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Radiografía al patrimonio majorero, castigado por el expolio y el olvido

Una parte del patrimonio insular se encuentra ingresado en la UCI y con pocas esperanzas de sobrevivir

Viviendas anexas a la Casa de Los Coroneles. Foto: Carlos de Saá.
Eloy Vera 2 COMENTARIOS 16/03/2021 - 07:41

Una radiografía al patrimonio histórico de Fuerteventura saca a la luz el inventariado que se ha hecho del patrimonio etnográfico, la restauración de inmuebles religiosos y civiles y la puesta en funcionamiento de algunos como espacios museísticos.

Sin embargo, en la misma radiografía también aparecen al trasluz edificios históricos condenados al olvido, sometidos a un continuo expolio o al interés de la piqueta. Parte del patrimonio insular se encuentra ingresado en la UCI y con pocas esperanzas de sobrevivir.

La Casa del Inglés en La Oliva es un ejemplo del abandono al que está sujeto el patrimonio civil de la Isla. Se trata de una casa del siglo XVIII declarada Bien de Interés Cultural. El Cabildo ha mostrado interés por adquirirla, pero aún no se ha llevado a cabo la compra.

Dos huellas del antiguo Puerto de Cabras: la pensión Zamora, en la calle Eustaquio Gopar, y el antiguo cuartel de la Guardia Civil fueron derruidas mientras esperaban por el catálogo arquitectónico. La Casa del Inglés y estas edificaciones de la capital son claras muestras de la situación en la que se encuentra gran parte del patrimonio majorero.

“Creo que el 80 por ciento de lo que había en los años setenta ya no existe. Solo hay que ver el casco de Puerto del Rosario. El daño que se ha hecho es irreversible. Quedan casas sueltas, pero ya no hay una calle o un pequeño barrio”, asegura Juan Francisco Rodríguez Olivares, conocido como J.F. Olivares por las miles de personas que siguen sus fotografías del patrimonio majorero a través de las redes sociales.

Olivares cogió un día la cámara de fotos y empezó a fotografiar las viviendas de otra época que la historia ha ido dejando desperdigadas por la Isla. A modo de denuncia y con la intención de concienciar sobre la necesidad de no dejarlas caer, las fue subiendo a su perfil de Facebook.

“Saco fotos a las casas que se están cayendo porque tengo la sensación de que, en poco tiempo, ya no van a existir. Por lo menos, quiero conservar una imagen de lo que fue”, explica. El fotógrafo asegura que el patrimonio histórico de Fuerteventura está “muy mal y además queda poquísimo. Hemos visto cómo se ha ido perdiendo poco a poco”.

Pero, ¿por qué se encuentra parte del patrimonio insular en la UCI y con pocas garantías de sobrevivir? Olivares enumera varios aspectos. Entre ellos, el expolio al que están sometidas las viviendas antiguas. Explica cómo “se llevan los sillares de las puertas y la cantería de las esquinas. La gente expolia la cantería para luego reutilizarla en casas de campo, o ahuecan las piedras para convertirlas en bebederos o piezas decorativas en los jardines”. Desde hace años, también se ha puesto de moda llevarse las piedras de los molinos o, incluso, “los mosaicos de las casas antiguas”, cuenta.

Insultos al pasado

Olivares también lamenta el trato degradante que los consistorios dan a las viviendas antiguas. Asegura que los ayuntamientos “siempre actúan de la misma manera, las casas antiguas son el lugar donde poner delante los puntos limpios. Ahí colocan los carros de basura, los contenedores de botellines, los de cartón, plástico... Puede que la razón sea que nadie quiere un contenedor en la puerta de su casa y los depositan en esos sitios. Como ahí nadie se va a quejar...”.

En Antigua, continúa denunciando este tema: “Todos los puntos limpios están en las casas viejas”. Inmediatamente después, se pregunta si “se puede insultar más al patrimonio”.

La mayor de las quejas del fotógrafo va hacia los postes eléctricos. “No se puede poner en la fachada de una casa antigua un poste con un millón de cables. Eso es horroroso”, denuncia, mientras aboga por soterrar todo el trenzado de cables, por lo menos los que están dentro de los cascos urbanos.

Lorenzo Castañeyra es conservador de bienes culturales y formó parte durante más de 20 años de la Unidad de Patrimonio Histórico del Cabildo de Fuerteventura. Reconoce que en los últimos 30 años se ha avanzado “mucho” en la restauración y conservación del patrimonio insular. Aun así, “no está ni medianamente bien”.

