Juan Jiménez

Stop al acoso escolar y el ciberacoso

Aprovechando el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, incluido el Ciberacoso, fijado cada 6 de noviembre, quiero hacer la siguiente reflexión al respecto.

Las estadísticas más recientes nos muestran que al menos un niño/a en cada aula es víctima de acoso, una cifra que, independientemente de las distintas ratios que podamos establecer, es realmente alarmante. A todo ello, no debemos olvidar que el acoso escolar y el ciberacoso son violencia, cuya prevención se debe llevar a cabo con la educación en valores.

Conseguir que los niños/as y los jóvenes entiendan que la violencia no es aceptable pasa indefectiblemente por hacerles partícipes de propuestas educativas efectivas, así como por la necesidad del trabajo en valores que refuercen el respeto, la convivencia, la confianza y la igualdad.

No debemos olvidar que el acoso escolar o bullying es el maltrato psicológico, verbal o físico que se produce entre niños o niñas de forma reiterada. Cuando este maltrato se produce en el entorno digital, se denomina ciberacoso o ciberbullying, que consiste en el uso de la tecnología para ejercer amenazas, insultos, humillaciones y vejaciones por parte de un niño/a o un grupo de niños/as hacia otro, para lo que se utilizan fotos, vídeos o textos y, en ocasiones, con la difusión de información falsa. Esas situaciones pueden tener lugar en las redes sociales, en chats, en correos electrónicos, en juegos online y, en general, en cualquier aplicación de comunicación online, con características como la intencionalidad, la reiteración en el tiempo y el desequilibrio de poder. Es decir, que en esos contextos el acosador tiene más fuerza que la víctima.

Hay que tener en cuenta que el uso de internet entre los menores en nuestro país ha alcanzado el 98% de los niños/as entre 10 y 15 años. Ese aumento eleva, sin duda, el riesgo de sufrir ciberacoso. Para detectarlo y poder frenarlo cuando se produzca, más allá de los establecidos protocolos y procedimientos que la Administración educativa ya prevé, para ayudar a padres e hijos/as, es recomendable el impulso de guías prácticas que recalquen, como modus operandi, la importancia del fomento de la autoestima, la actuación con permanente serenidad, la preservación de pruebas, así como la pertinente denuncia, al tiempo que la búsqueda de ayuda, en caso de ser necesaria, por parte de profesionales en la materia. En el caso de los más pequeños, es necesario que se hable con un adulto para recabar su apoyo inmediato.

Consideremos que es necesario llevar a cabo una serie de medidas que establezcan un marco de actuación para luchar contra lo que es una lacra para el proceso educativo y de crecimiento personal del alumnado afectado por cualquier tipo de acoso en el aula. Hay que entender que la formación del profesorado para prevenir el acoso escolar y actuar cuando se produce debe formar parte de los planes de estudios de todas las carreras relacionadas con la docencia y ser continua mientras ejerzan su profesión.

Por otro lado, la educación en valores ha de estar incluida en los currículos oficiales de Educación Infantil, Primaria y Secundaria, para aportar a los niños/as y adolescentes las herramientas que les permitan no recurrir a la violencia. Igualmente, la aplicación de los protocolos de actuación frente a presuntos casos de acoso escolar ha de estar a cargo de especialistas ajenos a los centros educativos.

En otro orden de cosas, el acceso de las familias a la información es esencial para que aprendan a detectar los indicios de que sus hijos o hijas puedan estar sufriendo acoso, como alteraciones en su estado de ánimo o comportamiento, como tristeza o irritabilidad, o en su lenguaje corporal, evitar ir al colegio e incluso salir de casa. Desde ese punto de vista, las campañas de sensibilización que lleguen a toda la sociedad son imprescindibles para generar conciencia.

Hay que advertir que sin estadísticas oficiales fiables que reflejen la realidad en torno al acoso escolar y que permitan realizar un seguimiento, no es posible erradicarlo con garantías de éxito: número de niños, niñas y adolescentes que lo sufren, cuántos de ellos tuvieron que cambiar de colegio, cuántos sufrieron problemas psicológicos o psiquiátricos, cuántos los arrastran hasta la edad adulta o cuántos desarrollan comportamientos o ideaciones suicidas.

Todos somos parte de la solución. La violencia es evitable, se puede prevenir y hacerlo es responsabilidad de todos, incluidos los propios niños/as. Debemos erradicar el silencio que oculta el acoso y el ciberacoso de niños/as y jóvenes, que merecen crecer y ser educados/as en armonía y de manera integral y positiva.

 

Comentarios

La perspectiva indignada e ingenua de "buenos y malos" sólo podría aplicarse a un 20 o 30% de los casos. Es mucho más complejo, hay provocadores víctimas, y acosados que a la vez son vistos como acosadores, hay niños sin habilidades sociales cuyas madres dicen que a su hijo lo dejan de lado. Es la educación integral de los niños desde la infancia lo que debe ser el camino (por ejemplo, nos preocupamos de que vean pornografía pero les dejamos consumir violencia física sin fin). Suena raro lo de que sólo personal ajeno al centro debe encargarse de los protocolos de actuación.
Tienes toda la razón en todo lo que expresas. El acoso, ya sea escolar, laboral o político, debería ser algo que los adultos, especialmente quienes tienen poder o autoridad, supieran prevenir y detener. Sin embargo, muchas veces se normaliza o se encubre, especialmente cuando quienes lo ejercen son personas con influencia o cargos altos. En el ámbito laboral e institucional, esto puede generar a las personas acosadas miedo, estrés, ansiedad, depresión, etc y una cultura de impunidad por parte de los superiores o figuras políticas que están involucrados lo que provoca que las víctimas se sientan indefensas a la hora de denunciar dicho acoso. Ante esta situación, hoy levantó la voz con indignación ante una realidad que muchos prefieren callar: el acoso laboral y el abuso de poder que persisten dentro de nuestras instituciones, muchas veces amparados por el silencio y complicidad de quienes deberían poner un alto. Es inaceptable que en pleno siglo XXI existan espacios de trabajo donde la humillación, la intimidación y las represalias sean parte del día a día. Más doloroso es ver cómo algunos políticos y superiores usan sus cargos para oprimir, manipular y castigar a quienes simplemente cumplen con su labor o se atreven a pensar diferente. El acoso no es una diferencia personal, ni una mala interpretación. Es una forma de violencia que destruye la dignidad, afecta la salud mental y vulnera los derechos fundamentales de las personas trabajadoras. Mientras muchos miran hacia otro lado, las víctimas cargan con el miedo, el silencio y la injusticia. Pero ya no más. CALLAR TAMBIÉN ES SER CÓMPLICE. EXIJO RESPECTO, TRANSPARENCIA Y RENDICIÓN DE CUENTAS. LAS INSTITUCIONES DEBEN SER EJEMPLO DE ÉTICA, NO REFUGIO DE IMPUNIDAD. PORQUE NADIE, ABSOLUTAMENTE NADIE DEBERÍA TEMER IR A TRABAJAR.

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