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Arquitectura tradicional de Fuerteventura: una lección de eficacia y belleza que llega del pasado

El arquitecto y divulgador del patrimonio Francisco Cabrera hace un llamamiento, junto al Colegio de Arquitectos, para conservar las singulares edificaciones el interior de la Isla

El arquitecto y divulgador Francisco Cabrera, ante una de las edificaciones de Pájara, donde se aprecia claramente el muro de gavia.
Lourdes Bermejo 1 COMENTARIOS 30/06/2019 - 08:14

La pasión del arquitecto Francisco Cabrera por su profesión le ha convertido en un divulgador de la arquitectura majorera, asumiendo personalmente la labor de llevar a los institutos de la Isla la historia de las edificaciones tradicionales, sobre todo de las más humildes. Cabrera es el autor de la serie de microdocumentales Geometría tradicional, elaborados en colaboración y con el apoyo del Cabildo Insular y el colegio de arquitectos de Fuerteventura.

“Creo que los edificios más sensibles son precisamente los más simples, de los que hay una amplísima representación en la Isla”, explica Cabrera, partidario de conservar la memoria arquitectónica del interior de Fuerteventura “porque es una muestra de la evolución de la forma de construir espacios residenciales”. Apuesta, sobre todo, por mostrar las edificaciones más humildes “que han sido las peor tratadas, ya que no han tenido un mantenimiento y no han estado a la luz pública, al contrario que las casonas y los edificios con más volumen, que sí impactan”, dice. Cabrera cree que “para la imagen de la Isla hacia el exterior son mucho más importantes estas edificaciones diseminadas, que constituyen parte del paisaje y de las que Patrimonio ha contabilizado más de dos mil” asegura.

El divulgador aclara que con su trabajo de cinco años solo ha querido “abrir una ventana para hacer ver lo que nos identifica de nuestro pasado y que aún preservamos. No se trataba de hacer un catálogo, aunque ha ayudado mucho a distinguir la evolución de las formas arquitectónicas”, indica.

En Fuerteventura, la disposición tradicional que hasta ahora conocemos es la heredada: “Rectangular o cuadrada, que es la que llega exportada y se introduce con sus primeros ejemplos en Betancuria”, dice el arquitecto que, sin embargo se fija en las casas “de los más pobres” como ejemplo de eficacia. “La gente más humilde tenía que fabricarse su morada y se remediaba con lo que tenía, si tenía un muro de gavia con una cierta entidad, aunque fuera curvo, llevada por la escasez de medios, lo aprovechaba como parte de su nueva edificación, consiguiendo que el terreno sirviera de soporte energético para que el sol no produjera calor en una de las fachadas de su edificio”, explica.

Ese muro de gavia y el terreno pasaban a formar parte de la envolvente del edificio y solo se construía el resto de fachadas, usando como separación los materiales disponibles que, nuevamente, definían la forma del espacio: “Si disponían de varias vigas de la misma dimensión, la separación con el muro existente sería la misma, pero si, por el contrario, disponían de varias vigas de diferente longitud entre sí, la formalización de la edificación y su espacio interior adquiría una nueva forma más enriquecedora, que se aleja de los cánones formales que hasta ahora conocemos. Lo cierto es que estos son ejemplos únicos porque son fruto del proceso de adaptación al entorno con los medios disponibles, lo que podemos llamar como arquitectura mediada, y por este motivo estos deberían tener un grado de protección mayor”, explica Francisco.

Esta forma de construcción supone, además de una evolución de la arquitectura tradicional, una adaptación a la economía. “Durante la reciente crisis hemos tenido muy presente la necesidad de ceñirnos a los recursos disponibles, pero en su momento nuestros antepasados ya lo hicieron, y nos dan una lección de aprovechamiento de los materiales que tenían cercanos”. La carencia de madera para la cubrición de las edificaciones era uno de los hándicaps, aunque en ocasiones usaban el tronco de la palmera.


Fachada del taro de Teguerey (Tuineje), con casi 13 metros de diámetro sin pilares interiores.

Tras dedicar estos años al estudio de la arquitectura tradicional majorera más humilde, Francisco no puede decirse que sea optimista en sus conclusiones: “Resulta evidente que estamos perdiendo la imagen de implantación en el paisaje que suponen estos ejemplos de Fuerteventura. Eso se ve a simple vista, pero no se trata de que todas las nuevas construcciones se asemejen a las antiguas, ni mucho menos, solo estamos intentando transmitir que debe haber un rigor histórico cuando actuemos en las edificaciones tradicionales”.

