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El último recurso para sobrevivir en Fuerteventura

Las Hijas de la Caridad mantienen activo el comedor social en Corralejo y quieren habilitar una vivienda para dar alojamiento a los usuarios en riesgo de exclusión

Itziar Fernández 5 COMENTARIOS 18/08/2021 - 07:57

Uno de los pocos comedores sociales que queda en Fuerteventura se encuentra en la casa de las Hijas de la Caridad de la Obra Social La Milagrosa, en Corralejo (La Oliva). Realizan una labor admirable de alimentación y asesoramiento a personas “en riesgo de exclusión social” y les acompañan en su lucha para salir de la pobreza. “Somos el último recurso para ellos”, dice la actual directora, sor Carmen Navarro.

“Acuden a nosotras cuando ya han agotado todas las ayudas, se sienten al límite y no encuentran una salida a sus problemas, pero necesitan lo más básico, como es la comida diaria y el aseo personal”, explica la responsable del centro, que acaba de llegar a este nuevo destino en Fuerteventura tras años de residencia y docencia en el colegio religioso Nuestra Señora del Carmen de Las Palmas de Gran Canaria. “Queremos que sientan que esta es su casa, que pueden descansar y hablar de sus problemas, para buscar soluciones de forma individualizada”, indica la religiosa.

En la Obra Social La Milagrosa residen tres monjas y se da empleo a una limpiadora, que realiza una labor “esencial” en estos tiempos de pandemia, junto a una trabajadora social y una cocinera, Julie Aziaka, natural de Togo y afincada junto a su familia primero en Italia y luego en España.

Julie reside desde hace seis años en Corralejo y se ha convertido en la más veterana del centro. Toda una chef que hace las delicias en los fogones de la casa. “Me gusta mucho mi trabajo como cocinera y me entusiasma la labor social que hacemos aquí, al poder alimentar a las personas que lo necesitan de verdad, eso es muy satisfactorio”, asegura la cocinera.

La hermana Carmen reconoce que lo más angustioso para ellas ha sido cerrar de forma temporal el acceso al comedor. “Nos hemos visto obligadas a suspender el acceso a la casa a los usuarios durante la fase tres de alerta sanitaria, porque ante un brote tendríamos que cerrar por completo y eso sería mucho peor para las personas que dependen totalmente de nuestra comida”, argumenta.

A grandes males, grandes remedios: ahora entregan la comida en la puerta del centro, a la espera de que se retome la normalidad. Cada día entregan una media de 15 almuerzos a quien acude hasta la Casa de las Hijas de la Caridad. Por el aumento del nivel de alerta por Covid en la Isla también se ha tenido que suspender el servicio de aseo y ducha.

“A veces acuden personas de forma puntual, porque la pandemia ha dejado en la pobreza a muchas familias de la localidad, e intentamos que no se vayan sin haber cubierto sus necesidades básicas”, resalta la directora de un centro en el que todos los usuarios pasan un estudio detallado para conocer su situación y hacer un seguimiento a su evolución.

“Nuestro servicio es más que un almuerzo, se respira un ambiente de solidaridad, les pedimos que respeten las normas, que disfruten de la comida como si fuera su hogar, y compartan problemas y alegrías con las personas que acuden a comer”, resume Carmen. “Transmitimos optimismo y energía, para que entiendan que de una situación económica tan crítica se puede salir si reciben las herramientas de apoyo y ponen de su parte”, resalta.

“Lo más bonito es que nos toquen en la puerta y vengan a contarnos que han encontrado un empleo o que algo les ha salido bien. Compartimos su alegría y les animamos a que sigan por ese camino, porque muchas veces acaban en esa situación por mala suerte o por una decisión equivocada”, comenta Carmen.

La Obra Social La Milagrosa es un centro de día de baja exigencia que ofrece desayuno, almuerzo caliente y alimentos para la cena, junto a un servicio de ducha y ropa limpia con capacidad para 25 personas diarias. El año pasado atendieron a más de 150 personas en total.

