digan: -Ay, pues tu hijo me encanta-. Y -oye, me río mucho con tu hijo-. Para ellos es la medicina perfecta y el poder decirse: bueno, vamos a calmarnos, respiremos, todo está bien, podemos perdonar a Kike que dejara su trabajo fijo en el Ayuntamiento”.

Humor canario

El recurso a la idiosincrasia canaria, a los tipos populares, a las expresiones y costumbres de las islas es consustancial al discurso escénico de Kike Pérez, como de quien fuera maestro de comediantes durante décadas, el gran Manolo Vieira. Sin embargo, el lanzaroteño defiende que los chistes, las bromas, las situaciones hilarantes que forman parte de los espectáculos humorísticos son siempre los mismos y solo cambian los contextos geográficos y culturales. “Comparto cien por cien la frase con la que se define la compañía Supositorio, que dice que no es un grupo de humor canario, sino un grupo canario de humor. Creo que el humor es universal pero se hace grande cuando se contextualiza. Cuando actúo en Canarias, disparo con metralleta porque sé que dispongo de todo el arsenal, que puedo hacerte llegar que el chiste se construyó al lado de tu casa; y eso mismo lo hace un andaluz, seguramente contando la misma historia que cuento yo, pero llevándola a su barrio”, explica.

“Manolo Vieira alcanzó la excelencia humorística con nuestro acento”

Señala que la dificultad aumenta en Madrid, en Barcelona, en lugares donde la comprensión del habla local o el reconocimiento de las situaciones cotidianas no es tan sencilla, donde parte del arsenal para arrancar la carcajada se revela inútil, “pero si te concentras en la esencia, la esencia es la misma y la gente ríe igual. Y si se te escapa algún canarismo o alguna localización de Canarias, te paras y dices: -oye, acabo de contar un chiste que no entendieron-, se lo explicas a la gente, la gente te atiende y lo recibe con cariño, y mira qué guay”. Como con Vieira, se acaba haciendo el oído.

La proyección de Kike Pérez desde sus primeras veces como cómico aficionado a la actualidad es imparable. Insustituible en espectáculos de humor, en galas televisivas y en pregones y fiestas por todo el Archipiélago, ha logrado sortear las complejas fronteras insulares y deja sonrisas a su paso gracias al tono preciso de inocencia, honestidad y entrega generosa al público. No pretende ser lo que no es y, probablemente, ahí resida su éxito.

Sus shows son cambiantes, vivos, con una parte necesaria de improvisación: “Yo ya en octubre estoy harto de mí mismo, cansado de escucharme, y busco fórmulas y maneras de motivarme para seguir jugando. Necesito algo nuevo, contar cosas nuevas, que el show aguante y ponerle la misma pasión el primer día que el último”.

Entre sus maestros, nombra sin asomo de duda a Vieira “que alcanzó la excelencia humorística con nuestro acento”, y de entre los nacionales, se deshace en elogios hacia Goyo Jiménez. “Tengo la suerte de que, a día de hoy, somos amigos. Y siempre le digo: ‘Cuando voy a verte es como ir a clase’. Goyo Jiménez es, en mi opinión, el cómico que debería estudiar la gente para tener las nociones básicas de la comedia. Un espectáculo de Goyo tiene todas las herramientas que un cómico necesita saber para hacer humor. Es graciosísimo y técnicamente perfecto, mi referencia para seguir aprendiendo”.

Comentarios

La fama la lleva estampada en su mente aquel que sólo se interesa por su ego personal y reputación. Si se conocen sus verdaderas capacidades y se es honesto, se sabe cuales son sus límites, por tanto la fama depende de quien se cree que la tiene.
En su casa le conocen a la hora de comer. Primera vez que escucho su nombre tal famoso. Jajajaja! No será el toallitas este?

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