CULTURA

Juan Gopar y el paisaje contenido: una isla contada en Arte Povera

El Centro de Arte Juan Ismael acoge la primera exposición individual del artista lanzaroteño en la última década: ‘Fuerteventura: la isla como origen y destino’

María Valerón 5 COMENTARIOS 12/03/2022 - 09:09

“Solo se puede amar lo que se conoce”, asegura Juan Gopar y explica que para conocer no basta con mirar: es necesario reparar, hasta la raíz. El artista lanzaroteño expone hasta el mes de abril su último trabajo individual, Fuerteventura: la isla como origen y destino, un conjunto de arte de instalación, escultura y pintura que engulle cada rincón del Centro de Arte Juan Ismael.

Se trata de su primera exposición individual en 11 años, después de que el artista considerara, tras Era así, no era así (TEA, Tenerife Espacio de las Artes, 2011), que no tenía más que contar: “Pensé que ya lo había contado todo, pero en los últimos tiempos vivo un acercamiento, casi enamoramiento, con Fuerteventura, que cambió mi forma de verlo: en la isla hay una especie de serenidad, el paisaje llama a la lentitud, algo que me parece muy necesario para este mundo vertiginoso en el que estamos viviendo ahora”, explica.

Juan Gopar habla como quien conoce, como quien ve y repara. La isla interpretada en su exposición, con más de 50 piezas de arte contemporáneo, no se construye desde el lenguaje lírico, ni desde la mirada del beatus ille. Su representación del territorio quiere ser un viaje a la autenticidad, pero también a la perspectiva crítica de una realidad dañina y evidente; el ojo del artista enlaza la belleza más desapercibida de los paisajes insulares con su enemigo más presente y en crecimiento: la proliferación de desechos plásticos y contaminación de la era del consumo. Se trata de una “reflexión en torno a la isla, no Fuerteventura en exclusiva, aunque Fuerteventura permite una mirada interesante por ser la más antigua y por esta perspectiva del paisaje y la lentitud”, explica. “Pensamos en el planeta, pero el tamaño de las islas, como territorio más frágil y pequeño, hace todo más entendible; la contaminación que en un continente se pierde al ojo humano, en las islas, por su escala, es perceptible: podemos tener un conocimiento más evidente, mucho más intuitivo, porque estamos muy cerca del problema”, señala.

Las dos miradas del artista, lo hermoso imperceptible y el daño contaminante, se trenzan en un juego que ocupa las dos salas principales del centro de arte y los espacios de tránsito de las instalaciones. Deconstruida en más de 50 piezas, la isla contada por Gopar abarca un relato que se posiciona frente a los lenguajes de la era del consumo: más lento, más próximo a lo esencial y, al tiempo, recompuesto desde los pedazos.

En una declaración seria de intencionalidad y argumentación artística, abre la exposición la serie Souvenir Antropoceno, un conjunto de esculturas de pequeño formato realizadas en su totalidad con desechos plásticos, cuerda, restos de aparejos de pesca, residuos que el artista ha recolectado de las orillas: “El paisaje de las orillas se parece mucho en todas las islas. En la llegada de plásticos y residuos del mundo contemporáneo a nuestras orillas parece estar el producto de una batalla que se está librando al otro lado del mar, sus restos llegan aquí. Es la batalla de la era del plástico”, explica Gopar. Junto a las pequeñas esculturas, de colorido y formas diversas y agrupadas en líneas geométricas, se expone un conjunto de fragmentos de cerámica aborigen, con el objeto de realzar el discurso que conecta toda la serie: el golpe cultural, social, económico de las islas a través del impacto del sistema de consumo y, particularmente, del turismo.

“Solo se ama lo que se conoce. Para amar la isla, los poetas son imprescindibles”

En Souvenir antropoceno convergen dos ideas: por una parte, este concepto de antropoceno (que algunos llaman ‘capitaloceno’, ‘plasticoceno’), es decir, la era del plástico y el impacto del humano en el medio, en el planeta y sus consecuencias. Por otro lado, la idea del souvenir, como representación de nuestra industria principal: el turismo”. El artista señala como referente para esta serie al antropólogo Fernando Estévez, antiguo coordinador del Museo de Historia y Antropología de Tenerife y profesor de Antropología Social de la ULL, fallecido hace algunos años. Con él, sostiene Gopar, mantiene un diálogo en esta serie, en torno a la necesidad de avanzar hacia un cambio de modelo turístico y en torno a los profundos cambios sociales y culturales que planean sobre Canarias desde los años cincuenta hasta hoy, en una apuesta con acelerador y sin frenos.

