DESTACAMOS

Silverio López descubre los secretos de la alfarería canaria

Artesano desde los años 70, tuvo la fortuna de conocer a la anterior generación de alfareras majoreras, con Salomé y Eloísa Brito, de Betancuria, como referentes

Itziar Fernández 1 COMENTARIOS 15/08/2021 - 07:40

Las mujeres han desempeñado y protagonizado a lo largo de la historia el arte de la alfarería. Eso lo remarca el artesano Silverio López Márquez, que cumple esa excepción, gracias a una trayectoria vital volcada en este oficio ancestral. El conocido alfarero afincado en Fuerteventura nació en La Laguna en 1959 y a los seis años se mudó al barrio de La Isleta, en Las Palmas de Gran Canaria. Su afición por el barro se remonta a los años 70, cuando pertenecía a un club de montaña con el que descubrió varias piezas de cerámica aborigen.

“Estaba en el instituto y salíamos con el grupo de montaña a La Atalaya de Santa Brígida, nos interesamos por el oficio y quisimos conocer su origen”, recuerda. “Conocí a Panchito, que vivía en una casa cueva y, sobre 1975, organizamos en Tafira un grupo de artesanía que se llamó Benoguare, que fue pionero en la reproducción de la alfarería canaria”, rememora Silverio, que cita del grupo al “compañero Antonio Juan Machín”.

Así, abren un taller de alfarería, cuero y metal repujado con elementos aborígenes. “Visitábamos los museos con mucho interés y en la elaboración de las piezas queríamos ser fieles a las originales”, asegura. Empieza entonces a impartir cursos por toda Gran Canaria, hasta que en los años 80 imparte formación en Fuerteventura, donde decidió echar raíces. Su familia también tuvo un taller que reproducía piezas artesanales de escayola: “No era alfarería, pero era una actividad artesanal muy bonita”, desvela.

Silverio López abre ahora la caja de Pandora al descubrir todos los secretos con su Manual de alfarería canaria. “Somos portadores de una técnica milenaria, cuya evolución y adaptación no ha impedido que conserve su esencia”, define el artesano. “Las loceras han tenido la generosidad de transmitirnos su antiguo saber, que nos ha enriquecido”, añade, al tiempo que considera un “deber” proseguir “con esa cadena y contar las experiencias adquiridas por la nueva generación”.

La cerámica canaria es una técnica prehistórica con un proceso de elaboración muy definido, que, debido a la configuración geográfica de las islas y a las características del territorio, ha condicionado su desarrollo, con variantes técnicas y peculiaridades propias.

De hecho, la calidad del barro y el combustible han condicionado la evolución de estas técnicas y procesos. Se trata de “un largo hilo, que procede del neolítico y ha pasado por el norte de África hasta llegar a Canarias, donde todavía se conserva”, señala Silverio.

Las formas de las piezas han cambiado, añade el artesano, que explica que se han adaptado a los tiempos, a las necesidades de la época, y que lo sigue haciendo. “Hoy en día, un reducido grupo de alfareras y alfareros continúan trabajando y portando esa tradición que intentan difundir”, subraya.

Para Silverio, el manual es un compendio de conocimientos sobre la alfarería hasta la actualidad, de experiencias personales de su trabajo y de información de amigos y artesanos que trabajan la loza. La parte histórica la escribe José Angel Hernández, del colectivo El Alfar de Tenerife, que es un “buen documentalista” y otros compañeros han colaborado con estudios y fotografías.

“Es un libro hecho por artesanos alfareros de todas las Islas, diseñado por Chano Díaz y Virginia Hernández”, detalla. “La idea principal del libro, además de recuperar toda esa información, era hacer visible a los alfareros y las alfareras que hoy siguen trabajando”, resalta Silverio, quien explica en el volumen las modalidades de alfarería actual, como el gran formato que realiza Pepe Caballero en el sur de Gran Canaria, el trabajo de Eduardo Ramírez de Agüimes, que ha evolucionado basándose en la tipología aborigen o el lanzaroteño Aquilino Hernández, que trabaja la cerámica tradicional, pero utiliza otros elementos en los que se apoya para elaborar diferentes piezas.

En el libro se pueden ver muchas fotografías antiguas de mujeres alfareras de las Islas, también algunos hombres, y es un verdadero homenaje a todas esas personas que practicaron este bello oficio como Panchito, Juliana Suárez de Hoya de Pineda, Manuela Cabrera y Adolfina Cubas de Los Lugarejos, Dorotea o Salomé Brito, entre otras.

