DESTACAMOS

“Tenemos que decir a los jóvenes que deben mantener la esperanza”

Baaba Maal, músico y embajador en las Naciones Unidas para el Desarrollo

María Valerón 0 COMENTARIOS 22/12/2025 - 06:22

Es una de las grandes voces que Senegal ha regalado al mundo. Baaba Maal conquistó desde muy joven la escena internacional, levantó su carrera sobre el compromiso de explorar la música tradicional de su tierra natal, pero también a conectarla con la raíz africana inherente a ritmos, armonías y acordes más allá del mar.

Ídolo de la música senegalesa y figura que, al igual que en el caso de Youssou N’Dour, se sitúa en el estrellato indiscutible de la industria musical de este periodo de entre siglos, Baaba Maal continúa a sus 72 años ofreciendo al público una efervescente actividad artística, no solo sobre los escenarios, sino también en la producción de festivales (como Les Blues du Fleuve, en su ciudad natal), su renovación y reinvención continua en las composiciones jugando a nuevos mestizajes, conexiones y transformaciones tecnológicas o su apoyo firme y permanente a distintas causas sociales y políticas.

Este compromiso le convirtió en embajador de las Naciones Unidas para el Desarrollo, un papel que ejerce desde 2003. En una trayectoria con cerca de veinte álbumes en el mercado, contribuciones con múltiples bandas, además de su compromiso con su propio grupo Daande Lenol (La voz del pueblo), ha recibido entre otros reconocimientos internacionales el premio Príncipe Claus y dio voz a la banda sonora de Black Panther, ganadora de un Oscar y un Grammy. 

El artista recibe, junto a miembros de su grupo Daande Lenol, en el salón del apartamento donde se aloja durante unos días, invitado por la Asociación Multicultural de Mujeres Mauritanas DIMBE para participar en la Gran Jornada Cultural Africana, organizada por DIMBE con la colaboración del Cabildo de Fuerteventura, el Gobierno de Canarias, la Asociación Raíz del Pueblo y los Ayuntamientos de Puerto del Rosario y La Oliva.

-Más de cuarenta años, siempre dedicado a la recuperación de la música de raíz y a la conexión de las músicas tradicionales alrededor del mundo, desde el origen de su carrera hasta hoy. ¿Por qué asume este compromiso? ¿Qué le conecta, cree, a mantener firme el compromiso con esa búsqueda de identidades, de raíces, a tres orillas?

-Son muchos más de cuarenta años. Cuarenta años ha sido solo con la banda, pero es toda mi vida porque empecé a cantar con once años. Yo nací en un pequeño pueblo llamado Podor, a la orilla del río de Senegal, pero es un pueblo cultural. Todo lo que puedas pensar en relación a la cultura, se encuentra allí. No solo la cultura de mi hogar, sino la cultura que viene de Guinea, de Mali, de otros países de África, encontrarás allí a todas las etnias del África occidental. Yo soy el resultado de todos estos ingredientes. Incluso en el ámbito familiar: mi familia viene de muchas comunidades diferentes, por lo tanto he crecido con todo eso. Es natural en mí: no lo busco, me llega. A medida que fui creciendo también viajé mucho con mi música a todos los continentes, así que es natural que me inspire en cada uno de esos estilos.

-Le he escuchado decir alguna vez que la música africana que ha encontrado en Cuba, en Brasil, en muchos países donde ha trabajado, es una música en travesía: que viajó desde sus raíces africanas y ahora regresa transformada.

-Sí, la música africana es como un niño que creció en muchas partes. Muchos esclavos fueron llevados a muchas partes del mundo, pero al irse, se llevaron con ellos su música. Puede que perdieran sus lenguas al asumir el español, el inglés o incluso el francés, pero la cultura permaneció. Así que esta cultura encontró otras influencias y se convirtió en lo que vemos allí cuando vamos. Ahora, es esta música la que está regresando al país (por eso creamos el Festival Les Blues du Fleuve). Las raíces no han muerto. Porque entendemos cuando escuchamos a alguien tocando el udu, el n’goni o los [tambores] malienses, que están tocando blues. Ahora, en Estados Unidos o en otras partes del mundo, las generaciones más jóvenes creen haber creado algo, pero incluso en el hip-hop, cuando conocemos la música tradicional, podemos ver cómo ese niño [la música africana original] está. Podemos perder el idioma, también podemos perder este sentido de la historia. Pero la expresión cultural -la danza, la canción, las armonías- siempre permanece. Es muy hermoso.

