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Leandro, el médico de la UCI de Fuerteventura, cuelga la bata tras 40 años

Entre los hitos de este profesional de la salud está la puesta en marcha de la Unidad de Cuidados Intensivos en el Hospital General en 1999

Eloy Vera 14 COMENTARIOS 13/03/2022 - 08:49

El 4 de febrero Leandro Fajardo Feo colgó la bata de médico después de 40 años dedicado a la medicina, la mayoría de ellos en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Su bata vio cómo arrancaba la unidad del hospital majorero de la que él fue “encargado” hasta que llegó el retiro profesional, una jubilación que ha ido retrasando porque aún se sentía útil. Y es que, asegura, “la medicina es adictiva”. En estas cuatro décadas de medicina ha tenido que librar muchas batallas, la última lleva el nombre de Covid. La historia de Leandro comienza en 1952 en Arrecife, Lanzarote.

En la Plazuela, pasó su infancia y adolescencia junto a sus seis hermanos hasta que el tiempo los fue convirtiendo en periodistas, profesores, abogados, ingenieros... Él optó por diseñar casas y plazas y se apuntó a arquitectura, en Gran Canaria. Al año de iniciar los estudios, sufrió “un arrebato” y se inclinó por la medicina. Tal vez, el tío Pancho, médico de profesión, le había inculcado, sin saberlo, un oficio que terminaría siendo su compañero de viaje durante 40 años.

Empezó Medicina en la Universidad de La Laguna, donde años más tarde se licenció. “Terminé medicina, pero me di cuenta de que aún no era médico. Necesitaba un aprendizaje y decidí ir al Hospital Insular de Gran Canaria a intentar aprender y formarme como médico”, explica.

Empezó de asistente voluntario en el servicio. Tiempo después, llegó su primer contrato laboral como médico de Urgencias y ahí se quedó hasta que un día hicieron falta más profesionales en la UCI y lo reclamaron. Aceptó sin saber que el resto de su vida profesional estaría vinculada a esa unidad. Durante un tiempo compaginó las guardias en Urgencias con la UCI hasta que en 1985 empezó a formar parte del equipo de Intensivos del Hospital Insular. “Allí, encontré gente que me ayudó mucho. Eran excelentes profesionales médicos y mejores personas”, sostiene.

A principios de 1997, su historia profesional comenzó a escribirse en Fuerteventura. Llegó junto a su esposa, Wendy, también médica de profesión, a la que habían llamado para tomar las riendas de la Gerencia del Hospital de Fuerteventura. En la Isla, se encontró con una sanidad a la que le faltaban medios y especialistas y también una Unidad de Cuidados Intensivos. Quienes tenían que ingresar en ella eran evacuados en helicóptero a Gran Canaria. Leandro sostiene que, en aquellos tiempos, “había buena sanidad, aunque con déficits importantes. La falta de especialistas y medios se compensaba con el trato con los pacientes. Había una relación muy familiar”.

Estuvo un tiempo en Atención Primaria. También pasó por Urgencias del Hospital hasta que se creó la Unidad de Cuidados Intensivos en septiembre de 1999. Recuerda aquellos inicios marcados por la búsqueda de recursos humanos y un lugar en el centro donde instalar la Unidad. Empezaron tres médicos Carlos de la Rubia, hoy jefe de la UCI, Ignacio Zenos y él. A Leandro le asignaron a jefatura, aunque siempre ha huido de la palabra. Prefiere que lo llamen “encargado”, “portavoz”... pero no jefe. “Nos costó bastante trabajo que la gente creyera en nosotros y concienciarla de que aquí hacíamos lo mismo que allí. Tuvimos bastantes presiones para que trasladáramos pacientes a Las Palmas de Gran Canaria”, explica este profesional de la medicina.

