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‘Latitudes encontradas’: teatro para tejer historias

El proyecto reunirá en el escenario testimonios de jóvenes migrantes, en una apuesta de teatro híbrido y social

María Valerón 0 COMENTARIOS 17/03/2022 - 07:22

La única frontera del teatro es la cuarta pared, un telón invisible que divide escena de público; gracias a este muro, ficción y realidad se mantienen, cada una, en su territorio asignado. Romper la cuarta pared supondría interpelar al patio de butacas, obligarlo a participar en la obra, pero algunas veces esta frontera, aun siendo irrompible, es tan frágil, es tan fina, que el público desea levantarse, subir al escenario y rasgarla.

“Tengo la misma cantidad de huesos que tú”; “tengo miedo también, tengo prejuicios también”; “¿Me tienes miedo? No tengas miedo, yo no quiero tenerlo”. Tienen algo más de 18 años y quieren contar su historia, sin edulcorantes, sin clichés, y confían en el teatro para hacerla llegar.

Son los protagonistas del proyecto ‘Latitudes encontradas’: Aziz el Abdi, Hamidon Barry, Anouar Badri y Mohamed Bouchaab, jóvenes de Guinea-Conakry, Sáhara, Marruecos llegados a Fuerteventura en los últimos años, cuando aún eran menores de edad. Su historia se contrapone en la escena con la de Cathy Gebka, también migrante, aunque, en su caso, europea.

Los personajes de la obra de teatro que recorrerá en mayo Fuerteventura son reales. La historia que representarán, también. El objetivo de Verónica Silva Acosta, coordinadora de la iniciativa, y de Lolo Alonso Martín, profesor de teatro, es ser capaces de construir un relato que unifique, sin caer en lo personal, las historias encontradas de los protagonistas, llevarlas a escena y crear una obra de forma colaborativa entre todos los participantes del proyecto donde no solo haya guión y texto, porque ‘Latitudes encontradas’ nació desde una vocación de teatro híbrido.

“La obra es un animal vivo”, explica Lolo Alonso. “Nos interesa el teatro clásico, el texto, el realismo, pero también queremos tener un espacio abierto a lo que surja del trabajo común en estos meses, hacerlo inmersivo con las herramientas que ellos quieran introducir: incluir expresionismo corporal, incluir performance, quizás música, danza. Lo llamamos teatro híbrido y consiste en hacer un enorme puzzle”, añade.

Las sesiones iniciales del proyecto, subvencionado por el área de Cultura del Cabildo de Fuerteventura y que cuenta con el apoyo de la Fundación Main (que acoge a los jóvenes), son una toma de contacto con las destrezas teatrales. Dirigidos por el profesor de teatro, los talleres tienen lugar en el Centro Polivalente del Charco: “Se trata de conocernos, adquirir herramientas de desinhibición, analizar el material que tenemos y prepararnos para todo lo que nos va a hacer falta en escena”. El siguiente paso, cuentan, será crear, montar la historia que, aunque partirá también de sus vivencias, en ningún caso será un relato personal, sino colectivo.

Tejer historias

Las palabras textil y texto comparten la misma raíz. Por eso, cuenta Verónica Silva, coordinadora del proyecto y artista vinculada al ámbito de lo textil, el salto al teatro era una narrativa lógica. La raíz de las dos palabras es textus, tejido en latín, porque escribir no es otra cosa que tejer lenguaje, tejer historias.

Silva explica que la iniciativa surge como una continuación de su proyecto ‘Hila África: Inspiración – Migración’ y que el paso hacia las artes escénicas, de la mano de Lolo Alonso, no deja atrás la esencia conceptual de su idea: hilos para conectar el mundo. Coincide en el concepto el profesor de teatro, que hace ver que no es casual que tejido y literatura compartan terminología: “Una parte de la tela se llama trama, otra urdimbre, y ahí está todo. El concepto de hilar está también en tejer historias, hilar personas, conectar personas: quién teje la isla, realmente. ¿No es obvio que la isla queda hilada, a nivel cultural, a nivel social, por todos los que convivimos en ella? ¿De quién es la tierra? De quien la cose”.

Las historias a tejer en ‘Latitudes encontradas’ son duras. Frente a la búsqueda de un cambio personal de Cathy (la única europea del grupo), los relatos del resto de los protagonistas: saltaron al mar antes de tener tiempo para ser adolescentes; hay quien trabajaba desde niño en su ciudad natal; hay quien antes de los 15 años ya había recorrido todas opciones posibles para cruzar a Europa, también la concertina; hay quien aún prefiere no nombrar lo que ha vivido. Todos recuerdan la travesía de varios días: un bote, sin agua, sin comida y sin ropa, las olas de más de dos metros.

“Tengo los mismos huesos que tú. No tengas miedo de mí, yo no quiero tenerlo”

Y sin embargo el hilo que esgrimen no tiene fisuras: ser hostelero, tener una pequeña cafetería; ser monitor deportivo algún día y fundar un club de fútbol gratuito en su ciudad natal “para que ningún niño se suba a una patera porque piensa que allí no puede ser futbolista”; encontrar la manera de trabajar y ayudar al otro lado; reencontrarse con el baile, lenguaje favorito, lenguaje universal; reinventarse en el arte, como una puerta hacia el futuro.

“Tengo la misma cantidad de huesos que tú”; “tengo miedo también, tengo prejuicios también”; “¿Me tienes miedo? No tengas miedo, yo no quiero tenerlo”; “mi madre, esa mujer que lloraba, ¿es tan diferente a la tuya?”.

La cuarta pared es la única frontera del teatro; a veces el público puede sentir, realmente, ganas de rasgarla.

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