EL PERISCOPIO

La ‘nueva normalidad’ durará años

Juan Manuel Bethencourt 10 COMENTARIOS 24/07/2021 - 09:04

El proceso de desescalada tras una pandemia global exige un nivel de madurez al que tenemos que irnos acostumbrando si queremos salir de esta dramática tesitura de una maldita vez. Esta madurez debe ser manifestada en varios planos: sanitario, cívico y político. ¿Por qué? Porque la superación de una enfermedad infecciosa que se ha llevado tres millones de vidas (que son más: la revista The Economist ha evaluado el incremento de la mortalidad en el planeta en una franja que va de los siete a los trece millones) nos remite a la imagen de un equilibrista que, pértiga en mano, se asoma al vacío con el único sostén de un cable tenso y su propia pericia como herramienta. Y el panorama no ofrece ocasión para el engaño: el único camino está al frente y en los alrededores acecha el vacío.

Esto es la desescalada, a ver si lo entendemos: como ha definido el ingeniero informático Tomás Pueyo, uno de los pioneros al detectar la progresión geométrica de la COVID-19, la superación de la pandemia tras cuatro oleadas es una danza en la que intervienen dos conceptos sagrados: economía y salud. Sin una variable no existe la otra, por ello es tan absurdo elegir una. Está científicamente demostrado que la parálisis económica salva vidas a corto plazo y las cuesta a medio y largo, porque degrada la calidad de vida media de la población. El problema al que se mide Canarias es de enorme consideración, porque afronta la desescalada en condiciones insuficientes respecto al desafío que ha planteado la pandemia. Desde luego, no podemos dar por buenas las palabras a las que aludió hace un año Pedro Sánchez con sus alusiones a la inminencia de la victoria sobre el virus. Porque no, aún no hemos derrotado al coronavirus y afrontamos el segundo verano de la COVID con el objetivo de contener al enemigo, que se ha instalado entre la población y amenaza, esto es lo peor, con cronificarse. Solo las vacunas suponen una diferencia, sin duda relevante, respecto a los acontecimientos que vivimos ya en el verano del año pasado. Se abre paso la tesis de aquellos expertos que hablan de un esfuerzo de largo recorrido. Lo llaman la década COVID, así como suena.

Hablamos de madurez, por tanto. Madurez sanitaria, a través de los diagnósticos y decisiones de las autoridades y sus expertos, bajo la premisa de aprender de la dolorosa experiencia adquirida; madurez cívica, aplicable en cada decisión veraniega, con el comportamiento de los jóvenes ahora en el ojo del huracán, aunque con un matiz: hay viajes de fin de curso porque hay empresas que los organizan, gobiernos que los permiten y padres que los toleran. Y por supuesto, madurez política, que está brillando por su ausencia y no solamente en la tóxica dinámica que protagonizan una vez más los dos grandes partidos políticos españoles, que ni en las peores circunstancias son capaces de sortear su condición de duelistas perpetuos. Esta necesidad de madurez política es aplicable también a Canarias. Lo ocurrido durante las últimas semanas en Tenerife, desde el punto de vista sanitario, podía haberse evitado, y de paso nos ahorraríamos el infantilismo derivado de una situación en la que buscar culpables ajenos y hacernos trampas al solitario es una señal preocupante. Toda esta hojarasca sobra y no debe repetirse, porque cualquier distracción, cuando ejerces de equilibrista, tiene un resultado fatal. El que está viviendo Tenerife ahora mismo, señalado por unas cifras que ya eran preocupantes con el fin del estado de alarma. Y de aquellos antecedentes, la oleada que vino después.

Canarias ha interiorizado su condición de vagón y no de locomotora

El segundo verano del coronavirus ya está aquí para hacernos ver una realidad evidente: la tan ansiada ‘nueva normalidad’ es dura y puede no gustarnos. Es lo que tiene la complejidad: resulta mucho más frustrante que la simplicidad por la sencilla razón de que nos obliga a enfrentarnos a ella sin ambages, tal y como es, cambiante, potencialmente conflictiva, huidiza ante toda certidumbre, propensa a poner a prueba nuestra inventiva, a veces, y nuestra capacidad de resistencia, la mayoría de las veces. Tras casi año y medio de penurias la susceptibilidad está a flor de piel y se aprecia en la propensión al agravio con la que leemos los datos de contagio en las Islas: hasta se diría que era más sencillo moverse en el confinamiento, cuando estábamos todos dentro de casa, cada cual en su circunstancia, pero unidos en la cotidianidad. No tentemos a la fortuna, hay ejemplos de confinamiento domiciliario en territorios con un elevado porcentaje de vacunación. Chile, por ejemplo.

