Múltiples lazos históricos unen a Cuba con Fuerteventura, Lanzarote y el resto de Canarias
La hermana del Caribe: 125 años de la pérdida de Cuba
Múltiples lazos históricos unen a Cuba con Fuerteventura, Lanzarote y el resto de Canarias
El 18 de diciembre fue el Día Internacional del Migrante y como en años anteriores hay que aprovechar esta conmemoración organizada por Naciones Unidas para recordar algún capítulo del largo historial de emigraciones de Fuerteventura y Lanzarote. En este caso, recapitular sobre uno de los destinos tradicionales, la llamada “Perla del Caribe”: Cuba
En diciembre de 1898, hace justo 125 años, se firmaba el Tratado de París, por el cual España reconocía la independencia de Cuba, al mismo tiempo que vendía a Estados Unidos los territorios de Puerto Rico y Filipinas.
Para Canarias esta derrota supuso un duro varapalo económico, Cuba todavía era, por ejemplo, un mercado preferente para la cebolla de Lanzarote. No obstante, los sentimientos políticos eran un tanto encontrados. Por un lado, soldados canarios combatieron en el ejército español, apoyado por la oligarquía isleña también, pero, por otro lado, el incipiente nacionalismo canario miró con mucho interés el proceso emancipador de Cuba y hubo canarios destacados en el sector rebelde.
Secundino Delgado (1867-1912), considerado por muchos el padre del movimiento independentista canario, emigró a Cuba muy joven, implicándose en su emancipación y adquiriendo nacionalidad cubana más tarde. El escritor y político cubano José Martí (1853-1895), llamado el “apóstol de la independencia de Cuba”, era hijo de una canaria de Tenerife que había emigrado siendo menor de edad, Leonor Pérez Cabrera. Martí afirmaba que “no es raro que el hijo de las Canarias, mal gobernado por el español, ame y procure en las colonias de España la independencia que por razón de de cercanía, variedad de orígenes y falta de fin bastante, no intenta en sus islas propias”.
Hay numerosos testimonios del recelo de las autoridades hispanas con la amplia colonia canaria en Cuba de finales del siglo XIX. A diferencia del resto de los españoles, los canarios se identificaban muy rápido con la población local y hasta el embajador norteamericano llegó a sugerir en un famoso informe que los canarios eran un apoyo claro para los rebeldes cubanos. A esto hay que unir que el 42 por ciento del censo español en Cuba en 1861 era canario, siendo la principal región con diferencia.
La independencia de Cuba trajo otras repercusiones políticas, ya que el llamado “desastre del 98” dejó una huella amplia en la conciencia nacional del país, mientras en Canarias se extendía el miedo a que Estados Unidos se aventurara también con el Archipiélago, dada la facilidad de la victoria ante España. En ese contexto, Fuerteventura y Lanzarote volvieron a ser vistas como las más fáciles de conquistar, por su escasa defensa y las facilidades de desembarco de su costa.
Cirilo López, que volvió de Cuba, fue el primer residente de Morro Jable
En 1902, Antonio María Manrique, intelectual y escritor clave de la época que nació en Fuerteventura aunque desarrolló casi toda su carrera en Lanzarote, escribió un artículo elocuentemente titulado Esperando al enemigo. Este temor llevó al gobierno español a reforzar la defensa de Canarias, creando, entre otros, la batería militar del Río en el Risco de Famara, mientras que en 1904 reestableció el batallón suprimido en los años ochenta del siglo XIX en Fuerteventura, que era una de las grandes reivindicaciones del periódico majorero La Aurora (1900-1905): “Por primera vez, de mucho tiempo a esta parte, se ha votado una ley en Parlamento español que haya beneficiado a Fuerteventura (...)”.
A pesar de todo, la emigración canaria a Cuba no se resintió con la independencia. El flujo variaba según las condiciones reinantes a ambos lados del Atlántico, así las coyunturas de crisis que provocaron la caída de la cochinilla, a finales del siglo XIX, y los problemas de exportación durante I Guerra Mundial, hicieron que aumentara el número de canarios que iban a la Gran Antilla, muy demandados sobre todo para las explotaciones agrícolas de azúcar. Solo a partir de las crisis de los años 20, y especialmente tras el crack del 29, Cuba dejó de ser un destino preferente para el emigrante canario.
En las últimas décadas, esta suerte de mercado laboral atlántico ha seguido avanzando según los ritmos de aprietos y crecimientos vividos en ambas orillas. Fruto del auge turístico, las corrientes se han invertido y ahora es Canarias quien recibe a emigrantes cubanos. En Lanzarote, la población residente con nacionalidad cubana en 2020 era de 877 habitantes.
Retrato de un antepasado de la familia Ferrer Bermúdez tomado en la localidad de Ciego de Ávila, situada en la zona central de Cuba. Imagen de 1915 cedida por la familia Ferrer Bermúdez.
Múltiples lazos
Más allá de compartir una latitud muy similar a ambas orillas del mismo océano, las estrechas relaciones entre Cuba y Canarias tienen explicaciones históricas muy directas. Para empezar, todas estas islas vivieron procesos colonizadores casi paralelos. Aunque Fuerteventura y Lanzarote fueron conquistadas por los europeos desde principios del siglo XV, Canarias no fue totalmente dominada hasta 1496, cuatro años después de la llegada de Colón al Caribe. Cuba empezó a ser conquistada, muy poco después, a principios del siglo XVI.
