OTRA HISTORIA DE CANARIAS

Pioneros locales del populismo que se adelantaron a Trump

La explosión económica de finales del siglo XX, entre otros factores, dio pie a exitosos dirigentes populistas en Fuerteventura y Lanzarote

Domingo González Arroyo, en la puerta de los Juzgados de Puerto del Rosario. Foto: Carlos de Saá.
Mario Ferrer 0 COMENTARIOS 17/02/2021 - 08:20

En 2016, la Fundéu (Fundación del Español Urgente) nombraba el término populismo como palabra del año. Señalaban los coordinadores de la Fundéu, una institución de referencia en el mundo del periodismo y la lingüística, que el término no era nuevo, pero estaba viviendo un proceso de ampliación y cambio de significado. En ese camino de resignificación, la palabra populismo fue tomando un cariz cada vez más despectivo, que hace alusión a “políticos de todas las ideologías, pero que tienen en común la apelación emotiva al ciudadano y la oferta de soluciones simples a problemas complejos”, frente a la concepción antigua y más positiva de “tendencia política que pretende devolver el poder a las masas populares frente a las élites”.

El concepto populismo tiene una especial ambigüedad, que genera mucha controversia entre los especialistas, al mismo tiempo que no ha dejado de crecer su uso en los últimos años, hasta convertirse en una etiqueta usada muy a menudo en la confrontación partidista. Sin ir muy lejos, muchos acusaron recientemente al presidente del Cabildo de Fuerteventura, Blas Acosta, de usar posturas populistas para explicar las acusaciones en su contra de la Fiscalía, que solicita más de cuatro años de prisión por presuntas irregularidades en la gestión de una empresa pública, Gesturpa, del Ayuntamiento de Pájara.

El populismo puede ser tanto de derecha como de izquierda, identificándose no tanto con una ideología, como con una forma de llevar el poder, cuyos críticos han relacionado con la demagogia, el personalismo o el despotismo.

Admitiendo lo resbaladizo y problemático del término, también es cierto que ya se usaba antes de la llegada de Trump y las fake news. No hace falta mirar muy atrás en el tiempo: los éxitos de Jesús Gil en España o de Silvio Berlusconi en Italia se asociaron al término populismo y, en los inicios de este siglo XXI, se usó para catalogar a algunos dirigentes de la nueva izquierda de América Latina, como Hugo Chávez.

En Lanzarote y Fuerteventura, la llegada de la democracia y la explosión económica de finales del siglo XX propició las condiciones para un amplio abanico de políticos locales a los que se podría aplicar el mismo término, especialmente en las zonas turísticas. Dos de las figuras de mayor éxito fueron Dimas Martín Martín y Domingo González Arroyo. A pesar de las evidentes diferencias entre ellos, ambos dirigentes no solo coincidieron en el mismo contexto histórico, sino también en varios rasgos decisivos durante sus amplias trayectorias: largo dominio electoral de sus zonas de influencia; similar apuesta por una suerte de insularismo; multitud de polémicas y problemas con la justicia; familiares directos que luego se vincularon a la política; y, sobre todo, un marcado estilo personalista en la forma de gestionar el poder y la política.

Según ‘El Marqués’, solo una “hembra sin desfondar” le quitaría la alcaldía

Mucho antes de que la Fundéu escogiera el término populismo, la política local de Lanzarote vivía, en torno a 2004 y 2005, un capítulo llamativo con una intensa campaña mediática y social que tenía el lema: Dimas, preso político. Aquella operación, con aires de cruzada para sus seguidores y sin apenas oposición pública, reivindicaba un segundo indulto para Dimas Martín, figura hegemónica de la política lanzaroteña durante 30 años, que ocupó casi tantos cargos de primera relevancia -alcalde, senador, diputado regional o presidente del Cabildo- como sentencias condenatorias había recibido ya en aquella época.

Mezclando populismo y nacionalismo, la carrera de Dimas fue tan excesiva en las formas, como triunfal en lo electoral. Tan plagada de escándalos, que incluso algunos capítulos pueden resultar difíciles de creer, como cuando logró la alcaldía de Teguise en 1983 impulsando uno de los primeros casos de transfuguismo de la democracia española; o cuando trató de ocupar la presidencia del Cabildo en 1993 tras ser condenado a seis años de inhabilitación; o cuando entró en la cárcel en 2004 sin renunciar al título de presidente del Cabildo (Mario Pérez ocupó el puesto con la denominación de presidente accidental durante meses); o cuando fue detenido en la mismísima cárcel en 2009, durante la Operación Unión, con numerosos documentos clave de la gestión del Cabildo y varios ayuntamientos…

En la otra isla más oriental de Canarias, Fuerteventura, la figura más parecida a Dimas fue Domingo González Arroyo, aunque sus condenas han sido mucho menores y su dominio estuvo más centrado en un solo municipio, La Oliva. No obstante, también tuvo una considerable influencia insular, siendo consejero del Cabildo, diputado e, incluso, senador con varios partidos: UCD, PP y, finalmente, uno de corte más personal, el PPMajo.

