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Aarón, el majorero que danza por los teatros de todo el país

El bailarín ha actuado, durante los últimos años, con importantes coreógrafos y compañías

Eloy Vera 2 COMENTARIOS 17/09/2025 - 07:38

Si el Aarón, de 42 años, pudiera reencontrarse con el Aarón de ocho le diría que fuera valiente; que no tuviera temor al qué dirán; que se aferrara a la familia y amistades y, sobre todo, que bailar no es solo cosa de niñas.

Aarón Comino llegó a Fuerteventura en brazos de su madre, con apenas cuatro meses. Su familia materna lo había hecho años atrás, cuando la bandera española dejó de ondear en El Sáhara y todo el contingente de españoles, entre ellos los Legionarios como su abuelo, tuvieron que abandonar la zona.

 A Aarón le gustó siempre la música, el baile y el “faranduleo”, pero tenía miedo a que expresarlo se convirtiera en un elemento más que alimentar las burlas hacia él. Su condición de homosexual lo convirtió en “carne de cañón” de risas y mofas. “En aquel momento, Fuerteventura aún era una especie de armario grande. El hecho de ser un blanco fácil me hizo retractarme del deseo que tenía de bailar”, explica.

Con 18 años se fue a estudiar Bellas Artes a la Universidad de La Laguna. Tras terminar el primer ciclo, dudó hacia qué rama de las artes enfocarse. Decidió frenar un año y ordenar las ideas. En medio del parón sabático le salió la oportunidad de estudiar un módulo de grado superior de ilustración en Sabadell. Cogió el avión y se fue.

Al terminarlo, empezó a dar clases de dibujo y manualidades en una escuela de educación especial para niños con diversidad funcional. Sin saberlo, la danza le había estado llamando a la puerta durante todos estos años, pero él no escuchaba el timbre.

Un día, salió de fiesta con Olga, una compañera de la escuela que bailaba. Lo vio moverse al ritmo de la música y lo animó a acercarse la Asociación de Danza Contemporánea que había en Sabadell. Y hasta allí fue.

“No sabía nada del lenguaje de la danza”, asegura. “Fui el primer día y conecté muchísimo con el baile, pero se me revolvieron muchas cosas. No volví en dos semanas. Me encontré con algo que estaba latente. Había un deseo muy fuerte por la danza, pero era algo que había rechazado toda la vida. Se mezclaron muchos sentimientos y acabé enfadándome conmigo mismo”, cuenta.

Su compañera le animó a volver a la escuela y ahí se quedó unos años. Poco a poco, el gusanillo se le fue metiendo en el cuerpo. Al final, estaba dando clases en la escuela, pero su cabeza estaba en la coreografía que había bailado la tarde antes. Un día decidió dejar de dar clases y dedicarse en cuerpo y alma a la danza. 

“La danza ha  sido un camino muy lindo hacia el reencuentro conmigo mismo”

Estuvo cuatro años en la escuela de danza hasta que su profesora, Ana Aguirre, le animó a irse a Barcelona y presentarse a las pruebas de Pedagogía de la Danza en el conservatorio porque, además de bailar, Aarón quería dedicarse a la docencia. Aceptó el consejo y se fue, pero no logró la plaza. La prueba de baile clásico se le había atragantado.

Cuando fue a ver las notas se tropezó en los pasillos con una profesora que había estado en el jurado. Había quedado prendada de cómo Aarón se desenvolvía en baile contemporáneo y le animó a matricularse en una escuela privada en el barrio de Gracia. Y volvió a aceptar el consejo.

De teatros por Chile

En una formación conoció al coreógrafo chileno Mauro Barahona que estaba preparando Criogenia, una pieza con la que tenía programado recorrer los teatros de todo Chile. Uno de los bailarines se había puesto de baja y, tras verle bailar, pensó que el majorero podía ser un buen sustituto.

“Fue mi primer contacto a nivel profesional con el público. Recorrimos todo Chile. Fue una experiencia muy bonita, pero también me hizo darme cuenta de que no quería aquel tute. Tuvimos unas 25 actuaciones en un mes. Llegábamos al hotel, nos íbamos al teatro actuábamos y, de nuevo, al hotel. A las seis de la mañana al aeropuerto a coger un avión, de nuevo al hotel y luego al teatro. Así todo el mes. Estuvo bien, pero no sé si es lo que quería hacer dentro de la danza”.

Al final, cuenta, “me enfoqué más a la docencia. Quise seguir bailando y hacer cosas de creación, pero desde un circuito más en los márgenes, sin tanta exigencia ni volumen de trabajo”.

Su próxima pieza, inspirada en textos de Virginia Woolf, se estrenará en Fuerteventura

Poco a poco, empezaron a surgirle propuestas. De la mano de la coreógrafa Dunia Pulido participó en el espectáculo Rojos como la sangre, una obra sobre memoria histórica. También interpretó la pieza Los papeles, junto al coreógrafo libanés Anthony Kmeyd, en la que se narra el avatar personal de un hombre al que le gustan los hombres y se enamora en Beirut. 

