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Los ataques corsarios a las islas orientales servían como aviso para el resto

Sergio Hernández recopila en un trabajo de investigación el sistema de alerta que llegaba a La Palma desde Fuerteventura y Lanzarote, para que se pudiera defender

Saúl García 0 COMENTARIOS 20/11/2023 - 07:17

Durante el siglo XVI se sucedían los ataques de corsarios a las Islas, especialmente a las más desprotegidas, como eran las de Lanzarote y Fuerteventura, que tenían unas defensas más débiles. Estos ataques se producían especialmente por parte de corsarios franceses, ingleses y berberiscos, que eran los enemigos de la monarquía hispánica. Las islas de la Macaronesia fueron objetivo de los corsarios por dos razones: eran territorios en los que se produjo una rápida acumulación de riqueza derivada del comercio de los cultivos y eran plazas escasamente defendidas “en materia arquitectónica y en cuanto a su rudimentaria organización de milicias”.

Los piratas y corsarios del Norte de África fueron una amenaza especialmente notoria para las islas orientales y se produjeron cuatro grandes ataques a Lanzarote, en 1569, 1571, 1586 y 1618, y una ofensiva contra Fuerteventura, en 1593. Estas acometidas fueron las más dañinas de todo el archipiélago, junto con el saqueo e incendio de Santa Cruz de La Palma por François Le Clerc (1553) y el desembarco de Pieter Van der Does en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria (1599). Además, sufrieron ataques franceses las islas de Madeira en 1566, Francis Drake atacó a Cabo Verde en 1585 y los holandeses 10 años después. Drake también asaltó las Azores.

Debido a estos ataques recurrentes, “entre los dirigentes de las Islas se desarrolló un sistema de avisos que alertaba ante cualquier posible desembarco enemigo”. “Independientemente de su condición señorial o realenga, las autoridades de los concejos, e incluso los señores de las islas señoriales, enviaban misivas al resto de territorios sobre avistamientos o informaciones de posibles ataques enemigos”. Los ataques a las islas orientales servían de aviso al resto de islas y el sistema de alerta fue tan eficiente que traspasó los límites del Archipiélago canario para llegar hasta los archipiélagos portugueses de Cabo Verde, Azores y Madeira.

Esto lo señala Sergio Hernández Suárez en un trabajo de investigación publicado en las últimas Jornadas de estudios de Lanzarote y Fuerteventura. El trabajo se titula Los avisos corsarios a Fuerteventura y Lanzarote en la segunda mitad del siglo XVI: su estudio a partir de las Actas del Concejo de La Palma.

Hernández es investigador Postdoctoral de la Agencia Canaria de Investigación, Innovación y Sociedad de la Información y actualmente está en la Universidad de Lisboa. Analiza esos avisos que se enviaron desde las islas orientales al Concejo de La Palma. La cuestión defensiva fue uno de los asuntos que más debates generó dentro de las sesiones capitulares en el período 1559-1599 en el Concejo de La Palma. Tras el ataque de Le Clerc a Santa Cruz de La Palma se instaló un “profundo temor” entre la población. “El miedo ante la indefensión que suponía la inexistencia de una defensa eficaz contra cualquier ataque externo -señala Hernández- determinó que los habitantes vivieran en continuo temor por las posibles embestidas que podían llegar desde el mar”.

El sistema de aviso consistía en que los gobernadores o capitanes de las islas enviaban misivas para informar acerca del avistamiento de posibles navíos enemigos rondando las costas. Hasta 1629, las competencias de defensa y protección del territorio fueron adscritas de manera autónoma a los propios concejos insulares, cuyo gobernador debía organizar las milicias y dirigir a los lombarderos y arcabuceros.

Los ataques tenían como objetivo la captura de esclavos para su venta en África

Los ataques y saqueos sobre Lanzarote y Fuerteventura tenían como principal objetivo la captura de parte de la población para venderla como esclavos en Argel y Salé, que en ese momento constituían los principales puertos esclavistas del Norte de África. Probablemente los corsarios procedentes de Berbería eligieron las islas orientales porque eran orográficamente más accesibles que el resto, a la vez que estaban escasamente defendidas por fortalezas. En el resto de islas no se produjeron grandes ofensivas berberiscas, tan solo el ataque de 1618 sobre La Gomera. Los de los berberiscos eran los ataques más incontrolables, ya que “no existieron acuerdos de paz entre la Monarquía Hispánica y los territorios berberiscos, algo que sí aconteció con coronas enemigas europeas como las de Francia e Inglaterra”. Los ataques berberiscos sobre Lanzarote y Fuerteventura crearon un precedente fundamental en la defensa del resto de islas frente a estas amenazas. Estos ataques a las dos islas orientales también supusieron la destrucción mayoritaria de sus archivos municipales. Lanzarote conserva sus Actas del Concejo desde 1618, y lo mismo ocurre con Fuerteventura, donde se conservan desde 1605.

Acta del Cabildo de La Palma de 6 de agosto de 1586. Foto: Sergio Hernández.

Ataques

En el ataque berberisco de 1569 a Lanzarote participaron 600 hombres liderados por el corsario Calafat. Atacaron la villa de Teguise y tomaron como prisioneros a la esposa y los hijos del gobernador Diego de Cabrera Bethencourt, entre otros. Capturaron a unos doscientos isleños que fueron vendidos como esclavos. Este suceso se menciona en las Actas del Concejo de Tenerife. Dos meses después de ese ataque llegaban a La Palma tres cartas “en las que se daba cuenta de la presencia y el avistamiento de 24 embarcaciones de berberiscos sobre el territorio lanzaroteño”. “De este modo, una de las principales acciones que debía realizar el Concejo ante la noticia de un posible ataque enemigo era la visita e inspección de las fortalezas, de manera que el teniente y dos regidores acudiesen a observar el correcto estado de las construcciones y la existencia de cañones, munición y pólvora para hacer frente a cualquier intento de desembarco enemigo”, señala.

