En el pueblo norteño es posible acumular unos 10.000 metros cúbicos de agua en más de un centenar de construcciones diseminadas por la localidad

La Oliva: la huella del agua en aljibes, pozos y fuentes naturales
En el pueblo norteño es posible acumular unos 10.000 metros cúbicos de agua en más de un centenar de construcciones diseminadas por la localidad
El agua ha sido siempre un clamor popular en la isla de Fuerteventura. A lo largo de la historia ha ocasionado muertes y un despoblamiento por la persistente sequía. Según datos registrados y contabilizados por el historiador Pedro Carreño, la media anual de pluviometría en la Isla es de 130 milímetros, una cifra insignificante. La búsqueda de este bien esencial ha sido determinante para el pueblo majorero y de ahí la importancia de inaugurar un centro de interpretación del agua en los Aljibes del Veneno y de la Redonda, que cumplieron una función pública.
Carreño recuerda que solo en la localidad de La Oliva hay más de cien aljibes, actualmente abandonados, pero que tuvieron una importancia primordial en siglos pasados y que deberían permanecer en perfecto estado para enseñar la historia. Un dato curioso es que en el pueblo de La Oliva es posible acumular unos 10.000 metros cúbicos de agua en estas construcciones tradicionales.
“Muchas pilas de piedra fueron saqueadas tras el abandono de los aljibes, pero todavía atesoran una gran belleza ornamental”, señala. Se trata de un patrimonio cultural desconocido y poco valorado en la actualidad, que se extiende por toda la isla de Fuerteventura, a pesar de que han jugado un papel determinante en la supervivencia de los habitantes y que pueden ser elementos esenciales en el futuro.
Fuerteventura es una isla atrapada en una escasez de agua permanente. Un hecho que el pueblo majorero ha sabido sortear con la fabricación de herramientas y sistemas para aprovechar al máximo este recurso. En el municipio de La Oliva y en toda Fuerteventura abundan testigos de este empeño del majorero por almacenar el agua en aljibes, pozos, maretas, molinos y gavias. “Del agua dependía la supervivencia de la familia, su salud y su economía para dar de beber al ganado, mantener sus cultivos y por eso llegaban a pelear y morir por el agua”, atestigua Carreño.
En La Oliva cada casa contaba con un aljibe, un agujero excavado en el suelo de forma artesanal, revestido de piedra, para recoger las escasas lluvias y garantizar el suministro durante algún tiempo. “Algunos tenían varios propietarios e incluso existían los de titularidad municipal, como el de la Redonda, que contaba con un molino, y el del Veneno, que en épocas de mayor escasez suministraban a las familias del pueblo, que acudían a comprar agua en latas o botecitos, y se convirtieron en un centro social y cultural”, explica Carreño. También el de las Cruces es un ejemplo de aljibe familiar de gran tamaño, con elementos decorativos y ornamentales característicos de la arquitectura propia de La Oliva.
Alrededor se halla un catálogo arquitectónico desconocido, como los aljibes del Moro, de la Olla, Casa de Padilla, la Molina, la Pita, la Palma, los aljibes del Boyano, Fimapaire, San Antonio y muchos más. También en la Ruta del Agua se incluyen los del Museo de las Tradiciones, Plaza de la Iglesia, Rosa de los Coroneles, Ermita de Puerto Rico y el del Museo del Grano de La Cilla.
En los Aljibes del Veneno y la Redonda destaca la arquitectura tradicional
Incluso cuando el agua escaseaba en estos depósitos los habitantes acudían a las fuentes, como Tababaire, y a los pozos. “Hay más de un centenar en el pueblo. En la Rosa de los Coroneles llegaba desde Vallebrón. Recuerdo de niño que había muchas ranas; iba con mi padre con la burra a guindar agua al aljibe del Boyano o de la Olla. Antes se dedicaba mucho tiempo a recoger agua diariamente y, si había que hacer una obra, se llenaba una barrica y se llevaba rodando. Había un tratamiento exquisito del agua”, destaca Carreño, quien recuerda que el agua corriente llegó a los hogares a partir de 1970.