Huella majorera

En Fuerteventura han dejado su huella como alfareras las hermanas Salomé y Eloísa Brito, de Betancuria, o Juana María Montelongo. Silverio tuvo la fortuna de conocer a esa generación anterior de loceras majoreras, con las hermanas Brito como referentes. Salomé es abuela de la actual artesana del Ecomuseo de La Alcogida, Salomé García, e hija de Josefa, que junto a su hermana Benita Acosta Rodríguez se dedicaron a la artesanía de barro y juncos.

“La idea del libro era hacer visible a los alfareros y las alfareras que hoy siguen trabajando”

“Participé en la última cocción de cuatro piezas de Salomé Brito, en los años 80, y me dijo: ‘la esencia de la loza es el asado’”. Su tesis “era rigurosamente cierta, porque sin el examen del fuego, donde la loza sufre un cambio profundo, el proceso no ha terminado y la pieza está inacabada, puntualiza. En aquel entonces no se utilizaba horno, se hacía fuego con leña de higuera seca, carosos de las piñas y excrementos de animales. “Más tarde, si se empezó a utilizar el horno, porque era más cómodo y menos laborioso”, apostilla.

Tampoco se utilizaba torno, ni elemento giratorio alguno para la elaboración manual de la cerámica, sino la técnica del vaciado y estirado de masas de barro y la superposición de los rulos o churros, a mano. “Juana María Montelongo participó en un taller que impartí. Ella siguió la técnica de la alfarería que yo trabajaba, que consistía en reproducir la alfarería tradicional, pero con unos acabados particulares, a los que daba una impronta personal”, explica Silverio.

Proceso tradicional

Silverio cuenta todo el arte de la alfarería en ocho fases, desde el estado natural de los materiales y barro, la preparación y mezcla, el modelado y la confección, el primer secado, el segundo secado y la decoración. Una parte la emplea para recordar la historia y, por último, detalla con rigor el combustible, guisado, los procedimientos actuales y las reivindicaciones de los maestros alfareros. “El fuego y la cocción de las piezas también se recoge con precisión porque es un proceso muy peculiar, por las tradiciones de cada zona”, insiste.

Con anterioridad a la salida del libro de Silverio López “ya existían artículos” sobre la alfarería canaria. El profesor Manolo Afonso, de Tenerife, hizo el primer manual Greda, que fue pionero en la difusión de la técnica. Sin embargo, el texto de Silverio es un volumen práctico, destinado a las bibliotecas, espacios culturales, y un recurso imprescindible para artesanos y talleres. “Hay especialistas que están haciendo estudios interesantes sobre los alfares de Tenerife y creo que la investigación y la actividad artesanal siguen muy vivas”, diagnostica.

La historia de la cerámica canaria ha tenido una lenta, pero continua, evolución, desde los recipientes usados por los antiguos habitantes, con formas propias de cada Isla, a la casi uniformidad tipológica posterior a la conquista de los normandos y castellanos. Un detalle interesante de la decoración de las piezas son los conocidos cloqueos.

Silverio recoge que en La Atalaya de Santa Brígida llamaban cloqueos a los dibujos realizados con la lisadera, y su impronta, después del guisado, deja sutiles dibujos. “Por donde ha pasado la lisadera cogerá brillo y el resto de la pieza quedará mate; esta técnica también se empleó en La Hoya de Pineda y Lugarejos”, desvela.

Las loceras de La Candelaria decoraban la superficie con el dedo y debido a la gran producción, a modo de firma, realizaban marcas con la punta del callao. También trasciende una decoración muy particular con la punta del caparazón del burgao, después del aliñado de almagre. Para el secado, la cerámica se resguardaba del viento y sereno, e incluso se colocaba en lugares cerrados.

Cambio en la legislación

El Manual de alfarería canaria de Silverio López incluye también una parte reivindicativa, como es la necesidad de un cambio de legislación para favorecer la accesibilidad del sector artesano a las subvenciones y ayudas que puedan establecer las instituciones públicas, así como fomentar la implantación de sistemas cooperativos y asociativos. “Todo ello, desde la visión de que la artesanía no es sólo una actividad económica, sino, sobre todo, un hecho cultural y social que necesita de un mejor marco económico para su conservación”, indica el artesano.

