SOCIEDAD

Juambi, 30 años en el oficio de hacer mejores personas

Defensor de la cultura canaria, el independentismo y la solidaridad con el pueblo saharaui, en junio este maestro dijo adiós a las aulas tras tres décadas en el colegio y en el instituto de La Oliva

Foto: Carlos de Saá.
Eloy Vera 5 COMENTARIOS 15/11/2020 - 09:04

Juambi Cabrera jamás pensó que su despedida de la educación, tras 30 años como maestro en La Oliva, sería desde su casa, sentado tras un ordenador y diciendo adiós a un alumnado al que quiso impregnar la cultura canaria, el respeto a Fuerteventura, su gente y a quienes decidieron venir en busca de otros futuros posibles. Su objetivo todos estos años ha sido crear mentes críticas capaces de pensar y de cuestionar. Su mayor preocupación, la de enseñarles a ser buenas personas.

Juambi nació en La Matilla, en 1960. Con tres años él y su familia se convirtieron en inmigrantes. Como otros tantos majoreros, emigraron rumbo a El Aaiún, la capital de la antigua colonia española de El Sáhara, donde muchos veían un oasis económico en medio de un desierto de arenas.

Allí, su padre trabajó de albañil y su madre en las tareas del hogar. “Fui muy feliz. No teníamos una economía boyante, pero lo repetiría mil veces”, asegura este hombre de 60 años con aspecto de treintañero y con la vitalidad de un joven que acaba de salir de la universidad.

Tras la Marcha Verde, la familia Cabrera tuvo que recoger los bártulos y regresar a Fuerteventura. En la maleta, Juambi guardó las reclamaciones y necesidades del pueblo saharaui. Tal vez, hizo algún pacto con ellos de no olvidarlos. Desde entonces, el Sáhara es uno de los temas que vertebran su vida.

Con 16 años, Juambi se fue a estudiar magisterio a Gran Canaria. La profesión la descubrió durante las vacaciones de Semana Santa y Navidad, cuando su hermana, también maestra, le dejaba al frente de un grupo de alumnos a los que impartía clases de apoyo en una “pequeña escuelita” que había creado en su propia casa.

Durante su estancia en Gran Canaria, empezó a contactar con los grupos de apoyo al pueblo saharaui y con el comité de solidaridad. Al principio, comenzó a colaborar en campañas de recogida de alimentos. En 1990, llegó su primer viaje a los campamentos de Tinduf. “Inconscientemente”, asegura, fue adquiriendo más responsabilidades y metiéndose en asuntos del Sáhara a nivel político.

En el año 2002 creó SaharaFuerte, la asociación delegada en Fuerteventura de ACAPS (Asociaciones Canarias de Amigos del Pueblo Saharaui) que promueve, entre otras iniciativas, el programa Vacaciones en Paz que trae cada verano a niños de los campamentos a las Islas.

Compromiso

El compromiso con el pueblo saharaui le ha llevado a dar un paso más al frente. Juambi cuenta que entre los cometidos de la asociación está promover acciones políticas en los territorios ocupados. “Vamos como turistas y, si nos dejan entrar, conectamos con las asociaciones clandestinas de resistencia. Hacemos informes y los enviamos a Human Rights para que se difundan”, explica. Gracias a las redes sociales también se han convertido en denunciantes de las agresiones que sufren los saharauis en los territorios ocupados por Marruecos.

Juambi llegó a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria en 1976. España vivía un momento convulso con un dictador acabado de enterrar en el Valle de los Caídos, manifestaciones en las calles que pedían cambios y anhelaban libertad y el deseo de un país por volver a las urnas y celebrar unas elecciones. También, con el movimiento independentista en su máximo apogeo. “Fue una vida muy interesante para quienes nos gusta el activismo”, asegura el maestro de La Oliva.

En Gran Canaria se fue interesando por los movimientos independentistas y empezó a escuchar los ideales de Unión del Pueblo Canario (UPC). “Nunca he ocultado que soy de ideas independentistas. Me interesa todo ese movimiento de independencia y de búsqueda de la identidad. Todo eso me enganchó y empecé a estudiar historia sin tino”, confiesa.

En aquellos momentos, había un vacío enorme respecto a la cultura canaria. La gente caminaba por los pasillos de la universidad sin saber quiénes eran Bencomo o Tinguaro o pensando que Tomás Morales no era más que el nombre de una calle. “Los de la generación del sesenta tuvimos que buscar esa información por nuestra cuenta. En las escuelas nadie nos la dio”, confiesa.