“Esto quiere decir que, aunque podemos crear un espacio residencial de nuestro tiempo sobre un edificio antiguo, debería conservarse la parte histórica que sea posible mantener, por su valor etnográfico y arquitectónico, en muchas ocasiones ligado al paisaje majorero”, explica.

Cabrera es partidario de conservar la memoria arquitectónica del interior “porque es una muestra de la evolución de la forma de construir espacios residenciales”

“Para ello usaremos los materiales nuevos para una posible ampliación, haciendo convivir ambos con respeto mutuo y teniendo como premisa el impulso de la imagen tradicional, un método ya extendido en el buen hacer de la arquitectura española pionera en el mundo y que defiendo ante mis clientes, con mi premisa de que en el contraste, con respeto, está la belleza”, reflexiona este profesional.

El planeamiento actual en muchos casos tampoco ayuda, “ya que impide respetar parte de la esencia de la arquitectura tradicional analizada”. Un ejemplo está en los casos de viviendas unifamiliares aisladas, “donde no se permite adosarnos a un muro medianero para los espacios residenciales por la exigencia de unos metros de retranqueo, impiendo uno de los aspectos mencionados de adosado a muro de gavia con aprovechamiento de la inercia térmica del terreno, que por otro lado son tantos en nuestro sistema agrícola de geometrización del paisaje para aprovechamiento del agua de pluviales procedente del barranco para el riego”, indica Francisco.

Esta premisa y otras están motivadas, según el divulgador “porque no se ha valorado a estas edificaciones más simples a la hora de la redacción de los planes y su normativa, no existiendo un trabajo de estudio de la implantación de estas edificaciones en el paisaje y su método de conquista del espacio insular a través de la geometrización de éste.” apunta Francisco. Dice haber hablado con otros expertos, que también consideran que habría que haber dado un paso más en las normas de planeamiento para que las nuevas edificaciones y las antiguas rehabilitadas lleven la imagen única de la Isla, “imagen que no se repite en ningún otro lugar del planeta por nuestros paisajes y la simpleza arquitectónica que la hace inusual”, remarca.

Cabrera reconoce que los jóvenes profesionales sienten el impulso de innovar en su profesión, pero asegura que, en el caso de algunos proyectos de rehabilitación, “lo que se ha ejecutado en realidad es un derribo de la edificación de piedra y una construcción partiendo de cero, con bloques y con una posterior imitación de escaso valor”, lo que tilda, directamente de “sacrilegio”.


Vista superior de la casa de Sindito situada en el lugar de arriba pueblo de Pájara.

Algunos clientes no optan por reconstruir una vivienda tradicional “porque piensan que han de vivir en un interior como el de las viviendas antiguas, sin las comodidades de hoy, con poca iluminación, y dicen no querer encerrarse en muros gruesos con dos ventanucos pequeños. Pero es más bien al contrario, como se muestra en uno de los microdocumentales, donde se recrea en tecnología 3D el interior de una posible edificación rehabilitada, perfectamente habilitada para el estilo de vida actual sin renunciar a una calidad espacial enriquecedora”, defiende Francisco.

“La gente más humilde, si tenía un muro de gavia de cierta entidad, aunque fuera curvo, lo aprovechaba como parte de su nueva edificación y el terreno servía de soporte energético para que el sol no produjera calor en las fachadas”

De hecho, el Colegio de Arquitectos promoverá un concurso insular para el desarrollo de una rehabilitación y ampliación de vivienda en diferentes tipos de suelos y paisaje, urbano y rústico “para que la población en general pueda comparar el resultado final de estas intervenciones según el tipo de vivienda y su relación con el paisaje”, indica. Otra de las apuestas de las instituciones, esta vez del Cabildo, es el programa de charlas por los centros de Secundaria, que llevará a cabo personalmente Francisco Cabrera, con el fin de que las nuevas generaciones “conozcan el potencial que tienen estas edificaciones, que cuando lleguen a adultos y quieran tener su propia casa, les suene de algo lo que oyeron en estas charlas y apuesten por mantener la imagen patrimonial de la Isla”, dice Francisco, al que sus hijas de 8 y 12 años le han servido de inspiración para este proyecto divulgativo.

A ello se le une, además, la buena construcción que, en general, “y aunque en cada caso sea distinto”, tienen estas edificaciones tradicionales. “Aunque los materiales son pobres, siempre he encontrado los muros bien cimentados. He desmontado muros de piedra y puedo decir que debajo suele existir más piedra asentada, en ocasiones sobre el mismo malpaís o sobre roca fuerte, con bases grandes y profundas. Puede ser que algún muro esté inclinado o que se le hayan caído algunas piedras, pero no he visto mala cimentación en veinte años de profesión, aunque evidentemente, en una rehabilitación hay que llevar un cierto rigor constructivo para que todo salga correctamente”.

