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Menores extutelados, la dura travesía hacia la vida adulta

Vicky y Ángel cuentan cómo, después de sortear obstáculos, consiguieron incorporarse a la vida laboral

Eloy Vera 2 COMENTARIOS 24/08/2023 - 07:59

El día que Vicky Weah cumplió los 18 años tuvo que dejar el centro de menores donde había vivido. Su objetivo inmediato fue seguir adelante, aunque no tenía claro cómo hacerlo. “Es duro darte cuenta de que, a partir de ese momento, estás sola y tienes que buscarte la vida sin la ayuda del hogar”, asegura. Aun así, decidió ponerse las botas e iniciar una carrera de obstáculos en busca de futuro. Se ha trazado como meta poder trabajar, algún día, como educadora en un centro de menores como el que fue su hogar durante su infancia.

Vicky, de 19 años, nació en Fuerteventura. Su padre es de Liberia y su madre, ya fallecida, era de Gran Canaria. Es la menor de tres hermanos. La mayor parte de su vida la ha pasado entrando y saliendo de hogares de acogida. De su infancia tiene pocos recuerdos, más allá de los que le han contado. Con cuatro meses entró con sus hermanos en un centro de menores. “En casa había problemas de drogas”, dice.

Cuando tenía seis años, los tres hermanos regresaron a la casa familiar. Tres años más tarde volvieron al piso de acogida. “Un día nos levantamos y mi madre estaba inconsciente en la cama y como creían que no sobreviviría nos llevaron a un hogar, pero sobrevivió. Tres años después, volvimos a salir”, cuenta Vicky.

Con 16 años fue ella quien pidió regresar al hogar de menores. “En mi casa no me sentía a gusto. Había un ambiente muy feo. Sufría maltrato físico y psicológico. Así que solicité entrar en un centro”, explica. Vicky pasó por tres hogares de menores. Reconoce que su vida no ha sido como la de los demás niños. “Vas al colegio y ves que el resto está con sus padres y tú no. Al final, en los colegios se enteran de que estás en un centro de menores y te tratan diferente, aunque parezca que no”, cuenta.

A pesar de haber vivido en este tipo de recursos, Vicky asegura que los momentos que retiene en su cabeza han sido buenos. Sostiene que para el entorno que había en su casa, prefirió estar en un hogar. “Si no hubiera sido por el hogar no sé dónde habría llegado”, confiesa.

En Canarias, 1.729 menores viven bajo la tutela de la comunidad autónoma. De ellos, 106 están en Fuerteventura. Son menores que han sufrido desatención, abandono, maltrato, abusos o negligencia. Llegar a la mayoría de edad se convierte para ellos en una condena. De un día para otro se quedan sin hogar, protección y sin el apoyo que han tenido durante su infancia.

Cuando a Vicky se le pregunta cómo fue cumplir 18 años, resopla. Luego, responde: “Salí incierta, sin saber qué iba a ser de mí. El camino hacia la vida independiente ha sido lo que más me ha costado y todavía me cuesta. En este mundo estoy sola. Me siento y sé que estoy sola”.

Vicky llegó a vivir en tres hogares de acogida diferentes cuando era una niña

Durante un tiempo estuvo viviendo con un hermano hasta que pudo alquilarse una habitación. ¿Y ahora qué? El día que cumplió los 18 y se le abrieron las puertas del hogar de menores fue bastante complicado. “La primera semana no me sentía yo. Pasé de un hogar donde tienes tus rutinas a darte cuenta de que, a partir de ahora, estás sola y tienes que buscarte la vida sin la ayuda del hogar”.

“Cuando salí, caí en una depresión bastante grande porque no sabía qué hacer con mi vida. Sentía que, por ejemplo, no podía entrar en el mundo laboral”, cuenta. Vicky tuvo la suerte de encontrarse con SUMAS, una entidad que, a través del programa Sumas+e presta servicios especializados de apoyo y desarrollo a jóvenes extutelados para su integración laboral y social.

Con un ámbito de actuación que se extiende por las ocho islas canarias, trabajan con jóvenes que presentan características relacionadas con la diversidad funcional y/o salud mental, asociadas a necesidades de adaptación e integración social. También con jóvenes migrantes extutelados con el mismo perfil. En las dos islas orientales, Fuerteventura y Lanzarote, la asociación trabaja con nueve chicos y chicas.