Castañeyra se ha convertido en una voz crítica en la Isla respecto al tema de las intervenciones que se han hecho en los últimos años en viviendas señoriales como la Casa de los Coroneles o la Casa Alta, restaurada por el Cabildo para convertirla en centro de interpretación del proyecto de Eduardo Chillida en la montaña de Tindaya.

El conservador asegura que le preocupa la conservación del patrimonio, “pero también las intervenciones que se hacen en él. A veces, la intervención que se ha hecho es negativa o nefasta para el propio inmueble”. Pone como ejemplo la Casa Alta de Tindaya, “un ejemplo de lo que no se debe hacer”.

A su juicio, ha sido una intervención “nada respetuosa con el edificio y con los principios con los que se debe restaurar un inmueble”. Cree que “con su intervención, perdió todo el interés. Han hecho un pastiche. Cuando entras en ella, no reconoces cómo era la vivienda”.

Lorenzo Castañeyra también lamenta la destrucción de las viviendas del antiguo Puerto de Cabras, el peligro de derrumbe que planea sobre las viviendas de la cornisa marítima o la desaparición paulatina de piezas del patrimonio etnográfico e industrial de la Isla. Como ejemplo, cita los puentes de piedra que se construían en los barrancos. El último que desapareció fue el de Los Llanos de la Concepción.

También alerta sobre el futuro que puede esperar a las construcciones que se hallan en el entorno de la Casa de los Coroneles. “Es urgente su conservación y su estudio porque, probablemente, son anteriores a la propia vivienda de los Coroneles y nos darían una buena visión de cómo era la sociedad de la época”.

Castañeyra también se ha convertido en un gran defensor de la ruina. Promulga difundir la necesidad de conservar la “ruina como estética y memoria de la historia”. Su objetivo es concienciar sobre la necesidad de conservarlas y no someterlas a restauraciones traumáticas porque “de ser así, perderían todo el interés”. Para este conservador, “la ruina en sí es muchísimo más evocadora porque es más real y da más pie a la imaginación. El paso del tiempo hay que detenerlo, no retroceder. No repetir lo que se hizo”.

LAS ASIGNATURAS PENDIENTES

Casa del Inglés

Construida en el siglo XVIII, la Casa del Inglés está considerada como una de las joyas de la arquitectura señorial de Fuerteventura y una buena representación de la arquitectura de la burguesía rural. Fue edificada en La Oliva por el palmero Julián Leal Sicilia, un comerciante que adquirió gran fortuna por el negocio del tabaco. Leal llegó a Fuerteventura en 1755. La casa, cuya construcción costó 5.000 pesos, tuvo varios moradores. Entre ellos, Juan Parkinson, un naturalista inglés dedicado al estudio de la flora y la fauna. El británico fue vicecónsul de Gran Bretaña y llegó a ser cónsul durante un breve periodo de tiempo. Además, ejerció como cónsul de Holanda y de Suecia.

La vivienda es de planta cuadrangular y doble altura y es, junto a la Casa de los Coroneles, la única con almenas. En su interior, se conservan restos de policromía de las pinturas murales que en otro tiempo decoraron el edificio. En estos momentos, la Casa del Inglés se encuentra en peligro de derrumbe. Se han caído los techos, algunas paredes y el balcón de madera de la fachada. La vivienda está considerada por algunos historiadores como el Bien de Interés Cultural (BIC) peor conservado en la Isla. Hace algún tiempo, se optó por tapiar sus puertas. El anterior grupo de gobierno del Cabildo de Fuerteventura anunció este mes que se había adquirido el inmueble pero sin dar detalles.

Casa de La Costilla

En el camino que une el pueblo de Lajares con la localidad de El Cotillo sobresale una vivienda de estilo tradicional que ha pasado a la historia con el nombre de la casa de La Costilla. Poco se sabe de esta antigua edificación, más allá de que fue propiedad de la familia Cabrera-Manrique de Lara y que en ella habitaban los medianeros y administradores de sus fincas. La vivienda representa una muestra de la arquitectura tradicional en la que sobresalen los muros de carga de mampostería con esquineras de cantería y cubiertas de madera a dos y cuatro aguas. La edificación presenta una tipología en forma de U con un amplio patio en el centro cerrado por un muro de piedra a media altura.

