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Pub La Tierra: de venta de vinos a templo del funk

El mítico bar de la calle Eustaquio Gopar de Puerto del Rosario lleva cuatro décadas siendo un bastión cultural

Christian Schiller. Foto: Carlos de Saá.
Lourdes Bermejo 3 COMENTARIOS 25/05/2019 - 08:34

Juan Manuel Perdomo, Jimmy, se solía disfrazar de James Brown en los carnavales de los 70 y 80, disfraces que lucía en las míticas veladas del pub La Tierra, histórico punto de encuentro nocturno de la capital majorera. Aunque han pasado cuatro décadas desde entonces, el local mantiene su esencia de templo musical, que no ha descuidado nunca, a pesar de haber cambiado de manos en varias ocasiones.

El edificio donde se asienta, en la calle Eustaquio Gopar, nació a principios de los años 40 como negocio de ultramarinos, dividido en dos ambientes, uno destinado a venta de vinos y otro como comercio de víveres, por iniciativa de Carlos Vera Carrión, uno de los primeros emprendedores de la Isla. Aunque el negocio fue bautizado como El Refugio, los portuenses lo conocieron como La tienda de Carlitos, hasta su traslado en los años 50.

La casa tuvo otros usos menos alegres, como el de tanatorio para finados, pero su destino estaba escrito y en los años 70 el propietario del edificio, Santiago (Chago) Mederos, apostó por abrir un local nocturno llamado El Chineto. Entre sus clientes, una buena representación de los militares que llegaron a la Isla tras la descolonización del Sáhara. Al contrario de lo que ha trascendido, sobre la tensión que generaba el encuentro de los legionarios con la población local con alcohol de por medio, el periodista Sergio Lavandera, un habitual de La Tierra en todas sus épocas, desmiente que allí se produjeran altercados. “No podía haberlos porque no se daba ese ambiente, allí no iban personas violentas, no era su sitio”, asegura. Lo cierto es que a finales de los 70, el bar cerró sus puertas durante casi una década.

En ese ínterin, había florecido en la capital cierta vida nocturna, gracias a propuestas como Mafasca, promovida por Pedro Díaz de Campo, Lorenzo Gutiérrez Galindo y Sergio Verástegui, en la calle de La Cruz. En aquella época llegó a la Isla Pablo Díaz, empresario que regentó La Tierra durante quince años, hasta principios de los 2000 y cuyo nombre irá siempre unido a este bar de Puerto del Rosario. Pablo llegó desde Gran Canaria a Fuerteventura de la mano de su amigo Sergio Verástegui, para trabajar en Mafasca. “Era un lugar muy bonito, pintado de blanco, con bóvedas, con una pintadera de Jane Millares... Era una especie de híbrido entre bar de copas y galería de arte, principalmente de pinturas, donde celebramos muchas exposiciones y con varios ambientes, de manera que podías estar en una discoteca o en el Parnaso”, dice. Al cabo de un año, Pablo quiso tomar las riendas empresariales del negocio, que llevó otras tres temporadas, hasta que dejó la actividad por puro agotamiento.

Pablo Díaz: “Chago Mederos me llamó para que retomara el bar, por una cuestión romántica. El notario Emilio Romero me prestó 500.000 pesetas para reactivarlo”

El destino hizo que el periodo de descanso se alargara involuntariamente, tras sufrir un grave accidente de tráfico que lo mantuvo centrado en la recuperación en su isla natal varios meses. “El dueño del edificio de La Tierra, Chago Mederos, me llamó para que retomara el bar, para él era una cuestión romántica”, explica Pablo, que recuerda que el notario Emilio Romero le prestó las 500.000 pesetas que necesitó para reactivarlo. “En aquellos días las cosas eran así, había familiaridad y Emilio me dejó el dinero. Se lo devolví en un mes”, dice, recordando el éxito de la iniciativa, sobre todo entre el perfil de clientela que frecuentaba Mafasca.

“No hizo falta hacer muchos cambios. Puse un poco más de luz, más que nada para poder vernos las caras y las pinturas y, sobre todo, cuidé la música, que era para mí lo más importante”, cuenta Pablo, que viajaba al Londres de los años 90 para comprar discos en Tower Records. “Era impresionante, como un enorme supermercado. Cogías un carrito de ruedas y lo llenabas de CD’s. Cada vez que iba, me traía 40 ó 50 discos”, comenta.

