SOCIEDAD

La vida de Isabel: sin aire para respirar ni ruedas para moverse

Isabel Santana sufre un enfisema pulmonar y un epoc agudizado que le obligan a estar conectada a una máquina de oxígeno. Pide ayuda para comprar una moto adaptada de segunda mano para poder moverse, ir a comprar o al médico. Apenas puede caminar

La enfermedad obliga a Isabel a permanecer conectada a una máquina de oxígeno 16 horas al día. Foto: Carlos de Saá.
Eloy Vera 1 COMENTARIOS 15/10/2020 - 07:48

Isabel Santana tiene 57 años, pero los médicos le han dicho que sus pulmones son los de una mujer de 80. La culpa la tienen un enfisema pulmonar y un epoc agudizado que le obligan a estar conectada casi todo el día a una máquina de oxígeno. Apenas puede subir escaleras y desde que camina unos metros aparece el cansancio y la respiración agitada.

A la enfermedad, se suma la extrema pobreza. Ha tenido que vivir en centros de acogida y casas abandonadas. Después de una vida de infortunios solo pide no verse sin un techo y tener un pequeño vehículo motorizado para personas con movilidad reducida que le dé autonomía para poder ir al médico o hacer la compra.

Sin ayuda y sin aire, no logra llegar a ninguna parte. Isabel llegó en marzo a Fuerteventura en busca de un techo y un plato de comida. Su expareja y padre de sus dos hijos se apiadó de ella y, ante el peligro de que la mujer acabara durmiendo en la calle, le abrió las puertas de su hogar, en una urbanización de Corralejo.

No es la primera vez que Isabel, de origen grancanario, venía a Fuerteventura. Hace unos 25 años estuvo de empleada en los hoteles de la Isla. Trabajaba como cocinera. Recuerda su paso por los fogones de la cadena RIU con orgullo y cierta nostalgia. Luego, regresó a Gran Canaria y siguió vinculada a la restauración. Estuvo en las cocinas de bares, restaurantes… hasta que la droga apareció en su camino y revolvió los cimientos de su vida.

Necesita ayuda para comprar una moto adaptada y poder moverse: apenas puede caminar

Isabel no oculta que fue drogadicta, tampoco su vida llena de obstáculos y agujeros que le hacían caer una y otra vez. Después de años batallando en centros de desintoxicación, consiguió desengancharse. Asegura que “eso ya desapareció” de su vida. Tras su salida de las drogas, le esperaba otra batalla por delante: conseguir integrarse en la sociedad. “No tenía recursos, acabé en la exclusión y sigo en la exclusión”, asegura con resignación. Tal vez sea lo único que le queda.

Cuenta que estuvo ocho años en un centro de desintoxicación. Una vez logró curarse, consiguió convencer a los del centro para quedarse en él echándoles una mano en la limpieza a cambio de comida y un techo.

Durante un tiempo, intentó probar suerte fuera de Gran Canaria y se fue a Tenerife, pero allí las cosas se pusieron peor. Se vio sola, sin ayuda y alejada de sus dos hijos. “No tenía contacto con ellos, ni quería que supieran cómo estaba. Al final, acabé viviendo en una casa abandonada y vendiendo chatarra para poder comer”, asegura.

Tribunal médico

Más tarde, decidió regresar a Gran Canaria. Una trabajadora social le arregló los papeles para que pudiera entrar en Mafasca, un hogar gestionado por Cáritas. Allí estuvo año y medio. “Luego, me arreglaron la Prestación Canaria de Inserción (PCI) y pude coger una casa de alquiler en Teror, pero la ayuda era por dos años y, al final, me quedé sin poder seguir pagando la vivienda”, recuerda. No le quedó más remedio, entonces, que volver a llamar a la puerta del centro de acogida. “Estaba enferma y no podía regresar a la calle”, explica.

Hace 15 años, los médicos le diagnosticaron un enfisema pulmonar y epoc agudizado, una enfermedad crónica inflamatoria de los pulmones que obstruye el flujo del aire desde los pulmones. La enfermedad le obliga a permanecer conectada a la máquina de oxígeno 16 horas al día.

Cinco años después del diagnóstico, pasó por un tribunal médico. Tras valorarla, le reconocieron un 24 por ciento de discapacidad. Explica que su médico, en aquellos momentos, hizo una reclamación porque era imposible que fuera a trabajar 16 horas conectada a la máquina. “Ni siquiera me puedo despegar de ella cuando me voy a duchar porque me canso bañándome”, dice.