En alguna ocasión, recibieron hasta la llamada de presión de algún político para que los pacientes fueran evacuados a Gran Canaria. “Siempre nos negamos y siempre nos salió bien”, dice. Sin embargo, reconoce que, durante los primeros años, “nos costó ganar la confianza de pacientes y familiares”. Dos décadas después, el índice de satisfacción de unos y otros se puede resumir en bastante bueno.

A la desconfianza de la sociedad majorera, se unía la falta de profesionales en la UCI en sus inicios. Había momentos en los que se quedaban solo dos médicos que se iban alternando para no dejar nunca la unidad sin facultativos. Las jornadas empezaban temprano y no se sabía cuándo acababan: “Prácticamente nos pasábamos el día en el hospital. Tuvimos que rescatar, en algunos momentos, a médicos que no eran especialistas para que nos ayudaran”, recuerda. Así, hasta que, a mediados de la década de 2000, se consiguió estabilizar la plantilla. Desde entonces, ha habido entre cuatro y cinco profesionales médicos.


Leandro y su esposa, Wendy, también médico.

Casado con una profesional de la medicina, Leandro encontró en casa comprensión frente a las maratonianas jornadas hospitalarias. “He pasado una parte muy importante de mi vida encerrado en el hospital. No te das cuenta de lo que te estás perdiendo. Probablemente, nos afecte menos a nosotros y pensamos que es parte de nuestra vida. Cuando empiezas a echar la vista atrás, ves que has perdido una parte importante de tiempo con tus hijos. De mi vida no, porque he disfrutado bastante con la medicina”.

Leandro tiene dos hijos. Una, dedicada a la medicina y parece, según su padre, que tiene “el mismo vicio” que él: trabajar en la UCI. Este profesional médico asegura que, si el reloj diera marcha atrás y volviera a ser aquel joven de 18 años con dudas sobre qué futuro coger, optaría de nuevo por la medicina. Tampoco dudaría en volver a la UCI. “El intensivista es como el internista de los enfermos agudos. Hay que tener una información general de la medicina. No te limita. No tienes ninguna especialidad, pero tienes que saber un poquito de todas: respiratorio, digestivo, cardiología, hematología... Y, sobre todo, intentar entender la fisiopatología, que es lo que me entusiasma de la medicina”, explica.

Un enfermo, una batalla

“Cada paciente es una batalla. Con unos sabes que vas a batallar y van a salir adelante y con otros sabes que tienes que estar pegado a ellos. Hay enfermos que te angustian y lo pasas mal, sea joven o mayor. Eso no importa, solo importa que salga adelante”, reconoce.

En todos estos años en la Unidad de Cuidados Intensivos, Leandro ha vivido muchas situaciones difíciles, aunque reconoce que siempre hay una cuestión que le angustia, la de decidir si ingresar o no a un paciente en la UCI. “Es la parte más difícil de la medicina intensiva. Hay que tomar la decisión y ver si se va a beneficiar del ingreso o no. Puede que más que beneficiarlo lo esté perjudicando porque se va a prolongar una situación que no tiene solución. Eso es muy triste”.

Cuando Leandro empezaba a hacer planes sobre su jubilación, apareció una pandemia, la del Covid, que sacudió los cimientos de todo el planeta. Sin pretenderlo, los médicos de la UCI se convirtieron en protagonistas de una batalla contra un virus que, dos años después, sigue dejando muertes en el camino.

Leandro recuerda iniciar aquella lucha con “incertidumbre y sin saber con quién estábamos peleando ni cómo nos podíamos proteger de él. Teníamos unos medios limitados, aunque hay que reconocer que en la Isla no lo pasamos muy mal en cuanto a necesidades de EPI (Equipos de Protección Individual) ni del resto de material. En comparación con lo que estaba pasando en el resto del país, no lo pasamos tan mal”, asegura.

“Nos costó que la gente creyera en nosotros y en la UCI en Fuerteventura”

Este médico no para de repetir la palabra suerte. “La primera ola tocó poco a Fuerteventura, hubo pocos casos y escapamos bastante bien, aunque hubo miedo porque no sabíamos si lo que estábamos haciendo era lo adecuado o no”, señala.