Ha trabajado con la coreógrafa Neus Asensi; con la compañía La mujer del carnicero y  con Sandra Barroso con la que aún tiene en circuito la pieza Arborea. Tras un tiempo dando clase en La Piconera, la escuela de la Premio Nacional de Danza Sol Picó, esta lo contrató para el elenco de Macarrón Power, una obra infantil que, desde el mundo de los superhéroes, trata temas como la inmigración. El espectáculo ha hecho temporada en el Teatro Nacional de Cataluña.

En estos últimos años se ha subido a escenarios de Madrid, Barcelona, Andalucía, Valencia... Se ha dejado ver por festivales como la Feria Internacional de Artes Escénicas para niños, niñas y familias (FETEN), en Gijón, o Sagunt a Escena, en Sagunto. 

La llamada

“He notado que la Isla me ha hecho una llamada. Estoy sintiendo que esa raíz está tirando y volviendo a tocarme desde dentro por lo que he decidido crear un solo para hablar de apego y desapego hacia los lugares y mi relación con Fuerteventura, que ha sido de amor y de odio durante todos estos años”, explica.

“Me quería ir a toda costa. Me sentía muy encerrado en la Isla. Ahora llego y me encuentro muy libre”, reconoce. De todo eso habla en No pidas sardinas fuera de temporada, una pieza de danza con textos de Las olas de Virginia Woolf, que se estrenará el próximo octubre en el marco de la Feria del Libro de Fuerteventura.

La pieza, explica su creador, “habla de apego y desapego como concepto principal y de cómo cambia la visión hacia los lugares. En el solo hay una parte muy impregnada de la cultura, el folclore y las maneras de vivir en la Isla. En los últimos tiempos, he notado cómo me está llamando la mansedumbre de Fuerteventura. El solo trata de cómo te relacionas en los nuevos lugares teniendo dentro la cultura de la que vienes y cómo cambia la visión hacia los lugares de origen”.

No es la primera vez que Aarón baila sobre el suelo de la Feria del Libro de Fuerteventura. Lo pisó en 2022 con la pieza Taxidermia: de lo indeseable, lo bello junto a Beatriz Pérez. En alguna ocasión más ha bailado en Fuerteventura, pero no ha logrado ser profeta en su tierra.

“Sorprende que la danza no esté apenas en las programaciones de los auditorios y teatros de la Isla, más allá de la obra El lago de los cisnes, que la programan cada año”, señala. “Sorprende que haya islas como Lanzarote, con un festival increíble, donde se ponen en contacto gente de Canarias con compañías de la Península o que, incluso, La Gomera cuente con residencias para artistas y aquí no haya nada asentado más allá de los festivales de las escuelas de danza locales”, lamenta.

A su juicio, Fuerteventura está perdiendo la oportunidad de sacar adelante un festival o muestra de danza porque la Isla tiene “espacios maravillosos” para poder hacer festivales.

Puede, asegura, que los programadores tengan miedo a programar danza en una isla con un público poco acostumbrado a ver esta disciplina artística, pero recuerda que “las pirámides en Egipto se construyeron desde el suelo” e insiste en que “hay que trabajar desde abajo y llevarla a espacios pequeños e ir educando al público”.

Lamenta que esta disciplina apenas se programe en los auditorios majoreros

Aarón llegó a la danza profesional con 25 años, una edad tardía en esta disciplina artística. “He tenido que superar trabas sociales, inseguridades y aceptar algunas cosas porque los 25 es una edad muy tardía para empezar a bailar. He salido al mundo profesional con 33 años y eso no es igual que hacerlo con 22. Muchas compañías te cierran la puerta a la hora de asistir a audiciones, pero he tenido la suerte de que mi cuerpo responde”, confiesa.

El bailarín majorero también asegura que dedicarse a la danza en España es “muy complicado”. “España tiene una herencia muy grande de la incultura que hubo durante la época franquista. El país estuvo cerrado a Europa durante mucho tiempo. Si vas, por ejemplo, a Bélgica, ves cómo a un bailarín casi le ponen la alfombra roja. Hay más facilidades”.

Para vivir de la danza en España “hay que picar mucha piedra”. Y más piedra aún si quieres hacerlo en Fuerteventura. “Estoy fuera y no he intentado vivir de la danza en la Isla, pero tengo constancia de amigos que se han querido instalar y montar cosas aquí y se han encontrado con las puertas cerradas a pesar de ser un lugar que está aún por explotar”, insiste.

A pesar de todo, Aarón confiesa que dedicarse a la danza ha  sido “un camino muy lindo” hacia el reencuentro consigo mismo. El día que cuelgue las zapatillas de baile y las lumbares le avisen de que ya no le van a dar más tregua, quiere enfocar su carrera profesional hacia la docencia y probar con otras disciplinas como la osteopatía.

Antes de que llegue ese momento, Aarón seguirá creando coreografías que poner sobre los escenarios, bailando y demostrando al Aarón de ocho años que los miedos también se pueden combatir sobre el linóleo. 

Comentarios

Bravo Aaron te lo mereces eres un chico genial , soy una compañera de clase del cole ,Sagrado Corazón un abrazo enorme
Uno que triunfo. Pocos majoreros lo logran. Eso sí, demostrado está que para triunfar hay que irse de la isla. ¿Hasta cuándo? ¿Cuando podrá triunfar un majorero en su propia isla, sin ser cuñao de algún político de turno? Nunca jamás! Por lo que se ve.

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