PERFILES

Manolo, el carpintero de Antigua

El veterano artesano ha compartido su pasión por la carpintería con hazañas futbolísticas, la lucha, la parranda y el amor a su familia

Foto: Manolo de la Hoz.
María José Lahora 0 COMENTARIOS 10/06/2018 - 08:25

Paulino Padrón (16 de julio 1934), más conocido como Manolo el carpintero, sigue visitando a diario su carpintería de Antigua, donde aprendió junto a su padre el oficio. Más tarde sería el único de los cinco hermanos que permanecería al frente de la misma. “Ellos se fueron marchando y me quedé solo trabajando con mi padre”. Sus inicios fueron a temprana edad cuando contaba con trece o catorce años junto con uno de sus hermanos. Recuerda que dos meses antes de celebrar el día de Reyes se dedicaban a confeccionar juguetes que contaban con muy buena aceptación entre los vecinos y así “conseguir un dinerillo”. Los beneficios se los quedaban para cubrir sus gastos.

La carpintería más antigua de la Isla conserva el aroma y la apariencia de sus fundadores. De la primera época del taller recuerda que se dedicaban a confeccionar “las cajas de los muertos” para la Funeraria Padrón y se ponían a ello a cualquier hora del día o la noche, cuando les llamaban una vez se había producido el deceso. Las elaboraban de remiendos.

“En aquellos tiempos no había madera ni pintura, mi padre me daba un cacharrillo donde había que poner el hollín del caldero de cocinar y con una brocha me decía que tenía que hacer la pintura para las cajas”. En otras ocasiones, las confeccionaban a partir de la base de las antiguas cajas de madera donde se distribuía el coñac para los establecimientos de hostelería. Así rememora que “había un bar cerca cuyo propietario nos guardaba las cajas de coñac para emplearlas como fondos del ataúd”.

Su ingenio le ha llevado a trabajar los materiales de forma artesana y a crear nuevos utensilios que aún le encargan, como un curioso cascanueces que cada vez que lo enseña gusta tanto que tiene que hacer uno nuevo con las herramientas de antaño que conserva junto a un torno para cuyo manejo había que relevarse con sus hermanos para girar y girar. “Por cada vuelta que da la gran rueda, he contado que el torno de grabado da setenta”. Un torno que preside la carpintería y en el que “mientras mi padre torneaba, mis hermanos y yo nos turnábamos para girar la rueda”, según reza una leyenda en una de las fotografías que ilustran sus paredes.

En la época más crítica y cuando ya se encontraba solo al frente de la carpintería se trasladó a El Aaiún, eran los años setenta. En un primer viaje permaneció un año y medio y más tarde le volvieron a llamar para una temporada de siete meses. “Tenías que ser reclamado de allá”, explica Manolo, que fue requerido por un carpintero que residía ya en el Sáhara. “Tenía tres chiquillos y había que mantener a la familia”, relata para justificar el traslado a África. Tras regresar y con los ahorros que había conseguido recaudar retomó su oficio en Antigua.

También evoca los trabajos en diferentes edificaciones de la Isla, como el que tuvo que hacer en Las Parcelas o en Pájara y a dónde llegaban caminando con su saco a cuestas de lunes a lunes. Entre los materiales usados en aquella época comenta que proliferaba el pino gallego, pero que no era de mucha calidad. “Era lo que había”.

Fue el autor también de los trabajos de restauración del Hotel Rural La Era de la Corte, y muestra su tristeza por la noticia del fallecimiento de su impulsor Andrés Rodríguez Berriel, quien le contrató para esa ardua tarea que le mantuvo ocupado durante tres años. A día de hoy busca estar entretenido y “hacer fuerza para vivir”. “No quiero coger el sillón”, comenta. Ninguno de sus hijos ha seguido sus pasos aunque habla con orgullo de su descendencia y reconoce que el oficio de carpintero “es un trabajo duro”.

Futbolista y luchador

Ha sido maestro de otros cuatro carpinteros de la Isla. Ha recibido el premio insular de artesanía y ha dado el pregón de las fiestas de su pueblo, del que ha sido un importante representante en su época de luchador y como portero del Unión Antigua. De sus hazañas futbolísticas, a las que estuvo dedicado unos cuarenta años, conserva la fotografía del equipo que se enfrentó al Batallón de Puerto del Rosario. Una jornada épica en la que paró un penalti que permitió a su club ascender de categoría.

Recuerdos de sus otras grandes aficiones comparten estanterías y paredes con sus herramientas de un oficio del que dice que “tiene que gustar” para trabajarlo. Creados por su padre son los más antiguos de los enseres que conserva. Su banco, en el que lleva trabajando desde la juventud, mantiene la fortaleza y rudeza de un trabajo duro en el que había que serrar a mano troncos y gruesos tablones.

Es padre de cinco hijos y abuelo de ocho nietos. Pero no ha conseguido que ninguno de sus hijos o nietos herede el oficio de carpintero, pero se muestra, junto a su mujer Luisa, muy orgulloso de ellos. Sí han seguido sus pasos como luchador dos de ellos, aunque ya dejaron la lucha, para tranquilidad de Luisa. De un nieto comenta lo buen futbolista que es. Así que hay esperanzas de que continúe en ese mundillo.

Otra anécdota familiar que comenta cuando aparece su esposa Luisa por la carpintería es que se tuvo que casar dos veces porque en ningún documento oficial aparecía el nombre de Manuel Padrón, fue entonces cuando se enteró de que en realidad le registraron como Paulino. Desde que nació en el seno de la familia se le llamó “Manolito” y así se quedó. Hace dos años celebraron de nuevo su enlace ante la iglesia coincidiendo con las bodas de oro.

En el pueblo se le conoce también como fiel parrandero en las fiestas de Antigua, tocando su inseparable laúd con la Asociación de Mayores de Antigua y del que ha dado muestra nuevamente en la Feria Insular de Artesanía. Asegura que no ha creado ningún instrumento musical, pero sí le ha gustado arreglarlos. No en vano, hasta él llegaban todos aquellos utensilios que otros daban por perdidos y que se esmeraban en restaurar. También confecciona unos bellos molinos de viento que han viajado hasta Alemania.

Añadir nuevo comentario