“Debería incluirse la técnica de cerámica en todos los niveles de enseñanza”

Así, pide que se cumpla con la Constitución Española, que determina que los poderes públicos atenderán la modernización y desarrollo de todos los sectores económicos y, en particular, de la agricultura, ganadería, pesca y la artesanía, a fin de equiparar el nivel de vida de todos los españoles.

Silverio destaca “la necesidad imperiosa de que los gobiernos se preocupen de nuestro bienestar, con una protección social, económica y cultural” y reivindica que se regule la situación “de todos los artesanos, dada la situación de abandono y clandestinidad en la que muchos se encuentran inmersos”.

En su opinión, el sector necesita que se declare la artesanía ‘industria de interés social’, para que quede exenta de cargas fiscales, y se promulgue una legislación específica de fomento y desarrollo de la artesanía. En cuanto a la enseñanza, Silverio considera que se debería incorporar en todos los niveles educativos las técnicas y conocimientos de la cerámica y de las restantes manifestaciones artesanales canarias.

Además, entiende que docentes especializados deberían impartir dichas enseñanzas. “Es vital para la continuidad del conocimiento. Los niños de ahora serán los hombres y mujeres del mañana que custodien, valoren, produzcan y adquieran los productos, porque sin ellos está todo perdido”, sentencia Silverio.

Reactivar los centros loceros de las Islas

En la primera mitad del siglo pasado, el oficio de alfarero languidece progresivamente. Los testimonios de un pasado que fue muy interesante y poco conocido se van desvaneciendo y los centros loceros prácticamente desaparecen en los años 60.

“En los años 80, cuando llego a Fuerteventura, encuentro un gran interés por profundizar en los oficios tradicionales”, dice Silverio López. Llegó a la Isla a impartir cursos durante seis meses, una estancia que luego se fue alargando hasta convertirse en definitiva.

López critica la descoordinación entre las asociaciones y la falta de objetivos específicos

En Fuerteventura no existía un centro locero, a pesar de que hubo varias generaciones de maestras alfareras, pero la emigración “impidió su consolidación”. Sí se llegó a mantener “un taller de cerámica con un horno en la Universidad Popular, pero luego se desmanteló por los sucesivos cambios en el gobierno del Cabildo y una mala decisión política”, cuenta Silverio.

Lanzarote también cuenta con una tradición alfarera, con el maestro Aquilino Rodríguez y Juan Brito hijo, que ha colaborado con el libro y que heredó este oficio de su padre, y otras familias artesanas de El Mojón.

En la actualidad, por iniciativa de las instituciones, se han recuperado varios centros loceros o se han creado talleres de artesanía en Canarias. Así, existen en Lanzarote en el Museo del Campesino, donde se ubica un taller de alfarería canaria. En Fuerteventura se creó el taller de alfarería de La Alcogida, en Tefía. En Telde (Gran Canaria) se ubica el centro alfarero Justo Cubas y los centros loceros de Lugarejo, Artenara y la Atalaya de Santa Brígida, junto al taller el Cuarto en Vecindario, Santa Lucía de Tirajana.

Hay casas talleres en Moya, San Bartolomé de Tirajana, La Aldea y el taller de cerámica de Ingenio. En Tenerife se encuentran el Centro Alfarero de Candelaria, la Casa Las Miquelas, Cha Domitila en Arguayo, Centro Alfarero de San Miguel de Abona y de La Guancha. En La Gomera se localiza el Centro de Interpretación El Cercado.

“La situación actual es preocupante porque algunos funcionan subvencionados por instituciones o se han dado concesiones a artesanos y asociaciones que los gestionan, y otros se encuentran cerrados”, lamenta Silverio. Su crítica es que “no existe una coordinación entre ellos, ni disponen de un proyecto con objetivos específicos claros, a corto, medio y largo plazo”.

Finalmente, en el ámbito comercial, los artesanos piden una potenciación de los centros de producción de las piezas y una planificación regional, en la que intervengan conjuntamente poderes públicos, estudiosos y alfareros. El sector pide también un control de calidad y unos canales de distribución adecuados.

Comentarios

Amigo Silverio, me ha impresionado cómo continúas luchando y destacando en ese prodigioso arte de la artesanía.

Añadir nuevo comentario