FUERTEVENTURA DIVERSA

“Fuerteventura fue una oportunidad para darles un futuro a mis hijas, aquello no era vida”

Mercedes y Darlyn Estrada, de Guatemala

Foto: Carlos de Saá.
Eloy Vera 6 COMENTARIOS 21/09/2020 - 07:03

Mercedes Estrada sabía que si se quedaba en Guatemala el futuro de sus hijas no hubiera sido nada bueno. “Allá, te escapas por un hilo de que te maten. Es muy peligroso vivir”, asegura. Un día, ella y el resto de su familia tuvieron que huir de la capital a la ciudad de Amatitlan para refugiarse de las pandillas callejeras, conocidas como maras, que les habían amenazado de muerte si no cumplían con el chantaje económico.

En 2015, viajó a Fuerteventura con sus tres hijas en busca de oportunidades. La mayor, Darlyn, lleva un año en la universidad. “Si me hubiera quedado allá no hubiera seguido estudiando”, comenta la joven. Posiblemente “sería ya madre”, apostilla Mercedes.

Son las dos y media de la tarde. A pesar de ser un verano atípico en El Cotillo, sin procesiones, fuegos artificiales, ni verbenas, los asiduos al pueblo no han querido que la pandemia les obligue este año a tachar la opción, aunque al atuendo veraniego tengan que añadir la mascarilla.

Pasean por el pueblo en busca de un bar donde tomarse una cerveza, almorzar y alargar la sobremesa; otros caminan en busca de una playa sin viento; los más jóvenes se lanzan en plancha al mar desde el muellito. En un pequeño apartamento, viven Mercedes y sus tres hijas. Hace apenas un rato que salió de trabajar. Darlyn empezará a las cuatro en un trabajo de verano que le permite ahorrar para poder continuar los estudios. Madre e hija se sientan una al lado de la otra, dispuestas a hablar de Guatemala y contar su viaje migratorio, un relato con capítulos de sueños, tropezones, bofetadas del destino, vueltas a empezar...

Mercedes y su familia sufrieron el acoso de las maras, lo que provocó su salida de Ciudad de Guatemala

Las primeras páginas del relato son para recordar su niñez. Mercedes nació en Ciudad de Guatemala hace 40 años. Vivió entre la casa de su madre y la de su abuela. Cuando le tocaba estar con la abuela, vivía bien, “ella tenía mucho dinero”, asegura. En cambio, cuando llegaba el momento de estar con su madre, la miseria revoleteaba a su alrededor. “Pasábamos penas porque vivía en la pobreza. Mi padre la había abandonado con ocho hijos y fue ella la que nos sacó adelante”, cuenta.

Luego llegó el amor y se casó con el que, más tarde, sería el padre de sus tres hijas. Con cinco bocas en casa, un sueldo era insuficiente para vivir. Mercedes intentaba ayudar vendiendo oro, plata, perfumes..., pero aun así no lograban llegar a fin de mes. Entonces, empezó a pensar en la idea de retomar los estudios, que abandonó en primaria, y cumplir el sueño de ser enfermera. Su ilusión duró el tiempo que transcurrió hasta que se lo comunicó a su marido, que rechazó la idea. “Me costó mucho convencerlo, pero he sido una persona con carácter y muy decidida. Le dije que tenía que estudiar y ponerme a trabajar. Siempre he sido de proponerme algo y cumplirlo”, asegura.

Darlyn interrumpe a su madre para matizar: “La sociedad de Guatemala es muy machista, la mujer se queda en casa y el marido trabaja. Es raro que ella trabaje. Mis primas, que son de mi edad, ya tienen una familia formada. A veces, les pregunto qué están haciendo y me dicen que preparándoles la comida al marido porque va a llegar de trabajar”. Mercedes estudiaba por la mañana mientras Darlyn se ocupaba de cuidar a sus dos hermanas.

Por la tarde, las tres niñas iban al colegio. Así hasta que trajo el título a casa. Con el papel guardado en un cajón, las puertas de los hospitales siguieron cerradas. Guatemala sabe muy bien lo que es el desempleo.

Un día se le ocurrió hacer unas tarjetas con su contacto y repartirlas por los hospitales. Gracias a eso “conseguí que me saliera trabajo, cuidando pacientes en domicilios, algunos eran enfermos con cáncer terminal y así iba tirando”, recuerda. Luego, hizo las prácticas en un hospital militar. Logró que, a veces, la llamaran para hacer turno en el quirófano, pero “para poder seguir tenía que hacer la mili, no quise y, entonces, me quedé con el trabajo de las casas”, explica.

