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La historia tras el edificio de Magma, amenazado por la piqueta

La vivienda, con licencia de derribo paralizada por Patrimonio, fue levantada por Agustín Pérez Rodríguez, primer delegado del Gobierno en la Isla e influyente comerciante del siglo XIX

Eloy Vera 2 COMENTARIOS 06/08/2022 - 05:50

Agustín Pérez Rodríguez, oriundo de La Oliva, se trasladó en la segunda mitad del siglo XIX al floreciente Puerto Cabras. En la conocida como calle Secundino Alonso, construyó una vivienda terrera con patio interior. Con los años, Agustín se convirtió en uno de los comerciantes más importantes de la ciudad. Llegó a tener varios cargos políticos, entre ellos el de alcalde y delegado del Gobierno en la Isla y a ser uno de los impulsores de la construcción del muelle. La casa, que fue testigo de sus anhelos políticos y económicos, tuvo como último destino albergar la discoteca Magma. Ahora se encuentra bajo la amenaza de la piqueta. Su destrucción, para llevar a cabo la ampliación de una clínica, acabaría con un trozo más de la historia del viejo Puerto Cabras.

El 1 de junio, la Asociación Patrimonial Efequén alertó del inminente derribo de la vivienda ubicada en los números 13 y 15 de la calle Secundino Alonso. La construcción forma parte del conjunto de casas del casco histórico de la capital, un grupo de viviendas a las que la falta de un catálogo arquitectónico, que el Ayuntamiento ha sido incapaz de sacar adelante en todos estos años, deja sin ningún tipo de protección.

Efequén registró, tanto en el Cabildo como en el Gobierno de Canarias, peticiones para que se adoptaran medidas cautelares. Finalmente, fue la Dirección General de Patrimonio Histórico del Gobierno canario, gestionada por Nona Perera, quien ordenó paralizar el derribo de la antigua discoteca. Las medidas cautelares tienen un plazo de vigencia de seis meses, tiempo durante el cual la vivienda se puede incluir en algún catálogo de protección, tanto municipal como insular, o ser declarada Bien de Interés Cultural, si reúne las condiciones para ello.

Diario de Fuerteventura, con la ayuda de historiadores y el rastreo en publicaciones y recortes de prensa de la época, ha reconstruido la historia de la vivienda, una construcción modesta en su fachada, pero con valores arquitectónicos destacables en su interior. Además, contiene un interesante valor histórico, al ser la vivienda familiar de los Pérez, una de las familias que ostentaban el poder económico en Puerto Cabras durante la segunda mitad del siglo XIX.

La vivienda fue levantada por Agustín Pérez Rodríguez. Hijo de Tomás Pérez Martín y Bernarda Rodríguez González, nació en 1850 en La Oliva. Más tarde, se trasladó a Puerto Cabras atraído, posiblemente, por los beneficios que el puerto de la incipiente ciudad presentaba para aquellos que guardaban en su interior anhelos de prosperar como comerciante. En el Puerto de Cabras de la época debió de conocer a la que sería su esposa, María Jesús Medina Rodríguez, hermana del comerciante y propietario Agustín Medina Rodríguez, con el que llegó a tener operaciones comerciales en distintos momentos.

Tras su llegada, Agustín entró a formar parte de la actividad política de la ciudad. El historiador Agustín Millares Cantero lo sitúa como alcalde durante la Primera República, en 1873, concejal en 1875 y juez municipal en 1891. Su vida política no quedaría ahí. El 17 de febrero de 1913 el periódico La Opinión informaba del nombramiento, dos días antes, de Agustín Pérez Rodríguez como primer delegado del Gobierno de España por la isla de Fuerteventura, tras la creación del partido judicial de Fuerteventura en la capital majorera. Como tal, apunta el historiador majorero Francisco Cerdeña, presidió algunos de los primeros plenos del Cabildo, tras su puesta en funcionamiento en marzo de 1913.

La biografía de Agustín Pérez Rodríguez también lo sitúa como vicecónsul de Liberia, miembro de la Junta Municipal entre 1898 y 1901 y accionista de la Sociedad de Aguas La Esperanza, un empeño de la burguesía local para la explotación de aguas y expansión de regadíos.