Luego queda la política. La ‘nueva normalidad’ es una expresión de origen anglosajón y cuyos antecedentes más lejanos en el tiempo se sitúan en 1919, justo tras la I Guerra Mundial y, oh paradoja, la gran pandemia de gripe que mató al 2 por ciento de la población mundial. El antecedente no suena, pues, precisamente ilusionante, si bien el término ha ido evolucionando después hasta incorporarse a los manuales de gestión empresarial y tendencias diversas, y así hasta ser expropiado hace un año por Sánchez y sus gurús. Pero si algo hemos comprobado durante la pandemia es que en la política española la nueva normalidad es una vieja normalidad: el PP culpa de todo al PSOE, el PSOE culpa de todo al PP, derecha e izquierda (Vox y Podemos) simbolizan dos visiones de España condenadas al garrotazo, los indultados soberanistas catalanes ven todos los remedios en la independencia, los nacionalistas vascos santifican el fuero como el antiviral más eficaz y aquí en Canarias preguntamos a Madrid cómo nos va a pagar la factura de esta dramática crisis, porque nos hemos convertido en adictos al victimismo, al interiorizar nuestra condición de vagón y no de locomotora. No hemos visto ningún planteamiento original en el Congreso de los Diputados ni el Senado, ni en los gobiernos autonómicos. La nueva normalidad, al parecer, nos va a obligar a todos a vivir de un modo diferente, pero no fuerza a los políticos a pensar de un modo distinto.

Comentarios

Mientras haya gobiernos vendidos al globalismo de la agenda 2030, seguiremos hundidos. Y aquí doble hundimiento con el gobierno bolivariano.
Tu si que sabes mi ninio. Jajajajajaja!
Soy la nueva normalidad, Y aunque venga con nombre nuevo, Sigo igual que siempre.
Gracias por esta contribucion tan madura y sin los emocionalismos y partidismos tan frecuentes.
Y mi comentario? Parece que al no coincidir con el sesgo de este periódico no se publica. Otra vez la censura de los progresistas
Si Esopo hubiese vivido en este tiempo habría escrito esta fabula. Había un hombre muy estúpido que tenia un granero con muchas vacas que estaban acostumbradas en dar golpes de cabeza contre la puerta rompiendo la cerradura y huyendo. El hombre estúpido gritaba "gobierno ladron", "dictadura", "comunistas", "fascistas" mientras las vacas se largaban más y más después de que tenía ir a buscarlas pero no conseguía encontrarlas a todas. Una vez de nuevo en el granero en lugar de vender una vaca y cobrar dinero bastante para substituir puerta y cerradura con unas más robustas, adjustaba ambas por si mismo, así que las vacas repetían la destrucción y huyan de nuevo. Destrucción tras destrucción, huida tras huida perdió a todas las vacas, el banco le pignoró casa y granero y el hombre estupido murió por el hambre gritando "gobierno ladron", "dictadura", "comunistas", "fascistas"
Si Esopo hubiese vivido en este tiempo habría escrito esta fabula. Había un hombre muy estúpido que tenia un granero con muchas vacas que estaban acostumbradas en dar golpes de cabeza contre la puerta rompiendo la cerradura y huyendo. El hombre estúpido gritaba "gobierno ladron", "dictadura", "comunistas", "fascistas" mientras las vacas se largaban más y más después de que tenía ir a buscarlas pero no conseguía encontrarlas a todas. Una vez de nuevo en el granero en lugar de vender una vaca y cobrar dinero bastante para substituir puerta y cerradura con unas más robustas, adjustaba ambas por si mismo, así que las vacas repetían la destrucción y huyan de nuevo. Destrucción tras destrucción, huida trss huida perdió a todas las vacas, el banco le pignoró casa y granero y el hombre estupido murió por el hambre gritando "gobierno ladron", "dictadura", "comunistas", "fascistas"
Está muy claro. Quedan 9 años para llegar a la nueva normalidad, o sea, hasta 2030. Estamos en fase experimental y adiestramiento, pues poco a poco se va cumpliendo con la Agenda.
apañados vamos con discursos como el tuyo, difícil salir de tal situación cuando la mayoría de personas no se dan cuenta de las incoherencias de esta gran película, y los medios o por la misma falta de vista o por simple prostitución va por el mismo camino.... busca en internet lo que dice el virólogo y premio Nobel Luc Montagnier, supongo que al menos coincidirás en que experto en la materia ha de ser. Despreciamos las consignas médicas y aplaudimos y nos vemos salvados con las políticas.... pues nada, sigue dando palmas entre palos disimulados...
6.7. qué asco. Que vergüenza!! Vacunate ponte bozal como un perro bueno y callate!

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