‘Ver, oír y callar’

Extorsiones, violaciones, secuestros, asesinatos y desapariciones son episodios de la vida cotidiana en El Salvador, Honduras y Guatemala, los tres países del Triángulo Norte de Centroamérica más castigados por las maras, unas pandillas callejeras que ejercen el poder sembrando el terror bajo el lema: ver, oír y callar.

En 2018, estos tres países registraron más de 10.500 asesinatos, 29 al día, “unas cifras de homicidios similares a las que se pueden dar en caso de un conflicto armado”, apuntan desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Mercedes también conoce de cerca lo que es vivir con el temor de las maras. En 2009, ella y su familia cayeron bajo el objetivo de las bandas y tuvieron que huir de la capital.

Su abuela era una mujer pudiente que había hecho fortuna alquilando viviendas. Sus hermanos también comenzaron a tener suerte en el gremio del transporte. “Habían comprado taxis y autobuses y las maras empezaron a darse cuenta de que manejábamos dinero”, dice Mercedes.

Un día, una de sus tías fue atacada y encañonada por unos pistoleros. “La agarraron por los pelos y le dijeron ‘te damos unas horas para que nos traigas 250 mil quetzales’, el billete del país”, cuenta Mercedes mientras explica: “Nos dijeron que iban a tomar la casa de la abuela y ametrallarla. Nos asustamos, agarramos todo lo que pudimos, comida, y nos fuimos a Amatitlan”, a unos 27 kilómetros al sur de Ciudad de Guatemala.

Darlyn pide a Europa menos prejuicios: “Si te enfadas, aunque sea con un amigo, siempre te echa en cara que eres latina”

Su abuela y algunos de sus hermanos terminaron marchándose a Estados Unidos. Unos de manera legal y otros cruzando la frontera con México de forma ilegal. Mercedes se quedó junto a sus tres hijas y algunas de sus hermanas en el pueblo hasta que, tres años después, pudo regresar a la capital.

“En Guatemala, más que vivir se sobrevive. Te subes a un bus con los ojos puestos en todos lados. No se puede llevar reloj, ni te pueden ver con un buen teléfono porque te asaltan”, lamenta Mercedes. “Para poder estudiar, me tuvieron que poner en un colegio privado por el miedo a que me hicieran algo en un centro público”, añade Darlyn. Poco a poco, Mercedes fue teniendo cada vez más pacientes que cuidar. Sin embargo “empezaron los celos de mi esposo, las desconfianzas, llegaron los problemas y terminamos separándonos”, dice.

La vida le reservaba otro revés. A la más pequeña de sus hijas le diagnosticaron leucemia, “fue una etapa muy dura, mi esposo nos había abandonado y nos vimos solas. Nos costó mucho salir adelante”.

A través de las redes sociales, Mercedes conoció a un majorero. Empezaron a hablar y, al final, acabó dando otra oportunidad al amor. Él viajó a Guatemala a buscarla con promesas de matrimonio y una vida feliz en Fuerteventura. “Yo lo estaba pasando fatal y lo vi como una oportunidad para salir del entorno y darles un futuro a mis hijas porque aquello no era vida. Ni siquiera les podía mandar solas a una tienda. Allí, sobre todo a las adolescentes, les envían un papel donde les dicen te espero a tal hora y, si no van, las matan”, explica.

En noviembre, hará cinco años que Mercedes y sus tres hijas llegaron a Fuerteventura. Para Darlyn el cambio fue un trauma: “Fue todo muy radical, cuando salí del aeropuerto empecé a llorar y a preguntarme dónde me habían traído”.

La joven, de 15 años en aquel momento, dejaba atrás a sus amistades y la vida en una gran ciudad. Sentada al lado de su madre, comenta: “Al final, me acostumbré, pero fue muy difícil porque tenía mi grupo social hecho, mis amigos y familia y aquí no tengo a nadie, solo a mi madre y a mis hermanas”.

La joven estuvo sin querer ir al instituto 15 días. Al final, Mercedes consiguió que fuera. “Aquel día todo el mundo se me acercó. Luego, terminé siendo amiga de casi toda la clase”, dice mientras se le escapa una sonrisa.

Tras llegar a Fuerteventura, la vida empezó a sonreírle a Mercedes, aunque la sonrisa le duró poco. La relación con su pareja se acabó. “Al principio fue muy bonito, pero luego me pregunté qué hice”, asegura.