Impulsor del muelle

La burguesía de Puerto Cabras encontró a finales del siglo XIX un proyecto común por el que luchar: la construcción de un muelle, una infraestructura que mejoraría las conexiones y, a la vez, permitiría reforzar el tráfico comercial. Un grupo de burgueses llegó a constituir una “sociedad para la subasta del muelle principal de Puerto de Cabras”, una iniciativa con la que se dispuso a financiar los proyectos logrados en Madrid por los hermanos León y Castillo. José Castañeyra, Victoriano González, Juan Martín, Hermenegildo González, Calixto Martín y el propio Agustín Pérez recaudaron 29.712,68 pesetas para la construcción del muelle. Agustín contribuyó a la causa con la donación de 6.962,52 pesetas.

Francisco Cerdeña escribe en su blog Cuaderno de Puerto Cabras: “El primero de los empresarios dedicados al trasiego de mercancías en aguas de Puerto del Rosario fue Agustín Pérez Rodríguez. Don Agustín daba empleo a braceros, patrones y estibadores, apostando decididamente por la construcción del muelle”. Además, continúa explicando el investigador, tenía asignadas funciones consignatarias y matriculados “al menos varios barquitos o lanchones que a principios del siglo XX eran cuatro: el María Jesús, el Joven Rafa, el San Agustín y el Carmen María Dolores. Con ellos comunicaba la playa, el muelle y los buques cuando no podían arrimarse al malecón”.

La vida política debió compartirla con la de comerciante. Agustín llegó a tener una tienda de comestibles y tejidos. En 1897 aparece como el único comerciante matriculado en la tarifa primera, clase quinta, la de tejidos de lana y algodón, una compañía mercantil que gira bajo la razón social de Agustín Pérez e Hijos.

En distintos momentos desempeñó labores de comisionista, consignatario, tratante de granos y exportador de fruto. También debió de comerciar con barrilla y cochinilla. Según informaciones de Francisco Cerdeña, fue quien levantó la conocida como molina de Los Trapos, en la década de 1910, cediéndola en última instancia a los Oramas para su explotación.

Cerdeña explica cómo Agustín, desde su puesto de consignatario, “establecía relaciones comerciales con el consulado alemán en Gran Canaria que le encargaba mercadear con los camellos que había en Fuerteventura para venderlos a las colonias europeas en África”. Para que le resultara rentable la exportación y poder convencer a líneas británicas como la Cunad para que entraran al puerto de Puerto Cabras, “agrupaba entre 100 y 120 camellos, a veces 150, que luego enviaba a zonas como Sudáfrica”.

La capilla de los Pérez, en el antiguo cementerio de Puerto Cabras.

El antiguo cementerio de la capital, construido en 1871, conserva aún en pie la conocida como capilla de los Pérez. Agustín Pérez Rodríguez mandó construir una cripta para el enterramiento de los miembros de su familia, queriendo además que sobre ella estuviese una capilla construida en cantería. En la construcción se aprecia aún una cartela en la que se especifica el año de su construcción: 1919.

El 20 de febrero de 1934, el periódico Hoy publicaba en su sección de necrológicas el fallecimiento de Agustín Pérez Rodríguez a los 84 años. El autor de la necrológica escribía: “El amor al terruño, que domina a todo majorero, le unía tan estrechamente a la tierra de sus antepasados que luchó con ahínco por hacerla prosperar”.

Edificación histórica

La vivienda fue pasando a manos de otros propietarios. El investigador Miguel Perdomo, que se encuentra elaborando la tesis doctoral Patrimonio en la ciudad, conflictos en la globalización. El caso de Puerto del Rosario, ha recogido referencias orales que sitúan, en los años setenta, una carpintería en la vivienda.

Tras la modesta fachada de la antigua discoteca se oculta más de un siglo de historia, vinculada en algunos momentos a los inicios del antiguo Puerto Cabras, pero también interesantes elementos arquitectónicos propios de la arquitectura majorera de otros tiempos.

