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Anna Villacampa: La bailaora que llenó la Isla de lunares

De los 130 alumnos de su escuela, Espaciodanza, 80 acuden a clase de flamenco

Fotos: Carlos de Saá.
Lourdes Bermejo 0 COMENTARIOS 07/04/2019 - 08:46

Anna no sabe qué la llevó hasta el flamenco, partiendo de la disciplina clásica del ballet, que había estudiado desde su más tierna infancia. “Fue la propia profesora la que, a los seis años, me propuso ponerme los tacones”, dice esta bailaora, nacida en Barcelona y que reside desde hace casi dos décadas en Fuerteventura.

“Yo era muy reticente a cambiar de disciplina, pero, tres años más tarde, vi en la televisión el mítico concierto de Camarón en París. No sé si me gustó o no, pero me impactó muchísimo y empecé a investigar”. Cuando conoció el trabajo de Belén Maya, una de las bailaoras y coreógrafas más innovadoras de la escena flamenca, su carrera quedó definida hasta hoy.

Realizó el acceso directo a cuarto curso a la carrera superior de danza en el Conservatorio de la ciudad condal con sede en el Institut del Teatre, en la especialización de danza española, lo que incluía, además de una hora y media de ballet, clases de escuela bolera, clásico español o danza contemporánea.

Anna Villacampa llegó a Fuerteventura en 2001, recién terminada su carrera, y nunca se ha dedicado a otra cosa que no sea bailar. “A excepción de los seis meses que trabajé en un rent a car”, dice. Su actividad profesional se centró, primero, en los espectáculos que ofrecen los hoteles, con su grupo DeloFlamenco, lo que fue compatibilizando con las clases de baile en Corralejo, dentro de la programación del Ayuntamiento de La Oliva.

Pero el gran salto se produjo en 2015, cuando Anna se estableció en Puerto del Rosario, fundando la escuela Espaciodanza, en la calle Secundino Alonso. “En la capital reside la mayor parte de la población de la Isla y es más fácil que funcione este espacio”, explica la bailarina, que actualmente oferta, en las salas Tablao y Bambalina del centro, enseñanzas, sobre todo, de los palos del flamenco (con clases específicas desde sevillanas o castañuelas a bata de cola), pero también de ballet clásico, claqué, swing y predanza (para niños de 3 a 5 años).

Los horarios se adaptan, mañana y tarde, a los distintos perfiles, incluyendo los sábados. La profesora Petra Pavelkova imparte las clases de claqué y predanza y, en breve, se incorporará un profesor de breakdance, Matías Sánchez ‘aka’ bboymatt_one.

Espaciodanza es pionero en la Isla en contar con un suelo adaptado específicamente a los distintos estilos de baile. La propia Anna diseñó las salas, que cuentan con listones texturizados de 3,5 centímetros, con chapa marina de 1,16 centímetros, que “suena mejor y no se hunde”, para la práctica del claqué. “Antes no se encontraba suelo adecuado, he llegado a ver hasta gres, aunque ahora sí se ha ido instalando tarimas y parqués especiales, ya que es fundamental evitar los impactos en los tobillos, caderas e incluso la columna”, explica.

De los 130 alumnos de la escuela, 80 acuden a clase de flamenco, “la inmensa mayoría chicas”, una afición a la que “modestamente” cree haber contribuido la bailaora. “Como ha habido constancia en las enseñanzas, al final han nacido varias ferias de abril en toda la geografía insular, que se llena de lunares cuando llega la fecha”, explica Anna. También el turismo se nutre del género que, poco a poco se va haciendo un hueco en la Maxorata “y es habitual que los hoteles programen espectáculos flamencos, muy lucidos porque acuden cincuenta mujeres a bailar”, dice.

Anna asegura tener jóvenes talentos entre sus alumnas más jóvenes pero, de nuevo, se imponen las desventajas de vivir en una isla. “Carecemos de un programa de becas públicas o de programas de estudio que consideren la danza asignatura troncal, por no hablar de un conservatorio o, al menos, de una entidad que pudiera convalidar los cursos elementales, como ocurre con la música”, dice. “Es muy dificil desarrollar una carrera profesional en estas condiciones. Solo en acudir a las ocho horas diarias de diferentes clases que se requieren, habría que recorrerse la Isla de punta a punta”, pone como ejemplo.

El arte flamenco, uno de los iconos culturales más reconocibles en el mundo, crea otras industrias a su alrededor, como es el caso de la textil. “Como siempre, la doble insularidad pasa factura y debemos acudir a compras fuera para ahorrar costes de confección y transporte”. Aunque las costureras locales aportan su trabajo “en determinadas piezas”, el grueso del vestuario viene de la península, sobre todo de Andalucía.

El vestuario es pieza fundamental del flamenco y una debilidad de Anna, que lo ha cuidado especialmente en sus tres últimos espectáculos de fin de curso, para los que creó coreografías inspiradas en la ópera Carmen y las obras lorquianas Yerma y La casa de Bernarda Alba. “Sinceramente, creí que no llegaríamos a completarlas, pero salieron todas, con sus escenas finales tan trágicas”, explica.

Las coreografías se componen de piezas de entre 5 y 15 minutos, sumando unos 45 minutos. Además, Anna destaca la ayuda de la actriz Carmen Algora para perfilar los caracteres de los personajes de Bernarda. También el año pasado Villacampa creó el espectáculo Poesía de lo flamenco, que se representó en la Feria del Libro de Puerto del Rosario.

Anna Villacampa llegó a Fuerteventura en 2001, recién terminada su carrera, y nunca se ha dedicado a otra cosa que no sea bailar

Anna señala como uno de los encuentros más felices de su vida artística, el que le llevó a conocer a la familia Barrull, gitanos jerezanos “que eran ensoladores” y vivieron en la Isla entre 2004 y 2010. Ellos cultivan el conocido como flamenco de cocina, “que es que la abuela baila, el abuelo toca las palmas y el tío toca la guitarra. Es el arte familiar, el que se hace en la cocina”, explica.

Sin embargo, la infinita alegría por adentrarse en este estilo, ajeno a las convenciones y la técnica, llevó a Anna a la desesperación “por no entender su lenguaje, sin métrica, ni tiempo”. “Yo, que venía de la rigidez académica -dice-, así que bailaba con ellos por seguirillas, por alegrías, pero llegaba el palo de la bulería, típico de Cádiz, y no podía sacar lo que ellos tienen”, recuerda.

Con empeño, “pasándolo a la vez muy bien y muy mal”, el flamenco familiar se coló en el arte de Villacampa, que pudo deslumbrar en los espectáculos junto a DeloFlamenco. “De hecho nos salieron actuaciones en Alemania y en Polonia, a través de aficionados que estaban de vacaciones y se alojaban en el hotel”, cuenta.

Otro de sus mejores recuerdos es la oportunidad que tuvo de bailar con la flor y nata del sector, durante el festival Flamenco Romí de Gran Canaria, “entre otros, con Diego Carrasco, José Soto Sorderita, Diego del Morao, Jorge Pardo, Saray Muñoz o Josemi Carmona, que son mis genios”. También descata su admiración a la grancanaria María Juncal, “que tiene su propia compañía y actualmente está en la escuela Amor de Dios de Madrid”.

DeloFlamenco, que se inició con los músicos Samuel Maldonado (guitarra) y Rafael Santiago (cantaor), sigue en el mundo del espectáculo con una nueva formación, enfocada a la fusión jazzística, a cargo de Nelson Sánchez, al saxo; y Joel Beltrán, al piano.

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