Durante siglos Fuerteventura y Lanzarote desarrollaron construcciones modestas pero muy eficientes para salvaguardar la preciada agua de lluvia

De cuando no se escapaba ni una gota: las ingenierías tradicionales del agua
Durante siglos Fuerteventura y Lanzarote desarrollaron construcciones modestas pero muy eficientes para salvaguardar la preciada agua de lluvia
En las islas más orientales de Canarias, las más áridas con diferencia del Archipiélago, últimamente se han hecho frecuentes las noticias que hacen alusión a la pérdida de agua. Canal Gestión Lanzarote no factura más del 56 por ciento del agua que desala, mientras que el Consorcio de Abastecimiento de Agua a Fuerteventura (CAAF) estimaba en 2023 que perdía el 50 por ciento de su producción por fugas, averías o falta de facturación.
Que en Lanzarote, Fuerteventura y La Graciosa se pierda agua potable es, en cierta manera, una anomalía histórica. Lo habitual en las centurias anteriores era guarecer con mucho mimo hasta la última gota. Desde los primeros pobladores de esta isla, hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX se desarrolló una cultura del agua tendente a cuidar con mucho esmero la gestión de cada fisco que se podía beber. A partir de los años sesenta en Lanzarote y de los setenta en Fuerteventura, con la llegada de las potabilizadoras y del turismo, esa situación cambió por completo, haciendo olvidar las ancestrales penurias por la falta de abastecimiento seguro.
Hoy en día el panorama resulta un tanto contradictorio, con índices de consumo muy por encima de la media de la OCDE pero, al mismo tiempo, con declaraciones de situación de emergencia hídrica en ambas islas y habituales cortes de suministro en diferentes pueblos. Así que no está de más recordar la larga época en la que se cuidaba mucho el uso y la gestión del preciado líquido. En aquella cultura del ahorro del agua que ha ido desapareciendo entraban en juego muchos aspectos del patrimonio inmaterial, como la transmisión de ese cuidado de generación en generación, pero también había elementos materiales, destacando, sobre todo, lo concerniente a la arquitectura y la ingeniería.
Mareta en Tuineje.
Islas desérticas
La gran valoración histórica que tuvo el agua en Lanzarote, Fuerteventura y La Graciosa responde a la propia naturaleza geográfica de estas islas. Otras poblaciones de zonas desérticas en diferentes continentes del planeta han desarrollado el mismo mimo hacia el agua. La memoria histórica de estas sociedades siempre ha tenido presente las frecuentes sequías, que provocaban emigración y dramáticas consecuencias sanitarias. El recuerdo de la sed movía a realizar intervenciones que requerían un enorme esfuerzo y abnegación.
El campo de Lanzarote y Fuerteventura está lleno de construcciones hechas con un gran sacrificio e ingenio. Piezas que pueden tener dimensiones colosales y que estaban destinadas a aprovechar al máximo las precipitaciones con fines agrícolas: gavias, nateros, bancales, terrazas, cadenas, etc. Muchas de estas edificaciones son de piedra seca. Este reportaje se centra en las estructuras que servían para recoger líquido destino principalmente para consumo humano o ganadero.
De las arquitecturas domésticas del agua, la más clásica es el aljibe
De las arquitecturas domésticas dedicadas al agua, probablemente, la más clásica sea la del aljibe. Existen muchas tipologías de esta construcción, pero de forma genérica lo podemos denominar como un depósito subterráneo destinado a almacenar el agua de lluvia. Consiste en un gran vaso excavado en el subsuelo que se solía impermeabilizar con cal, mortero y piedra, para luego cubrirse con techos abovedados o planos. En las casas rurales suelen tener partes anexas como coladeros, torno o portillos, aliviaderos o desagües y hasta abrevaderos. Tanto en viviendas rurales como urbanas, la propia estructura de las casas, con techos planos y caños, se usa para conducir el agua a los aljibes.