“Incluso en la industria, para encontrar tu lugar debes mantener tu identidad”

-Usted nunca ha abandonado su lengua natal, el pulaar, ni siquiera cuando se convirtió en un músico reconocido a nivel internacional y su música traspasó fronteras. ¿Fue difícil hacerse un hueco haciendo música con una lengua como el pulaar?

-La gente piensa que es difícil, pero no lo es. Porque no necesitamos comprender la lengua para sentir la música. Por ejemplo: en África, hay muchos jóvenes a los que les encanta escuchar a Bob Marley y Michael Jackson, pero no hablan el idioma, ni siquiera entienden el significado de las letras. Es la música la que les habla. Y también es interesante para la industria musical (y hablo de ella porque, digan lo que digan, alcanzar cierto nivel de reconocimiento tiene que ver con la industria, porque en definitiva estás vendiendo música).

-¿Es propicio y no un obstáculo también para la industria?

-Incluso para entrar en esta industria, creo que para encontrar tu lugar tienes que mantener tu identidad. Porque si digo que para que una de mis canciones sea aceptada en el mundo angloparlante tengo que cantar en español, inglés o francés, cambiaré muchas cosas; algo no funcionará. En cambio, si la canto en mi propio idioma, ahí es donde la emoción, las notas, la armonía, lo que la gente siente... Ahí es donde realmente se percibe. Así que no hay necesidad de hacer concesiones. Las concesiones se hacen cuando te sientas a trabajar con un productor u otro músico que no es de nuestro continente, viendo hasta dónde pueden llegar, qué pueden aportar a lo que hacemos y qué podemos aportarles nosotros, y encontrando el equilibrio adecuado para hacer música que la gente diga: “Esto le llega a todo el mundo”, pero que al mismo tiempo se cante en puular, mi idioma, o en wolof, u otra lengua africana. Y cada vez más, la industria musical lo acepta y aprecia mucho las canciones que siguen siendo verdaderamente africanas, porque tienen mucho más encanto, te hacen viajar, imaginar, y la música es imaginación.

-Su trayectoria está muy ligada a proteger la identidad de los pueblos y conectar las culturas. ¿Cómo valora la evolución de la escena musical en relación a la identidad? Hay un cambio de escenario global en todas las artes que quizás pone en riesgo esta perspectiva. 

-La música está en constante evolución. Es así como, normalmente, se generan épocas musicales y así es como funciona la alquimia de la música. Actualmente, vivimos en una era muy digital: debemos tener en cuenta las posibilidades que aporta la tecnología digital, incluso para vender música. Pero, por otro lado, aparece también el aspecto visual, el espectáculo, los vídeos... Eso es lo que engancha ahora a nivel global. Así que están surgiendo nuevos escenarios y tenemos que hacer nuevos compromisos.

“Si quieres hacer música que perdure, debes conservar bien tu autenticidad”

-¿Nuevos compromisos con el arte, con la identidad?

-Un nuevo compromiso con nuestra honestidad. Porque si quieres hacer música que perdure por generaciones, debes conservar bien tu autenticidad. Porque, hasta cierto punto, es esta autenticidad lo que podemos construir. ¿Hacer algo que recibe millones y millones de visitas, pero ahí se acaba todo...? Bueno, pero si quieres tocar, por ejemplo, en un festival como Glastonbury en Inglaterra, o si quieres tocar en el Hollywood Bowl frente a personalidades que pueden colocar tu música entre el canon, incluso mantenerla dentro de 100 años dentro de los clásicos, tienes que ser fiel a ti mismo, mantenerte auténtico, porque el mundo lo necesita. Es una elección; algunos músicos, en realidad, quieren hacer fama ahora, pero luego desaparecen. Para otros músicos, se trata de algo más lento, más duro, contundente. Hacen algo auténtico, algo más íntegro. Incluso cuando ya no estén, esa música permanecerá, como Bob Marley, por ejemplo. Esa música no se irá, la seguiremos escuchando dentro de 200 o 300 años. Así que es una elección entre los músicos.

-Usted ha ligado toda su carrera con el compromiso social, siendo voz de muchas reivindicaciones e incluso siendo emisario de la ONU para los jóvenes. ¿Es posible hacer una carrera de éxito, en una industria tan agresiva como la musical, y mantener un compromiso con la sociedad, con el pueblo?