El nuevo centro de interpretación del agua en los históricos Aljibes del Veneno y Redonda es un ejemplo de la grandiosa arquitectura tradicional y es emblemático porque el coronel los mandó construir para suministrar agua y que cada pueblo tuviera un pozo.
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Centro museístico en el Aljibe del Veneno.
Historia del Veneno
Su nombre proviene de un pasado en el que Fuerteventura estaba sometida a las constantes incursiones de piratas y corsarios en los siglos XVII y XVIII. Hasta Inglaterra llegaba el poder y la riqueza del coronel de Fuerteventura y la Casa de los Coroneles. Era uno de los lugares más ricos de Canarias. Cuenta la tradición oral que, en uno de los intentos de pillaje, unos piratas desembarcaron por el puerto de El Cotillo, que se hallaba sin protección, y se dirigieron al pueblo de La Oliva.
Este hecho llegó a oídos del coronel de la época, Agustín Cabrera Bethencourt (1723-1828), quien, alertado de la situación y a sabiendas de que el primer punto de abastecimiento de agua de camino al pueblo era este depósito, ordenó echar veneno con la esperanza de que bebieran los corsarios. Y así ocurrió, dando muerte a la mayoría, quedando el nombre de Aljibe del Veneno para la posteridad.
Por su parte, el Aljibe de la Redonda es una catedral, tan grande, que podía abastecer de agua a todo el pueblo durante cuatro años. Conserva los muros antiguos, el canal de escorrentía y, en su interior, un depósito central con columnas y escaleras para acceder al recinto subterráneo. Y una cruz con la historia centenaria del ahogamiento de dos hermanos al intentar salvar a su animal caído en el interior. Un recinto mágico que podría albergar diferentes usos si se acondiciona su acceso.
En este sentido, Carreño demanda mantener las escorrentías para recuperar la funcionalidad de los aljibes, dado que se ha construido en zonas inundables y, si vinieran unas lluvias fuertes, sus habitantes podrían sufrir graves consecuencias. “Se necesitan ordenanzas para mantener los caminos de escorrentía limpios y exigir a los propietarios el buen mantenimiento de estos aljibes históricos, que son un tesoro en nuestro municipio”, propone Carreño.
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El centro de interpretación incluye paneles explicativos sobre la historia de este aljibe, la cultura del agua en la Isla, los aberruntos (frases que enlazaban un indicio con una predicción), las cabañuelas (que era predecir o adivinar la temporada de lluvias), o la vivienda doméstica tradicional con sus canalizaciones, cubiertas y patios para aprovechar al máximo la lluvia, así como la destiladera, el sistema de gavias en Fuerteventura, los pozos, norias y aeromotores. También la captación y conducción de agua de las escasas lluvias en los aljibes, el sistema de presas y desaladoras actuales.
Para habilitar los aljibes como centro de interpretación se habían conseguido fondos europeos hace más de una década, pero el espacio permanecía sin finalizar. Otros museos en marcha son el de La Cilla o el Torreón en El Cotillo. Sin embargo, queda una gran labor por delante: dinamizar la Casa Alta en Tindaya y recuperar la ruta de los molinos y molinas que siguen en pie y son símbolos de una economía floreciente en el pasado.
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El concejal de Turismo y Medio Ambiente, David Fajardo, destaca que con el Centro de Interpretación de los Aljibes del Veneno y la Redonda se pone el foco sobre los bienes patrimoniales del municipio, elementos cargados de valor y casi olvidados. “Con este nuevo enfoque, el interés turístico sirve como gancho para fomentar otros aspectos como el desarrollo social y la sostenibilidad”, afirma.
“Se enseña a turistas, residentes y nuevas generaciones la historia e identidad del pueblo majorero y su forma de aprovechamiento del agua en un medio tan árido como Fuerteventura”, explica Fajardo. El cobro de entradas revertirá en futuras iniciativas similares y el centro de interpretación “supone una salida laboral para nuestros graduados en Turismo”. El edil apuesta por la apertura de nuevos centros de interpretación en los próximos meses.
















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1 Majanicho Lun, 22/09/2025 - 13:57
2 Majanicho Lun, 22/09/2025 - 13:57
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