Pronto La Tierra se convirtió en el símbolo de la modernidad porteña, que había conocido mejores tiempos para la cultura de club, con referencias que han quedado en la historia chica de la ciudad como Amadeus, donde se oía el pop ochentero.

Pablo Díaz señala a la clientela como la artífice del milagro. “Fueron los amigos quienes convirtieron La Tierra en un lugar de encuentro sin distinciones sociales. “Venían gentes de toda extracción y de cualquier ideología”, recuerda, asegurando, sin embargo, no sentir nostalgia del tiempo pasado “aunque fue muy bonito”.

Tras Pablo, otros empresarios regentaron el bar, hasta que hace cinco años pasó a manos de Christian Schiller, que ha consolidado un estilo funk, soul y jazzístico en el local. “Creo que más que vender copas, vendo ambientes y, como programador musical desde hace 16 años, quise dar a La Tierra esta selección de estilos y, sobre todo, apostar por la música en directo”. La apuesta es fuerte, sumando ya los 200 grupos locales y canarios que han actuado y unos 600, “contando los que pasaron por La Carpintería”, explica, en referencia a su anterior bar, a escasos metros de La Tierra, que dejó hace tres años.

En el actual negocio, se ha llevado a cabo una importante inversión “para dar las mejores condiciones de sonido a los grupos” y hace pocos meses se compró una mesa digital o micrófonos para las baterías”, explica Christian, que también instaló doble cristal en las ventanas para reducir la emisión de decibelios al exterior.

De nuevo la clientela de La Tierra es una parte importante del proyecto. “Jimmy y Juan tienen sus propias listas musicales y también hay otros amigos que traen grupos o canciones que han descubierto”, indica Christian.


Jimmy Perdomo. Foto: Carlos de Saá.

Jimmy Perdomo: “La capital está algo huérfana de ambiente de club. Solo La Tierra puede llevar ese calificativo, sumando acciones como la parte expositiva y música en vivo”

Entre los fieles está el doctor Perdomo, cliente durante décadas y parte de lo que podría denominarse el actual comité de supervisión de calidad musical, compuesto por otras voces autorizadas como Juan Antonio Pérez, Sergio Verástegui o Stevie Aguiar. Jimmy posee medio millar de vinilos entre los suyos propios y los que heredó de La Tierra. “Muchos de ellos también los compré yo”, dice. “Hay que romper una lanza por Christian, sobre todo por su continuidad con la música en vivo en el único local de Puerto que ha apostado por este concepto”, subraya.

Jimmy explica que su forma de apoyar el negocio, en la época de Pablo Díaz fue, directamente, “traerle discos y bailarlos”. “Esa era mi forma de comunicarme, de decir: ‘Ya verás cómo lo baila más gente’. Y así fue, así fuimos captando un público bueno y marcando la vía”, sentencia.

Una de las voces autorizadas en la selección musical, muy enfocada en esta nueva etapa al jazz, soul, funk y, en general a la música negra, es Juan Antonio Pérez, que fue empresario en otro local histórico, Playa Chica y DJ de Calle 54, o Waikiki, más de 15 años.

“En La Tierra escuchas música que no la encuentras en muchos sitios de Canarias”, indica Jimmy, que reconoce, no obstante, que la capital majorera está algo huérfana de ambiente de club. “Solo La Tierra puede llevar ese calificativo, sumando acciones como la parte expositiva y los conciertos, con programación mensual”. También se habla de la faceta pedagógica del local, mostrando estos géneros musicales a las nuevas generaciones.” A veces lo comentamos entre nosotros: ‘Fíjate en estos chicos. Pasaron por aquí de casualidad, les gustó y vuelven con frecuencia a escuchar música que no es muy accesible en su entorno’, dice Jimmy.

