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El resurgir de Jennifer: de acudir a Cáritas a regentar su propio negocio

Tras quedarse sin empleo durante la pandemia, se dedicó a formarse con los programas de empleo de la ONG hasta lograr ponerse al frente del bar del Club Deportivo Herbania

Eloy Vera 7 COMENTARIOS 13/12/2023 - 06:55

Antes de la llegada del virus del Covid, la vida de Jennifer Puente se resumía en trabajar todas las horas que diera el día para sacar adelante el bar que regentaba junto a su padre. Cuando la pandemia tocó en la puerta de su negocio, se vio obligada a cerrarlo. De un día para otro, se quedó sin sueldo; sin la posibilidad de acceder a ayudas y encerrada en casa a la espera de que los datos epidemiológicos dieran un respiro y pudiera abrir su local, pero no pudo ser. Después de años en la penumbra, como si del ave fénix se tratara, ha vuelto a resurgir.

El calendario marca viernes. En las mesas del bar La Taskita, en el Club Deportivo Herbania, la gente hace planes para el fin de semana. En un lado del local, unos trabajadores del club cortan telas y juntan tablas. Parece que quieren recrear unas montañas. Una de ella cuenta que están preparando el portal de Belén, aunque aún es noviembre. Mientras tanto, Jennifer habla con los reponedores, avisa a sus trabajadoras para que cobren al cliente que espera en la barra y da vueltas a los ingredientes del plato del día. Al final, consigue sentarse unos minutos y contar su historia.

Jennifer es de Rentería. Su historia en Fuerteventura comenzó el día que decidió hacer las maletas y venir a ayudar a su padre en el negocio del bar de copas. De aquello hace once años. Sus primeros años en la Isla se resumían en trabajar de sol a sol, pero estaba acostumbrada. Desde que tenía 16 años estaba torciéndose la espalda. Su primer trabajo fue como auxiliar de geriatría en una residencia de mayores, cuenta esta mujer de 42 años.

En marzo de 2020 el mundo cerró sus puertas por miedo al virus. Jennifer también se vio obligada a echar el fechillo de su negocio. “De un día para otro vi cómo todo se derrumbaba. No veía salida. Me vi sin curro y sin ningún tipo de ayuda. Era autónoma, pero ni siquiera tenía derecho a paro”, lamenta. “Es verdad que tengo familia y una pareja, pero ¿por qué me tenían que mantener? Me parecía injusto no tener ninguna remuneración”, dice.

Un día decidió acudir a Cruz Roja a pedir ayuda. “Lo hice como una especie de protesta porque veía que los autónomos no tenían derecho a nada”, cuenta. No pedía comida. Solo quería que le ofrecieran recursos para formarse. “Era una protesta para indicar que yo necesitaba trabajar”, asegura.

“Abrir La Taskita me ha permitido volver a la vida”, confiesa esta mujer de 42 años

Tras cerrar su negocio, decidió que no quería volver más a la hostelería. Buscó otras opciones laborales, pero se dio cuenta de que le faltaba formación. “No tengo ni siquiera el graduado escolar”, confiesa. “Por eso, fui a las ONGs. Quería que me ayudaran a formarme. En Cruz Roja hizo cursos de informática y reinserción laboral. Luego, la derivaron a Cáritas y continuó haciendo cursos. Esta vez de manipulador de alimentos e, incluso, de camarera, dice riéndose mientras recuerda que lleva media vida poniendo cafés y copas.

En Cáritas se topó con Lidia, la orientadora laboral del área de empleo de Cáritas Diocesana de Canarias en la isla de Fuerteventura. “Ha sido mi ángel”, dice emocionada. “Fue un apoyo fundamental. Siempre me decía: no te derrumbes; tú puedes; vas a salir adelante”, cuenta. “Ha pasado algún tiempo de aquello, pero la sigo teniendo muy cercana. Me sigue escribiendo mensajes de ánimo”, confiesa.

Con el empuje de Cáritas, un día se presentó en el Ayuntamiento de Puerto del Rosario para pedir trabajo. Consiguió engancharse a un proyecto de empleo y trabajar un año. Luego, le llegó la oportunidad de trabajar como camarera en la cafetería del Club Deportivo Herbania. Aunque se había prometido a sí misma que no volvería a ponerse detrás de una barra, pensó que el club sería distinto. Y no se equivocó.

Ambiente sano

A los dos meses de empezar a trabajar, los jefes del Herbania le ofrecieron quedarse con el negocio. Al principio, les dijo que no. Al final, se vino arriba y aceptó la propuesta. “No quería trabajar en la hostelería y volver a poner copas, pero este ambiente es más sano y familiar y está enfocado en los deportistas. Luego, me dije: me voy a arriesgar. Ahora, tengo una satisfacción personal muy grande. Mi vida ha cambiado totalmente. La pandemia nos sacó a todos de la vida. Poder abrir el negocio, me ha permitido volver a ella”, expresa.