Canarias no solo sirvió como primera prueba de colonización para la Corona hispana de cara a la experiencia en América, aunque en una escala mucho menor, sino que también nuestro archipiélago se convirtió en parada casi obligada en la ruta a las Indias.
Los alisios favorecieron el papel destacado de Canarias en las relaciones con América. Los puertos de Gran Canaria, Tenerife y La Palma eran los únicos, junto al de Sevilla, que podían comerciar con las Indias. De ese cualidad de estación de paso en la ruta atlántica surgieron multitud de conexiones, valga como ejemplo el terreno agrícola-gastronómico: en Canarias ya se habían probado las plantas asiáticas del azúcar y el plátano, que fueron llevadas desde aquí a América, de donde, a su vez, vinieron productos que pronto se convertirían en esenciales para la economía y la cocina del Archipiélago, como la papa o el millo, entre otros.
Tras una primera etapa donde el envío de colonos desde Canarias a América estuvo más limitado por la exclusividad de Sevilla y por el interés de la Corona en poblar el Archipiélago, el flujo de canarios aumentó a partir de finales del siglo XVII, cuando comenzó la “gran emigración familiar”, en palabras de Manuel Hernández, catedrático de Historia de América de la Universidad de La Laguna (ULL) y gran especialista en las relaciones con Cuba. También hay que recordar que en 1650 Cuba solo tenía 20.000 habitantes, frente a los 100.000 de Canarias.
Entre 1678 y 1778 estuvo activo el llamado “Tributo de sangre”, una orden real según la cual Canarias debía aportar 50 familias para colonizar el Nuevo Mundo por cada 1.000 toneladas de exportación, a cambio de mantener su privilegiada de comercio de sus puertos con América. Todavía los expertos discuten hoy si esa medida fue una imposición de la Corona o una ventaja que lograron sacar al rey las élites canarias.
Imagen del barco ‘El sobrino’ en 1951. Esta goleta navegó por Canarias en el siglo XIX e hizo varios viajes a Cuba. Fotografía cedida por Antonio Lorenzo.
En el siglo XIX volvieron a vivirse importantes repuntes de migrantes canarios hacia la Perla del Caribe (hay estimaciones que hablan de 60.000 canarios), especialmente cuando el sistema esclavista fue eliminado en Cuba en 1880, lo que elevó la necesidad de braceros y jornaleros libres para el campo. No obstante, las condiciones no siempre fueron ideales, como recordaban los historiadores y profesores universitarios Manuel de Paz y Manuel Hernández en un libro significativamente titulado La esclavitud blanca. El antropólogo J. Alberto Galván Tudela hablaba, además, de un especialización por islas, manifestando que “tanto majoreros (Fuerteventura) como conejeros (Lanzarote), al igual que los gomeros se caracterizaron por compartir multiplicidad de trabajos. Analfabetos en su mayoría, procedentes de islas con escasos recursos, con hambrunas periódicas, optaron unos por emigrar a la aventura sin amplias redes familiares, otros a través de enlaces en Cuba o alguna red familiar”.
La Guerra de Cuba trajo el miedo a la posible invasión de Canarias
Más allá de las relaciones demográficas, económicas, políticas y gastronómicas señaladas brevemente, la vinculación con Cuba empapa muchas áreas culturales y sociales, empezando por el lenguaje. Por ejemplo, el clásico canarismo de “guagua” tiene origen cubano, mientras en la Gran Antilla usan la palabra gofio con normalidad o en ambos lados del Atlántico se emplea el término bemba, de raíz africana común en ambas orillas, para referirse a los labios.
En música, los viajes de ida y vuelta han influido mucho en el folclore de Canarias, con géneros tan clásicos como las habaneras y décimas, por no hablar de la fuerte implantación que han tenido todas las músicas de raíz caribeña en las Islas. Directamente ligado a la emigración también un enorme legado periodístico canario-cubano. Se han localizado al menos una docena y media de cabeceras fundadas en Cuba por canarios y dirigidas a la comunidad canaria. En literatura, la profesora Paloma Jiménez del Campo publicó hace unos años un estudio en el que hacía referencia a más de 30 escritores canarios vinculados con Cuba.
Imagen de la escultura en honor a Cirilo López Umpiérrez situada en la zona antigua de Morro Jable. Foto: Carlos de Saá.
Oceáno, migraciones y cultura se unen en dos figuras emblemáticas del pasado de Fuerteventura y Lanzarote que han sido recordadas con sendas esculturas. En la zona de Puerto Naos, en Arrecife, el homenajeado es Gregorio Fuentes un emigrante lanzaroteño que llegó a Cuba siendo muy joven, a principios del siglo XX. Fuentes se dedicó al mar, de manera que ya completamente instalado en la isla se convirtió en el patrón del yate del célebre escritor norteamericano Ernest Hemingway, quien escribió una de las novelas más famosas del siglo XX, inspirándose en sus historias de pesca. En la zona antigua de Morro Jable, una estatua recuerda a Cirilo López Umpiérrez, un emigrante que de vuelta de Cuba se convirtió en el primer residente permanente de esta localidad a finales del siglo XIX.
Comentarios
1 Felix Molina-Diaz Dom, 31/12/2023 - 19:01
2 Como Vie, 12/01/2024 - 07:37
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