Cabrera anima a aprovechar el legado constructivo que hay en el interior por muy simple que parezca a primera vista. “Por un lado, hay que proteger este patrimonio, pero, egoístamente, es una buena inversión. Aunque se trate de una estancia de cinco por cuatro metros de dimensión, hay que pensar cuánto costaría levantar hoy esos muros de piedra, y quizás un pedrero actual no sabría construirlo igual”, sentencia.

Una normativa para la singularidad majorera


Dintel de madera en la calle Pico de la Pila en Pájara.

Para dar una oportunidad a este movimiento creciente para salvar el patrimonio arquitectónico, se ha impulsado una iniciativa popular que pide una actualización de la actual Ley de Patrimonio Histórico de Canarias. Para ello, el propio Francisco Cabrera está redactando un texto que recoge las singularidades de la arquitectura tradicional más sensible de Fuerteventura, que se pretende incluir en la Ley, a través de una adenda, que ayude a cambiar “algunos aspectos de la normativa actual que no ayudan al rescate de lo tradicional majorero”, indica el impulsor de la iniciativa.

“Va a costar porque supongo que será un proceso lento de tramitación ante las administraciones, pero confío en que no se nos pongan trabas desde otras Islas, ya que actualmente la Ley se fija en características patrimoniales que, intuyo, han sido referidas a estudios en las islas capitalinas”, asegura Francisco.

Otro de los objetivos de la adenda es que los técnicos de las instituciones no se vean con las manos atadas por una normativa que no corresponde a una defensa del patrimonio tal y como se ha expresado. “Ahora no queda mas remedio que ceñirse al actual texto, lo que hace mas difícil salvar algunas acciones irreversibles que ahora ampara la normativa”. concluye Francisco, que anima a la población a apoyar la iniciativa “dando al like” en las redes sociales en los microdocumentales Geometría tradicional, además de la campaña que, en breve, se difundirá para la reivindicación de la citada adenda.

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·" Los lugares abandonados personifican, de un modo crudo y bello al mismo tiempo, el poder e imperio del polvo. Son escenarios de la recolonización de la naturaleza y el más firme presagio de la victoria final de la suciedad y la basura. Sin humanos no hay historia. Por eso, los lugares abandonados se reconvierten en “geografías del olvido” en las que sólo es posible reeditar un pedacito de su pasado. Su presente se sale de la historia. La deja fuera. De todas maneras, los objetos residuales de la presencia humana nos permiten —como arqueólogos urbanos— reconstruir el devenir cultural de esos lugares, reconciliándolos con nuestra especie. Se transforman en restos, en testimonios materiales de nuestras civilizaciones que, aunque mudos e inertes en apariencia, informan siempre de algo. La historia queda confinada, sitiada, por el desparpajo de lo sucio. El silencio es quien somete, como un tiránico rey, a los lugares abandonados, condenándolos al solo sonido de las aves intrusivas que los anidan y regentean. En los lugares abandonados rara vez los colores mantiene su brillo. Lo opaco señorea por doquier y una pátina de tristeza cubre absolutamente todo, dejando —en larga agonía— espacios otrora llenos de vida, de proyectos y esperanzas. Descoloridos, olvidados, sólo les resta esperar su completa desaparición. Tragedias hechas ladrillos. Así se explicitan. Así se los recorre. Entre ellos nacen las dudas. Abundantes, omnipresentes. Imposibles descartarlas. Inevitables ante cada mirada. Escenarios yermos y atemorizantes. El vacío y la soledad meten miedo, ponen en efervescencia la imaginación, anunciando lo irremediable. Materializando el destino al que todos nos dirigimos. Tal vez sea ése el motivo por el cual tantas personas se niegan a visitarlos, renegando de ellos, esquivándolos; olvidando la belleza intrínseca que poseen. Los lugares abandonados personifican la muerte. Espantan a los viejos, atraen a los jóvenes, quienes los exploran buscando en ellos el espíritu de aventura, tan ligado a los peligros de la “Parca”. El dominio de las grietas. El reino del papel que se tambalea y aún así resiste a las fuerzas del desgano, la desidia y el olvido. Un pacto fáustico que desde el vamos se sabe incumplido." «Somos una enciclopedia de fatalidades» Cioran, "Adiós de la Filosofía".

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