-Sí, es posible. Pero dependerá de dónde venimos y de qué es lo que nos ha hecho convertirnos en músicos. Yo en un determinado momento, cuando creé el grupo, buscando un nombre para la banda dedidí llamarla “La voz del pueblo” (Daande Lenol). Cuando somos la voz del pueblo, estamos ahí para hablar de los problemas del pueblo. Estamos ahí para sostener aquello que las personas quieren: sus miedos, sus aspiraciones, sus luchas, sus esperanzas, y para poner eso sobre la mesa del mundo, para que se busquen soluciones. Cuando decidí ser músico del pueblo, al elegir ese nombre, tocaba casi todos los fines de semana en un estadio para una asociación de desarrollo, para tal o cual causa. Eso fue lo que hizo que el sistema de las Naciones Unidas me viera y que ellos pensaran: “Vale, así que la música puede ayudar al desarrollo”. Y ahí está: fue una elección, mi elección. Sé que a veces es difícil. Es muy difícil ayudar a hacerse un nombre, encontrar el dinero para uno mismo, incluso ganarse la vida para sus músicos, y al mismo tiempo coger todo eso y ponerlo al servicio, a disposición de los pueblos. Esperamos que el pueblo reconozca eso. Es muy difícil combinar ambas cosas. El negocio de la música es tan intenso que a veces no tenemos tiempo de ocuparnos de las letras.

“No somos pobres; pero no estamos dejando a nuestros jóvenes ningún beneficio”

-Ligado desde 2003 a las Naciones Unidas, en la actualidad como Embajador de la ONU para el Desarrollo, es habitual verle dirigirse particularmente a los jóvenes en sus conciertos y apuntar a ellos en distintas campañas. En Fuerteventura, son muchos los jóvenes africanos que han llegado en los últimos años huyendo de conflictos y situaciones de extrema vulnerabilidad en su lugar de origen, pero al llegar encontraron prejuicios, racismo, discriminación. Para ellos, ¿tendría algún mensaje?

-Hace dos años, cuando estuve en Denver (Colorado, EEUU) vi la situación de muchos jóvenes que habían llegado casi tres o cuatro meses antes que yo. Venían de Nicaragua. Habían cruzado toda Latinoamérica. Hablé con ellos para intentar entender cómo eran y conocí personas que no sabían que esto era lo que encontrarían al partir: pensaban que sería fácil, jóvenes de 17, 18, 20, 22 años que no hablan inglés, ni español, y que están aquí, que se fueron en busca de un sueño.El mundo les va a dar todo. Hace falta hablar con estos jóvenes, primero, hablar antes, pero al mismo tiempo, hace falta decirles que no pierdan la esperanza. No podemos venir de un continente llamado África, tan rico en su subsuelo, tan rico en cultura, tan rico en tantas cosas, y que se nos llame pobres. No somos pobres; pero no estamos dejando a nuestros jóvenes ningún beneficio. Debemos decirles a los jóvenes que si África va a construirse mañana ellos tendrán que estar incluidos, es necesario contar con ellos. Hay que meterles eso en la cabeza, este es el mensaje, pero una sola canción o un solo discurso no pueden cambiar nada.

“Si África va a construirse mañana, ellos tendrán que estar incluidos”

-¿Qué papel juegan ellos y qué papel nosotros, los que acogemos, en esa comprensión?

-Es un problema de todos: ustedes, los que están aquí, ellos, los que vienen de África; el mundo de hoy se construye con todos, no solo con una parte. No deben verlos como menos que nada, sino como lo que deben ser: parte integral de lo que será el mundo del mañana. Quizás tengan cosas y conocimientos que puedan ayudar a las Islas, o que puedan contribuir a la esperanza, o incluso a Europa. Pero si no los escuchan, no lo verán. En Denver, aproveché los conciertos que di para dirigirme a la gente que trata con ellos a diario en Estados Unidos y decirles: “Miren a estos jóvenes. Si ustedes vienen a África, aunque ellos sean muy jóvenes y no tengan absolutamente nada, les acogerán. Les mostrarán hospitalidad porque eso es lo que conocen. Por favor, no los tomen por personas pobres, porque son personas dignas, muy dignas, que proceden de familias muy, muy dignas. Se fueron, simplemente, porque no les quedaba nada: no les quedaba esperanza, así que se fueron. Por favor, es necesario que les abran sus puertas y sus corazones, y comprenderlos, ayudarlos y animarlos una vez que tengan algo para vivir a regresar a casa, porque ¿por qué se fueron?”. Sí. Hay que hablar de ambas cosas: también de hablar con los jóvenes para decirles que deben mantener la esperanza.

Añadir nuevo comentario