Hace 140 años comenzó la fase industrial de un producto que fue primordial para Fuerteventura y Lanzarote en el siglo XX

El ‘canary tomato’: cultivo, economía y memoria campesina
Hace 140 años comenzó la fase industrial de un producto que fue primordial para Fuerteventura y Lanzarote en el siglo XX
El pasado mes de marzo, las federaciones y asociaciones de cosecheros de tomate del Archipiélago celebraban el 140 aniversario del tomate canario, un fruto que ha tenido un gran impacto en la economía, la sociedad y el territorio de Canarias, especialmente en el siglo XX.
Respecto al origen de su expansión, los cronistas señalan una carta que publicó un importador británico afincado en Liverpool, gran puerto frutero inglés de la época, en la que elogiaba la calidad excepcional del tomate de las islas. Ese texto, que se incluyó en el periódico El Liberal del 28 de febrero de 1885, ofrecía directrices para su correcta manipulación y empaquetado, por lo que se considera la semilla que dio pie al cultivo masivo del tomate en Canarias.
No obstante, antes de su explosión a finales del siglo XIX, el tomate ya llevaba centurias en el Archipiélago, tras haber llegado desde Sudamérica junto a otros productos claves como la papa, el millo o el cacao. Se especula que incluso pudo aclimatarse en Canarias primero antes de pasar al Viejo Continente, aunque no hay evidencias como sí sucede con la papa. Tras llegar a Europa, los navegantes portugueses y españoles lo propagaron por Oriente Medio y Asia, aunque tardó en incorporarse a la dieta cotidiana hasta el siglo XVIII, popularizándose en Inglaterra en el siglo XIX.
La variedad típica del Archipiélago es la del fruto redondo, liso y pequeño, que se ha conocido como ‘tomate canario’ o canary tomato, porque se usó para la exportación, adaptándose a las demandas del mercado británico inicialmente y luego al resto del continente. Una de las claves de este cultivo en Canarias es que se podía dar con facilidad durante el invierno. Las condiciones geográficas del Archipiélago, por su clima suave y su cercanía a Europa, permitieron la explosión de este cultivo.
A pesar del éxito del canary tomato, ha habido muchas más modalidades de esta planta en las islas, como queda recogido en el libro Variedades tradicionales de tomate de Canarias, donde sus autores, Leonardo Amador y Domingo J. Ríos, hablan de 60 tipos y de “grandes joyas agrícolas desconocidas”, como la manzana negra, la moscatel, huevo gallo o perita, que destacan por tener “excelentes cualidades en cuanto a sabor”.
Imagen de finales del siglo XIX de camellos cargados de tomates en una plantación canaria. Fotografía cedida por el Archivo de fotografía histórica de Canarias, Cabildo de Gran Canaria/Fedac.
Economía
Como en anteriores ciclos de productos de exportación, el cultivo del tomate comenzó su fase industrial en Canarias por Europa y para Europa. Durante los últimos siglos, la economía de las islas siempre ha estado pendiente de los mercados del Viejo Continente, pasando de una coyuntura a otra (azúcar, vino, cochinilla, plátano, turismo...) según distintas circunstancias sociopolíticas, tecnológicas o geográficas.
En el caso del tomate canario, su despegue llegó motivado por la caída de los precios de la cochinilla. Tras el fuerte crecimiento de los cultivos de tuneras que había vivido Canarias desde mediados del siglo XIX, la invención de los tintes químicos a partir de 1880 provocó una poderosa caída de las finanzas en las islas, que, por ejemplo, en Lanzarote y Fuerteventura trajo una grave crisis social y un repunte de la emigración.
El tomate llegó a Canarias de manos de la colonia inglesa de las Islas
La búsqueda de soluciones para esta coyuntura negativa, junto al incremento de la influencia de la colonia inglesa impulsaron la plantación y exportación masiva de tomates y plátanos.
El desarrollo industrial de Reino Unido, más la declaración de puertos francos en Canarias de 1852 habían atraído a los empresarios ingleses. Además, en plena época imperial, el Archipiélago era una parada casi obligada en los viajes a África, Asia y Sudamérica para las líneas comerciales y de transportes inglesas. En Canarias, los británicos pronto lideraron fenómenos tan relevantes como el crecimiento de los puertos, la instalación de barcos de vapor en las islas o el inicio del turismo.
