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“Si tuviera que vivir de la artesanía me moriría de hambre”

Josefa Navarro, Premio Insular de Artesanía, aboga por una mayor implicación de las nuevas generaciones y administraciones para mantener vivas las tradiciones

Tras las labores domésticas y agrícolas, Josefa Navarro se dedica a su pasión: el calado y la palma. Foto: Manolo de la Hoz.
María José Lahora 0 COMENTARIOS 11/05/2019 - 08:21

Josefa Navarro (La Aldea de San Nicolás, 1941), con padre majorero y madre de Gran Canaria, llegó a la Vega de Río Palmas a la edad de 14 años. En Fuerteventura aprendió el oficio. Primero, gracias a las enseñanzas de una vecina, más tarde, a través de cursillos que el propio Ayuntamiento de Betancuria organizaba. En estas clases se instruyó de la mano de su maestra, Lolita Betancor, coordinadora de la primera edición de la Feria Insular de Artesanía, de la que aprendió el arte del calado y la palma.

La artesana, galardonada con el Premio Insular de Artesanía de este año y más conocida entre sus vecinos como Fefita, lamenta que a día de hoy no se encuentre salida a estas obras de la artesanía majorera. Considera que la ausencia de establecimientos adecuados donde exponer al público sus trabajos, como el de tantos otros artesanos de la Isla, es el principal motivo.

El cierre paulatino de las tiendas de artesanía insulares dedicadas a promocionar estas labores ha sido un duro golpe para los creadores de Fuerteventura. Ya solo queda la exhibición en la propia Feria de Artesanía que se celebra una vez al año. También faltan los encargos. “Se vende muy poco, si fuera a vivir de la artesanía me moriría de hambre”, enfatiza Josefa.

Antes vendía sus trabajos en las tiendas de artesanía ubicadas en el aeropuerto o Antigua, mientras que ahora tan sólo permanecen abiertas las de Morro Velosa y la que se encuentra frente a la sede del Cabildo de Fuerteventura. “Pero, ahí, ya quedan pocas cosas”, lamenta Josefa. La desilusión le lleva a comentar: “Quizá, dentro de un tiempo, ya ni cale, ni cosa, ni haga nada”.

Josefa ha transmitido su pasión por el calado y la palma a sus hijas, pero reconoce que con el ritmo de vida actual resulta más difícil seguir manteniendo esta tradición en la familia. Aboga por una mayor implicación de las administraciones para el desarrollo de actividades tendentes a fomentar la artesanía entre las nuevas generaciones. “Es importante que no se pierdan estas tradiciones”.

Ahora tiene una oportunidad para alzar la voz en defensa de la artesanía de la Isla por su galardón como artesana del año. Agradece esta distinción y, con humildad, considera que “hay artesanos mejores”, pero insiste en que “lo más importante es que los jóvenes se impliquen para mantener estas costumbres”. No en vano, la artesanía forma parte de la historia de los pueblos.

Insiste en que ella misma aprendió en cursillos municipales el arte del calado y la palma “y eso que había menos posibilidades que ahora”, por lo que no entiende por qué no se deben recuperar este tipo de actividades en los municipios y aldeas. Entre los beneficios de la práctica de los trabajos manuales como los que Josefa domina están “lo relajante del trabajo de mano”. Una buena técnica para tomarse un respiro en el ajetreo de la época actual.

Antiguamente, las viviendas lucían esteras de palma, grandes y pequeñas, se usaban los serones para el transporte del grano... “Pero ya lo más que se trabaja con la palma son sombreritas”

Pone como ejemplo su propia experiencia: “Yo venía del campo, de trabajar en los tomateros, y me sentaba un ratito a hacer estas labores y me relajaba. Dicen que un trabajo descansa a otro”. También resalta las bondades de la artesanía para mantener la mente ocupada. “Todo lo que se aprende se te queda. El saber no ocupa puesto, como decíamos antes”.

Josefa trabaja en casa, en el campo, en su mesa de calado, con la palma. Aunque ya no tiene que hacerse cargo de los animales como antaño cuando disponían de cabras y vacas de cuya leche elaboraba los quesos para la familia. Ahora mantiene cultivos como las papas o algunas verduras para consumo propio. Ha demostrado durante toda su vida su “buena mano” en cualquier quehacer que se le haya puesto por delante. En cuanto a la artesanía, continúa elaborando sombreros de palma y entre las labores de calado destaca los caminos de mesa o tapetes como las más demandadas en la actualidad.

Antiguamente, las viviendas lucían esteras de palma, grandes y pequeñas, se usaban los serones para el transporte del grano… “Pero ya lo más que se trabaja con la palma son sombreritas, como las campesinas que se siguen usando, incluso me las pongo para ir a caminar”, comenta.

Tras las labores domésticas y agrícolas, por las tardes se dedica a su pasión: el calado y la palma. También acude, regularmente, al centro de mayores de Betancuria donde continúa con sus manualidades junto a una monitora. A la Josefa más tradicional también se la puede ver en las parrandas: “Toco la guitarra, bailo y todo lo que me echen”.

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