La perspectiva agridulce de la era del antropoceno se alarga más allá de esta primera serie, abarcando todas las obras de instalación de la exposición. Y es que Gopar recurre, una vez más, al Arte Povera en todo el conjunto, una disciplina que viene abordando desde los años noventa del pasado siglo y que le permite dotar de perspectiva medioambiental todas las obras.

La orilla en Arte Povera

Para Celant, el crítico de arte que en los años sesenta acuñó el término de Arte Povera para el movimiento artístico surgido del uso de materiales de desecho (arte pobre), el término en sí era una “anti-definición”. Bajo este paraguas entraron en los setenta obras más cercanas a la idea duchampiana del arte, como la famosa Mierda de artista de Manzoni, que enlató sus propias heces para enviarlas a diferentes galerías, pasando por Merz y su Iglú, hecho de periódicos, piedras, vidrio, hierro, y atrapando, incluso, a Joseph Beuys, el conocido artista que convivió con un coyote, rodeado de diarios americanos, para su obra performática Me gusta América y a América le gusto yo. Son solo una pequeña representación de la diversidad enorme de un movimiento, y es que la “anti-definición” acuñada por Celant solo comparte, entre todos los autores, un común: el uso de materiales que inicialmente no estaban establecidos para composiciones artísticas, lo que permite añadir a las obras nuevas lecturas conceptuales.

Entender la obra de Juan Gopar exige asomarse a esta perspectiva del arte conceptual. Los materiales utilizados impregnan de concepto toda su obra y el trabajo del artista no puede comprenderse sin reparar en su introducción a un movimiento como es el Arte Povera desde la orilla de Canarias.

Además de Souvenir Antropoceno, el uso de los desperdicios de las orillas, o, como el artista lo define, el uso de “los restos de la batalla del mundo contemporáneo”, se despliega por todas las obras de escultura y de instalación que pueblan la exposición: redes, mallas metálicas, cuerdas, restos de persianas, corcho, nasas de pesca, conglomerados de chapa, pedazos de madera.

Los materiales son los grandes protagonistas de las dos series de instalación y de escultura de la exposición, que comparten con Souvenir Antropoceno un gusto estético por la simetría y por la variedad cromática, casi estridente. La serie más extensa, desplegada en una de las salas donde el artista, además, expone una de las series pictóricas, es, en sí misma, una alegoría a las orillas, pero también a la comprensión de la orilla como hogar.

Se trata de una secuencia de cabañas y construcciones que emulan las precarias viviendas y chozas tan comunes en los entornos costeros de las islas. “Tienen que ver con ese tipo de autoconstrucción que formaba pequeños poblados en la costa de Canarias; en un momento de la historia de las islas, las orillas no tenían valor, el valor estaba en lo agrícola, que estaba en el centro de la isla. En periodos de sequía, en Lanzarote se construían estas cabañas en la costa, porque la gente volvía de la sequía y de la hambruna para pescar, secar el pescado. Desaparecieron estas construcciones cuando la primera línea se puso en valor”, explica el artista.


Detalles de la serie ‘Souvenir Antropoceno’.

Arte Povera, abstracción y crítica a la era del consumo son los protagonistas

Las cabañas de Juan Gopar, presentes en gran parte de la obra que le ha acompañado a lo largo de su vida, emulan a la vez hogar, orilla y transformación social. Para el autor, representar las cabañas es, al tiempo, un recuerdo biográfico de su infancia en el Charco de San Ginés, y una llamada de atención ante la desaparición de un elemento cultural e identitario: “El problema, cuando se eliminan estas construcciones de la costa, no es exactamente que desaparezcan las casas, sino que desaparezca una cultura que tiene que ver con ellas, con el dialecto, la forma de hablar, la educación de los hijos en comunidad. Intento señalar u homenajear un tiempo y una cultura que está desapareciendo”, explica.