“La segunda ola fue algo más complicada en la Isla. Las camas previstas aún no estaban funcionando, aunque se logró salir adelante”, recuerda. La sexta ola, la más complicada por el número de contagios en Fuerteventura con cifras jamás vistas en estos dos años de pandemia, “nos cogió con más camas y con bastante más experiencia. No solo con tratamientos recomendados por las sociedades científicas, sino también con experiencia en el trato y manejo del paciente. El entrenamiento nos valió mucho en esta ola”.

Leandro ha vivido todo este tiempo con la angustia de que se pudieran llenar las camas de la UCI. Sanidad puso en marcha un protocolo que contemplaba el aumento de camas en distintas áreas del hospital. “La angustia no ha sido solo porque se desbordara el espacio físico, sino también por si se necesitaba más personal”, reconoce.

Probablemente, la pandemia haya sido la situación más dura que le ha tocado librar en estos 40 años de medicina aunque también, insiste, “fue difícil” la primera etapa de Intensivos: “Ahí era más por trabajo que por incertidumbre de lo que pudiera pasar. Se trabajó mucho en esos inicios, pero no había la incertidumbre que genera la pandemia. El Covid ha sido un temblorcito que ha hecho temblar el mundo”.

En estos dos años, han entrado unos cuantos pacientes contagiados con el Covid a la UCI majorera. Muchos de ellos han conseguido salir vivos: “Lo más bonito después de estar con ellos 30 días es saber que están bien y que muchos están prácticamente integrados en su vida, sin secuelas”.

El mayor regalo de todos estos años de trabajo ha sido la satisfacción de ver caminando por la calle a los pacientes con los que batalló durante días, semanas e, incluso, meses, para salvarles la vida. “Solo con que te saluden y verlos bien ya te sientes bastante contento. Es una satisfacción muy grande ver que salieron adelante aquellos a los que viste muy mal”.

En los inicios del Covid los médicos se convirtieron en los protagonistas de los aplausos que llegaban de los balcones. Según fue avanzando la pandemia, empezaron a llegar los insultos y amenazas al colectivo por parte de los grupos negacionistas que cuestionaban el virus, las restricciones y la efectividad de las vacunas. “Era esperable”, sostiene el médico. “Cuando las cosas van mal, la forma que tiene el usuario de desahogarse es echarle la culpa al que encuentra delante”, aclara.

Leandro no quiere pasar por alto el tema de la teleasistencia, esa fórmula que la pandemia casi ideó y que parece que tarde desaparecerá: “La situación de la teleasistencia ha creado una sensación de insatisfacción de la población por no poder tener acceso directo al sistema. Creo que, en parte, tienen razón. Y creo que hay parte de razón. Yo tengo otro concepto de la medicina, a un paciente no se le puede valorar solo por teléfono, sin tocarlo”.

Leandro dice ahora adiós a la profesión. “Probablemente, no vuelva a tener más relación con la medicina”, asegura y confiesa: “Me he entretenido y me gustaba lo que estaba haciendo. No significaba ningún agobio”. Este defensor de la medicina pública no se cansa de decir que hay que fortalecerla y hacer todo lo que se pueda para seguir mejorándola.

Después de media vida escuchando el pitido de los monitores que iban marcando la frecuencia cardiaca, la saturación de oxígeno y las respiraciones por minuto de los pacientes, Leandro, de 70 años, recoge los bártulos en la medicina para dedicarse a la familia y los amigos. Le esperan un proyecto de huerta en Tetir, sus herramientas de carpintería y, tal vez, se matricule en algunos estudios. También dará saltos con frecuencia a Lanzarote para ver a aquellos a los que el estrecho de La Bocaina no ha conseguido separar. La jubilación le regalará más horas libres para dedicarse a la navegación, una de sus grandes pasiones. Aún le quedan muchas horas de viento que aprovechar.