En 2002, Juambi fundó Sáhara Fuerte, para ayudar al pueblo saharaui

Tras terminar la carrera, empezó a dar clases en el colegio Sagrado Corazón. Luego aprobó unas oposiciones y estuvo en el CEIP Millares Carló durante cinco cursos, hasta que Rafael Báez le animó a irse a La Oliva. Educación quería cambiar el equipo directivo del centro y había confiado en Báez como director. Este vio en el chico de La Matilla a un buen compañero de viaje y a un docente comprometido con algo más que la transmisión de materias. Primero, impartió clases en el colegio y, más tarde, en el instituto.

Desde que llegó a las aulas, uno de sus principales objetivos ha sido introducir la cultura canaria en la escuela. Lamenta que, en los colegios, “sobre todo en secundaria, haya un déficit de atención a la cultura canaria que resulta sorprendente”.

Explica que “en los centros donde se estudia la cultura canaria es porque el profesorado tiene inquietudes. La LOMCE permite que hasta el 55 por ciento de los currículos pueda ser de cuestiones canarias. No hay unos currículos obligatorios y consensuados. Eso ha hecho que, si hoy hacemos una encuesta sobre cultura canaria entre el alumnado que va a la universidad, de diez solo uno puede decir lo más mínimo de la cultura canaria anterior a la conquista”.

Juambi ha impartido clases de lengua e inglés en el instituto de La Oliva. Para él “no valen las disculpas por el área que se esté impartiendo. Se puede dar tecnología, educación física o matemáticas y meter contenidos canarios”. En los últimos años, ha dado clase de inglés.

Comenta que, a pesar de impartir una lengua extranjera, el 80 por ciento de los contenidos son canarios. “Trabajo con textos donde se habla de la relación canaria con el mundo anglosajón o les pongo a traducir textos de la viajera Olivia M. Stone. No hay disculpas para no darlos”, indica.

Pasión por la educación

“La educación me apasiona. Creo que es una cosa mucho más amplia que dar clases. Tanto Rafael, que fue director durante 20 años, como Iballa Martínez, con la que trabajé cinco años, hemos tenido claro que la educación no puede ir detrás de los avances de la sociedad. Debe ser al revés. La educación debe ser el motor del avance social”, asegura.

Cuando Rafael y Juambi llegaron a La Oliva traían bajo el brazo un proyecto educativo “superambicioso”. Consiguieron dar forma a muchos de aquellos sueños: el nuevo instituto, conseguir que la comunidad educativa se sintiera parte del centro o montar un comedor, hoy día el único de la Isla con cocina propia y no con catering. Juambi tiene que ser de esos profesores que sus alumnos definen como “guay”. Un tipo amable y cercano capaz de ganarse la confianza de los jóvenes.

Comenta que, en los últimos años, la mayoría del alumnado lo forman los hijos de los que ya fueron alumnos suyos. “Eso significa que la comunidad educativa me conoce de sobra y yo a ella, también. No hay engaños entre unos y otros. Ellos conocen mi forma de trabajar y mi preocupación porque la comunidad educativa avance, dé pasos hacia delante. Y eso es complicado porque construir es difícil y destruir es muy fácil y rápido”. Lamenta los derroteros por los que lleva años caminando la educación en este país. No oculta que “la burocracia está haciendo que vayamos hacia atrás.

Los centros, sobre todo los de secundaria, se han convertido en meras máquinas de transmisión de conocimientos que hoy en día no tienen sentido. Ahora, los chicos tocan un botón y acceden a la información antes de que tú se la des. Eso ha hecho que se haya perdido el afán por el conocimiento entre el alumnado”.

El maestro de La Oliva echa la vista atrás y pone fecha al origen al problema: “La Comunidad Europea empezó en 2003 al ver la escuela como un mero instructor de futuros empleados en el sistema. Puso en práctica la idea de que la escuela tenía que adaptarse al mundo laboral para que, una vez los alumnos terminaran la carrera universitaria, tuvieran trabajo. Eso ha sido un golpe brutal”, asegura.

