Los familiares denuncian la situación del centro de día de Puerto del Rosario, que depende del Cabildo, por las carencias en personal y las deficiencias en alimentación

Falta de especialistas y mala comida en el centro para personas con discapacidad
Los familiares denuncian la situación del centro de día de Puerto del Rosario, que depende del Cabildo, por las carencias en personal y las deficiencias en alimentación
“Con poco son felices, pero queremos algo justo para ellos”, asegura Luz María Sánchez, madre de Jessica, una joven usuaria del centro de día para personas con discapacidad intelectual de la capital después de ver cómo el número de excursiones programadas por el centro pasó de unas dos a la semana a una al mes. La reducción de salidas desde que entró la empresa Clece a gestionar el recinto es solo una del puñado de quejas que han ido sumando los familiares de los chicos y chicas en los últimos años. A la angustia, impotencia y preocupación de las familias sólo encuentran como respuesta el silencio o la recurrida frase de “estamos trabajando en ello”.
El Cabildo de Fuerteventura abrió el centro de día para personas con discapacidad intelectual el 5 de julio de 2016. En aquel momento, se le dijo a la prensa que el nuevo recurso era necesario para “prestar un servicio acorde al que precisan las personas con discapacidad intelectual”. Nueve años después, los familiares de los jóvenes que están en el centro de día y la residencia aseguran que no se han cumplido los objetivos.
En agosto de 2022, el entonces presidente del Cabildo, Sergio Lloret, firmaba con la empresa Clece el contrato de ‘prestación del servicio para el auxilio al Cabildo de Fuerteventura en la gestión del servicio público de la residencia insular y centros de día para personas dependientes por discapacidad intelectual del Cabildo de Fuerteventura’ por un valor de 9.175.417 euros y un plazo de ejecución de cuatro años.
Conchi Vilar es la madre de Eric, un joven de 24 años con una discapacidad física e intelectual del 97 por ciento. Hace unos meses, la salud del muchacho empeoró. Estuvo mes y medio ingresado en el hospital. Le practicaron una gastrostomía y tuvo que empezar a alimentarse por sondas.
En enero, la mujer comunicó al centro la necesidad de que hubiera una persona que alimentara a su hijo a través de la sonda cuando este se reincorporara. La respuesta fue que “las auxiliares no estaban capacitadas y que tenía que ser un profesional de la enfermería”. Sin embargo, el enfermero no acude todos los días al recurso, denuncia esta madre.
Desde mediados de enero, Conchi ha estado batallando para que hubiera un enfermero todos los días. Cuando no acudía, era ella la que tenía que desplazarse hasta las instalaciones para darle la comida. “Me pasaban el planning de cuando había enfermero y cuando no. Entonces, tenía que ir yo”, recuerda. Después de ver cómo las reclamaciones se perdían por el camino, acudió, a la desesperada, a un programa de la televisión pública. Y lo que no habían logrado las reclamaciones durante semanas lo consiguió la magia de la televisión.
“Cuando estaba en directo, el presentador Roberto Herrera me dijo: te tenemos una buena noticia, hemos hablado con el consejero de Bienestar Social y dice que, a partir de ya, va a haber enfermero. Al día siguiente, me pasaron un WhatsApp del centro diciéndome que no me preocupara que ya no tendría que ir porque iba a haber enfermero”, dice.
Las familias lamentan que cada vez son menos las excursiones programadas
Tampoco hay logopedas, la que estaba se cayó de la plantilla nada más entrar la nueva empresa adjudicataria; la fisioterapeuta ocupacional está de baja por maternidad desde hace meses y no ha sido sustituida y solo hay un fisioterapeuta prestando servicios para la residencia y el centro de día.