El historiador Carmelo Torres inició en 2018 una batalla con el intento de evitar que continuaran los derrumbes del casco histórico del antiguo Puerto Cabras. A la desesperada, planteó en marzo de ese año que se declarara Bien de Interés Cultural (BIC), la mayor figura de protección que puede tener un edificio. En un principio, intentó la declaración de 75 viviendas, luego amplió la propuesta a 131, abriéndola a otros elementos de la arquitectura civil como los hornos de cal, el depósito de La Charca, el antiguo cementerio o los puentes de piedra que aún se localizan en barrancos de la Isla. La idea se encontró con piedras en el camino y la propuesta jamás prosperó.

Frente a las voces de algunos empresarios y políticos, entre ellas la de la concejala de Ciudadanos, Peña Armas, que solo ven en las edificaciones del casco antiguo de la ciudad “paredes y viviendas venidas abajo” y se preguntan “qué patrimonio hay que proteger, si la ciudad tiene apenas 200 años”, sin ningún tipo de pudor y respeto a historiadores que llevan décadas investigando y publicando artículos sobre la historia de Puerto Cabras, existen voces críticas que siguen luchando por frenar la piqueta.

Torres se ha sumado a las peticiones de los que exigen de forma urgente un catálogo arquitectónico en el municipio y piden que se frene la demolición de la vivienda de la calle Secundino Alonso. Pero, ¿por qué se debe proteger? Torres afirma con rotundidad que, “en primer lugar, porque hay que hacer cumplir la ley”, y recuerda que la Ley de Patrimonio Cultural de Canarias de 2019 está “en el cajón del olvido” de las administraciones porque, al contrario que otras leyes como la presupuestaria, “no estipula unas sanciones concretas”. “Este edificio debe protegerse porque la ley lo ampara. Tiene más de un siglo de vida, acoge flora protegida como una palmera centenaria y técnicas constructivas que hoy en día están en desuso. Por tanto, es imposible recuperarlas y reproducirlas. Ya no hay nadie que trabaje la piedra, la madera o el barro, tal y como se hacía antes”, destaca Torres.

Junto a Carmelo, recorremos el interior de una vivienda que, según este especialista, tiene más de 130 años de antigüedad. El historiador se detiene en el patio interior y alerta sobre la necesidad de conservar la palmera, al tiempo que destaca la técnica constructiva de los arcos de medio punto que se aprecian sobre las puertas. Señala que, con toda probabilidad, “buena parte de los sillares y dovelas realizadas en arenisca procedían de una antigua cantera de la que se extraía este material, ubicada en Playa Blanca y donde aún se aprecian los restos de extracción”. Tras recorrer el patio, Torres se centra en el suelo de algunas de las dependencias, un suelo “magnífico”, que marca el tránsito del siglo XIX al XX en Canarias y otras zonas de España a través del empleo de unos baldosines procedentes de Valencia, Baleares o Cataluña y que “adornaban con figuras geométricas las viviendas más acomodadas o las de aquellos que intentaban equipararse a la pequeña burguesía majorera del momento”.

“Cualquier edificio con una antigüedad, valores y técnicas constructivas y materiales en desuso debe ser protegido”, sostiene Torres. Además, “tiene que ser protegido por su historia y sus valores excepcionales y por representar un modelo de vida hoy desaparecido”, concluye.

Comentarios

Cuando era una discoteca no dijisteis nada, pero claro ahora es para una clínica privada y con la maravillosa sanidad de fuerteventura no es necesario.
Muy bien. A proteger la discoteca. Que le pongan una placa, "aquí vivió funalito de tal" mientras suena regueton. Hay que salvar aquello que se puede salvar y las ruinas, o las restauras o las tiras, pero tonterías no. Por la zona del cruce de la avenida marítima con León y Castillo hay ruinas y más ruinas a derecha e izquierda, ruinas que los númerosos herederos no hacen nada o no les dejan hacer nada, un día le caerá un muro a alguien encima y son nidos de ratas. Que las expropien y reabiliten si quieren. Si no, que las manden tirar, que son un peligro. Pero así, tal y como están, no.

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