Lina Sosa es la coordinadora del servicio de SUMAS en estas dos islas. Explica que, desde la asociación, “partimos de que los chicos cuando están en situación de vulnerabilidad o extutelados no tienen ni seguimiento sanitario, ni terapéutico y muchos de ellos ni alojamiento”. A partir de ahí, trabajan con el joven desde todas las áreas. “Trabajamos en la rama familiar, a través de intervenciones familiares, para minimizar la problemática y que haya una estabilidad para que el chico pueda estar en casa; en el nivel social para capacitar al joven ante cualquier trámite que tenga que solicitar y que sea autónomo; un seguimiento médico y mental y la ayuda para buscar una vivienda”.

La técnica de SUMAS señala que el objetivo principal es la inserción sociolaboral, pero “siempre les explico a los chicos que no se puede empezar la casa por el tejado. No se pueden insertar laboralmente si, previamente, no tienen habilidades sociales y comunicativas y estabilidad en la salud para poder instalarse”. Ese tránsito hacia la vida adulta, los jóvenes lo realizan acompañados de un equipo multidisciplinar con el que trabajan las habilidades sociales, la parte psicológica, mental y la apertura a la vida adulta.

En ese tránsito se encuentran con múltiples barreras. La principal, sostiene Lina, es la cualificación. “Nosotros estamos apoyándolos. Intentamos favorecer esa formación ya sea reglada o, si hay que ayudarlos, se les paga formación para que, a partir de ahí, puedan buscar un puesto de trabajo acorde a ellos”, explica.

La otra gran barrera es a nivel alojativo. Tras salir del centro, se topan, a veces, con familias que no cuentan con ellos y se ven con la posibilidad de acabar en la calle. En ocasiones, SUMAS ha tenido que buscarles un recurso de acogida.

SUMAS trabaja con jóvenes extutelados en el tránsito hacia la vida adulta

Llegó un momento en el que Vicky necesitó ayuda psicológica y psiquiátrica. Un psiquiatra le habló de SUMAS. En el hogar la animaron a acercarse a la asociación. Fue casi “obligada”, pero no se arrepiente. “SUMAS me ha ayudado mucho a conocerme a mí misma. Todos han estado siempre muy pendientes de mí”, reconoce. Ellos han contribuido a que sea autónoma. “Me ayudaron a hacer un currículo y me enseñaron dónde había que entregarlo”, dice orgullosa.

Gracias a ese currículo ha podido empezar a moverse en el mercado laboral. El año pasado estuvo trabajando en el servicio de control del Covid del aeropuerto hasta que se cerró. Luego, trabajó en un supermercado, pero el trabajo no fue como ella esperaba y tuvo que dejarlo. Más tarde, lo hizo como dependienta en un comercio. En marzo de este año, logró entrar en el Programa de Formación y Alternancia con el Empleo (PFAE) Cuenta conmigo II, un proyecto público promovido por el Ayuntamiento de Puerto del Rosario y subvencionado por el Servicio Canario de Empleo. En él se forma a sus integrantes como auxiliar de ayuda a domicilio.

A Vicky se le ilumina la cara cuando cuenta cómo le va. “Hay una parte teórica y otra práctica. Apruebo lo que tengo que estudiar y las prácticas las paso muy bien. Sobre todo, trabajamos con personas mayores”. La joven reconoce que le encanta ayudar a la gente. “Me gusta hacer lo que hicieron por mí. En mi etapa en los hogares de menores, recibí mucha ayuda. Muchas veces no la aprecio y siento que estoy sola, pero luego me digo que soy boba porque he tenido mucha ayuda en mi vida”.

Siempre ha soñado con formarse y poder terminar trabajando en un centro de menores, similar al que fue su hogar durante toda su infancia. “Quiero ayudar a la gente que está como yo he estado”, señala. De momento, intenta no mirar mucho al futuro. “Procuro centrarme en el presente. Sé que lo poco que tengo es porque lo he ganado yo misma”, expresa.

Ángel Valverde, en su puesto de trabajo del aeropuerto majorero. 