Los primeros meses al frente del negocio fueron duros. Trabajaba sin ayuda de seis de la mañana a diez de la noche. “Salía cansada, pero la satisfacción era muy grande”, explica.

Detiene la conversación para avisar a Lola que un cliente espera en la barra para que le cobren. Lola y Adelis son la cocinera y la camarera que ha podido contratar en los últimos tiempos. Ahora, se siente más liberada.

En la ONG no pedía bolsas de comida, sino recursos para poder formarse

Hace unos meses, cumplió el sueño de poner sobre la barra un cartel con el nombre del local: La Taskita de Herbania. Quería que fuera con k como guiño a su tierra: el País Vasco. Ha empezado a cambiar el menú y lo está enfocando hacia una dieta más saludable y rica en proteínas, destinada a los deportistas. Ha empezado a poner en la carta los batidos proteínicos. “Creo que ese es el enfoque que se tiene que dar al club deportivo”, dice. Espera, en breve, poder ofertar menús. Ya tiene un plato del día.

Jennifer empieza a alcanzar las metas que se le venían a la cabeza cuando acudía a Cáritas. No quiere olvidarse de quienes le cogieron la mano en los momentos más duros. Ha ofertado su negocio para acoger a personal en prácticas de los programas de formación de la ONG y se ha atrevido a dar alguna charla a los usuarios del servicio. “Pensaba que no pintaba nada y que no soy ejemplo de nada, pero me pareció bonita la experiencia”, cuenta.

“Muchas veces a las personas que vienen tras pasar por ONG como Cáritas no se les da la oportunidad porque no tienen experiencia, estudios o son perfiles vulnerables, pero hay que tenderles la mano”, dice. Y añade: “Todos hemos pasado por situaciones complicadas. Hay que estudiar y prepararse. Yo me arrepiento mucho de no haber estudiado. Cada uno se tiene que implicar con lo que uno quiere”.

Este ambiente es más sano y familiar y está enfocado en los deportistas

Jennifer sigue formándose. Cuando el bar le da un respiro, regresa a los libros. Ahora se ha empeñado en sacar el graduado escolar por Radio Ecca. “Para mí formarme es importante porque no quiero verme, de nuevo, en la misma situación. Puede pasar cualquier cosa y quiero tener, al menos, los estudios mínimos para poder hacer un curso medio”, comenta. También, dice entre risas, que se ha hecho deportista. Su intención es subir a la planta de arriba y empezar en el gimnasio del Herbania.

Antes de regresar a la barra deja un mensaje: “A las personas que van a pedir la bolsa de comida a Cáritas les diría que no es una vergüenza, pero no se pueden quedar en eso. Se agradece, pero no te soluciona la situación. Deben coger la formación que se les ofrece. De todo se sale, pero formándose”.

Antes de irse una última pregunta: ¿Te jubilarás en la hostelería? “No me gustaría, pero si es en el Club Deportivo Herbania ¿por qué no?”.

Comentarios

Brava esta mujer y muy bien su red de apoyo
MAGNÍFICA, EJEMPLAR PERSONALIDAD, digna de ser conocida e imitada: dignidad, no querer depender de que alguien la mantenga, estando en condiciones de poder trabajar; tener iniciativas, reciclarse, prepararse para poder aspirar a conseguir un puesto de trabajo, el mejor posible. Nada de echarse a la bartola, mano sobre mano, perdiendo el tiempo y a vibir de paguitas y limosnas.ayuditas de diversas ONGs, instituciones etc.
Olé, ojalá que ese espíritu de superación y ese amor propio estuviesen más extendidos.
Personas como Jennifer, con amor propio e iniciativa, que pudiendo buscarse la vida por sí misma, lo hace, NO INTERESAN a los gobernantes: ellos prefiere, porque le conviene a sus intereses políticos y personales, personas pasivas, conformistas, que aspiran y se contentan con ayuditas, socorros, enchufes... que mendigan y reciben de ayuntamientos, cabildos y otras instituciones y organismos. SON VOTOS CAUTIVOS de quienes les dan esos regalos.
Olé también al comentario 4, lo ha resumido usted a la perfección.
Me alegro muchísimo por esta Sra. que es un auténtico ejemplo. Personas como estas son las que mantienen el país. A ver si algún chupatintas de cualquier administración pública sería capaz de hacer algo así, parásitos gandules.
Soy del comentario 2: perdonen que escribiera " vibir" en lugar de vivir...

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