La edificación se encuentra en estado de ruina. Algunas de sus paredes se han derruido y los techos de madera se han venido al suelo. La carpintería de las puertas y ventanas desapareció hace unos años sin que nadie le pusiera remedio. La escalera de madera color verde, que comunicaba el patio con el altillo, acabó en el suelo y puede que sus maderas alimentaran alguna fogata. La edificación también ha sido objeto en los últimos años de actos vandálicos que han dado pie a episodios de expolio y, sobre todo, a pintadas de grafitis sobre los antiguos encalados de las paredes. Desde hace tiempo, colectivos y personas anónimas piden al Cabildo su rehabilitación.

Taro de Teguerey

El listado de elementos de la arquitectura industrial de Fuerteventura está compuesto por molinos de viento, molinas, tahonas, norias, molinos del país, salinas, tenerías, cillas para cereales, pajares, almacenes para el empaquetado de tomates, hornos de cal y taros. Se trata, estas últimas, de unas construcciones, normalmente, de planta circular y desarrollo troncocónico. En el pasado, estas dependencias se empleaban como almacén para curar el queso y la guarda de los aperos de labranza.

Ubicado en el cortijo de Teguerey, aún se mantiene en pie un taro único en la isla de Fuerteventura por sus características arquitectónicas y sus grandes dimensiones. La construcción, edificada en piedra, presenta una puerta orientada hacia el oeste y un ventanal hacia el sur. En su interior, se conservan unos huecos en los muros, que permiten suponer que existió una entreplanta dentro del edificio. En los muros exteriores, aún se conservan los contrafuertes que servían para dar mayor rigidez al conjunto.

El taro de Teguerey sirvió de espacio para curar el queso, guardar aperos de labranza y como depósito para cereales. También parece ser que se utilizó de almacén para poner la cal que se elaboraba en los hornos de cal de los alrededores. En la actualidad, se mantienen en pie las paredes, los contrafuertes y los elementos primarios de la cubierta: la viga y las viguetas de madera.

Poblado de La Florida

El pago de La Florida, perteneciente al municipio de Tuineje, debió de crearse en el siglo XVIII. El lugar poseía amplias y fértiles zonas de cultivo, disponibilidad de agua y una abundante cabaña ganadera. El viajero y científico francés René Verneau hace referencia al pago de La Florida en su viaje a Fuerteventura, cuando iba de camino hacia Puerto de Cabras, pasando por Antigua: “Antes de llegar a Tuineje señalaba dos auténticos oasis, San Andrés y La Florida”.

El historiador José de Viera y Clavijo también cita La Florida en sus Noticias sobre la Historia general de las Islas Canarias, publicadas a finales del siglo XVIII. Además, parece ser que fue punto de referencia en las batallas que los habitantes de Tuineje mantuvieron en 1740 contra los corsarios ingleses, las conocidas como batallas de Tamasite y del Llano Florido.

En la actualidad, el poblado se encuentra deshabitado, pero se mantienen en pie un conjunto de viviendas que reflejan diversas tipologías de la arquitectura tradicional. Aún se conservan los restos de un edificio destinado a albergar una tahona, una construcción que servía de pajar, un estanque de forma rectangular y un alpende de gran tamaño, construido en piedra seca. El poblado de La Florida ha sido plató de rodaje de algunas de las grandes superproducciones que han visitado la Isla en los últimos años.

Depósito de aguas de La Charca

Paliar la sed fue uno de los principales quebraderos de cabeza de los habitantes de Puerto de Cabras. En agosto de 1924, el Ministerio de Fomento intentó buscar una solución con la aprobación del estudio de las obras de abastecimiento de aguas de la capital. Sin embargo, el proyecto quedó a la espera hasta que en época republicana, con Indalecio Prieto como ministro, comenzó la construcción del depósito de La Charca por impulso de la Junta de Obras de Puerto.

En 1940 empezó a funcionar el depósito, proyectado en 1932. Se planteó para el almacenamiento y suministro de los buques que atracaban en el puerto, aunque también sirvió para abastecer a la población. Desde el depósito de La Charca se redistribuía el agua hasta los filtros situados detrás de la iglesia y en la avenida Juan de Bethencourt, llegando hasta la explanada, donde se levantó un pilar o fuente. El depósito es una pieza de ingeniería hidráulica cubierta de piedra de basalto de 2.000 metros cuadrados de planta, dividido en dos vasos por medio de un muro central con 28 pilares cada uno y muros de metro y medio de ancho.

Arquitectos, historiadores y la propia asociación de vecinos de la zona han intentado que se restaure y se le dé un fin cultural. De momento, los proyectos han quedado en el olvido y las puertas tapiadas. Un cartel de prohibido pasar y una valla rodean el depósito.