Entre las cabañas, se encuentra la casa del redero, es decir, el encargado de tejer las redes, y el juego con los materiales genera en Marea alta el espejismo de la mar entrando dentro de la casa, mediante el uso de vidrio oscuro en la base central. También forman parte de esta conceptualización las torres de cabañas que se alzan por diferentes puntos de la sala: apiladas unas sobre otras, sin aparente orden, aunque manteniendo la simetría y el gusto por el juego del color, las cabañas que componen las torres de Juan Gopar guardan su propio recuerdo. “Se trata de representar el crecimiento de la casa, que se levantaba así, cada vez más, sin intención de pasar a la historia, sino únicamente tener espacio para ser habitada por cada vez más hijos”, explica.

Para Oliva María Rubio, comisaria de la exposición, bajo la superficie de la exposición, la obra de Juan Gopar guarda “el planteamiento de un artista comprometido con su tiempo y comprometido con la isla”. “Esa capacidad del artista que es un observador de la realidad: crea a partir de esos detritus y es capaz de darles otra dimensión, caminar por las orillas (como hacían los caminantes del Land Art) y encontrar los materiales pobres del Arte Povera le sirve para establecer su filosofía partiendo siempre de la isla, porque la recorre y de ella esa nutre”, señala.

“Podemos afirmar que la obra de Juan Gopar tiene, además, una coherencia que no es la común en la mayoría de artistas, que siguen más las modas, tendencias. Él mantiene una coherencia desde los años ochenta en este mismo sentido, fue un avanzado; hoy en día, muchos artistas hacen referencia al cambio climático, al calentamiento global, pero él lleva casi 40 años recogiendo desechos y trabajando en torno a ellos. A lo largo del tiempo, queda patente que es un artista que vive en su tiempo y está comprometido con él”, señala la comisaria.


‘Duna’, junto a la serie de cabañas (Sin título).

Centro inadvertido

‘Lo que ocurre cada día y vuelve cada día, lo trivial, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo... ¿Cómo dar cuenta de ello, cómo interrogarlo, cómo definirlo? (...) En nuestra precipitación por medir lo histórico, lo significativo, lo revelador, no dejemos de lado lo esencial: lo verdaderamente intolerable, lo verdaderamente inadmisible’ (George Perec. Lo infraordinario; Ed. Impedimenta, 2008). También Gopar, como Perec, se dedica a explorar lo mundano, a destacar lo inadvertido, a poner en valor lo comúnmente tomado por banal e intrascendente, pero que, de forma universalmente inconsciente, forma parte indeleble de nuestras vidas: dónde vivimos, qué hacemos, las ciudades que visitamos y cómo las vemos”.

Con esta cita, y con estas palabras, el historiador de arte Javier González de Durana revisaba en 2011 los espacios revisitados de Gopar en su obra (en este caso, acerca de Era así, no era así). Lo imperceptible, lo inadvertido, lo ignorado en la cotidianidad, pero importante y rescatado para el trabajo artístico.

En Fuerteventura: la isla como origen y destino también habita lo inadvertido. Y, en este caso, lo desapercibido del territorio viene de la mano de uno de los elementos más coloristas del paisaje, a menudo huido del ojo visitante: el liquen. A través de cuadros de gran formato y pequeñas esculturas, el liquen se vuelve protagonista en esta radiografía artística de la Isla, tomando colores estridentes y nuevos y llenando por completo una sala. “Hay que descubrir que ahí hay belleza: hay que acercarse y necesitas parar, no pasar de largo con un coche, sino caminar y ponerte a una distancia que permita contemplarlo”, explica.

Se trata una vez más, señala Gopar, de reparar y no solo mirar, para conocer. Y para reparar, el artista asegura que se necesitan los ojos de los poetas: “Ayudaría a amar Fuerteventura leer a Alonso Quesada, y ayudaría a amar Fuerteventura leer a Unamuno, y Andrés Sánchez Robayna, y Manuel Padorno. Solo se puede amar lo que se conoce y, para eso, estas voces son imprescindibles”. Por este motivo, el hilo narrativo que conduce toda la exposición está dirigido por la obra de los poetas.


Detalle de cabañas (pieza Sin título).