El hijo de Teresa Rodríguez nació con rubeola congénita. Le afectó al corazón, al oído, al habla y tiene una mancha en el cerebro. El joven, de 29 años, tiene una discapacidad intelectual del 97 por ciento. “No habla ni escucha”, dice su madre. Los médicos insisten en que necesita un logopeda, pero no lo hay en el centro. “Cuando había, mi hijo se comunicaba mejor”, asegura. Ahora, tiene la impresión de que “pasan” de él. “Lo ponen en una colchoneta y se olvidan del chiquillo”, denuncia.
El resto de las madres coinciden en la obligatoriedad de un logopeda en la plantilla. Todas reconocen que sus hijos necesitan ser tratados por este profesional. También por un fisioterapeuta, aunque solo hay uno para los usuarios de la residencia y del centro de día.
Bea tiene 28 años. Tuvo la mala suerte de nacer con una traslocación del cromosoma, un síndrome genético sin etiquetar que le produce una epilepsia que deriva en crisis prácticamente diarias. No camina ni habla.
Su madre es Carmen Rosa Cuervo, una mujer que no ha parado de luchar desde que nació su hija para que tenga los mismos derechos que el resto. “Mi hija necesita un fisioterapeuta diario”, insiste, pero no lo tiene. “En el centro hay uno para todo el centro de día y la residencia. Es insuficiente para tanta gente”, denuncia.
Si echa la vista atrás y recuerda cuando su hija entró en el centro de día para personas con discapacidad intelectual, le viene a la cabeza que había un enfermero por la mañana y otro por la tarde y también un fisioterapeuta en cada turno. “Eso era cuando estaba la anterior empresa. Con la nueva se ha notado el cambio. Nos prometieron más trabajadores, pero entraron cargándose a la gente”, denuncia.
Las carencias no sólo afectan al personal. Las familias también se quejan de la comida que dan a los usuarios. “Es de mala calidad”, sostiene Andrea Aguiar, otra de las madres. Su hijo, de 32 años, tiene una discapacidad física e intelectual. “Hoy tienen de primero crema de zanahoria y de segundo lentejas con arroz. Creo que eso no combina”, opina.
Rosa, la madre de Bea, asegura que vive un calvario con el tema de la alimentación. Los alimentos que digiere tienen que ser triturados. A veces, el menú es calamares con ensalada. ¿Cómo se le da esa comida a una niña que no mastica?, se pregunta.
La respuesta la da ella misma. “Se los escachan y le ponen agua. Le dan ensaladas trituradas. A mi hija le dan hasta sancocho triturado con agua. Eso no es comida para una persona”, insiste. Les ha dicho que es más fácil darles un puré de verdura y ponerle carne, pollo o pescado y triturarlo, pero parece que su súplica no ha encontrado respuesta.
“Pensé en traerla a comer a casa, pero estamos para luchar y mejorar. No creo que la solución sea llevármela”, opina. Asegura que la alimentación le está ocasionando a su hija problemas de salud. “Está más estreñida y llena de gases”, comenta.
Calidad de vida
Las familias aseguran que sus hijos han perdido calidad de vida en los últimos tiempos. La anterior empresa tenía un chófer en la plantilla que los llevaba de excursión varias veces a la semana. Ahora, la fórmula ha cambiado y se contrata a una persona por horas para hacer de conductor.
Luz María explica cómo su hija Jessica antes acudía muy contenta. “Ahora ya no. Antes iban a terapias de caballo, a kayak en la playa y hacían muchas visitas. Ellos eran felices, pero todo eso se lo han quitado. Incluso no quieren que celebren sus cumpleaños en el centro”, denuncia.
“A mi hija le dan hasta sancocho triturado con agua”, denuncia Rosa
“Antes había excursiones todas las semanas. Ahora son dos al mes, pero los sacan por separado. El problema lo tienen, sobre todo, los que están día y noche en la residencia. Al final es como una cárcel”, agrega Conchi.