Hornos de La Charca

Los restos de hornos de cal repartidos por la geografía insular son los testigos que quedan en pie del pasado glorioso de Fuerteventura como exportadora de cal a otros puntos del Archipiélago. Algunos de ellos se han restaurado, como los del barrio de El Charco, aunque permanecen a la espera de un uso museístico. Otros, como los construidos en la zona de La Charca, han sido condenados al olvido. Los hornos de cal de La Charca fueron construidos por el empresario tinerfeño Jacinto Lorenzo en los años cuarenta del siglo XX. Los Morales se encargaron de su explotación hasta 1971, cuando la aparición del cemento debió frenar la actividad. Hasta esa fecha, mantuvieron una producción industrial muy elevada.

El complejo está formado por varios hornos y un almacén que servía tanto para almacenar la materia prima, antes de la cocción y cuando estaba cocida, como para guardar herramientas y para que durmieran los trabajadores por las noches, ya que, cuando se encendían tenían una producción constante.

En la actualidad, el almacén está sin techo, con la puerta tapiada y amenaza de ruina. Los hornos tampoco gozan de buena salud. Parecida suerte corren otras construcciones similares, repartidas por la Isla. Son varias las voces que han pedido la restauración de los hornos de La Charca y un uso museístico para esta infraestructura ubicada en el centro de Puerto del Rosario.

Nidos de ametralladora

La arquitectura militar de Fuerteventura cuenta con nidos de ametralladoras y baterías de costa distribuidas por toda la costa este de la Isla. Estas estructuras fueron creadas en los años cuarenta del pasado siglo como instrumentos de defensa de Fuerteventura ante una posible participación de España en la Segunda Guerra Mundial. Tras finalizar la Guerra Civil, España empezó a mostrar cierta simpatía hacia las potencias del Eje. Aunque no llegó a participar en la contienda bélica, Franco no ocultó su cercanía hacia las corrientes fascistas que recorrían Europa. Pronto, empezó a circular el rumor de una posible invasión de las Islas Canarias desde África por parte de los aliados.

Ante el peligro de invasión, se trasladaron a Fuerteventura un grupo de soldados que fueron situados por toda la geografía insular y se construyeron estas pequeñas fortificaciones en la costa este. Los nidos de ametralladora están construidos con hormigón y material de la zona, especialmente piedras y arena. Suelen contar con dos bancos en su interior y, dependiendo de donde se encuentre su ubicación, son subterráneos o aéreos.

El Cabildo de Fuerteventura realizó hace unos años un inventario de estas estructuras. Aun así, algunas de ellas se encuentran en mal estado de conservación, debido a la acción del mar y la falta de trabajos de restauración.

Canal de La Esperanza

En el año 1898, la Sociedad Económica La Esperanza puso en marcha la construcción de una gran obra hidráulica que, bautizada con el nombre de La Esperanza, tenía como objetivo la explotación y aprovechamiento de las aguas del barranco de Río Cabras, en la zona de Tesjuate. La Sociedad de Aguas, constituida por familias de la Isla, como los Fernández Castañeyra, tenía como gran objetivo acercar el agua a la zona de Puerto de Cabras, a través de un canal de 14 kilómetros que conducía el líquido desde un acuífero situado en los riscos del barranco de Río Cabras hasta la trasera de la iglesia del Puerto de Rosario. La construcción finalizó en el año 1903.

El doctor en Historia Carmelo Torres no duda en afirmar que “se trata de la mayor obra de ingeniería de finales del siglo XIX realizada en la isla de Fuerteventura”. La obra cuenta con tramos aéreos y subterráneos, puentes, acueductos y una inclinación perfecta para que el líquido circule y no quede estancado. Además, contaba con un gran tanque, que aún se conserva en la zona alta de Puerto del Rosario y que servía de depósito de aguas para toda la capital.

La construcción de la primera iniciativa que abasteció de agua a la capital aún se puede apreciar en algunos de sus tramos. Su conservación resulta fundamental para recordar el pasado de una isla con continuos episodios de sed.

Comentarios

Muy buen artículo y una realidad aplastante que a los majoreros nos debería avergonzar. Un legado que hemos dejar perder, bueno, iría más lejos hemos ayudado a perder. Sin pasado no hay historia. Parece que todo empezó con el turismo y la especulación. Que pena todo.....
Que triste y los políticos q están ahora y los q estaban no han hecho nada me da igual el partido q sea presumen de majoreros y amar a mi isla menudos mentirosos por no decir algo más fuerte Verguenza tendría q darles a todos los q están y los q se fueron

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