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“Bendita montaña de Tirba”

Piedra Hincada no sería lo mismo sin el esfuerzo y tesón de Juana Ramírez, su vecina más ilustre

Vista de la montaña de Tirba desde la azotea del teleclub de Piedra Hincada. Fotos: Manolo de la Hoz.
María José Lahora 0 COMENTARIOS 17/04/2019 - 07:13

La asociación de vecinos San Andrés de Piedra Hincada se creó hace veinte años en la casa de su vecina más reivindicativa, Juana Ramos Ramírez, más conocida como Juana Ramírez. En su salón se reunieron durante años los vecinos de la aldea hasta que por fin se construyó el centro sociocultural tras la cesión por parte de su marido, José Ramírez, de los 10.000 metros cuadrados de terreno donde se asienta.

El teleclub alberga encuentros vecinales, bailes, celebraciones, clases de zumba, cursos y un sinfín de actividades más donde los residentes pueden festejar sus actos más importantes. Bodas, bautizos y comuniones se llevan a cabo también en este singular espacio desde el que se divisa, a su espalda, el barranco de los Adejes y, al frente, la montaña de Tirba.

En la actualidad, son unos 60 los vecinos de la pedanía que cuenta con santo patrón, el que da nombre a la asociación vecinal y preside la ermita aledaña al teleclub. Con rifas se logró recaudar los fondos suficientes para adquirir la figura de San Andrés, santo en torno al que la aldea celebra sus festejos y romería.

En la capilla le acompaña un cristo crucificado que, según explica Juana, cuenta con más de un siglo y que fue cedido por una vecina de Tuineje. Allí, han conseguido que el párroco ofrezca misas y acompañe a los feligreses en la celebración de su romería, que este año coincidirá con la festividad de San Andrés.

Han sido muchos los logros de esta asociación desde su creación, pero aún quedan demandas pendientes, como una cancha, una plaza alrededor del centro sociocultural y un parque infantil, que fue reclamado por los propios niños de la localidad en una de las últimas visitas del alcalde.

Yésica Ramírez, hija de Juana y en estado de buena esperanza, asegura que es una necesidad para las familias que ven cómo la nueva generación tiene que recluirse en el centro sociocultural con sus pequeños. Ella recuerda su época de niña en la que tenía que atravesar el barranco junto a sus hermanos y demás niños en edad escolar para coger la guagua si quería ir al colegio en Tuineje o al instituto en Gran Tarajal.

Afortunadamente, a día de hoy, los escolares cuentan con transporte que les recoge en la propia aldea, si bien, los vecinos siguen sin línea regular de transporte. “Aquí tienes que tener coche”, explican madre e hija. Tanto es así, que Juana tuvo que sacar el carné de conducir cuando ya contaba con 52 años. Dice que es lo mejor que ha podido hacer en la vida, después de tener a sus hijos, de los que Yésica es la única fémina.

Cuenta la joven que el aislamiento que sentía en Piedra Hincada, junto al hecho de ser la única mujer entre hermanos varones, le hizo anhelar salir fuera de la aldea para continuar sus estudios y así fue como comenzó la carrera en Sevilla. Sin embargo, no tardó mucho en añorar su casa y a Piedra Hincada, con lo que en cuanto quedó una vacante libre regresó al Archipiélago para continuar en la Universidad de La Laguna. A su regreso sólo pudo decir: “Bendita montaña de Tirba”.

Yésica regenta hoy el teleclub donde se ofrecen clases de repaso a los niños, mientras los mayores pueden realizar gimnasia al ritmo de la música. Espacio hay para ello en el edificio. Unos enormes ventanales presiden la estancia donde se imparte la sala de zumba, que al anochecer se convierten en excelentes espejos donde reflejar la coreografía de las participantes.

Para jóvenes y mayores cuentan también en estas instalaciones con un envejecido futbolín y una mesa de ping pong. En un terreno anexo se ha establecido el eventual aparcamiento y, al otro lado, se ha allanado también el suelo para habilitarlo como cancha deportiva. A la espalda del edificio se hace necesario construir un muro de contención para evitar que, en la época de lluvias, la corriente del barranco siga ganando metros, en detrimento del terreno en el que se asienta el centro sociocultural. En el porche se organizan los bailes sobre un piso rudo en los que muchos son los que acaban con los gemelos cargados.

Los vecinos piden, ahora, el asfaltado de la entrada y, en cuanto se pueda, una plaza que permita completar el entorno del centro neurálgico de la aldea, donde las casas que la componen pertenecen a cuatro o cinco familias bien avenidas.

El origen

Rememora Juana, quien se ha convertido en luchadora referente de la pedanía, lo que le costó acostumbrarse a vivir en Piedra Hincada, cuando sólo contaba con una casa, la de sus suegros. Originaria del valle de La Orotava, llegó, nada más contraer matrimonio, para instalarse en ese árido entorno, apenas habitado.

Cuenta que cuando el barco llegó a Gran Tarajal se hizo la ilusión de que ese era el pueblo en el que iba a vivir los próximos años junto a su marido. Sin embargo, tras comprar unos víveres, los recién casados continuaron camino hacia Piedra Hincada. Cuán grande fue su desolación cuando llegó a aquel lugar entre barrancos donde sólo residía su familia política.

Dice que en cuanto quedó embarazada vio el cielo abierto para irse a Tenerife junto a su padre. Más tarde, su marido se trasladó a El Aaiún y fue a su encuentro. Durante esos años, la familia de su esposo atravesó problemas económicos y ellos tuvieron que regresar para sacar adelante el legado familiar. Consiguieron remontar la explotación ganadera y crear su propio hogar. A día de hoy, Piedra Hincada no sería la misma sin Juana Ramírez.

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