El viaje más especial de Juambi
En noviembre viajó con una ONG canaria para ayudar en un orfanato de Gambia
Tras jubilarse, Juambi Cabrera anotó en la mente un puñado de cosas a las que dedicarse a partir de ese momento. Entre ellas, estaba viajar al extranjero con proyectos de cooperación, pero llegó la pandemia y frenó en seco cualquier posibilidad de movilidad hasta que en octubre de este año se le presentó la oportunidad de viajar a Gambia para ayudar en un orfanato con una treintena de niños acogidos. Con el viaje, Juambi pudo cumplir un triple deseo: viajar al África negra, ayudar a quienes más lo necesitan y regresar a su oficio como docente, aunque solo fuera por unos días.
El 2 de noviembre Juambi llegó a Gambia. Semanas antes, había conocido a la directora de la ONG Harit Gambia, Patricia Gil, durante la clausura de la campaña por la autodeterminación del pueblo saharaui, en Gran Canaria. Gil le habló de su ONG y del trabajo que realizan en un orfanato de Gambia. También le contó que en diciembre un grupo de canarios viajarían a la zona para ayudar en las obras de ampliación del orfanato. Juambi no dudó en preguntar si podía sumarse a la expedición. La respuesta fue sí. El viaje terminó adelantándose a principios de noviembre.
Este profesor de Tetir ha perdido la cuenta de las veces que ha visitado los campamentos saharauis de Tinduf, en Argelia. También ha estado en Nuadibú, en Mauritania, llevando ayuda humanitaria, pero le faltaba conocer el África negra. “He estado en el continente africano, pero siempre del desierto del Sahara hacia arriba”, cuenta, mientras empieza a enumerar los lugares que ha pisado: Argelia, Libia, Mauritania, Marruecos, Sahara ocupada. “Me llamaba mucho la atención el Sahara negra y quería ver de cerca lo que ya conocía por los Estudios Africanos en los que me matriculé”, explica. Además, su vinculación a los movimientos de apoyo a los migrantes le ha llevado a estar cerca de gente de Mali, Costa de Marfil o Guinea Conakry que han recalado en Fuerteventura. El viaje también le permitiría conocer de cerca qué lleva a esta gente a subirse a una patera y adentrarse en el mar.
Gambia es un país convertido en democrático en 2017 después de 22 años bajo el yugo de la dictadura del teniente Yahya Jammeh. El país más pequeño de África tiene playas paradisiacas que le han permitido desarrollar una importante industria turística. Sin embargo, la llegada de miles de turistas no ha conseguido frenar la pobreza y la emigración de sus paisanos que sobreviven, muchos de ellos, gracias a la agricultura y la pesca.
Imágenes del proyecto de la ONG Harit Gambia con niños del orfanato.
Durante su visita, Juambi dio clases de español a los niños del orfanato de Gambia
Tras aterrizar en el aeropuerto de la capital, Banjul, Juambi y el resto de los compañeros se desplazaron a Lamin, un barrio a unos 40 kilómetros de Banjul donde Harit Gambia colabora con el mantenimiento de un orfanato. La ONG ayuda con la compra de alimentos, sobre todo gofio, y también a pagar el alquiler del edificio, unos 300 euros cada seis meses. En él viven 31 niños y niñas huérfanos o abandonados por sus padres.
Una pareja de gambianos, María y Paul, ella maestra y él pastor de una iglesia católica, aunque también trabaja en la administración, se encargan del cuidado de los pequeños. “Tienen tres hijos. Podían dedicarse a vivir con ese sueldo. Con ese estatus social, podrían vivir como los más ricos en Gambia, pero están en un poblado deprimido manteniendo a estos niños. Son gente que realmente te hacen pensar que la solidaridad merece la pena”, asegura Juambi.
La pobreza de frente
Lamin es una de las zonas más pobres de Gambia. “Llegar allí es darte de frente con la pobreza”, asegura este profesor. Su gente vive de la agricultura y la pesca o se buscan la vida en populosos mercados vendiendo en una mesa un par de productos.
En la zona hay dos colegios que se mantienen en pie gracias a la ayuda internacional. En la construcción de uno de ellos participó el Gobierno de Canarias dentro de sus planes de cooperación. Ocho aulas con el nombre de cada una de las Islas Canarias recuerdan el apoyo canario.
La ONG que llevó a Juambi hasta Gambia también se dedica a escolarizar a niños de la zona. Aunque la Constitución de Gambia dice que la educación primaria es gratuita, realmente hay que pagar si quieres que tu hijo reciba clases. Harit Gambia se encarga de su escolarización a través de campañas de apadrinamiento.
