
Quítate tú pa' ponerme yo
En la isla en la que vivo, Fuerteventura, jugamos a algo parecido a la sillita. Vivimos con la tensión de que, en cualquier momento, el que tiene un buen sillón rompa de un empujón la única pata de nuestro carcomido taburete. Fuerteventura se ha convertido en un tablero de aquel juego que se llamó Hotel, al que yo también jugué. Cuando nos dijeron a todos que estudiáramos idiomas, que el futuro era el turismo, nunca pensé que se referían a esto, al desplazamiento de la población y la cultura local.
En una época parecía que solo había que sacrificar determinadas zonas para que el guiri dejara a gusto su dinero allí y así seguir nosotros viviendo en la isla donde nos parieron. Pero ahora el turismo está en todos lados, es superrentable y, por eso, ha pasado de dar de comer a los majoreros a importar mano de obra barata y agentes inmobiliarios que trapichean con nuestro suelo. Mucho hablar de derechos humanos, pero al final la pela es la pela y quien manda es el mercado. ¿O es que tenemos derecho a irnos pero no a quedarnos?
El mismo elemento del que supuestamente vivimos nos está desplazando. Siempre que pinto el turismo como un diablo, tengo que aclarar que me refiero al actual, al de masas, al hiperturismo que desplaza y elimina pueblos y culturas, el que planta McDonald’s en edificios históricos, el que convirtió Corralejo en Las Vegas, el que ya no va por temporadas ni lugares, sino a por todas, todo el rato.
También me toca aclarar que sí hay alternativa al turismo. Cuando la Consejera insular nos pinta como éxito las cifras de empleo en Fuerteventura, donde casi el 90 % de los trabajadores son del sector turístico, a mí me entran escalofríos. ¿Todavía estamos así? ¿Brindando por el monocultivo de algo tan volátil? Sabiendo que la población de Fuerteventura se ha duplicado en los últimos veinte años y que los restaurantes están siempre en busca y captura de personal, me pregunto: ¿Están flipando? ¿No ven la trampa? ¿No se dan cuenta de que la moraleja que teníamos que sacar de la pandemia es que había que diversificar la economía? ¿No ven que somos carnaza para buitres? ¿No ven el agujero negro en el que nos hemos convertido? Políticos locales, por favor, dejen de usar la misma cantinela y échenle luces, si es que tienen conciencia. De lo contrario, se están erigiendo como los cómplices necesarios para dejar esto hecho un desastre. ¿Qué pasaría si Europa entrara en recesión durante un par de décadas? ¿Quién nos va a sacar del fango?
No exagero cuando digo que yo, a mis cuarenta y piqui años, ya he vivido una crisis financiera global, una pandemia y estoy ante la inminente explosión de lo que parece una tercera guerra mundial. No me llamen catastrofista cuando digo que son tontos de remate al seguir sacándole las tripas a nuestra tierra con el dichoso pan para hoy que supone el turismo. ¿Qué vamos a hacer cuando el 90 % de los trabajadores acaben en la calle porque ocurra algo a nivel mundial que haga que la primera actividad de nuestra economía se desacelere y frene? Al fin y al cabo, el turismo es una actividad de lujo que la gente deja de hacer en cuanto la cosa se pone un poco fea en casa.
¿Alternativas? No voy a destapar todas mis cartas, pero mi primera apuesta siempre es el sector primario, el primordial. Mucha sosteniblabla pero no producimos ni para nuestro propio consumo, y tenemos que importar lo que comen y beben millones de personas que están aquí de vacaciones —que no vienen a hacer dieta o dejar el alcohol—. Y si esta isla no da para más, pues se pone un límite. Ya estamos tardando.
Puedo decir con orgullo y conocimiento de causa que del sector primario se come, se ahorra, se construye, se estudia y se prospera. Lo malo es que empiecen a poner zancadillas con burocracia, leyes y aranceles para que poco a poco los canarios dejemos de trabajar en la mar y el campo. Todo es mercado. Hay incentivos para traer pollo congelado de Brasil, cierto, y eso es lo que se les ofrece a los turistas de piscina.