Otro de los históricos del ambiente musical isleño es Esteban (Stevie) Aguiar, un amante de los ritmos negros (tiene una colección de 3.000 cd’s), que llegó a la Isla en el 88 y se integró de lleno en la movida cultural que vivía la capital. Como parte del consejo asesor de La Tierra, aprecia sobre todo la elegante mezcolanza de público que acude al pub, “apreciando esas músicas que ya no están en el circuito más comercial, aunque siguen en vigor con increíbles músicos como Jeff Baker, que acaba de sacar su trabajo Phrases; el saxofonista Steve Wilson o Brian Blade, que fue baterista de Chick Corea”. Stevie recuerda a grandes artistas que han pasado por La Tierra en su estancia en Fuerteventura, como el mismísimo Eric Marienthal, saxofonista de smooth jazz y jazz fusión, que recaló en el bar tras su concierto dentro del festival Canarias Jazz Heineken.

Imágenes con historia


Aspecto de la calle Eustaquio Gopar en los años 80.

Pablo Díaz, empresario de La Tierra durante años.

Pub Mafasca, concebido como un espacio para distintas disciplinas artísticas.
Varios habituales en un animado carnaval.


Sergio Verástegui y José Andrés Domínguez. Fotos cedidas por Pablo Díaz.

Comentarios

RECUERDOS: local donde hora está ese Pub... Y Carlos Vera Carrión - Carlitos- y su esposa, Victorita, que fueron personas tan populares como queridas por quienes los conocieron y trataron, tanto gente de Puerto como los que éramos de otros lugares de Fuerteventura. A esos señores, los conocí cuando regentaban un comercio situado en la calle León Y Castillo, enclavado en un viejo y bonito edificio, el que ya no existe, ¡ uno más de los tantos "venerables muros" de esa ciudad "arrasados" en las últimas décadas! Luego, trasladaron su tienda a la calle Jesús y María, en otro barrio. Recuerdo que el habitáculo donde luego se instaló ese "pub", Carlitos lo usaba como almacén o desván de cachivaches o elementos que él necesitaba o desechaba de su negocio. Todo allí dentro era un conglomerado desordenado de cosas diferentes y viejas, envueltas en polvo, telarañas... ¿Por qué lo sé? Porque en el sótano existía un vetusto aljibe ( de los que abundaban en los comienzos del viejo y primer Puerto Cabras), que recogía el agua - y algo más... A comienzos de los setenta, un amigo y yo, entonces adolescentes estudiantes del campo que acudíamos al instituto, y compartíamos vivienda-choza capitalina sin agua, ni luz, ni water ... ni otras cosas... carencias "compensadas", más que suficientemente, "sobradamente" por cucarachas, ratas... Pues bien, a ese aljibe que nombré antes, mi amigo y yo íbamos a abastecernos de agua, mediante garrafones que llenábamos en el mismo. Todo gracias a Carlitos, cuya generosidad nos evitó muchas veces espantosas agonías de sed: ¡ QUÉ FEA Y SECONA ES, aún lo recuerdo! Y este lo recuerdo en ocasiones como ésta, leyendo este jugoso artículo de Lourdes Bermejo, que tan bien, bien escribe. ¡Ah!, precisamente, muchos años después, cuando ya existía ese bar - me gusta más que el extranjerismo "pub" - , e iba al mismo, recordando esas vivencias, me entraba tanta sed, que no podía parar de beber cerveza tras cerveza... y no para matar esos recuerdos ni ahogarlos, sino para acompañarlos...porque ahora eran ya agridulces...
Más RECUERDOS: en la tercera foto, en el edificio que se ve al otro lado de la calle, frente al guachinche, estaba una pensión, de D. José..., que regentaba su esposa, señora con suficientes energías y carácter como para regir también la alcaldía, y hasta el Cabildo, todo a la vez, si se hubiera puesto. Esa fonda, fue mi primera parada en Puerto cuando estudiante, allá por los últimos años sesenta... (Y no sólo primeros setenta, como escribí antes...). Los huéspedes éramos muchos, y de lo más variado y variopinto: 3 estudiantes, trabajadores de la compañía de teléfono, fijos... además de "transeúntes", del interior de la isla y de fuera... Muchas vivencias y muchas gentes tuve allí dentro: años después, cuando existía La Tierra, mientras tomaba una copa en el exterior, le daba buenos repasos a las mismas, desde la memoria. Era un lugar amplio, con diversos compartimentos, repartidos en dos plantas... escaleras de madera... También las piquetas de la modernidad y del progreso, creo, han hecho desaparecer esa casa...
¡Que mania con eso de llamar "guachinche " a cualquier cosa. Los guachinches son propios de Tenerife.

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