“Hay quien imparte defensa personal femenina y niega la violencia de género”
Idaira Martín Martínez, formadora en autodefensa feminista
“No salen siendo Jackie Chan ni la princesa guerrera, pero la actitud después del taller es otra”, asegura Idaira Martín Martínez, periodista y formadora en género, diversidad LGBTIAQ+ y autodefensa feminista. Con 28 años de trayectoria en artes marciales, esta aikidoka majorera imparte en Fuerteventura el taller Acuerpar(nos). Estrategias de autodefensa frente a las violencias estructurales. Se trata de 22 sesiones que se celebran de manera gratuita, al estar subvencionadas por el Ayuntamiento de Puerto del Rosario, y que se extienden desde el mes de noviembre hasta mayo. Diario de Fuerteventura charla con ella de los mitos sobre la autodefensa feminista, las diferencias con la defensa personal femenina y “la moda de contratar talleres de defensa personal para el 8-M”, entre otras cuestiones.
-¿Cuál cree que es el mayor mito sobre la autodefensa feminista?
-El mayor mito es que hace falta fuerza. Aún no se entiende que lo último que queremos es llegar a la parte física. Las agresiones suelen ser por parte de personas cercanas, por lo que antes de que pase lo que todo el mundo entiende como una agresión, ha habido muchas agresiones previas. La parte física es solo un 20 por ciento de lo que trabajamos, y además siempre se puede adaptar para que no haya limitaciones. Esto no va de fuerza, va de saber dónde y cómo. Si me están intentando estrangular, si me están empujando o arrastrando, todo eso va de reflejos, no de fuerza. Las alumnas flipan porque ven a la compa retorcida en el suelo y dicen: ‘¡Pero si solo le he hecho esto!’. Hay mujeres gordas que por el sistema gordófobo en el que vivimos ya vienen con la idea de que ellas no pueden. Y se produce un cambio muy potente, del ‘yo no soy ágil, no valgo, no tengo fuerza’, a sentir que tienen la capacidad de jugar contra alguien. No salen siendo Jackie Chan ni la princesa guerrera, pero la actitud después del taller es otra.
-En líneas generales, ¿qué aborda en estos talleres?
-La formación tiene cuatro patas, no necesariamente en este orden. Una de ellas es el cuerpo y el espacio, ya que el sistema patriarcal nos ha quitado el derecho de hacer uso de ello. La forma en la que caminamos, cómo nos movemos o cómo miramos... Las mujeres intentamos ocupar poco espacio, cuando vamos a conciertos nos pasamos el evento pidiendo perdón. O en los coles, donde ellos están en el campo de fútbol y nosotras en los márgenes. Tampoco utilizamos la voz de manera firme, y si lo hacemos automáticamente nos sentimos mal. Trabajamos todo esto porque ser consciente de ello puede servir de manera preventiva. Esto no significa que por ir con este flow nos vayamos a ahorrar cosas. Puedo hacer una performance y por dentro estar cagada. Pero es importante recuperar la presencia. Otra pata son los límites. Tenemos ese chip desde pequeñas de no seas marimandona, por lo que todo lo que implica poner un límite ya nos hace sentir mal. Y que yo sea firme en un límite no significa que te esté faltando al respeto, significa que estoy siendo firme. Así que trabajamos la autoridad y el derecho a decir que no. Una tercera pata es la comunitaria y diría que es la más importante, y es que tenga sentido el ‘yo sí te creo’, el ‘hermana no estás sola’, el ‘la policía no me cuida, me cuidan mis amigas’. Es decir, ¿qué hacemos las demás cuando sabemos que una colega está viendo red flags por todos lados? ¿Qué hacemos si estamos en un concierto y vemos que una tía se ha quedado sola y hay tres pibes que le están hablando y se la ve incómoda? No podemos enfrentar un problema estructural pensando en individual. Y luego está la pata física, que es la más conocida. Sin embargo, vemos estrategias físicas mucho más amplias con las que trabajamos la agilidad, la coordinación, el sentir que mi cuerpo tiene la capacidad de moverse, los reflejos, etc.
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Dos participantes del taller durante un ejercicio de reflejos.
“Hay talleres financiados por el Pacto de Estado sin perspectiva feminista”
-Esa pata comunitaria, ¿quizás es en la que menos reparamos?
-Totalmente. He escuchado muchas veces lo de ‘no voy porque no creo que me haga falta’. Ahí estás partiendo de una clave individualista y esto no va solo de ti, va de todas. Pero esta suele ser la gente que no llega a venir al taller porque creen que todo está bien y que no han visto violencia nunca. Luego está el perfil de la que tiene ese carácter de chula y rebelde, pero que cuando te pones a trabajar salen un montón de violencias de las que no había sido consciente. Esto está guay porque llegamos con unas máscaras que en realidad nos han protegido porque hemos vivido mucha violencia. Y no es justo que te hayas construido esa máscara, te tendríamos que haber cuidado el resto. Además, yo llevo trabajando esto muchos años y según el momento de vida en el que esté a lo mejor no me sale ese carácter. El carácter no es lineal ni nos define. Así que para ese momento, ¿qué harán las tuyas? Y las tuyas no es con quién tienes vínculo, es la chica a la que ves o tu vecina. Es algo genérico, es un ‘no voy a permitir ninguna violencia ni de género, ni racista, ni LGTBIfóbica, conozca a la persona o no’.