El cultivo del tomate, como el del plátano, tuvo acento inglés un largo tiempo en Canarias. Se señala a Blisse y a Wolfson como a los empresarios pioneros, pero muchos otros apellidos ingleses se asociaron a esta economía, tanto que el famoso Canary Wharf (puerto canario), distrito histórico de Londres que ahora es una zona financiera principalmente, recibió ese nombre por la importación masiva de productos hortofrutícolas desde nuestras islas. Mientras, en Canarias la exportación de tomate potenció el desarrollo de nuestros puertos.
Agricultor con un camello cargado de cajas de tomate. Foto de Francisco Rojas Fariña (Fachico) cedida por el Archivo de fotografía histórica de Canarias, Cabildo de Gran Canaria/Fedac. Años sesenta aproximadamente.
A partir de los años 30 del siglo XX, el mercado inglés no fue el único y los tomates de Canarias empezaron a llegar a otras zonas de Europa, mientras crecía su cultivo en las islas. Del norte de Gran Canaria y Tenerife se extendió al sur de ambas islas, al tiempo que llegaba a otras ínsulas, como Lanzarote y sobre todo Fuerteventura, donde su cultivo fue muy relevante, llegando a desarrollar una variedad local conocida como “Especial de Fuerteventura”.
Aunque no llegó a tener un impacto tan grande como en otras islas, en Lanzarote su zona prioritaria fue en los municipios de Tías y Yaiza, usándose la técnica de los enarenados artificiales con arenas volcánicas para aprovechar su efecto de acolchado térmico y de humedad. El tomate, junto a la cebolla, dio trabajo a mucha mano de obra antes de la llegada de la industria del viaje. Hace años, el geógrafo Ezequiel Acosta publicó un libro donde describía esta transición: El modelo de desarrollo económico del municipio de Tías en Lanzarote: entre la agricultura y el turismo.
En Fuerteventura el protagonismo del tomate ha sido mayor, con los municipios de Tuineje y Pájara como zonas prioritarias, destacando Gran Tarajal, cuyo puerto también se benefició de su apogeo. No obstante, todo el sur de la Isla vivió muy pendiente de la exportación de tomates, llegando a multiplicar su población durante la zafra.
En esta isla su cultivo estuvo muy asociado a los molinos de viento multipala (el conocido como molino Chicago), ya que el riego solía provenir de pozos de extracción, de hecho, el agua del subsuelo algo salobre, con alta cantidad de sal, se asocia al peculiar sabor y textura del tomate majorero.
Retrato de Seño Justo Barreto Morín, vecino de Tías, junto a un enarenado dedicado a los tomates en Mosegue, muy cerca de donde hoy está el campo de golf de Tías. Foto cedida por Carmen Delia Mosegue Barreto y Memoria Digital de Lanzarote, del Cabildo de Lanzarote.
Memoria
Más allá de su relevancia económica, el cultivo del tomate también ha dejado una amplia huella en la memoria de los isleños, empezando por los paisajes agrícolas principalmente, pero también urbanos, puesto que su exportación fue un motor del desarrollo para carreteras y zonas portuarias.
En el sur de Fuerteventura su cultivo tuvo una enorme repercusión histórica
Además de transportistas y trabajadores portuarios, el gran impacto del tomate estuvo en los sectores campesinos. En Fuerteventura su desarrollo implicó también a las mujeres, muy vinculadas con el empaquetado, pero también con otras tareas.
La antropóloga Gloria Cabrera Socorro ha recreado este legado social desde una perspectiva crítica y usando la investigación y la literatura en un libro recientemente titulado Cucañas y plástico. Memoria triste del tomate en Canarias. Este cultivo proporcionó trabajo en etapas duras, pero precisamente bajo condiciones muy duras, con bajos salarios y una gran desigualdad entre campesinos y propietarios.
La exportación de tomate llegó a tener su momento de auge en Fuerteventura a principios de los años 80, pero desde finales del siglo XX la competencia de otros países, los altos gastos en transportes o las enfermedades de la planta han llevado a un progresivo declive de su cultivo.
No obstante, su exportación todavía sigue siendo relevante y hay intentos por poner en valor nuevas variedades del emblemático fruto canario. Después de todo, el tomate es un alimento muy nutritivo y de gran versatilidad para la cocina, que las próximas generaciones seguirán consumiendo.
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