“Nunca se podrá parar la central eléctrica de El Charco”, sostiene Rafael Martínez, presidente de la asociación de vecinos El Time limpia y sostenible. El debate sobre la nula planificación en cuanto a las energías renovables en Fuerteventura trae a la palestra la frustrada demanda del traslado o cierre de unas instalaciones que son el azote de los vecinos desde hace más de treinta años. Si en algo coinciden todas las agrupaciones vecinales es en el perjuicio de la central eléctrica, encajada en la trama urbana de Puerto del Rosario.

Rafael Martínez sostiene que a pesar de sobredimensionar la producción energética en la Isla en 168 megavatios de potencia de excedente en el caso de ejecutarse los 66 parques eólicos y plantas fotovoltaicas que están en trámite, la dependencia de las energías fósiles continuará hasta que no exista una pila o batería de almacenamiento. “Siempre tiene que haber una garantía de suministro, y en Fuerteventura la proporciona la central de El Charco”.

Por su parte, la asociación de vecinos Los Hornos de El Charco ha sido una firme defensora del proyecto de traslado de la central eléctrica, según recuerda Mariola Ceballos, pero también aboga por la implantación de otro tipo de generación de energía, como por ejemplo, el gas, tanto el de ciudad como para la automoción. “Todas las gasolineras deberían contar con un tanque de gas licuado, al igual que cuentan con puntos de recarga eléctrica”.

La asociación Los Hornos de El Charco defiende la actualización de la central eléctrica convirtiéndola en una estación de ciclo combinado, es decir, que no emplee sólo fueloil, sino que combine este combustible con gas para lo que ya cuentan con turbina propia. “Nuestra sospecha es que el gas está subvencionado por la Unión Europea y con ese presupuesto compran fueloil, mucho más barato”.

Explica que los motores de fuel datan de los años setenta, “son muy obsoletos”. “Los primeros aparatos que llegaron a la central de Fuerteventura procedían de la isla de La Palma. Se deshicieron de ellos por lo altamente contaminante de ese combustible”, añade.

Mariola Ceballos recuerda el principal perjuicio de la antigüedad de la maquinaria: “Quema mal el combustible y el nivel de azufre se eleva a un 1.000 por 100. Ese azufre es la nube amarilla que se divisa en el horizonte desde la carretera cuando venimos hacia Puerto del Rosario. El azufre en condensación va buscando humedad y se nos adhiere a la piel, a los ojos y mucosas. Eso genera enfermedades como asma, alergias, conjuntivitis, dermatitis e incluso cáncer”.

Al respecto, comenta que se ha solicitado al Ayuntamiento de Puerto del Rosario un estudio para valorar qué tipos de incidencia tienen las emisiones de la central en el cuerpo humano, pero no “interesa”.

Los perjuicios para la salud es una de las principales tesis que expone la asociación de vecinos Las Lojas en su firme oposición contra la central térmica. Es el “mayor escollo” al que se enfrentan los ciudadanos de la barriada, sostiene su presidente Gregorio Fulgencio. “Llevamos treinta años solicitando otro emplazamiento donde no cree los graves problemas que está ocasionando, no solo a nuestro barrio, sino a la Isla en general: emisiones de gases, ruidos, humo, azufre y otras partículas contaminantes que derivan en enfermedades pulmonares, alergias, patologías cutáneas, etcétera”.

En cuanto al traslado de la central, Mariola Ceballos señala que, “es viable”, pero al menos, harían falta 20 años más, porque “Europa no permitiría que se abriera una instalación con las mismas condiciones en las que genera energía la de El Charco. Tendría que ser una estación eléctrica en la que tendrían parte fundamental las energías renovables. Sería una central más limpia y moderna y, al contrario de lo que piensan los trabajadores, daría cabida a una mayor plantilla con más seguridad para la salud de los trabajadores”.

A la espera de que las energías renovables ganen la batalla a la central térmica o el ansiado desmantelamiento en pleno casco urbano, Mariola Ceballos defiende la renovación de las infraestructuras que doten de combustible a esta instalación energética y por ello no se posiciona en contra de las obras de reposición de tuberías que tanta controversia han ocasionado en el vecindario. “Nadie quiere que pase por debajo de su casa esa canalización, pero entendemos que esas instalaciones eran necesarias para adaptar el tamaño de las tuberías al crecimiento poblacional”.

Por su parte, la asociación de vecinos Las Lojas insiste en que la canalización del combustible hacia la central eléctrica debería dejar de pasar por la barriada. “Hemos solicitado hasta la saciedad que se ponga una boya flotante frente a las instalaciones de la estación y la descarga se realice desde el mar”, recuerda el presidente de esta agrupación vecinal, Gregorio Fulgencio, que muestra también su malestar por las constantes obras en el pavimento para arreglar las tuberías y el posterior mal estado en el que quedan las vías de El Charco, a base de parches o socavones.