“Hasta impartiendo tecnología pueden darse contenidos canarios”

Juambi es de esos profesores a los que, 20 años después, su alumnado lo sigue reconociendo y saludando. “Cuando vas por la calle, toda la gente te saluda y tienes una buena relación, sabes, en tu interior que lo que has trabajado durante años ha llegado a buen puerto. Lo que he pretendido es que mis alumnos se hicieran mejores personas”, confiesa.

El docente también debe de ser de esos profesores que inculcan al alumnado la necesidad de tener un libro en la mesilla de noche. “Al principio de curso. solía preguntar cuántos estaban leyendo. Normalmente, era uno el que levantaba la mano. Al final de los dos cursos que les impartía, hacía la misma pregunta. Y entonces alzaban la mano más de 20. Si tres, además, eran lectores de poesía, ya me daba cuenta de que había hecho con ellos todo lo que se tenía que hacer”.

Juambi lamenta la situación generada por la pandemia del coronavirus: “Ha supuesto despojar a la educación de todo lo que no sea enseñar contenidos porque, al final, se les despoja a los estudiantes de la emocionalidad, la cercanía y de las herramientas que les convierten en mejores personas”.

“Después de todo esto, “no hemos aprendido nada ni los dirigentes ni los equipos directivos, que no han sido valientes para decir ‘yo empiezo las clases con las medidas de seguridad, pero tienen que ser clases en las que tiene que haber solidaridad, cooperativismo y discusión mediática’”, asegura, descontento. Juambi se ha jubilado, pero no está dispuesto a sentarse en un parque a recordar tiempos pasados. Tampoco parece ser un hombre de partida de dominó.

Ahora quiere empezar el grado de Estudios Africanos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria “porque aún hay mucho que aprender de África”. También dedicarse “con más empeño” a sus dos grandes entretenimientos la cultura tradicional y la solidaridad con el pueblo saharaui. Además, tiene anotado dedicar más tiempo a su familia. El compromiso político lo seguirá manteniendo. Desde hace algún tiempo trabaja para montar el partido Sí se puede en Fuerteventura. Ahora que se jubila, parece que más que sobrarle tiempo le va a faltar.

EL FOLCLORISTA DE LA RONDALLA DE TETIR

Una de las grandes aficiones de Juambi Cabrera ha sido el folclore. Desde hace 38 años, forma parte de la Agrupación Folclórica de Tetir. Asegura que ha permanecido tanto tiempo en ella porque “no se limita al baile y al canto. Es mucho más”. “En nuestro estatuto y en nuestra mente está ser difusores y conservadores de la cultura tradicional de Fuerteventura”, subraya. Celebra que las instituciones adscriban al fin el folclore al área de Cultura y no de Festejos, aunque aún cree que hay mucho camino por delante. A su juicio, “falta separarlo totalmente de Festejos y que los grupos no tengan que estar mendigando una actuación en las fiestas de los pueblos. Las instituciones todavía no entienden la necesidad de fomentar encuentros, seminarios, jornadas, sin que tenga que haber una fiesta por medio”, sentencia.

Comentarios

Independista,puffff,eso es lo que le ha explicado usted a sus alumnos,cobrando su sueldo del estado español,si usted quiere independencia se había comprado un terreno esperaba que lloviera y plantaba y de hay comía,eso es independencia.lo del pueblo saharawi me parece muy bien
Del Gobierno Canario, señor anónimo...desde hace años no cobran del gobierno central.(todos los profesores)..muchos añoss,,,Y ahora a por una noticia de inmigrantes que para eso te pagan..si pongo otra frase no me lo publican...!!Pais!!
Lo de maestro escuela y folclorista es secundario su mayor maestría de este muchacho la desarrollo en el futbol con su técnica del caño que trajo y desarrollo ampliamente en los campos de tierra de la isla de Fuerteventura, en un partido Gran Tarajal - La Matilla utilizo este regate 63 veces con éxito hasta la 64 le tuve que dar un pequeña patada.
Terencio,¿dice usted que los profesores no cobran del Estado?.Si así lo cree,debería hacerse mirar ese problema.O afloje el whisky antes de escribir ciertas cosas
Bravo por este hombre. Esa debe ser la verdadera misión de un profesor, crear mentes críticas, aunque luego te lleven la contraria. Sin formación no hay libertad de pensamiento, y sin diversidad tampoco. Por cierto el libro que tiene entre manos, "Panza de burro", es muy bueno, shit, léanlo!