La carrera de González Arroyo estuvo marcada por una combinación de apelación abstracta a la defensa del “pueblo” que decía representar, junto a numerosos escándalos políticos, problemas legales y dudas sobre su fortuna económica. En una de sus últimas maniobras en política, González Arroyo se atrincheró en la alcaldía en 2015, estando ya inhabilitado judicialmente. Luego resultó absuelto, pero la Fiscalía le llegó a pedir cuatro años de cárcel por aquel episodio, en el que se llegaron a cambiar las cerraduras del Ayuntamiento para impedir el pleno en el que estaba previsto que se le sustituyera como alcalde.

La carrera de Arroyo combina la “defensa del pueblo” con los escándalos

Además de compartir cierta amistad y de que ambos nacieron en el seno de familias numerosas en la década de los 40 del siglo pasado en Lanzarote, los dos dirigentes coincidieron en practicar pactos políticos inverosímiles, en acusar de traición a antiguos aliados o en justificar repetidas veces sus desgracias judiciales en supuestas operaciones organizadas en su contra.

Igualmente, Dimas Martín y Domingo González Arroyo eran conocidos por sus excesos verbales y sus tendencias mesiánicas. El primero no se cortó en arremeter públicamente contra el gran símbolo de la Isla, César Manrique, y el segundo se hizo famoso, a escala nacional, cuando respondió a una rival diciendo: “No ha nacido macho que me tumbe de la alcaldía. Esa hazaña sólo la puede hacer una hembra virgen y sin desfondar”. Hoy es su hija quien ocupa el puesto de alcaldesa.

De ambos se pueden contar numerosas anécdotas difíciles de creer, pero los números son tozudos en dos temas claros: apoyo popular y número de condenas. Domingo González, denominado el Marqués de La Oliva o el Marqués de las Dunas por sus adversarios, repitió victorias durante más de tres décadas.

Dimas llegó a arrasar en las elecciones de 1991 de tal manera que su partido rozó el 50 por ciento de total de concejales de la Isla, logrando, además, el 49 por ciento de la votos en el Cabildo (Dolores Corujo, del PSOE, gobierna hoy tras conseguir el 28 por ciento). Y a pesar de las múltiples condenas que ya atesoraba, todavía en 2007 centenares de personas se acercaban a la prisión de Tahíche para arropar a Dimas antes de su entrada, como había sido ritual en los años previos, convirtiendo aquellos eventos en actos mediáticos y electorales de gran impacto (en las elecciones locales de 2003 el PIL, su partido casi unipersonal, fue el más votado de la Isla y en 2007 el segundo).


Dimas Martín. 

Contexto histórico

La gran pregunta que queda para el análisis de estos antecedentes del estilo que hoy abanderan Trump, Bolsonaro o Maduro está en saber qué propició un apoyo popular tan alto y duradero. Triunfos electorales que se repitieron a pesar de que Dimas y González Arroyo acumularon en poco tiempo grandes polémicas y juicios llenos de comprometidas revelaciones. Las posibles respuestas a esta pregunta parecen complejas y ninguna logra dar una contestación completa que explique el fenómeno.

La Justicia puso fin a la trayectoria política de González Arroyo y Dimas Martín

Por un lado, las condenas tardaron años en llegar y fue solo tras varias penas cuando su éxito electoral comenzó a debilitarse. Además, debe tenerse muy en cuenta el contexto histórico en el que surgieron, coincidiendo con un momento de enorme transformación en dos ínsulas con una merecida leyenda de islas malditas. Tras siglos de miseria y emigración, la Transición y la explosión del turismo cambiaron por completo ese panorama, dando lugar a un desarrollismo urbanístico jamás soñado previamente. Una época de dinero fácil, grandes obras públicas y amplia corrupción, especialmente en los municipios turísticos, como han acreditado numerosas sentencias de los últimos años.

Otras razones de fondo pueden estar en la falta de costumbre democrática, frente a la solidez de los hábitos caciquistas en dos islas criadas en el régimen Señorial. Igualmente, se pueden señalar los seculares problemas de analfabetismo de ambas islas, las contrariedades identitarias derivadas del boom demográfico y turístico o la percepción de estos dirigentes como personalidades carismáticas por parte de sectores amplios de la población, sin olvidar la efectividad del lenguaje demagógico, victimista y exacerbado de los líderes populistas.

Explicaciones puede haber muchas, porque el populismo es una etiqueta resbaladiza que depende del estilo personal de cada líder y del contexto histórico y cultural en el que se desarrolle. Quizás una de las mejores definiciones de populismo la dio el propio Dimas Martín, quien al ser preguntado por el tema declaró: “Todavía no sé definir perfectamente la palabra populista, porque si ser populista es atender a la población en sus reivindicaciones, yo soy populista”.

En esa misma entrevista publicada en 2006, Martín afirmaba que nunca se le había “podido acusar de corrupción”. En estos momentos, su currículum judicial atestigua penas por multitud de delitos en ocho sentencias distintas, que le han supuesto, al menos, condenas que suman más de 25 años de prisión y, a punto de cumplir 73 años, está a la espera del juicio del caso Jable, en el que la Fiscalía le pide otros 13 años de cárcel.

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