Ángel trabaja en el servicio de asistencia Sin Barreras del Aeropuerto

Si Ángel Valverde, de 20 años, mirase para atrás y se reencontrase con el niño que sufría acoso escolar y se comparase con el joven en el que se ha convertido “lloraría de emoción al ver la mejora”, asegura el propio Ángel. Sus padres lo tuvieron muy jóvenes, cuando aún no habían alcanzado la mayoría de edad. El niño entró en el sistema de protección con una medida de acogimiento con familia extensa y la guarda y custodia del pequeño fue a parar a sus abuelos. “Mi abuela fue la que me cuidó. Ha sido todo para mi durante muchos años”, asegura. Y aclara: “Un padre o una madre podrían comprender cosas que los abuelos no, pero desde mi punto de vista tuve una buena experiencia con mis abuelos”.

Ángel, al igual que Vicky, tuvo una infancia dura, llena de obstáculos. Durante años, vivió sin saber cuál era su diagnóstico. Era un niño con hiperactividad y poco más se atrevían a decir los médicos y profesores que trabajaban con él. Al final, llegó el diagnóstico. Era un chico asperger. El joven intenta explicar cómo ha sido vivir con la patología. “Nunca he entendido bien los sentimientos de tristeza, enojo, alegría. Aún me cuesta un poco, pero de pequeño era más porque siempre solía tener una cara pétrea, neutra. Fueron pasando los años y sufrí bullying en el instituto. El colegio no fue una buena experiencia”.

En el instituto, asegura Ángel, nunca habían tenido un niño con hiperactividad y no sabían cómo tratarlo, “me hacían de lado y tenía que apañármelas como pudiera. Mi caso era novedoso, que no había sido visto en Fuerteventura y, simplemente pasaron de mí. No fue una buena época. Tenía la cara neutra, no sabía cómo manifestarlo, pero me sentía muy mal. No sabía cómo comunicar lo mal que me sentía”.

Siempre quiso cumplir la mayoría de edad para poder “conducir y votar”. Al final, llegó el día en que tuvo que soplar las 18 velas. Al principio, cuenta, “no sabía cómo manejarme. Necesitaba ayuda”. Una amiga de su abuela le habló de SUMAS y “me dije vamos a intentarlo y así vemos cómo va. Fui a una primera reunión y me informaron. Me gustó y puse mi confianza en ellos”.

En la asociación le dieron unos objetivos que cumplir: lograr la independencia en casa; ayudar en las tareas del hogar; hacer cursos formativos... “Han sido una gran ayuda”, reconoce. Tras hacer cursos de informática y lograr los títulos de manipulación de maquinaria y de manipulador de alimentos, llegaron los primeros trabajos. Al principio, fueron prácticas de informática, como mozo de almacén e, incluso, como cuidador de niños. Hace un año empezó a trabajar en el servicio Sin Barreras de asistencia a personas con movilidad reducida del aeropuerto. Llegó a través de la ayuda de SUMAS.

Asegura que se ha encontrado un entorno amigable que le está ayudando mucho. Reconoce que el trabajo le está permitiendo aumentar su autoestima. “Estoy mejorando como persona”. Confiesa que ha ganado capacidad comunicativa. “Hablar con las personas se me hace difícil, no saber qué decir. Siempre ha sido una conversación incómoda, pero ahora puedo mantenerla sin tener el mayor problema”.

El joven se sincera y dice que no encontró mayor dificultad a la hora de hallar un trabajo, pero “hay que esforzarse”. “Yo me esforcé y pude conseguirlo”. Y añade: “No quiero que me miren por tener asperger. Quiero ser uno más y lo estoy consiguiendo. Eso es algo que me motiva. El asperger no es una barrera. Simplemente hay que integrarse y ser uno más”.

Sin embargo, reconoce que salir de la burbuja de protección familiar fue bastante refrescante. “Siempre he querido tener la libertad de tomar mis propias decisiones. Por mi discapacidad se me protegió bastante y no quería que se me sobreprotegiera. Yo quería ver la vida tal como es. Sin ponérmelo todo bonito”, explica.

Ángel mira con optimismo hacia el futuro. Si tuviera que hacer una carta solicitando algún deseo pediría seguir “mejorando día a día” como persona y como profesional. Antes de terminar la entrevista y seguir aprovechando su día de libranza larga una frase: “Voy a seguir adelante cueste lo que cueste”.

Comentarios

Mejor no " comment", no sea que me entren moscas, y para que nadie, bueno buenísimo, bondadoso bondadosísimo...se mosquee.
Blanqueando a jovenlandia

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