Comida y apoyo

“A las ocho de la mañana repartimos el desayuno, con leche, café, pan, bollos y fruta. Y a mediodía se abre el comedor, para dar una comida contundente y caliente para que estas personas puedan superar con fuerza el momento tan duro en el que se encuentran”, detalla la religiosa sobre unos usuarios que suelen pasar “muchas horas en la calle”.

En el centro también ayudan con otras necesidades: “Tenemos un ropero para colocar su ropa, nos entregan la sucia, la lavamos y les entregamos la limpia, que lleva su nombre, e intentamos facilitarles todos los productos de aseo e higiene personal y, en definitiva, todo lo que necesitan para normalizar su situación y que encuentren aquí su hogar”, resalta la directora. También insiste en que todas las personas son muy agradecidas y les abren “su corazón”.

La trabajadora social del centro también acaba de incorporarse al puesto. Ana Quevedo se encarga de la primera entrevista con los usuarios, para conocer su situación, y colabora con Servicios Sociales del Ayuntamiento de La Oliva, del Cabildo de Fuerteventura, el Servicio Canario de Empleo y el Servicio Canario de Salud, para orientar y atender a quienes acuden en busca de que les echen una mano.

“A veces, no saben cómo solicitar una ayuda, de qué forma inscribirse en el Servicio Canario de Empleo o cómo recibir cobertura sanitaria”, señala Ana. Por eso, añade, “es muy importante ofrecer todos esos trámites, para que puedan salir adelante cada día”. Algunos de los usuarios piden que se guarde su anonimato. Sentimientos como la “angustia” o la “vergüenza” son habituales.

El centro cuenta también con un equipo de voluntarios para ayudar en todo lo necesario y dispone de unas amplias instalaciones para mantener organizados todos los servicios. Así, cuenta con “una habitación para las cámaras frigoríficas, una cocina industrial, un salón comedor, el ropero, los baños y una oficina”, enumera la directora del centro.

Personas sin hogar

Uno de los proyectos de futuro de la Obra Social La Milagrosa es habilitar un alojamiento para que puedan pernoctar los usuarios que acuden al comedor y no tienen un techo. “Nos gustaría proporcionar un alojamiento a estas personas y estamos trabajando para conseguir una casa y que puedan dormir en una vivienda segura y confortable, ya que pasan noches muy duras, bien como okupas, literalmente en la calle o en algún local de familiares o amigos, que les prestan de forma puntual”, subraya la responsable de la Obra Social.

“Cuando se retome la normalidad vamos a proponer el proyecto de un alojamiento social en Corralejo para cubrir todas las necesidades de estas personas de forma integral, porque necesitan salir de la calle”, proponen las religiosas. “Sabemos que en Corralejo el alquiler es muy caro y, por eso, necesitamos el apoyo de las instituciones públicas, sellar convenios y recabar la solidaridad de las empresas”, resalta la religiosa Carmen Navarro.

El perfil de quien acude a la casa de las Hijas de la Caridad es el de personas adultas, pero cada vez más jóvenes solicitan ayuda porque atraviesan una situación de vulnerabilidad social y económica por diferentes motivos, tras quedarse sin empleo, casa, recursos económicos o familia. “Con la ayuda necesaria, la mayoría de estas personas puede salir adelante y creemos que la vivienda es imprescindible para sentirse seguros y acompañados”, indica la trabajadora social.

La Obra Social La Milagrosa recibió este mes de julio una partida nominada de 15.000 euros del Ayuntamiento de La Oliva. El concejal de Servicios Sociales del municipio, Fali Benítez, afirma que las Hijas de la Caridad de Corralejo realizan una labor histórica en la integración de las personas “vulnerables”. “Estamos en contacto para todo la que necesiten”, recuerda. Las religiosas también reciben una partida de 75.000 euros del departamento de Servicios Sociales del Cabildo majorero.