Crearon un precedente fundamental en la defensa del resto de islas

Un año después llegaban noticias acerca de corsarios que andaban merodeando por las costas de las Islas. A mediados de 1586, el alcalde de Garachico, Cristóbal Pérez, informaba a las autoridades palmeras sobre el avistamiento de corsarios en el litoral norte de Tenerife. Lo hacía así: “El sábado veynte y ocho deste presente mes estuvieron sobre el puerto del dicho lugar catorce navíos muy gruesos [...] y de como sobre la ciudad y puerto principal de Tenerife estavan el mesmo día estos nueve o diez velas que son de corsarios, y de ello ynbiaron barca con esta carta”. El conocimiento de esta información por parte del teniente Jerónimo de Salazar derivó en el aviso inmediato a todos los capitanes de milicias de La Palma, de manera que el único requisito para formar parte de la defensa era que los hombres tuviesen edad “para pelear, de diez y seis años hasta sesenta”.

Sin embargo, el ataque finalmente fue dirigido de nuevo hacia Lanzarote, cuando, a finales de julio de 1586, desembarcaba Morato Arráez con mil hombres y atacaba la villa de Teguise. Esta información arribaba a La Palma en la sesión del 6 de agosto de 1586: “Las siete galeras ivan sobre la isla de Lanzarote, la qual nueva a dado una caravela o dos que llegaron a el puerto de Sancta Crus que estavan surtas en el puerto de Lansarote y vieron las dichas galeras de las quales vinieron huyendo a la dicha ysla de Tenerife y dieron la dicha nueva”.

Sergio Hernández durante la presentación de su trabajo. Foto: Fabián Herrera.

Berberiscos

Con respecto al ataque perpetrado contra Fuerteventura en 1593, Viera y Clavijo lo describía en su obra Noticias de la Historia General de las Islas Canarias: “Algún tiempo antes había padecido la isla de Fuerteventura otra furiosa irrupción de los corsarios berberiscos. Estos bárbaros, mandados por Xavan Arráez, se echaron sobre ella en 1593, siendo gobernador don Gonzalo de Saavedra, en la minoridad de doña María de Moxica Arias de Saavedra, su sobrina”.

Fuerteventura conserva Actas del Concejo solo desde 1605 por los ataques

No existe documentación concejil de La Palma que refleje el suceso, pero sí aparecen noticias acerca del impacto que produjo la situación en otros territorios insulares. Tras recibir la noticia del ataque en Fuerteventura, el gobernador de Gran Canaria organizó la defensa insular para que los guardas se apostillasen en las atalayas, y el sistema de milicias estuviese preparado ante una eventual incursión de similares características.

Durante la segunda mitad del siglo XVI no se produjo ninguna amenaza berberisca especialmente relevante sobre La Palma, pero en 1618 se produjo un intento berberisco de atacar la Isla. Tras el ataque sobre Lanzarote, el contingente se trasladó en primer lugar hacia La Gomera, donde obtuvo ingentes beneficios. Posteriormente, se dirigió hacia La Palma, aunque al comprobar que la ciudad estaba mejor defendida que los dos territorios de señorío atacados, y que podía ofrecer una resistencia prolongada, finalmente desistieron de emprender una ofensiva formal.

Sin embargo, no se trató del último aviso de aquel año, ya que, en el mes de noviembre volvieron a surgir alertas, en este caso enviadas por el marqués de Lanzarote a través del capitán Fernando de Osorio, gobernador de Gran Canaria; la información venía determinada por el surgimiento de una armada en Argel que “estaba presta” a atacar el Archipiélago, con especial énfasis en La Palma y Lanzarote.

Durante las primeras décadas del siglo XVII, se produjeron nuevos avisos sobre ataques berberiscos, lo que desembocó en la famosa ofensiva sobre Lanzarote en 1618, compuesta por 36 barcos argelinos, y que culminó con un nuevo saqueo del territorio y el apresamiento de unos 900 nativos. Las informaciones sobre la presencia de corsarios berberiscos en las aguas isleñas no cesaron en todo el siglo XVII.

El ataque de los piratas berberiscos a Fuerteventura

El 1 de julio de 1593, siete galeras y varios bergantines al mando del pirata Xabán Arráez se acercaron a las costas de Fuerteventura. Los piratas berberiscos, una tropa de 230 hombres, desembarcaron en la Isla con la intención de capturar esclavos para venderlos en Argel. Se dirigieron primero hacia el Valle de Santa Inés, donde saquearon casas y la iglesia, llevándose una imagen de la virgen. Luego asaltaron Betancuria. La población huyó y se escondió en cuevas. Como respuesta a la invasión, el capitán general Luis de la Cueva organizó una expedición militar desde Gran Canaria, mientras que en Fuerteventura el capitán Ortiz de Zambrana trataba de hacer frente a los piratas. Los refuerzos, unos 240 soldados, desembarcaron en Jandía, pero sufrieron una derrota y huyeron de vuelta hacia las embarcaciones, abandonando las armas. Arráez se llevó cautivos a unos 60 majoreros.

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