MEDIO AMBIENTE

Un ensayo abre vías para recuperar especies vegetales endémicas del macizo de Jandía

Fotos: Carlos de Saá.
Eloy Vera 0 COMENTARIOS 16/01/2018 - 08:46

Rubén Hernández es graduado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Granada y tiene un máster en Biodiversidad Terrestre y Conservación en Islas por la Universidad de La Laguna. Desde el principio tuvo claro que su trabajo fin de máster sería sobre Fuerteventura. Finalmente, terminó decantándose por estudiar el impacto de la ganadería en el macizo de Jandía.

El joven explica que Jandía es, desde tiempos prehistóricos, lugar de pastoreo de ganado, una situación que ha sometido al lugar a una fuerte presión. “En nuestro trabajo 'Ensayo sobre las posibilidades de restauración del macizo de Jandía' decidimos ver si era posible recuperar su vegetación”, explica.

El macizo de Jandía atesora especies endémicas de la isla como el tajinaste azul de Jandía, la margarita de Winter o el jorado; también especies endémicas de Canarias como el peralillo y otras propias de la región macaronésica como el mocán o el tasaigo. En 2001 el Cabildo de Fuerteventura inició un proyecto para evitar la degradación y pérdida de estas especies.

Para tal fin realizó un vallado de exclusión de ganado ovicaprino con un perímetro de 31.000 metros cuadrados en el Pico de la Zarza, el más alto de la Isla con 807 metros de altitud. El material no ha resistido al paso del tiempo y ha provocado que entre el ganado en varias ocasiones. En 2014 se volvió a hacer otro vallado de exclusión, de 11.000 metros cuadrados, dentro del que ya existía, donde hasta el momento “no han entrado ni cabras ni ovejas”, explica Rubén.

A partir de ahí, hizo un estudio comparativo entre la vegetación que había dentro de los vallados y fuera, donde podrían pastar cabras y ovejas los 365 días del año. Según Hernández, el objetivo final del ensayo era ver la posibilidad de “si un vallado podía hacer que la vegetación del macizo de Jandía se vuelva a recuperar”.

Para hacer el estudio, se buscaron cotas altitudinales iguales. Tras elegir el Pico de la Zarza y el del Mocán, con alturas similares, se establecieron parcelas, en cada uno de ellos, con la particularidad de que en la Zarza hay zonas valladas mientras que el Mocán está expuesto al ganado todo el año.

“Fuimos viendo las especies que había en cada parcela y la cobertura que tenían y luego hicimos una clasificación de todas estas especies en función de si eran endémicas de la Isla, de Canarias o de la Macaronesia o si eran rudelares, que son aquellas cuya existencia tiene que ver con algún grado de degradación por parte del ser humano”, explica el ambientólogo.

El estudio, realizado entre febrero y marzo de 2017, y capitaneado por los profesores de la ULL, Juana María González Mancebo del departamento de Botánica, Ecología y Fisiología Vegetal, el catedrático en Botánica, Marcelino del Arco, y el investigador Jonay Cubas arrojó como una de las principales conclusiones que el macizo de Jandía está “altamente degradado” por la constante presencia de ganado ovicaprino.

El estudio de la Universidad de La Laguna considera que la zona está “altamente degradada”

También sacó a la luz que el vallado realizado en 2001 no ha funcionado correctamente debido a que en él ha entrado ganado por lo que no hay grandes diferencias entre ese lugar de exclusión y la zona de pastoreo. En cambio, sí las hay en el vallado de 2014, excluido del ganado hasta ahora y donde se ha podido empezar a recuperar la cobertura vegetal.

Una de las principales conclusiones del ensayo, comenta Rubén Hernández, ha sido poder empezar a comprobar que “un vallado de exclusión, apoyado de una restauración y un trabajo continuado, podría permitir la proliferación y recuperación de las especies endémicas, teniendo en cuenta que en estos tres últimos años se han recuperado especies a pesar del grado de degradación que tiene el suelo por el pisoteo, excreciones y orines de animales”.

El jorado

El estudio también se centró en analizar una de las joyas de la flora del macizo de Jandía, el jorado (Asteriscus sericeus) la planta endémica más común del lugar. Este investigador comenta que el jorado es una especie de sustitución, “es decir que realmente no debería estar creciendo en el macizo, pero crece ahí porque es una especie que prolifera en espacios degradados como este”.

“Decidimos estudiarla con mayor profundidad y ver si el ganado le está afectando de alguna forma. Para ello, analizamos los daños que presentaba dentro y fuera de las parcelas de exclusión”, explica el joven. Tras el estudio, él y su compañero de campo, Jonay Cubas, comprobaron cómo las cabras se alimentan de las flores y parecen descartar hojas y tallos. Tras contabilizar el número de flores “nos dimos cuenta que las cabras se alimentan de las flores, lo que puede dar lugar a que, a la larga, el jorado pueda terminar desapareciendo al no haber flores que generen semillas”.

Algo similar ha ocurrido en el Pico del Jorado, ubicado en el macizo de Betancuria y cuyo topónimo hace referencia a la especie. Allí se ha producido una reducción muy importante de la especie. Por último, analizaron las plantaciones de acebuches, peralillos y mocanes llevadas a cabo por el Cabildo en las zonas de exclusión. Hasta ahora no se había hecho un seguimiento de los alrededor de 180 ejemplares plantados en la zona. Rubén los ha georreferenciado y etiquetado para seguir estudiando el comportamiento de estas especies pertenecientes al bosque termófilo.

La cabra prefiere las especies endémicas

El ganado majorero prefiere alimentarse de las especies endémicas por encima de las nativas y las ruderales. Rubén Hernández argumenta esta teoría partiendo de la base de que la ausencia de grandes mamíferos herbívoros en la Isla, a lo largo de su historia, ha hecho que estas no hayan evolucionado ni desarrollado mecanismos de defensa como espinas. Esta circunstancia hace que sean más apetecibles para cabras, ovejas o conejos. El joven investigador alerta que esto está produciendo que desaparezcan especies endémicas, nativas no endémicas y que queden, por último, las ruderales con menor valor ecológico.  

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