En los ojos de los poetas

‘Nunca serán los días tan propicios:/ el aire alegrado,/ la granazón de la ceniza, todo/ lo que en un tiempo fue ternura./ Quede el amor por testimonio.(...)/ Hermoso taller el mío: la isla’. El poema de Manuel Padorno, el más representativo de su poemario A la sombra del mar (1963) conecta la serie de instalación que puebla durante estas semanas el pasillo central del centro de arte. La pared expone, en perfecta simetría, nasas, pequeños barcos, boyas, una urna de arena y red, pedazos sueltos de cabañas, una enorme nasa esférica. Es el paisaje de la isla que vio Padorno, en 25 piezas: “Hacen referencia a ese mundo que de alguna forma vio: barcos, altas cabañas, las casas blancas... Elementos que creo que podían haber formado parte del paisaje en esa estancia que hizo con Josefina, su mujer, en Lanzarote, en los años sesenta”, explica Gopar.

Es la primera de las apariciones de los poetas en la exposición, que a partir de aquí se suceden dentro de las salas. Así, la serie pictórica Palmas sobre la losa fría toma su título del poemario homónimo de Andrés Sánchez Robayna. A lo largo de ocho piezas de gran formato, pintura abstracta de gran colorido, el artista redefine su obra a partir de cuatro de los poemas del autor.


‘Isla taller’, basada en ‘A la sombra del mar’ (Manuel Padorno).

La exposición podrá visitarse hasta el 2 de abril en el Centro de Arte Juan Ismael

También se cuela la voz de Melchor López en otra serie pictórica, en este caso La vida dañada: “Hay ciertas identificaciones entre la posición poética de Melchor y lo que se quería plasmar: está el exilio interior, el vivir dentro. Lo que escribe para esa serie tiene que ver con esta idea, detenerse en pequeños fragmentos, en detalles, en las cosas que pasan desapercibidas, lo intraordinario; solamente reparamos en trenes cuando descarrillan, aviones cuando se caen, siempre distraídos con los grandes acontecimientos y a todas aquellas cosas desapercibidas les restamos importancia”, explica el artista.

De nuevo, los materiales se unen a la conceptualización del lenguaje artístico. Y es que La vida dañada se nutre de los procesos de envejecimiento de los propios materiales para jugar con la huella del tiempo: “Son pinturas realizadas en largos periodos: de 2009 a 2021, una de las series, de 2011 a 2021, en la otra; durante estos años ha hecho que las planchas fueran recibiendo diferentes materiales con los que ha estado trabajando. Todo ello lo introduce, añadiendo celulosa, brochazos, creando diferentes capas, que son capas del tiempo. Todas las series de pintura son la memoria de lo que ha ido sucediendo a lo largo de todos estos años”, señala Oliva María Rubio, la comisaria de la exposición.

La isla de Juan Gopar queda compuesta por una abrumadora cantidad de obra, solo descifrable al ojo que ama, conoce y repara. La multitud de técnicas, la diversidad de materiales, la complejidad de un universo tan amplio queda, en su plenitud, reunida bajo una armonía cromática entre los estridentes colores que los plásticos, la pintura y las diferentes instalaciones exaltan.

Puede que acercarse a La isla como origen y destino sea, también, entender apenas tres versos de Manuel Padorno, en su poemario Conejera (1963): “Si fuera ciego/ preguntaría/ ¿Qué luz es esta?”.

Comentarios

y esto...servirá para parar la destrucción implacable que sufre la isla? en fin, unos pocos siempre podremos recordar.
Con la tranquilidad que había antes, y la delincuencia que hay ahora.
Y la tontería de muchos con su instagram sus egos desorbitados y enfermizos, la vaguedad sin parangón
Estimado colega Gopar, Hoy he visitado su Exposicion „ Fuerteventura, La Isla…..“. Me impressionaron especialmente los dos grandes obras „Fuerteventura 2009-2021“. Lo que me parecio problematico: la estitizaciondel color de Los Sovenires Antropoceno. Mucho exito! Dr. Hans-Joachim Bauer (bauer-Land-art.de)
Hola buenas tardes soy de Uruguay me gustaría saber si el apellido gopar tiene algún vínculo con el señor Juan gopar mi bisabuelo nació en islas canarias , mil disculpas por la molestia pero quisiera saber si queda algún vínculo de mi bisabuelo gracias

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