“Hay veces que me arrepiento de que mis hijas se críen lejos de la familia, otras doy gracias a Dios por estar aquí”

Una semana después de llegar a Fuerteventura, la madre de Mercedes, que vive en Estados Unidos, recibió una llamada. Al otro lado del teléfono, le decían que habían secuestrado a su hija y le pedían dinero por el rescate.

Mercedes tuvo que convencerla de que todo era mentira, una artimaña más de las maras para extorsionar a la familia. Sin trabajo en la Isla, la madre y sus hijas probaron suerte y se mudaron a Gran Canaria en 2018, pero el destino tampoco se puso allí de su parte. En abril de 2019 regresaron a Fuerteventura y se instalaron en El Cotillo.

Mercedes ha conseguido empleo con el Ayuntamiento de La Oliva como peona de limpieza, pero en diciembre se le acabará el contrato. Le preocupa qué pasará después porque “aquí no tenemos a nadie”.

Darlyn empezó a estudiar la carrera de Derecho hace un año en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Una vez acabe el grado, le gustaría hacer un máster de Derecho penal o administrativo. Luego, tal vez intente hacer las oposiciones para jueza.

Su madre no renuncia a poder seguir estudiando. Algún día, le gustaría convalidar el diploma de enfermera o cumplir el sueño de ser cirujana. “Me costó estudiar, pero aquí mi título es una basura, no vale nada lo que he estudiado y ejercido”, lamenta.

También le entristece que a las mujeres latinas en España siempre le esperen los trabajos de limpieza o de cuidadora de niños o personas mayores, “no nos dan una oportunidad, pero también nosotras hemos estudiado y nos hemos formado”.

Durante estos años en Fuerteventura, Mercedes ha tenido trabajos donde se ha sentido querida; otros donde “tengo la impresión de que, por ser latina, me quieren machacar siempre. En algunos, me gritaban y en otro, incluso, el señor me acosaba”.

En aquella ocasión, Mercedes se lo dijo a las hijas del señor, pero no la creyeron. Al final, terminé dejando el trabajo. “Parece que aquí tenemos mala fama porque siempre nos dicen las sudacas o las latinas, incluso nos ven como si no fuéramos capaces de pagar el alquiler”, lamenta.

Darlyn le pide a Europa menos prejuicios, “muchas veces no te lo dicen directamente, pero cuando te enfadas con alguien, a pesar de ser muy amigo, siempre me sacan a la cara que soy latina”. Y añade “nunca ha notado rechazo. Tampoco en los trabajos donde he estado, aunque a veces he tenido que oír que trabajo mejor porque soy latina y eso tampoco está bien”.

Desde que llegó a Fuerteventura han pasado casi cinco años. En casa de los Estrada no ha faltado nunca un plato de frijoles, los prefieren al pan. Mercedes reconoce que su vida aquí es mejor, aunque se ha arrepentido una y mil veces de venir. Asegura que para ella lo principal es la convivencia familiar: “el poder reunirme con ellos un fin de semana”.

“A veces, me siento culpable porque mis hijas no están viviendo eso. Aunque estuviéramos allá pasando penas, estaríamos todos juntos. Aquí, me he visto en la calle, sin dinero y sin nadie que me ayude y ahí llega el momento en el que me arrepiento, pero otras veces doy gracias a dios por estar aquí”, concluye.

Comentarios

La felicito y le deseo muchas bendiciones. Y si lamentablemente el racismo en Fuerteventura es solapado pero latente.
Sr. Nikolas: si usted aprecia racismo, igual es un buen momento para irse a un lugar donde la gente sea más amable.
MI esposa es sudamericana y llevamos 10 años en fuerteventura. Según ella en ningún momento se ha sentido discriminada aquí por ser de fuera. Mucho tiene que ver también cómo te presentes a la gente. De cualquier forma mucha suerte señora para usted y su familia y ánimo para seguir adelante.
Completamente de acuerdo con Canarion. Mi esposa es de Guinea y suscribimos lo que el dice.
Querida darlyn. Mucho ánimo a seguir la eterna lucha de la vida.. Y, eres latina, y que? Eres persona, y siempre tenemos imbéciles alrededor, pero quedate con los pocos buenos seres humanos que también los hay.. Te deseo mucha suerte y sigue aquí.. Tu hogar. Tu tierra. Tu familia.si hay un dios ojalá te bendiga
Querida darlyn. Mucho ánimo a seguir la eterna lucha de la vida.. Y, eres latina, y que? Eres persona, y siempre tenemos imbéciles alrededor, pero quedate con los pocos buenos seres humanos que también los hay.. Te deseo mucha suerte y sigue aquí.. Tu hogar. Tu tierra. Tu familia.si hay un dios ojalá te bendiga

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