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Felipe Marrero, embajador de las tradiciones majoreras

Es Hijo predilecto de Tuineje y fue el artífice de la puesta en escena de las Fiestas Juradas

Junto a un maniquí ataviado con la indumentaria tradicional, incluyendo el mandil de calado. Fotos: Rafael Fuentes
Lourdes Bermejo 0 COMENTARIOS 20/10/2019 - 09:17

A sus 80 años, Felipe Marrero Francés sigue tan activo como siempre, tejiendo prendas tradicionales majoreras en el telar instalado en Casa Santa María, de Betancuria, para deleite de los muchos visitantes diarios con los que cuenta este centro.

Su trabajo de tejedor, labor que aprendió en 1976 y que no ha abandonado nunca, se ha convertido con los años casi en un testimonio histórico y causa sensación, no solo entre los turistas, sino en la población de la Isla.

De hecho, sigue vendiendo sus piezas de lana, capas, faldas, “y sobre todo mochilas de pastor, que estos días vienen muy bien para las romerías”, indica el también apodado sabio de las tradiciones, que ha convertido su casa en un auténtico museo de la vestimenta tradicional.

Su trabajo de recuperación de los atuendos típicos reporta muchas alegrías a este divulgador, que ha logrado que las réplicas contemporáneas del traje típico de Fuerteventura sean de las más documentadas y fieles de las islas.

Sin embargo, y aunque él se define como artesano tejedor, Felipe Marrero es maestro en muchas otras facetas relacionadas con la tradición, desde los bailes canarios a las fiestas y efemérides, siempre bajo el prisma del rigor histórico.

Parte de su trabajo en Casa Santa María consiste en atender a los visitantes a este complejo ubicado en una edificación del siglo XVII, en el casco antiguo de Betancuria, que recrea varios aspectos de la cultura isleña.

“He perdido la cuenta de las fotos que me han hecho, incluso de las publicaciones y programas que se han grabado aquí”, asegura Felipe, que comparte el espacio dedicado a la artesanía en el jardín de la casa con la bordadora de calado Juana María Peña.

La superproducción ‘Exodus’ requirió su asesoramiento en el manejo de un telar del siglo XIII antes de Cristo. “Es que, si no, no habría salido tan bien la película”, bromea Felipe

Entre sus vivencias, Felipe destaca su asesoramiento a la superproducción Exodus (Ridley Scott, 2014) que se rodó en Fuerteventura. “Necesitaban que uno de los personajes apareciera tejiendo y me pidieron que enseñara a la actriz, lo que pasa es que se trataba de un telar de la antigüedad (la película está ambientada en el Egipto del siglo XIII antes de Cristo), que funciona de manera muy distinta al que yo uso”, explica Felipe.

Como no podía ser de otra forma, este investigador nato recordó una publicación en la que había visto la imagen de uno de estos telares de la Antigüedad y pudo atender a los requerimientos de Hollywood. “Es que, si no, no habría salido tan bien la película”, bromea Felipe.

‘Morriña’ majorera

Aunque nació en Tuineje, de donde es Hijo Predilecto desde 2013, residió durante casi toda su vida laboral en las islas de Gran Canaria y Tenerife, llevó siempre a gala el gentilicio de majorero y, de hecho, se convirtió en una referencia para los isleños, sobre todo en los duros años de su juventud, cuando los habitantes de Fuerteventura se veían obligados a abandonar su tierra para ganarse la vida.

La Isla “quedó despoblada”, recuerda Felipe, que asegura que siempre volvía a Fuerteventura, al principio desde Tenerife, donde se empleó como cobrador para una compañía eléctrica y, después, desde Gran Canaria, donde vivió por más de dos décadas y fundó el club Maxorata, que fue un populoso punto de encuentro para sus paisanos.

Fue en una de aquellas visitas a su pueblo natal, en el año 73, cuando decidió implicarse activamente con las fiestas de San Miguel, en las que aún no se portaba vestimenta típica. Felipe decidió poner remedio y al año siguiente ya confeccionó algunas prendas para la romería e, incluso, introdujo los trajes de morisco en la representación de la batalla de Tamasite.

Felipe se aseguró de que estuvieran representadas las islas de Lanzarote, Gran Canaria y Tenerife, con sus correspondientes vestimentas típicas. También recuperó la mantilla, que lucieron numerosas mujeres del pueblo e, incluso, encargó a las hermanas carmelitas de Teror bordar un manto, que se impuso al santo como ofrenda de los majoreros emigrados.

Por primera vez, también se bailó en la ofrenda y se representó a los moriscos de la Batalla de Tamasite, en aquella edición de las fiestas juradas. De ello se encargaron unos jóvenes de Tenerife que había invitado Felipe a las fiestas y que eran descendientes de majoreros.

Marrero los vistió con chilabas. Esta puesta en escena, que fue el germen de la actual representación de las Fiestas Juradas de Tuineje, tuvo un antecedente en 1968, cuando el inefable Felipe se presentó en la misa ya empezada, junto a otros chicos, cubiertos con mantas al estilo morisco y las caras pintadas de negro.

“Con total respeto, nos colocamos en el altar, mientras el párroco daba el responso. Fue nuestro homenaje a los esclavos de aquella batalla de 1740”, explica. “Siempre recordaré a Sor Lucena”, asegura Felipe, en alusión a una de las monjas que colaboraron, en aquellos años, en revitalizar la fiesta de Tuineje y una de las fundadoras de la agrupación Tamasite.

Sin embargo, el prócer majorero reconoce, por otro lado, haber “topado” con la Iglesia, como don Quijote, cuando uno de los sacerdotes se quiso hacer el remolón para no sacar el santo a la calle. “De manera que lo hicimos nosotros”, cuenta Felipe, que, por supuesto, se salió con la suya, “aunque tenía todo el apoyo de la gente del pueblo”, puntualiza.

La sucesión de anécdotas en la vida de Marrero es interminable, casi tanto como su labor de divulgación de la cultura canaria y majorera en particular. Felipe ha sido profesor de bailes de varias generaciones y en varias islas: “isa majorera, folía, berlina, mazurca, o el siotis, que no tiene nada que ver con el chotis madrileño”, aclara.

“Hay que tener en cuenta que en el siotis se baila separado. Estos bailes canarios no permiten mucho contacto”, bromea Felipe, recordando las estrictas normas de otros tiempos.

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