Casi medio siglo

Cuando la comunidad religiosa llegó en 1975, Corralejo era un pueblo costero dedicado principalmente a la pesca. Justamente esos años fueron los inicios del turismo. El sector servicios es ahora el principal motor económico, que ha sufrido con la crisis del coronavirus. El crecimiento económico de la localidad ha ido en paralelo a la expansión poblacional del municipio: de los 32.500 habitantes de La Oliva, unos 22.000 residen en Corralejo, donde conviven 91 nacionalidades. La congregación considera que esta realidad poliédrica es una riqueza, en muchos aspectos, pero también es un reto, especialmente en este momento de crisis económica.

Las religiosas llegaron al norte de Fuerteventura cuando la zona carecía, entre otros muchos servicios, de asistencia sanitaria. Su labor, entonces, se orientó en este campo, y en la educación y promoción cultural de los niños y jóvenes, tanto en Corralejo como en las localidades cercanas.

Así, crearon la primera residencia infantil, que acogió a menores en riesgo y sin familia. Más adelante, viendo el problema de la soledad en que vivían las personas mayores, decidieron darle respuesta, creando una pequeña residencia para mayores. Años más tarde, estos pasarían a otra residencia gestionada por el Cabildo de Fuerteventura.

Entre los años 2006 y 2009, el proyecto de la Obra Social se centraba en dos polos de actividad: una pastoral de inmigración, como consecuencia de las pateras, dando apoyo a personas migrantes, y otra, dedicada a los ancianos residentes, en los nueve pueblos del norte de la Isla. En estos momentos, todo se ha suspendido por las dificultades derivadas de la Covid, pero se espera retomar pronto la actividad.

Las hermanas visitaban, hasta que irrumpió la pandemia de coronavirus, a unos 87 mayores, un servicio que desempeñaban junto a seis voluntarios. Las visitas se organizaban bajo dos premisas: ayudar con recursos materiales para combatir la pobreza, con el fin de favorecer la calidad de vida de los mayores, y, a su vez, aliviar de trabajo a las familias.

Su atención humana trata de llegar al corazón por medio de la acogida incondicional, la escucha, la comprensión y la oración. También organizaban visitas al Hospital Virgen de la Peña, en Puerto del Rosario.

La comunidad religiosa lleva a cabo otras tareas puntuales, en la parroquia y en la Asociación la Medalla Milagrosa. Hasta la pandemia, dos religiosas participaban en la pastoral penitenciaria de Tahíche, en Lanzarote, una vez a la semana. Y una vez al mes, toda la comunidad de Corralejo se desplazaba a la isla de La Graciosa para visitar y escuchar a los mayores de la denominada Octava Isla.

“Queremos retomar toda la actividad que teníamos, porque quiero conocer a las personas mayores del municipio, presentarme y poder acompañarlas y visitarlas en sus hogares”, concluye la monja Carmen Navarro.

Comentarios

¿Qué sería de toda esta gente necesitada si se prescindiera de la colaboración de esta institución católica y otras instituciones que han estado siempre volcándose con esta pobre gente, abandonada e ignorada por nuestra sociedad?
Hacen un gran servicio y son todo un ejemplo para todos
Al final la única que ayuda es la iglesia, y eso que esta denostada y perseguida por el gobierno
Están haciendo una gran labor Que todo el mundo pueda tener un plato de comida y un sitio donde se pueda duchar Las pasadas Navidades me acerque, para llevarles algo de comida y una limosna para colaborar con lo que las monjitas están haciéndolo Me quede inpresionada con lo que hacen todos los días y eso que estamos con la pandemia Pase unas horas con ellas viendo toda la organización de ropa que tienen para que la gente que está en la calle se pueda dar una ducha y les dan otra ropa limpia cuando van a desayunar Esta labor que están haciendo? No hay dinero que lo pague para quien no tiene nada Pero lo que más me impresionó? El Amor con el que lo hacen Ojalá tengan ayudas para seguir ayudando a la gente Se Lo Merecen
Y España hubiera sido otra muy diferente y muchísimo más rica e infinitamente más democrática sin el Estado Católico.La Historia está ahí.Podrían empezar a leer lo que fue la Reforma y la Contrarreforma en Europa y en España.Y vean como están en la actualidad los países que siguieron adelante con la Reforma y los que no.

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