Nuestra calidad de vida ha ido mermando a costa de ir cediendo espacio al turismo. Por ejemplo, yo antes caminaba 40 metros para tirar la basura, pero ahora tengo que caminar 300 porque el Ayuntamiento decidió que esta zona es muy bonita para que la gente viva aquí. Mejor que parezca que no existimos. Desde aquí, agradezco al Ayuntamiento por exigirme unos minutitos de caminata, así salgo de casa, porque cada vez me cuesta más salir y ver en lo que se está convirtiendo este pueblo.
Otro ejemplo. El Ayuntamiento decidió cerrar una calle con casi 30 aparcamientos, hoy inexistentes, porque resulta que los usuarios de las terrazas de tres establecimientos, que casualmente son del mismo dueño, quieren beberse su cerveza mirando al mar. Pusieron tres chirimbolos y se cerró la calle. Sin más. Así nos desplazan. Antes esto era un pueblo marinero y ahora es un núcleo turístico. No tiene más vuelta de hoja.
Si hace cinco años que no pisas el pueblo de El Cotillo, ven y mira, a ver qué te parece. La cantidad de obra nueva no pasa desapercibida para nadie. De repente, entre otras muchas construcciones desperdigadas por el resto del pueblo, han fabricado manzanas completas de viviendas y apartamentos. No me cansaré de dar las cifras actuales. Redondeo para que les quede en la memoria: 1.800 empadronados y 2.500 camas turísticas. Eso hoy, pero ahí no se cuentan las que están en construcción. Sin embargo, antes de regular esto, los políticos se dedican a pelearse sobre quién tiene la competencia en materia de turismo. Así dejan un poco más de tiempo para que siga entrando el veneno.
Cualquiera puede notar los efectos de la turistificación de todo el territorio y durante todo el año. Concesiones para poner hamacas en las playas, especulación con la vivienda, inseguridad en las calles de Caleta de Fuste, Corralejo o Costa Calma... Y no hay freno en el horizonte. Hay otros 44 hoteles esperando a ser construidos por toda Canarias hasta 2028, lo que supone unas 1.500 camas hoteleras más para Fuerteventura, además de las plazas de apartamentos o viviendas vacacionales que se registren, que van aparte. De momento no hay límite. Se siguen estableciendo acuerdos y celebrando que se subvencionen nuevas rutas aéreas internacionales. Somos un caramelito y estamos de rebajas.
¡Y eso que aún estamos hablando del norte! Porque si nos ponemos a mirar el trazado de la autovía, te planteas: ¿Y esta salida adónde va, si ahí no hay nada? No hay nada ahora, pero habrá. Ese erial que tú ves ahí es propiedad de los caciques que ya han reventado otras islas y a los que aún les queda por reventar esta. Ahora que ya está la Ley del Suelo y los Planes Generales a punto para buitres, ahora empiezan los planes parciales de aquellas urbanizaciones paradas un día por la moratoria.
A Fuerteventura la van a reventar y los que vengan de nuevas no sabrán lo bien que se vivía aquí. Los que estamos aquí desde hace años, lo sabemos y tenemos que hacer algo ya. No podemos seguir reaccionando a toro pasado. Hay que despertar y armarse para hacer frente al monstruo que se lo está comiendo todo.
De lo contrario, plantarán nuevas construcciones donde antes había gavias y maretas, pondrán playas artificiales donde una vez hubo charcos en los que nuestros antepasados cogían pescados con las manos, cubrirán de campos de golf una tierra sincera, humilde y noble: la nuestra. Duele en el alma ser testigo de ello. Si tan solo fuera un sacrificio que hay que hacer para que nuestra vida mejore... Pero no, se trata de supervivencia con los sueldos más bajos del Estado en la tierra que más beneficios genera.
Y para relajarme, voy a darme un chapuzón. Llego a la playa y como buena majorera, busco el sitio más alejado del resto de humanos —algo cada vez más difícil— y cuando me instalo, a los cinco minutos aparece un grupo de pendejos con sombrillas voladoras a ponerse a mi lado. ¡Aaaaay! Lo felices que éramos sin saberlo.
* Portavoz de Drago Canarias en Fuerteventura










Comentarios
1 Antonio Mié, 13/08/2025 - 15:47
2 Lagunero Jue, 14/08/2025 - 22:36
3 Anónimo Sáb, 16/08/2025 - 11:57
4 Susana Pintos G... Jue, 21/08/2025 - 14:30
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