-¿Cómo influye la socialización diferencial de género en la legitimidad para defenderse?
-Es muy curioso porque cuando ves los grupos de tíos y de tías en una clase de boxeo, por ejemplo, el saco sale por la ventana con los tíos. Nosotras tenemos que practicar darle fuerte porque nos sentimos incómodas. No es que no podamos hacerlo, es que nos da reparo. Esto se ve muy claro cuando empezamos a trabajar técnicas de defensa en ojos, tráquea, etc. Sí tú no estás pudiendo trabajar esto, entonces tiene que ver con la legitimidad, no con la fuerza. Me dicen, ‘es que a mí no me gusta la violencia’, y les digo que no están siendo violentas, se están defendiendo. Es muy distinto: tienes la legitimidad y el derecho a salir de ahí. Esto no se trabaja en las clases de defensa personal.
“La idea es no permitir ninguna violencia de género, ni racista, ni LGTBIfóbica”
-¿Cuál es la diferencia entre la autodefensa feminista y la defensa personal?
-Defensa personal hay muchos tipos, la policial, la de personas de seguridad, etc. Pero todas ellas no dejan de ser artes marciales, están metidas en una estructura que precisamente pierde el foco de lo estructural, de lo social. No tiene en cuenta lo que nos intersecciona a cada persona y que, por tanto, lo que me pasa a mí es muy diferente de lo que te pasa a ti. Probablemente yo, por cómo me han socializado, me bloquee más que tú si me van a dar un puñetazo. Además, las violencias son muy diferentes dependiendo de los cuerpos. En la defensa personal te pueden hablar de algunos perfiles de agresores, pero está más centrado en lo físico. Y luego está la defensa personal femenina, que no tiene por qué ser feminista. Son simplemente técnicas y ya. De ahí la importancia de que no sean talleres puntuales.
-¿Por qué es tan importante en estos talleres poner el foco en lo estructural?
-Porque entender y concienciarse de lo estructural es un cortafuegos. Eso no quiere decir que si lo tienes claro no vaya a haber una agresión física, pero sí que es el ojo avizor para reducir las posibilidades de que llegue la agresión. Y que si llega, también tengas estrategias.
-¿Cómo impacta que no se trabaje desde esta mirada?
-A mí me parece una irresponsabilidad hacer un taller de defensa personal femenina en una tarde porque nos ponemos más en peligro. No tiene sentido trabajar una estructura entera en una tarde, ni en dos ni en tres. De hecho, ya he dicho que no a trabajos puntuales, y si lo hago digo que eso es una exhibición y que jamás en la vida se les venga a la cabeza la imagen de este taller cuando se vean en la situación. Son necesarias, como mínimo, diez horas para salir con algo integrado en el cuerpo. Estoy muy cansada de esta moda de talleres de defensa personal femenina que los venden como si te fuesen a salvar la vida, y no mencionan el patriarcado ni una sola vez. En muchos lugares de la Península y Canarias donde he trabajado están impartiendo talleres de cara al 8-M, cuando esas personas saben de defensa personal pero no de prevención de violencias machistas, o tienen un curso de 30 horas en Igualdad. Incluso ves gente con ideología de derechas impartiéndolos mientras niegan la violencia de género, y con dinero del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, es una vergüenza.
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Ejercicio de confianza y comunicación durante el taller de autodefensa feminista.
“Que sea firme con un límite no significa que te esté faltando al respeto”
-¿Qué debe tener una persona que imparte estos talleres?
-Formación y calle, que a veces nos metemos en el mundo académico y nos olvidamos del activismo. No hace falta que tengas un máster pero tu ideología y tus principios tienen que ser desde el feminismo, y que hayas militado en espacios feministas. También que tengas algo de formación en defensa personal y artes marciales.
-¿Se inspira en referentes para preparar los talleres?
-Una de mis inspiraciones es mi arte marcial, que es el aikido, y me encanta porque es cero violento. Al aikido se le conoce como el arte marcial de la paz. De hecho, están prohibidas las competiciones. Karin Konkle, por ejemplo, es aikidoka. Sacó un primer libro, ¿Estás segura?, y luego sacó otro, Autodefensa feminista (para todo el mundo), y me gusta bastante porque mete la parte estructural. Además, habla del colectivo LGTBI y lo que implica la disidencia con respecto a sufrir violencias. También están unas compas en Barcelona que tienen el Espai Defensa Personal, que es solo para mujeres y utilizan la defensa personal con perspectiva feminista. También bebí de muchas fuentes cuando estaba en Madrid, que fue cuando para mí se unieron el feminismo y las artes marciales, que es lo que había hecho desde pequeña.
“No estás siendo violenta, tienes la legitimidad y el derecho a defenderte”
-¿Qué es lo más bonito que ocurre en los talleres?
-Que ellas mismas empiezan a sentir más seguridad y a ponerle nombre a las cosas. Es sanador darte cuenta de que no estabas sola y reparador el estar trabajando para que no vuelva a ocurrir. En el taller somos 20, pero esa semilla te la puedes llevar a tu grupo de colegas, para que lo dejen de normalizar y lo lloren. Todo esto parece muy serio, pero hay momentos en los que lloramos de la risa. Además, siempre estamos chequeando el punto de energía en el que nos encontramos, y lo mejor es que aunque esté bajo acabamos la sesión con un ‘menos mal que vine’.

















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