Los pulmones no se llevan bien con la humedad, pero no puede alquilar una vivienda digna

Los años fueron pasando y el caso de Isabel sigue sin volver a pasar por el tribunal médico. Gracias a una trabajadora social, ha conseguido presentar todos los papeles, aunque la pandemia ha hecho que estén guardados en algún cajón. No sabe cuándo volverán a revisar su caso.

Hace unos meses, le dijeron que no podía seguir en el centro de acogida de Gran Canaria, enferma y conectada a una máquina de oxígeno. Isabel temió verse en la calle con el oxígeno a cuestas, Su expareja y padre de sus dos hijos se apiadó de ella y le ha abierto las puertas de su casa de Corralejo.

Isabel comenta que su compañero de piso es “discapacitado y cobra 600 euros de pensión, con eso vivimos los dos. Hemos estado pagando 300 euros por la casa. Vivimos de ocupas. En la urbanización, lo son todos. Unos que habían ocupado la casa antes, nos la alquilaron por 300 euros, pero hemos tenido que dejar de pagarla porque no nos da para el alquiler y comer”.

A pesar de tener un techo, la casa apenas reúne las condiciones de habitabilidad. La última ha sido una rotura de tubería que ha hecho que la humedad vaya a parar a la pared de la habitación donde Isabel duerme. “La pobreza no está reñida con la limpieza”, insiste la mujer, mientras mira la pared con cara de no saber qué hacer.

Su médico ya le ha dicho que tiene que salir de ahí. Los pulmones no se llevan bien con la humedad, pero ella tampoco puede hacer frente al precio de los alquileres.

Isabel comenta que la enfermedad le ha producido disnea, lo que hace que esté todo el día con dificultad e incomodidad al respirar y con la sensación de no estar recibiendo suficiente aire. No puede caminar trayectos largos y se cansa al subir las escaleras de su casa. “Hasta levantarme de la cama me produce cansancio”, asegura.

Tampoco puede cargar peso. Las cajeras de un supermercado cercano le han dado un carrito para que lleve la compra. Su compañero de piso tampoco puede ayudarla. Él camina gracias a unas muletas. Arrastra las consecuencias de una polio que sufrió con apenas año y medio de vida.

Salud agravada

En los últimos tiempos, la salud de Isabel se ha ido agravando. Padece lumbociática, una hepatitis C crónica y ataques y temblores en las manos a los que los médicos aún no han sabido dar respuesta. Isabel solo pide que alguien le pueda comprar una moto para personas con movilidad reducida o le dé algún tipo de ayuda para conseguir reunir el dinero.

Su compañero de piso es discapacitado y cobra 600 euros de pensión, con lo que subsisten ambos

“Sería una de segunda mano”, se justifica. “Mi hijo es mecánico y podría quitar el sillón de atrás y ponerme ahí algo donde colocar la máquina del oxígeno. Muchas veces, pierdo la cita médica porque no puedo desplazarme y tampoco tengo dinero para la guagua”, asegura.

Tampoco puede recurrir a la ayuda de sus hijos. Tienen carga familiar y el peso de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) como consecuencia de la COVID-19. Isabel representa el rostro de la pobreza extrema. No tiene ningún tipo de ayudas, pero tampoco sabe bien a qué lugar acudir en busca de ellas. Pidió la de la alimentación al Ayuntamiento de La Oliva, pero le dijeron que para acceder a ella debía llevar un año empadronada en el municipio.

Hace unas semanas, oyó hablar de Personas Maravillosas de Fuerteventura, una red solidaria que, través de las redes sociales, ayuda a las familias más necesitadas de la Isla, aunque el principal requisito es que esos hogares tengan niños pequeños a su cargo.

Isabel recibió la noticia como un jarro de agua fría, aunque asegura que lo entiende. Sí se prestaron a echarle una mano en temas de papeleo y la dejaron hacer una petición en las redes del grupo. “Pido vuestra ayuda con lo que se pueda. Si no, muchas gracias por todo. Soy una persona agradecida con lo que se pueda”, escribió Isabel en la página de Facebook de Personas Maravillosas de Fuerteventura.

Comentarios

La verdad es que es dura su situación, aquí es donde deberían de ayudar de verdad y con urgencia los servicios sociales pero como siempre.. siempre llegan tarde, mal y para que contar más. Suerte Isabel.

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