Comentarios

Hace muchos años, que conocí a Don Leandro Fajardo y a su esposa Wendy, pues sus hijos fueron alumnos del CEIP., San José de Calasanz, donde pasé casi los últimos treinta años de mi vida profesional a su hija le tocó en mi clase, de hecho tengo un hijo de la edad de Catalina, de la guardo un bonito recuerdo y una anécdota que jamás olvidaré, cuando un día le estaba corrigiendo una ficha, donde tenía que poner la palabra rojo y ella puso encarnado, una palabra que apenas cabía en este apartado, cuando le dije que por que no había puesto rojo, me contestó nosotros los canarios decimos encarnado. En fin siempre guarda uno un bonito recuerdo en su mente y yo guardo uno muy bueno de esta familia, a la que les deseo lo mejor en esta última etapa de su vida, que no tiene por que ser la más traumática, además se ve cual es el proyecto de vida, que don Leandro ha tomado para esta etapa. Muchísima suerte a toda la familia y que todos sus proyectos llegue a buen fin.
Agradecerle durante todos estos años el trato cercano que nos ha ofrecido a mi hija Irantzu y a mí el seguimiento de un problema cardíaco que por su juventud es difícil de aceptar. Nos dijo el otro día el Dr Víctor al ir a la revisión anual que se había jubilado cuando esperábamos verle a Ud. Mil gracias!!! Y desearle que disfrute de su familia y de los proyectos e ilusiones que desee realizar. Un abrazo y muchas gracias otra vez!!
Conocí a Leandro en La Laguna, cuando los estudios, la lucha canaria y la parranda, luwco coincidimos en Gran Canaria. Allí, perdido el rastro, encontré su nombre en la UCI del Hospital Insular, en un momento en el que mi familia pasaba por las peores circunstancias. Desde entonces la deuda es enorme por impagable e impagable a perpetuidad. Me gustaría que fuese diferente. Imposible. Mesurado, pacienzudo, presto a solucionar asuntos, buena persona, es decir, un médico entregado.
No le conozco personalmente pero es de esas personas que llegaron a esta isla para mejorarla, y sin duda que es de agradecer el compromiso profesional y humanitario. Muchas gracias y mucha suerte en su nueva etapa. Que disfrute la vida
Bienvenido a los jubiletas. Un abrazo, primo
A las personas se les suele juzgar por ser como son más que por su trabajo, en el caso de Leandro no solo es buena gente sino también un profesional como la copa de un pino Que disfrutes de tu merecida jubilación
Qué orgullos@s estamos de ti, hermano. Ahora a seguir disfrutando cómo siempre con todo lo que has hecho y haces!
Buen medico y mejor persona. A disfrutar del descanso, vecino.
Igual está raro que yo diga que con él se rompió el molde, pero lo digo. Seguramente hay más, más moldes, pero serán distintos. Felicidades a Wendy, la mejor en todos los sentidos, a Leandro Jr. y a Catalina que van a disfrutar más de su compañía. Algo tocará a La Vegueta. Digo.
El peloteo como formq de vida
Faltaba el comentario del número 10. No puede faltar el tonto de turno
Que bueno jubilarte con todos los buenos y bonitos comentarios de tus compañeros y de tus pacientes. No has pasado desapercibido, has dejado huella. Esto es lo que se llama, salir por la puerta grande ¡me alegro mucho Leandro!! Un abrazo
Tuve la suerte de conocerlo en hospital insular y siempre fué un pedazo de amistad, grande y de buenas tertulias, con.más pinta de.marinero k de profesional de la medicina.. Solo decirle bienvenido al club de los pensionistas..un fuerte abrazo
A diario de Fuerteventura tanto que te gustas censurar por qué no censuras al anónimo que ni respeta ni nada y fomenta en odio y la violencia que pasa que trabaja para vosotros sinvergüenzas godo tenía que ser el dueño de este periódico mediocre