CULTURA

‘Poema de la luz perdida’, de Annette Besgen: capa azul sobre lo efímero

Casa Naturaleza acoge hasta el 24 de mayo la primera exposición fotográfica de la artista en la Isla

María Valerón 0 COMENTARIOS 21/05/2022 - 09:32

Lo surreal y lo efímero se hacen hueco en las paredes negras de la galería de Casa Naturaleza. Un cielo plagado de tiburones sobre un juego de terraza; una catarata de luz que cae, como cortina de humo, sobre una mesa de comedor; la mirada de una mujer se refleja, en un imposible, sobre la pared de una casa pesquera; cementerios, faros, barcos que parecen pintados en la fotografía, sombras que cambian por completo la visión de un molino de viento; alguien hace surfing en un mar que parece sostenido sobre un duro muro de cal blanca.

Son algunas de las imágenes que pueblan Poema de la luz perdida, una exposición formada casi en su totalidad por fotografías de revelado instantáneo de cámara Polaroid, solo interrumpidas aquí y allá por lienzos de composición geométrica y abstracta. Es el viaje que propone Annette Besgen, artista de lo efímero y de lo cotidiano, que sostiene que en lo ordinario, con su carga de azar, reside un cúmulo ignorado de significados.

En un enfrentamiento directo a la sociedad de las imágenes fast-food, el juego surrealista de Besgen se sostiene en lo analógico: no hay tratamiento posterior del negativo, no hay photoshop, no hay trampa, ni intervención fuera de la cámara. La imagen en Polaroid se imprime de forma instantánea, por lo que captar lo surreal exige de la artista un refinado ojo previo, capaz de generar las escenas para el objetivo: “En los últimos años me he ido interesando por combinar diferentes niveles de realidad en una misma imagen. (Para hacerlo en Polaroid) tienes que mirar situaciones o circunstancias, como reflejos en ventanas o espejos, que aporten diferentes capas, estratos de realidad. Pero, a veces, un encuadre, perspectiva o vista especial es suficiente para transformar la percepción del público”, explica la artista.

Homogéneas en la tonalidad, que oscila del sepia al azul, las 40 pequeñas fotografías se posan en territorios diversos, todos tocados por la idea de la impermanencia, lo caduco: la muerte, la infancia, el mar, lo perturbador, lo conmovedor, to-do tiene su espacio en la exposición. Las instantáneas no pertenecen a un único lugar del mundo, sino más bien a un conjunto de milésimas de segundo, tomadas de ida y vuelta: la luz de Fuerteventura (El Cotillo, Corralejo, Punta de Jandía) se suma, así, a la de Berlín, Lisboa, Miami y espacios de la vida cotidiana que la autora decide no señalar en el mapa.

Por eso Besgen señala que en su trabajo no hay un único concepto; las temáticas están relacionadas con las líneas de investigación y de su interés, pero nunca como un compartimento cerrado. “Tienen que ver con lo transitorio, con la melancolía, con lo absurdo y con el cambio en grandes niveles de realidad”, explica, aunque puntualiza que no puede calcular cuándo o dónde encuentra lo que le conmueve, lo que le fascina: “Deambulo por ciudades, paisajes e incluso lugares bastante extraños como cementerios y territorios perdidos. Sucede por casualidad que una situación momentánea me llama la atención, me brinda los impulsos visuales y mentales necesarios”, explica.

Lo que persigue la artista, en su deambular entre países, no es otra cosa que las luces y las sombras, centro de su trabajo artístico también en el lienzo, y en las que reside, según la autora, la prueba de la existencia misma de todos los cuerpos, objetos y formas. Lo considera “la fuerza motriz” de su trabajo y por eso, titular como Poema de la luz perdida a todo el conjunto parecía inevitable: “Hay toda una filosofía detrás de este concepto, que es verdaderamente complicada de reflejar. En resumen, podríamos decir que las razones de mi obsesión residen en mostrar fenómenos evidentes pero que rara vez son percibidos de forma consciente como luces o como sombras”, señala.

Ejemplos de esta percepción podrían ser los diferentes juegos oníricos de sus fotografías, basados en reflejos en cristal, en espejos, incluso en una tumba, o la proyección de sombras dentro de algunas de las imágenes que transforman por completo el conjunto, haciendo difícil, en algunos casos, reconocer el objeto de la fotografía.

De igual modo, la luz se cuela, protagonista, en los siete lienzos de pequeño formato que forman parte del conjunto: el reflejo de una ventana contra el suelo, la luz que se cuela en el borde de una cortina, sombras y luces, de nuevo en azul, en cuadros de pequeño formato. Lo que podría ser una contraposición entre dos tiempos, la velocidad de la fotografía, la lentitud de la pintura, alcanza en este caso una simbiosis cerrada: pincel y cámara persiguen el mismo imposible, atrapar la luz. La autora lo resume señalando los resultados de su búsqueda, idénticos en ambos casos: “El principio del anhelo y el paso del tiempo transmitido a través de la luz y la sombra es común en todos los medios, las pinturas y las fotos instantáneas. El tiempo de trabajo, o digamos, cuánto tiempo lleva tener un “resultado” para mirar, “no importa”.

Buscar la luz del mundo

Ya hace más de 35 años que comenzó el viaje de Besgen en busca de la luz. Lo hizo, siempre, a través de la pintura, y sus cuadros y obras, que en la actualidad expone de forma permanente para galerías de Berlín, Aquisgrán (Aachen), Marburgo, Wiesbaden y Gotinga, la llevaron por todo el mundo.

Besgen construye lo surreal desde lo analógico, en “un mundo sobrefotografiado”

Ha realizado residencias artísticas en Nebraska (Bemis Center for Contemporary Arts), varias en París (Cité Internacionale des Arts), Nueva York (International Studio Program), donde además obtuvo la beca de la Fundación Pollock-Krasner, y ha vivido en Roma, Barcelona, Lisboa, Venecia, Miami, siempre a lomos de su trabajo.

Asegura que es primero, y ante todo, una pintora; la fotografía llegó después: “Comencé a sacar fotografías con Polaroid hace unos 10 años: “En un tiempo sobre-fotografiado, y como anacronismo a nuestro mundo digital, estoy entusiasmada por trabajar con una cámara instantánea como medio, que de forma inherente afecta con la magia de la transitoriedad por sí mismo”, explica. Su currículum recoge una enumeración sin fin de galerías a ambos lados del Atlántico donde, desde 1987, ha expuesto su pintura, primero, pintura y fotografía, a posteriori.

Aunque Fuerteventura, confiesa, no fue un amor a primera vista, “mirar más de cerca para descubrir las bellezas y los tesoros escondidos” le enseñó, en sus palabras, “sus características discretas y sutiles”. Para una amante de la luz y la sombra, la Isla se convirtió en una buena modelo por su intensidad y sus contrastes, y una buena muestra de ello reside en la galería negra de Casa Naturaleza.

“Hay más en la imagen de lo que el ojo conoce”, parafrasea Annette Besgen de Neil Young (Hey Hey, my my, en Rust Never Sleeps, 1979). Contemplando Poema de la luz perdida, los poetas sueñan con tener los ojos de Besgen.

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