Las maretas son estructuras para embalsar agua de lluvia que funciona por el procedimiento de cisterna. En realidad es un sistema parecido al de los aljibes, pero que se diferencia en que tienen más tamaño y suelen estar descubiertas. Para hacer una mareta, lo primero que se solía hacer era escoger un terreno apropiado para ello, es decir, un espacio que esté al final de alguna montaña o barranco y que de forma natural recoja el agua de las precipitaciones. La construcción se comenzaba horadando un gran hueco a modo de piscina en esa zona escogida al final de la elevación cercana, para luego reforzar e impermeabilizar las paredes con piedras, cal o mortero. Suelen ser estructuras circulares y varían en su profundidad.
Noria para extracción de agua en Pájara.
El ejemplo tradicional más ilustre de Lanzarote fue la llamada Gran Mareta de Teguise, que funcionó desde la época prehispánica pero que desafortunadamente fue destruida en la segunda mitad del siglo XX. Inicialmente, la población maja aprovechaba la gran charca que se formaba de manera natural en las faldas del volcán de Guanapay. Más tarde, ya en el siglo XVI, Sancho de Herrera y luego el marqués de Herrera y Rojas le dieron formato de mareta. Todavía quedan otros ejemplos de menor tamaño en varias localidades de Fuerteventura y Lanzarote. En esta última isla también destacan las de la montaña Guatisea o las maretas del Estado, llamadas así porque fueron promovidas por el Gobierno de España a principios del siglo XX para aliviar los problemas de abastecimiento.
Otra tipología de las ingenierías tradicionales del agua son las alcogidas, unas grandes explanadas que se construían en laderas o barrancos para conducir el agua de lluvia a maretas o aljibes, evitando que ese líquido se filtrara o se perdiera. En el Ecomuseo La Alcogida de Tefía, en Fuerteventura, se puede ver, entre otras cosas, un peculiar sistema de alcogidas de planta circular con techo descubierto. En Lanzarote resaltan, por sus enormes dimensiones, las de La Asomada o el volcán de La Corona, aunque, como en el resto de tipologías, hay muchos más ejemplos relevantes en ambas islas.
En Fuerteventura podemos encontrar norias para extracción de agua del subsuelo
Los pozos también tienen una larga tradición, incluso ha habido investigadores que sugieren que algunos provenían de la época de los majos. Los de San Marcial del Rubicón son de los más emblemáticos en Lanzarote, mientras en Fuerteventura, donde históricamente ha habido más estructuras de este tipo, podemos destacar los ejemplos de Pozo Negro o el de la ermita de San Diego de Alcalá, en Betancuria. En Fuerteventura también podemos encontrar norias para extracción de agua del subsuelo, unos artilugios que usaban burros, camellos o bueyes para su funcionamiento.
Alcogida circular en el Ecomuseo La Alcogida de Tefía.
Otros elementos de menor tamaño eran las fuentes, los brocales o los lavaderos. Estructuras que tenían tipologías y materiales muy variados como madera, mortero o cemento, pero que coincidían en esa finalidad de buscar el máximo de eficiencia posible en la gestión del agua. Ya en el siglo XX se hicieron edificaciones mayores, aunque no las podemos considerar como tradicionales. En Lanzarote se excavaron galerías subterráneas en el Risco de Famara que ayudaron a proveer de agua durante varias décadas, mientras en Fuerteventura sobresalió la creación de presas, como las de Las Peñitas o Los Molinos.
Dentro del mobiliario doméstico también hay múltiples elementos relacionados con el ahorro de agua que darían para otro reportaje. No obstante, no se puede dejar de mencionar, en esta época de auge de filtros tecnológicos y remedios sofisticados para purificar el agua, a las tradicionales destiladeras o pilas, un sencillo ingenio basado en tallas de piedras de arenisca que servían para destilar el agua.
Comentarios
1 Paco Jue, 01/05/2025 - 08:03
2 Matheus Jue, 01/05/2025 - 20:52
3 Yo Vie, 02/05/2025 - 10:46
4 Palangana Dom, 04/05/2025 - 17:04
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