Desde 2022, han pasado seis directores por el centro. Las familias han perdido la cuenta del personal que han visto desfilar por las instalaciones. Aunque las madres se llenan la boca en halagos hacia las cuidadoras, sí lamentan el trastoque que produce en sus hijos el tener que estar cada cierto tiempo viendo cómo van cambiando los trabajadores.
“Estos chicos necesitan una rutina, pero no la hay. Cuando se acostumbran a determinadas personas, se encuentran con que se van y es normal porque pagan poco y mal. Al final, acaban yéndose a otro lugar”, explica Conchi.
Las palabras de Conchi las corroboran el resto de las madres. “A mi hija le cuesta muchísimo adaptarse a las personas nuevas. Ahora no quiere ir al centro, la veo desmotivada”, añade Luz María. “La mía, -agrega Rosa- tiene ataques epilépticos casi a diario. Cuando llega personal nuevo estoy días intranquila. No es lo mismo una persona que ya la conoce a alguien nuevo. Me queda el miedo de no saber cómo va a actuar”.
Entrada del centro de día.
Piscina terapéutica
Jessica cogió un día el bañador y se lo llevó a su casa. Decía que para qué lo quería en el centro si no se podía bañar en la piscina. Desde que se puso la primera piedra en ella hasta ahora, ha habido más cargos públicos del Cabildo fotografiándose a su alrededor que personas bañándose en su interior.
La piscina fue recepcionada en 2019, 14 años después de plantearse la idea. Sin embargo, ha ido sumando problemas que la han tenido cerrada desde entonces, aunque no han faltado titulares en prensa anunciando su inmediata apertura.
En junio de 2024, el consejero de Bienestar Social, Víctor Alonso, reconocía en una entrevista en Diario de Fuerteventura que la piscina era “la obra de El Escorial”. En todos estos años, las inspecciones de Sanidad han ido detectando anomalías que han impedido su apertura. Entre ellas, cuestiones como que las duchas se encharcan. A partir de ahí, se acordó hacer una obra de unos 35.000 euros de coste. Alonso anunciaba el comienzo de las obras y confiaba en que en 30 o 35 días se podía resolver el problema. Aún sigue cerrada.
Los chicos necesitan un logopeda, pero llevan años sin este especialista
“La piscina está preciosa, pero cerrada. Supuestamente lo que había que hacer eran pequeños arreglos y en breve se iba a abrir. De eso hace dos años y pico”, denuncia Conchi.
Las demás madres asienten con la cabeza, mientras se quejan de la cantidad de fotos de políticos que ha generado la piscina, a pesar de que sus hijos sigan sin poder disfrutar de ella y beneficiarse de las terapias que podrían recibir en el agua.
Antes de poner la primera piedra, dice Rosa, “nos reunimos con Víctor Alonso y nos dijo la maravilla de piscina que se iba a hacer allí para temas de niños con discapacidad, personas mayores y con enfermedades mentales. Nos lo pintó todo de maravilla, pero todavía se está sin piscina”.
Desde la Consejería de Bienestar Social del Cabildo aseguran que son conocedores de las quejas y que ya han solicitado un informe a la empresa. Una vez tengan el documento se reunirán con representantes de la empresa y familias para buscar soluciones.
Las madres se sienten frustradas ante el trato que están recibiendo sus hijos. No es un centro de tránsito. Aquí, una vez consiguen la plaza, estarán de por vida. Muchas son conscientes de que el día que ellas no estén, sus hijos pasarán del centro de día a la residencia. Quieren irse tranquilas y pensando que los dejan en buenas manos. Por el momento, seguirán batallando para que a ellos no les falte de nada. Y Luz María vuelve a repetir: “Con poco son felices, pero queremos algo justo para ellos”.
Comentarios
1 Una Mié, 07/05/2025 - 09:34
2 Soy gilipollas Mié, 07/05/2025 - 11:21
3 De Mié, 07/05/2025 - 16:28
4 Anónimo Jue, 08/05/2025 - 15:23
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