En un primer momento, Juambi pensó que su trabajo sería el de peón de la construcción. La ONG adquirió un terreno y están construyendo un orfanato para desligarse del pago de alquiler y tener esos 300 euros dedicados a la comida. Sin embargo, hubo un cambio de planes y le tocó hacer otras tareas. Desde montar estanterías en las que colocar la comida que va llegando al orfanato hasta la de aguador. A pesar de que un río atraviesa el país, el agua llega a cuentagotas a las casas. Un grifo en el patio del orfanato con un hilito de agua suministra el líquido para beber, aseo, hacer la comida... “Había que estar atentos al hilito y cuando salía llenar los barreños y baldes. Nuestra labor consistía en tener siempre llenos los barreños”, explica.
El viaje a Gambia también le ha permitido regresar a la docencia. En 2019 Juambi se despidió de las aulas con la llegada de la jubilación después de treinta años impartiendo clases. Muchos de ellos como profesor de inglés. Al llegar a país africano vio cómo los pequeños le pedían aprender español. La presencia en la zona de muchos españoles despierta pronto el interés de los chicos por hablar español. No costó mucho convencerlo. Por las mañanas daba clases en el orfanato y por las tardes en uno de los colegios. “Tenían unas ansias terribles de aprender. Me buscaban para que les diera clases”, dice con los ojos iluminados.
A pesar de ser un destino turístico, Gambia soporta importantes tasas de pobreza
“Volví a mi profesión con unos niños encantadores, muy amables, alegrísimos, que demuestran que la alegría y la felicidad no van unidas al poder económico. Son risueños y cariñosos. Con ellos, te das cuenta de todo lo que nos sobra en occidente. Están vestidos con la ayuda humanitaria, solo comen arroz y gofio, usan latas de atún como juguetes, pero son muy felices”, sostiene.
En el orfanato hay niños desde los dos años. Durante los días que estuvo en el centro, escuchó y conoció historias de menores que llegaban hasta el lugar en busca de techo. Algunos, huyendo de palizas, otros tras quedarse solos después de que su padre saliera en patera en busca de futuro en Europa y su madre muriera; incluso algunos son abandonados por sus progenitores a las puertas del orfanato porque saben que esa es la única opción para que el pequeño crezca dignamente.
En su mochila de viaje se trajo decenas de anécdotas e historias. Desde una excursión a la playa de 43 personas, entre niños y voluntarios, en dos coches de siete plazas hasta historias como la de Martin, un joven de 14 años que les ayudaba a montar las estanterías. El chico, muy habilidoso en el montaje, le contó a Juambi sus planes de futuro. Había terminado la primaria y ahora estudiaba un módulo formativo. “Nos dijo que, una vez terminara los estudios, quería quedarse en el orfanato para ayudar a la gente que le había ayudado antes a él. Eso te desarma ante la vida”, asegura. Al orfanato suelen venir a ayudar personas que en su día fueron recogidas y de mayores quieren devolver la generosidad con la que fueron tratadas ayudando a los que aún siguen allí.
Juambi es uno de los rostros visibles en Fuerteventura de apoyo al pueblo saharaui. No recuerda cuántas veces ha podido estar en los campamentos saharauis. Sin embargo, reconoce que este viaje fue diferente. Explica cómo “cuando viajas a un campo de refugiados te das cuenta de que esa gente está pasando una situación calamitosa. Son refugiados que tienen el objetivo de volver a su tierra y viven de la ayuda internacional, pero Gambia es un país donde ves a la gente tan deprimida y con tanta pobreza, pero a la vez tan alegre. Te das de frente con la desigualdad que hay en el país”.
Cada vez que aparece un muerto de las pateras en el mar canario, Juambi se manifiesta junto a algunos componentes de Entremares ante las puertas de la Delegación del Gobierno en la Isla para pedir acciones que eviten que el mar siga convirtiéndose en una gran fosa de cadáveres.
El viaje a Gambia le ha permitido ir al lugar de origen de donde salen algunos de los jóvenes que llegan a Canarias. Visitar el origen le ha ayudado a ver y entender el fenómeno migratorio de otra forma. “Te ayuda a saber por qué se van. Hay miles de jóvenes dando vueltas por las calles sin nada que hacer. Es normal que se vayan. Allí, no hay futuro ni expectativas de que puedan mejorar ni atender a sus familias”, asegura.
A la pregunta de qué es lo que más le ha aportado el viaje, Juambi asegura que ha sido la posibilidad de darse cuenta de “todo lo que nos sobra en este mundo en el que vivimos. El 90 por ciento de las cosas que tenemos en este mundo nos sobran. Podemos vivir igual de bien con mucho menos de lo que tenemos. No hace falta tanto para ser feliz. Sobra toda esa parafernalia que tenemos en Europa”.
Juambi no sabe cuándo será el próximo viaje. El próximo destino le gustaría que fuera a alguno de los países que más inmigración envían a Canarias. Se le ocurren Guinea Conakry o Costa de Marfil. Si llega la oportunidad, no dudará en preparar la mochila.